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Channel: Hetero – Relatos Eroticos
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Oficina Tropical

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Siempre tuvo la impresión , de que, al girar cualquier esquina, en sus paseos de ciudad, la sorprendería su imaginación, volcando a la realidad, una de sus fascinantes historias en soledad. Las mañanas empiezan con un pequeño sobresalto. El ring del despertador le hace saltar de la cama. Su cuerpo, semidesnudo, reflejado en el espejo, la hizo sentirse especial como pocos días. Y así, con esa sensación se fue a la ducha, mientras el café iba tomando temperatura.. Una falda de tubo, ajustaba su cuerpo sinuoso. Una camisa blanca, translúcida, daba cuerpo a unos

generosos pechos, que insinúan su escote.

La calle nota hoy un paso firme y seguro, en el camino que ella traza hasta la oficina. En su despacho la aguardan, papeles de realidad y números, mientras su cabeza va paseando, por el lado más morboso de su personalidad. Una mesa, generosa en medidas, centra su área de trabajo.

A ratos en su ordenador, llaman su atención, palabras, que pocas veces logran atraparla… Desde que en un chat aparece el aguijón que disparó su húmeda imaginación, el simple parpadeo de su alias, la hace cerrar los ojos, reviviendo sensaciones, nunca ants experimentadas. Sin querer, su mirada se desvía hacia la puerta semiabierta, al tiempo que sus piernas, aletean , como una mariposa, que viaja de flor en flor. Un ligero movimiento de cabeza, le hacían creer que volvía de la fantasía a los papeles. Una ligera brisa, parecía anunciar la presencia de alguien, tras la puerta, que con seguridad y parsimonia, avanza hacia la mesa, desde donde ella,, levanta la mirada, al tiempo que su hermosa y larga cabellera, resbala por sus hombros… Ambas miradas, clavadas, paradas por la inesperada presencia de un “extraño” que le transmitía una indescriptible sensación de seguridad y confianza… como si ya lo conociera. En unos segundos, mientras en su cabeza, se agolpan todas esas sensaciones, él se planta ante ella. Sólo una brizna de pelo los separa. Las respiraciones, aceleradas, son el sonido que inunda la oficina. De pronto, pareció detenerse todo, delante de él se sintió desnuda, antes incluso, que sin mediar palabra, sus manos comenzaran a enredarse en su pelo, deslizándose a través de su cuello, llevando, a su paso, la camisa, que previamente, ella desabrochara. Unas hermosas tetas, aparecieron ante unas manos ávidas de acariciarlas, apretarlas, alzarlas, comprobando, como sus pezones iban endureciéndose por momentos, al ritmo que aumentaba el volumen bajo el pantalón de él… donde ya la mano de Belén, encontró un consistente y jugoso acomodo. En sólo unos instantes, la mesa fue un escenario de pasión desenfrenada. El sabor de sus cuerpos, ahogados en el aroma del sexo, los hacía gemir y gozar. Ella sobre la mesa, él sobre ella dibujaba el perfil de su cuerpo, a través de sus labios y dedos, que con precisión quirúrgica, la recorrían. Ángel hundió su cara entre esas hermosas tetas, al tiempo que acariciaba los labios de ese jugoso coñito, que la hacían estremecer. Dedos ágiles y hábiles, que hurgando, se entretienen en un clítoris excitado, que sobresale ,por entre los labios del empapado chochito de Belén. Henchido de orgullo y placer, tintinea al ritmo que los dedos le marcan. Sobre la mesa ardiente, las piernas de ella, se ajustan sobre los hombros de ángel , de rodillas frente a ella, y contemplando con inusitado deseo, la hermosa imagen que el cuerpo de Belén le regala. Agarra su polla, erguida, dura, deseosa y comienza a pasearla por el perfil empapado de tan embriagadora rajita. Un capullo gordo y esponjoso, va abriendo los dilatados labios en su recorrido. Embadurnada de los jugos de el coño de Belén, los pollazos chapotean , en el encharcado chochito, inundando la estancia. Justo un segundo antes, de que, de una tacada, la polla rozara las paredes de su coño, hasta quedar incrustada en los mas hondo, ante el tope que suponían los huevos de Ángel encajados entre sus nalgas. Bombeos irrefrenables, agitan por completo el desnudo cuerpo de Belén. Sus tetas golpean contra su pecho, mientras la polla de Ángel, va ahondando en las entrañas de ella.. Cuerpos embadurnados en el calor y la humedad , que ambos han generado, han empañado los cristales. Belén se incorpora, agarrando con ganas, la gorda y muy dura polla, que arde delante de ella. Moviéndola con maestría, decide tomarle medidas introduciéndola despacio en su boca. Centímetro a centímetro, se va perdiendo hasta notarla topar contra su garganta. Ángel sujeta su cabeza, tirando de su rizada y abundante melena, acompañándola en su movimiento e incluso empujando aún más, para que no disminuya el ritmo de su mamada… Belén levanta su mirada, y sus ojos, llenos de vicio y gusto, contemplan con satisfacción la cara de Ángel , que muerde sus labios, intentando contenerse unos segundos más, pero que anticipan la inminente corrida que Belén ansía, recorra su cara… La polla explota, imposible de frenar, inundando de una espesa, y ardiente leche la cara de Belén que se relame y con sus dedos, no deja escapar mas que apenas unas gotas, que caen sobre sus tetas , cual leche condensada recorre sus pezones, antes que ambos , extasiados y extenuados por el placer y el esfuerzo cargado de sensaciones, se fundan en un abrazo “extraño” sin mediar , entre ambos ni una sola palabra.

GRIMMERR


Seduciendo al padre de mi mejor amiga

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Cuando cumplí 19 años decidí hacer un viaje para celebrar con mis amigos de otra ciudad que se encuentra a 12 horas de donde vivo, el viaje es cómodo en mi país ese tipo de viajes los realizamos en buses muy cómodos; esta vez me saltare mi descripción física, porque ya las hice en anteriores relatos, si no los leyeron invito a que lo hagan. Los días que pase en la capital fueron genial, pero llego el día de volver, casi siempre viajo sola por lo que escojo el asiento individual del bus pero esta vez no encontré tickets disponibles y tuve que ir en donde van dos personas, eso quiere decir que viajaría con un desconocido, y eso a veces incomoda, no sabes si te tocara con alguien que ronca o es muy gordo.

Bueno, no tenía otra alternativa, subí y me acomode en mi puesto, llevaba unas sandalias súper cómodas ya que era verano y hacia muchísimo calor, también un short que dejaba ver mis piernas y era súper cómodo, y una remera blanca, antes de aburrirme saque mi teléfono celular y empecé a chatear con mi hermano, de repente sentí alguien que toco mi hombro levante la mirada , y me lleve una gran sorpresa, era Alejandro, el padre de una de mis mejores amigas, Lorena, de la secundaria que incluso ahora en la universidad seguía frecuentando muy seguido, A pesar de ser un hombre de unos 46 años era bastante atractivo y en forma, y a mí me encantan los hombres maduros, desde que tengo 12 años y comencé a ir a casa de Lorena me daba muchísima pena saludarlo o dirigirle la palabra , casi siempre prefería evitarlo, me gustaba mucho y se me notaba.

Pero hace unos 3 años él se había ido a vivir a la capital por negocios y no lo había visto desde que termine el colegio, yo ya soy otra, a pesar que conozco las bondades del sexo desde muy joven, algunas veces social ser tímida, el me saludo sorprendido

Hola Reina ¿eres tú?, cuanto haz crecido desde la última vez que te v.

Me sonroje un poco y me levante para saludarlo con un beso en la mejilla, gracias señor Alejandro, Lorena me conto que está viviendo acá en la capital, dije de manera temblorosa-

Bueno ahora estoy regresando extraño a mi familia, hoy regreso a la ciudad, y parece que regresaremos juntos que hacías acá en la capital.

Vine a celebrar mis 19 años, me miro sorprendido diciendo ya eres toda una mujer, se sentó en su lugar en su lugar a lado de la ventanilla.

Bueno seremos compañeros de viaje por 12 horas.

Las siguiente 3 horas fueron bastantes divertidas, le perdí un poco el miedo y nos dedicamos a charlar un poco, aprovecho para darme algunos consejos, y vimos las películas de acción que suelen poner en esos viajes, casi a las 12 am empezaron a apagar las luces y la mayoría de los pasajeros se estaban quedando dormidos.

Bueno Reina creo que deberíamos dormir un poco.

Lo mire y le dije, no creo señor que pueda hacerlo hace mucho frio, viene ligera de ropa porque pensé que haría calor.

Dime Alejandro nada de seño, si deseas puedes dormir cerca mío, nada mejor que el calor corporal -dijo esto riendo un poco-

Antes de ponerme nerviosa, empecé a excitarme, es que el olía tan bien, entonces empezó el coqueteo de miradas de mi parte, lo que empezó como una broma suya, yo lo estaba tomando muy en serio, pero rápidamente se reclino y corto la mirada que le di, había empezado a excitarme no le iba a permitir que me retenga, al menos quería tener el morbo en la cabeza.

¿De verdad podrías abrazarme al dormir? le dije.

mmm Claro, Reina eres como mi Hija, te conozco desde niña.

lo mira y le di un beso en la mejilla y le dije, pero antes de echarme voy a sacarme el sostén, me aprieta mucho y es incómodo.

El miro con cara de asustado y me pregunto ¿qué haces?

Nada solo me pongo cómoda Alejandro, además tengo la remera encima, acaso no dices que soy como tu hija, nunca le has visto los pechos a Lorena.

En ese momento se molestó un poco, debo recalcar que todo esto lo decíamos en voz muy muy baja.

Eso es diferente Reina, decía eso sin poder quitar sus ojos de mis tetas, que a pesar de tener la remera puesta, sin sostén y con el frio tenia los pezones duros y estos se veían claramente por la tela blanca.

Lo mire me reí cerca de su oreja y le dije, bueno si es diferente Lorena los tiene más grandes, me acosté a su lado y lo mire al rostro, unos momentos, él puso su brazo al rededor. Yo quería seguir seduciéndolo así que no me di por vencida.

¿Tú crees que mis pechos son bonito Alejandro? mientras decía eso tome su mano y la lleve a uno de mis senos, no hizo el mínimo intento de oponerse-

¿Qué haces Reina? podríamos tener problemas.

¿De verdad crees eso? entonces ¿Porque no quitas tu mano de mi seno?, me moví un poco y lo bese.

Nos besamos un buen rato, su manera de besar era riquísima casi de inmediato empecé a lubricarme, estaba demasiada excitada, nos detuvimos un poco y él puso fuerza para no seguir, pero le dije.

¿Acaso no te gusto?, dame solo esta noche y te voy a satisfacer como nunca otra mujer lo a hecho, no tienes nada que perder.

Solo me dio un beso delicioso y me dijo al oído me gustas demasiado haz lo que quieras.

Me percate que debajo de su pantalón tenía una erección prominente, pensé un momento que debería hacer, montarme encima, iba a hacer mucho escándalo, así que decidí hacer lo que mejor sé, y que a todo hombre le encanta, una buen mamada.

Baje hasta su cierre y lo abrí despacio, introduje mi mano dentro de su pantalón y luejo su ropa interior, hasta que pude palpar algo grueso y duro que latía, en el trayecto pude tocar la parte interna de su bóxer esta tenia algunas gotas de líquido pre seminal, estaba tan hinchada su verga que no podía sacarla por ahí, él se desabrocho el pantalón y se lo bajo un poco para que salga más fácilmente.

Al fin cuando la vi eres hermosa, tenía la pija más hermosa que había visto, gruesa, algo grande, y venosa, era un miembro hermoso, lo tome con ambas manos y empecé a masturbarlo de manera cuidadosa para no hacer bulla, muy despacio mientras nuestras lengua jugaban un poco, me detuve para empezar con la mamada antes me amarre el cabello con una liga que tenía en mi muñeca.

tome con mi mano derecha sus bolas peludas, y con la otra su pene y lo introduje en mi boca, empecé a mamar de manera lenta y segura , cada vez más rápido pero con cuidado de no hacer mucho escándalo, el metió su mano delante de mi pecho tocando una de mis tetas y masajeándola muy despacio, luego sentí como su mano tocaba mi espalda y bajaba hasta mi short, el cual se había bajado un par de centímetro y dejaba ver el inicio de mi culo, el metió su mano un poco dentro de mi pantalón hasta que uno de sus dedos toco mi ano, no podía llegar más , pero eso era suficiente para mí, me estaba excitando, tenía dos de sus dedos entre mis nalgas. Mientras yo mamaba como una poseída.

De repente sentí como saco su mano de mi short, y levante la cabeza, estaba oliendo mi mano, la cual había sacado de entre mis nalgas, eso al parecer lo excito más. tomo con ambas manos mi cabeza y la empujo hacia su pene, obligándome a tragar todo, hice esfuerzos sobre humanos para no vomitar ni hacer ruido, esta vez el hombre calmado y amable se transformó en un toro, sentía como su pene palpitaba, me tomo de la coleta y hacia un movimiento pélvico como si me estuviera follando, bueno en realidad si me estaba follando, me daba por la boca, lo hizo por unos 10 minutos pero fue bajando la intensidad para no hacer ruido, empezó a dolerme un poco el cuello, así que mi mamada tenía que ser decisiva, me acerque a su oído y le dije – cuando sientas que te vas a venir empujas mi cabeza- volví a mi posición, utilizando mi lengua y mis labios empecé a estimular su rico glande, de manera lenta muy lenta , su pene cada vez estaba más rico, entonces sentí como su manos fuerte empujaron mi cabeza , esta vez estaba preparada, y no solo para la garganta profunda , también para recibir su semen en mi boca, después de eyacular todo, me trague su leche, lamí toda su polla para no dejar rastro de nada, la deje limpia, nos acomodamos y dormimos abrazados.

Llegamos a nuestra ciudad a aproximadamente a las 10 am, casi no hablamos solo nos sonreímos, guarde el sostén en mi bolso, y saque un papel y un lapicero, mientras caminábamos para dejar el vehículo, le di una nota que decía “si quieres más llámame, este es mi número… “rodeado de un corazón, me miro y lo guardo en su billetera. AL dejar el vehículo su familia lo esperaba, es decir Lorena y su esposa, y se sorprendieron cuando le contamos que nos tocó viajar juntos, claro que no sospechaban que le mame la pija en pleno viaje, las salude, y aprovecharon para dejarme en mi casa, mientras le contaba a Lorena sobre mi viaje.

Pasaron algunos días, cerca de 10 y no recibí llamada de Alejandro, aunque fui seguido a ver a Lorena pero no lo vi por ningún lado, hasta que un día de camino a la universidad me llego un mensaje de texto que decía, ” este es mi número, ¿deseas salir a comer algo? yo invito. Alejandro”.

Más que miradas

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Son miradas, que no suelen pasar desapercibidas, cargadas de profundidad y atracción, como pozos llenos de misterio. Mortales. Si te atrapan, ni quieres, ni puedes salir de esa tela, que entrelaza todo tu cuerpo. Es una dulce prisión sentirse atrapado, entre esas pestañas y notar como recorres, espacios de imaginación en una mente ajena. Por la que te llevan, sin que tengas el control. Como cuando recorren tu cuerpo tras taparte los ojos…uhmmm!!! Qué sensación imaginarlo!!.. Unas manos, que saben ser muy bien guiadas, por la poseedora de unos labios sensuales hasta la delicia, que junto a ellas, describen las lineas imaginarias que unen cada poro de mi cuerpo, dejando un rastro de humedad, que se evapora de inmediato, por el calor que desprendemos.

Su cuerpo, desnudándose por momentos, va rozando mi erizada piel. Notar sus pechos rozando mis piernas, mientras su lengua se entretiene en mis muslos, de fuera hacia adentro.

Es así, como en un cruce de miradas, me encontré con Ana. El fuego vivía en sus ojos, tan fuerte que, ni el ardor de los mios, protegía mis pestañas.

Una mirada,unos labios, sensualmente prometedores, insinúan una sonrisa tentadora. Entre tanto, pude atisbar, como las niñas de mis ojos, también supieron abrirse hueco, más allá de su segura mirada.

Un vestido, cuatro dedos por encima de sus rodillas, caía sedoso sobre sus hombros y caderas, dejando entrever en un precipitado escote, una piel tersa, en unos generosos y erguidos pechos.

No es un cuerpo espectacular, es un compendio de bellas formas, armoniosamente conjugadas.

Así la ví levantarse y alejarse parsimoniosamente. No pude mas que, dejar que mis pies los guiaran, esas llamas vivas que me atraparon.

El vaivén acompasado y ligero de su culito prieto, me mantenía hipnotizado. Absorto. Tras un instante de paseo, debió a minorar su paso, pues noté, como de pronto me encontraba mas cerca, de la fuente de calor que, desde hacía rato me guaiaba.

Un escaparate llama su atención, deteniendose ante él y yo a su lado.Un metro escaso nos separa, aunque algo que pertenecía a ella, se movía, con soltura, por mi cabeza de la mano de mi imaginación. en un instante, sin casi espoerarlo, una sonrisa se reflejó en mis ojos y sólo pude acertara a corresponder con una tímida mueca, pero , acercándome un poco más, pude rozar sus dedos, que no rehuyeron de los míos.Antes al contrario, les deiron confianza, para adentrarse entre los suyos. Y así nos alejamos, sin mediar mas que, una sonrisa,q ue fijó el fuego de una ardiente mirada.

Caminamos, no sabemos cuanto, hasta entrar en un pequeño portal de una casa baja.Allí desapareció el ardor de los ojos, que se extendió por todo el cuerpo. Ambos apretados, sentíamos en el nuestro, el ardor y los cambios de el otro. Mis manos,inquietas, como un niño en un kiosco, recorrían sus nalgas, por debajo de su ligero vestido.Tal como se insinuaba, un culito respingón y durito, haría las delicias de mis dedos, que se incrustaban entre los surcos de sus nalgas. Deslizando por ella mis dedos, voy descubriendo, la humedad, que más al sur se instala.

Sus manos han recorrido, al tiempo, el largo y ancho de mi espalda, mientras nuestras lenguas, entre dientes se hablaban. Busca mi culo, que asido por sus manos, contra ella me aprieta, sintiendo como, a la altura de su ombligo, mi polla se clava. En su cuello, como un vampiro me recreo, recorriéndolo, succionándolo y lamiendo, los desnudos lóbulos de sus orejas, deslizándome después, hasta el hermoso cauce de sus tetas, que previamente quedaron liberadas. Sus duros pezones, no eran más que una invitación al abandono lujurioso, de una boca extasiada. Jamás sentí tal cúmulo de sensaciones. Agolpadas, todas ellas en cada centímetro de mi cuerpo y también en el suyo, fuimos dándole salida. La apreté contra la pared, cuando mis pantalones, sólo eran ya , un círculo de tela, alrededor de mis tobillos. Y fue entonces, cuando apoyando sus manos en mis hombros , como la aupé, sujetándola por debajo de sus esbeltas nalgas. Así se dejó caer sobre mí, encajando su dilatado y húmedo coñito en la extensión y el grosor de mi polla, que alimentada a borbotones, por la pasión que nos embargaba, se hundía una y otra vez, de forma desenfrenada, hasta la hondura de su entraña. Follamos como posesos. Gemíamos como animales heridos. Respirábamos, dando bocados al aire, que viciado y ardiente nos rodeaba. Sus tetas apretadaas en mi pecho, se restregaban, sin parar, en cada embestida de mi polla, que por momentos ganaba en dureza y grosor. Aún ahora, al recordarlo, la piel se me eriza y me envuelven las sensaciones y aromas vividos. Su espalda resbaló por la pared, hasta que apoyando los pies en el suelo, se agachó, para apagar con su boca, el fuego que emanaba de mi polla. Qué modo de agarrarse a ella, que lascivia al lamerla. Su mirada, de nuevo se clavó en mis ojos, mientras mi polla, se perdía de vista en su boca. Sus dientes, se arrastraban por el tronco , hasta que los huevos quedaban frenados por su barbilla. Primoroso el juego que su lengua, recrea en mi polla, mientras mis manos se entrelazaban en su pelo liso mechado. Hurgo en su cuero cabelludo, como su lengua hurga en mi capullo hinchado. Cuando la temperatura parecía imposible de superar, se levanta y ante mi expectante mirada, apoya sus manos en la pared, y resbalándose ligeramente, va colocando su delicioso culito en pompa. Deja una mano apoyada, y la otra, levanta su exiguo vestido, justo hasta su cintura, dejando ante mí, el mejor espectáculo, que me han podido regalar. Un húmedo y entreabierto coñito, espera de nuevo a mi polla, para acogerla hasta lo mas profundo. Gira su cabeza y entre sus rojos labios, su lengua incita y provoca. Al tiempo, que cachetea su nalga… mmmmm!!! Me acerco y golpeo sus nalgas, con mi polla endurecida y gorda como nunca. Los pollazos marcan un territorio acotado, justo en el instante en que, de una tacada, se hunde hasta el confín de la mirada. Comienzo a follarla, como esa postura exigía. Los bombeos, duros e incesantes, explosionan por dentro y por fuera de nuestros cuerpos, como sus tetas se golpean contra su pecho. La excitación se sale por cada poro de nuestros convulsos cuerpos, del mismo modo, que saco mi polla, para que, la espesa y ardiente leche salga cubriendo su brillante cuerpo, desde la comisura de sus labios recorriendo el cauce de sus pechos.  

La autoestopista

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Era viernes, a principios de julio. En la empresa los viernes salíamos al medio día; pero no era un viernes normal, tenía el fin de semana por delante y la empresa me había concedido cinco días de vacaciones, uniendo días tenía un total de nueve días de descanso.

Mis tíos aun tenían la casa de la playa, quedaba algo lejos, casi cuatrocientos kilómetros, pero merecía la pena al tener tantos días por delante, algunas féminas de la empresa habían dejado caer que les gustaría ser mis acompañantes, pero preferí hacer oídos sordos.

Así que aquel mismo viernes, a las cuatro y media decidí emprender el viaje, no llevaba ni cincuenta kilómetros cuando comprendí mi error al no haber aceptado la compañía de alguna de mis compañeras de trabajo, aquel viaje se me iba a hacer muy largo. Por la cabeza me rondaban esos pensamientos, cuando en el arcén, a la derecha distinguí a una persona, tenia un cartel que ponía escuetamente A LA COSTA.

Me pareció que era una mujer, tal vez de no haberme parecido una mujer, no habría parado. Levaba ropas más o menos masculinas, pantalón vaquero, una camisa y una gorra, pero ciertas protuberancias no podían ser escondidas, así como las formas de sus caderas. Pare junto a ella, definitivamente era una mujer.

- A que parte de la costa te diriges – pregunte tras abrir la ventanilla.

Era difícil saber la edad de aquella mujer, algunos rasgos parecían de una mujer que no llegaría a los treinta, pero otros rasgos hacían suponer una edad cercana a los a los cuarenta años.

- Yo necesitar ir a costa – dijo con dificultad.

- A que parte de la costa.

- Un momento – metió la mano en el bolso y saco un papel en el que ponía una dirección, era la de un hotel.

Comprendí que era extranjera.

- Ok, yo voy hacia allí. Te puedo llevar.

- Si, gracias.

Salí del vehículo para abrir el maletero y que ella pusiera su bolso de viaje, al estar junto a mi me di cuenta que era casi tan alta como yo, y que independientemente de la edad que tuviera era una mujer muy hermosa, se quito la gorra, pude ver una cabellera larga, rubia casi blanca, unos ojos grises, unos labios rojos extrañamente seductores, parecía una muñequita.

Subimos al vehículo.

- Me llamo José Antonio.

- Yo Adele.

Arranque y continué viaje

- De donde eres.

- De Suecia.

- Hablas muy bien el español.

- De pequeña pase muchos años aquí en España, soy profesora de español allí en Suecia.

- Comprendo. Sabes que es peligroso hacer autostop, no sabes quien puede parar.

- Alguien como tú.

- Si, no me conoces de nada.

- El haber parado indica que debes ser buena gente.

La mire y pensé como puede haber gente tan inocente.

- No debes fiarte de las apariencias.

- Lo se.

- Te imaginas que hubiese parado pensando en hacerte algo malo.

- ¿Has parado para hacerme algo malo?

- No, era un decir, he parado…

- Porque soy mujer y te parezco atractiva.

Joder con la muñequita había dado en el clavo, posiblemente de haber sido un hombre ni lo habría mirado.

- Si, bueno a parte porque el viaje se me estaba haciendo largo.

- ¡Ah!

Su duda era más que razonable.

- De turismo por España.

- Más o menos.

- ¡Más o menos! La gente viene a España en estas fechas por turismo… o bien a trabajar.

- No he venido a trabajar, aunque no me importaría.

En su rostro se reflejaba una gran tristeza. No quería que se convirtiera en un interrogatorio.

- Aquí cerca hay una estación de servicio, voy a repostar y tomar algo – pensé aprovechare para ir al servicio.

Por primera vez sonrió, pare en el área de servicio.

- Vienes.

- No gracias, prefiero quedarme aquí.

- Como quieras.

Salí del coche, por un momento pensé en dejar la llave puesta, pero eso seria ser demasiado confiado. Me dirigí a la zona de restaurante, pedí un bocadillo y un refresco, mientras me lo servían fui al lavabo. Cuando salí ya tenia lo que había pedido en la mesa, me senté y comencé a comer. Unos minutos después entro Adele, se dirigió a mi, no tuvo que decir nada me imagine, que al igual que yo necesitaría ir al lavabo, así que se lo indique, ella sonrió y se dirigió hacia el.

Me había tomado el bocadillo y el refresco, Adele no había salido del lavabo, empecé a preocuparme; pero de pronto salió, se había cambiado de ropa, se había puesto unos pantalones cortos azules, y la camisa había sido sustituida por un camiseta de tirantes, el pelo se lo había recogido en una coleta. Se acerco y la invite a sentarse.

- ¿Quieres comer algo o beber?

- No tengo mucho dinero.

- No te preocupes yo te invito.

Ella sonrió, le enseñe la carta y escogió un bocadillo y una limonada. Comía con cierta ansia, me fije en ella con mas detenimiento, realmente era hermosa.

Cuando termino emprendimos la marcha.

- Bueno al final a que has venido a España.

Pareció dudar, metió su mano en el bolso, saco una fotografía, me la enseño. Había dos mujeres, una era ella la otra mas joven se le parecía mucho.

- La de la derecha eres tú, y la de la izquierda se parece a ti, es tu hermana.

- Es mi hija, la foto es de hace dos años, ella tenia 16 años, hace unos meses vino a España, y desde entonces no tengo noticias de ella, he venido a buscarla.

- ¡Tu hija! Como sabes que esta en ese hotel.

- Porque es donde ella tenía que venir.

- O sea, que no sabes si aun esta allí.

- No, pero por algún sitio tengo que empezar.

- Eso si que es verdad.

Hubo un silencio, decidí romperlo.

- Y tú marido… el padre de tu hija.

- ¿El padre de mi hija?

- Si, porque no ha venido.

Sonrió, miro por la ventana.

- Es una larga historia.

- Tenemos mucho tiempo, como mínimo un par de horas.

- Es bastante triste.

No dije nada, pero ella comenzó a hablar

- Con 17 años, vivía en España, mi padre era el representante de una empresa sueca en España, comencé a salir con un español. Me quede embarazada. Cuando le dije que estaba embarazada me dejo, mi padre decidió volver a Suecia.

Hizo un silencio, tomo aire, hinchando los pulmones, haciendo que sus pechos se elevasen.

- Hace un año, mi hija y yo vinimos de turismo, ella conoció a un chico. No quise que le pasar lo mismo que a mi, así que en un arrebato le conté lo que me sucedió.

- Antes no te pregunto por su padre.

- Si, pero le conté que había sido inseminada, de un donante anónimo. Hace unos meses al cumplir los 18, se marcho dejo una nota que venia a reunirse con su novio y que buscaría a su padre.

- Pero como lo va buscar si no lo conoce.

- Yo guardaba en una caja fotos y cartas de el.

- Comprendo.

Desde ese momento el viaje se hizo algo mas ameno, me conto cosas de Suecia, y del pueblo donde vivía.

- Ya estamos llegando, donde quieres que te deje.

- En el hotel, tengo una reserva.

Llegamos le ayude a bajar el bolso del maletero.

- Espero tengas suerte en la búsqueda.

- Gracias.

Nos dimos dos besos, la vi entrar.

Subí al coche, había oscurecido, la casa de la playa no estaba lejos. Cuando llegue deje las dos maletas en la habitación más grande, la que usaban mis tíos. Me di una ducha, me vestí, fui a un bar tome unas tapas y me dirigí a la discoteca que conocía, estaba llena, aunque había muchas personas conocía a bastante de ellas. No estuve mucho, serian algo mas de las doce cuando salí de la disco, iba dando un paseo por el borde de la playa, me pare un instante me fije en la arena de la playa, había varias parejas de jóvenes dándose el lote; un policía municipal desde el paseo, les gritaba que se marchasen. Seguí caminando, en un banco del paseo había un bulto parecía ser una persona, el policía municipal se agacho y zarandeo el bulto. Bulto se quejo, el agente le recrimino que estuviera allí, instintivamente me acerque, mi sorpresa fue al descubrir que la persona del banco era Adele.

- Agente, permítame creo que la conozco.

El policía me miro.

- ¡Adele! ¿Qué haces?

- ¿La conoce? – pregunto el municipal.

- Si agente, es una amiga.

- Dígale que esta prohibido dormir aquí – se marcho

- Adele, no me dijiste que tenias reserva en el hotel.

- Creí que habría alojamiento, no quería molestar – dijo aun tiritando, porque aunque fuese julio las noches al lado del mar eran frescas.

- Ven conmigo.

Adele se dejo llevar. Llegamos a la casa, le indique que ocupase la otra habitación, y donde estaban las otras dependencias de la casa. Decidió ducharse, mientras yo le prepare algo para comer en la cocina. De pronto apareció en la puerta de la cocina, parecía una alucinación, solo llevaba puesta una camiseta de tirantes larga que apenas cubría sus bragas y dejaba ver sus piernas, no llevaba sujetador, lo que hacia que sus pezones se marcaran en su camiseta.

Mi cara de sorpresa era evidente.

- ¿Qué sucede?

- No soy de piedra.

- Comprendo – dijo sonriendo, pero no hizo nada para evitarlo.

Se sentó en la mesa y comió, no podía dejar de mirarla, era excitante verla.

Cuando termino de comer, era muy tarde, cada uno se fue a su habitación.

Me estaba costando conciliar el sueño, cuando apareció Adele en la puerta.

- José Antonio ¿Estar dormido?

- No lo estoy.

- Solo venia a darte las gracias.

- De nada, y ahora a dormir.

Pero no se fue, sino que se acerco mas, se quito la camiseta, en el contraluz se marcaba su silueta.

- Pero que haces.

- Solo tengo una forma de agradecértelo.

Yo me había incorporado, sentándome sobre la cama.

- Sera mejor que te vistas.

- No dirás que no te gusto.

- Claro que me gustas, como no me vas a gustar.

- Entonces cual es el problema.

- Lo que he hecho no ha sido desinteresadamente.

- ¡Desinteresadamente!

- Lo he hecho por diríamos por amistada.

En la semi-oscuridad podía verla. Se sentó en el borde de la cama.

- Amistad entre tú y yo, entre una mujer y un hombre.

Sus palabras me dejaron confuso.

- Imagina que lo que voy a hacer ahora es por amistad.

Puso su mano sobre mi entrepierna, comenzó a acariciar mi paquete, para seguidamente sacar mi polla, la cual hacia rato estaba tiesa y dura. La acaricio acerco su boca a mi polla y la chupo. Tras unos minutos se separo de mi se quito las bragas, se dejo caer a mi lado, acaricie sus pechos, y chupe sus pezones, al principio fueron gemidos suaves para ir incrementado la frecuencia y el volumen de sus gemidos. Metí mi mano en su entrepierna, acaricie su vello púbico, que era más bien escaso. Mis dedos acariciaron sus labios vaginales, y el clítoris, los gemidos se transformaron en gritos. No entendía lo que decía pues lo decía en sueco. Hasta que lo dijo en español.

- Métemela, quiero sentirla dentro, fóllame.

Me situé entre sus piernas, cogí mi polla, con ella acaricie sus labios vaginales sin llegar a metérsela, se abrió mas de piernas, la cogí por los muslos y de un empujón se la metí, dio un grito, jadeaba pidiendo que siguiera y no parara, hasta que alcanzo un primer orgasmo, tras un pequeño descanso, en el que sustituí mi polla por mis dedos dentro de su vagina, hizo que me pusiera boca arriba en la cama, y tras jugar un rato con mi polla, acariciándola chupándola, se situó encima dejándose caer lentamente hasta quedar totalmente empalada, la cogí por la cintura para mantener el ritmo, aunque pronto sentí que estaba a punto de correrme, pero no era el único ella también estaba alcanzando su segundo orgasmo se dejo caer sobre mi alcanzando ese segundo orgasmo y al mismo tiempo me corrí yo. Tras unos minutos de inactividad ella se dejo caer a mi lado.

- Te ha gustado mi forma de darte las gracias.

- No me va a gustar, pero no creo que este bien.

- Entonces piensa que ha sido otro favor que me has hecho.

- ¿Qué te he hecho un favor?

- Soy una mujer, tengo unas necesidades, y hace mucho tiempo que no lo hacía.

- Pues no lo ha parecido.

Sentí la carcajada de Adele. El sueño nos pudo y nos quedamos dormidos.

Cuando por la mañana me desperté, estaba solo en la cama. Sobre la mesita de noche una nota que simplemente decía THANKS.

La busque por la casa, no estaba, se había marchado. La busque por el pueblo durante los siguientes días sin resultado. Se acabaron mis mini vacaciones, volví al trabajo, como es natural no volví a verla, espero que encontrase a su hija. Muchas veces pienso si paso realmente, y si fue lo mejor, pues de haber estado más tiempo junto a ella tal vez habría cambiado mi vida, una vida que con 25 años estaba comenzando.

Venceremos… venceremos… algún día

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Los veinte niños han dejado de cantar, la noche ha entrado en el autobús con la luz apagada, quedan seis horas para llegar a destino, la pequeña cuidad donde se va realizar el concurso de coros infantiles con edades entre nueve y once años.
Juan no puede dormir, sabe que la tentación está ahí y su mente lucha entre ceder y resistir. Ha sido una constante en su vida desde los 17 años. le ha ocurrido otras veces, no muchas , tres para ser exacto, sólo una vez evitó el peligro, en otras dos se vio inmerso en el placer prohibido, que le arrasó y lo llevó al límite de su resistencia y al borde de romper todo lo que tenía y quería.
Esta vez no podía huir de la tentación, tenía que hacer el viaje, dos de sus hijos, Luís y Mariana, participaban en el coro, por lo que le tocaba ser padre cuidador. Además en el concurso debía haber tres mayores por coro y guitarras. Y los mayores del grupo eran una madre: Josefina, soprano. Un padre :él, bajo y la guitarra y el padre Nicolás, tenor y guitarra.
Fue en la primera comunión de Mariana, donde se habían conocido, era el cura encargado de la catequesis de los niños. Hay algo que no se pude evitar, el descubrimiento del igual cuando te saludas. Eso le ocurrió con Nicolás. Los dos vivían escondidos, negándose a si mismos. Lo notó al darse la mano y mirarle los ojos verdes atigrados, una corriente de entendimiento surgió entre ambos. Se separaron asustados por sus deseos, esos deseos que tenían encerrados en lo profundo de su mente. La fiesta en el patio de la iglesia, donde se hizo un desayuno en común de todos los niños y padres, la vivió como esos momentos que la luz te deslumbra, haciéndote sentir incomodo pero gratificado.
Al final del desayuno llegó el principio de su unión, cuando Nicolás con una sonrisa que dejó al descubierto sus dientes blancos y perfectos entre la barba candado anunció una sorpresa : los niños iban a cantar. Lo hicieron con una mezcla de buenas intenciones y resultados mediocres. Contó luego a los padres su intención de crear un coro infantil para la iglesia, y ahí Simone,su mujer fue de las primeras, por no decir la primera, en aplaudir y sostener que era una magnífica idea. Y entre risas comenzaron todos a probarse como cantantes, él no participaba, salió a la calle a fumar un cigarrillo. Fue su mujer la que fue a buscarle, le obligó a volver y a participar. Juan no quería pero no pudo evitarlo, la música le envolvió y cantó acompañando algunas canciones de los chicos y grandes.
El padre Nicolás se le acercó y con su voz de tenor y su sonrisa en la boca y los ojos le dijo:
-“Eres un bajo muy bueno, debías …”-
Su mujer no le dio tiempo a seguir, no sólo cantaba bien, además tocaba la guitarra, así le había conocido, en un grupo folk aficionado, cantando por los bares. Total que sin darse cuenta se encontró con una guitarra y montando un dúo con Nicolás. Les aplaudieron y cuando se unió Josefina, la madre de Luisito, empujada también por su marido, aquel pequeño desayuno se convirtió en un recital de viejos éxitos. Y sin buscarlo ni quererlo se vio metido en la aventura del coro.
A la noche, al acostarse , notó a Simone caliente, con ganas de sexo, él también estaba caliente, aquel cura le había excitado, hacía mucho tiempo que no se sentía así. Simone se desnudó, paseó exhibiéndose ante él, mientras Juan se quitaba la ropa. Le envió una mirada pícara, sacando un condón de su mesilla y entregándoselo, luego se colocó en la cama a cuatro patas, moviendo el culo insinuante. Juan se colocó el perservativo y la penetró con cuidado , sintiendo como el esfínter femenino iba acariciando su verga engomada.
La tomó pensando en el sacerdote, despacio, deleitándose en los gemidos roncos de la mujer.
Quería a Simone, su padre cuando se la presentó, sólo hizo un comentario:
-“No tiene pinta de tía, es guapa de cara, pero flaca, alta ..”-
-“ Papá, no te das cuenta que se parece a la de Alien”-
-“Un aire si se da, pero a mi gustan con más carnes, como tu madre, de joven decía que se parecía a la Sofía Loren”-
Eran felices, llegó el primer hijo, a todos se les calló la baba. Estaba embarazada del segundo, cuando ella le propuso que se lo hiciera por detrás, por el culo. Ante su cara de asombro, le contó que en la peluquería habían comentado que a los hombres les encantaba y que era una manera de evitar que buscaran fuera lo que podían tener en casa. Que se daba cuenta cómo le miraban las clientas en el bar- restaurante y que no quería que no se le pasara por la cabeza andar con otras. Aquella fue la primera vez de otras muchas. A Juan le volvía loco, pensaba que era ese hombre atractivo que había acudido al bar por la mañana al que penetraba, al que poseía con ardor. A ella le gustaba, le hacía sentirse perversa, pecaminosa, como cuando le propuso meterle los dedos para acariciarle la próstata mientras le comía la verga. Se corrió salvaje en la boca golosa de la mujer.
La iluminación de la carretera al circunvalar un pueblo en el camino le permitió comprobar que Nicolás tampoco dormía, se imaginó que debía estar dando vueltas, lo mismo que él, a la noche que les esperaba, juntos , en la misma habitación, porque el sacerdote también sentía esa atracción, ese …por qué no decirlo…amor que le inundaba, que había ido creciendo a lo largo de un año, en el que estaban juntos, jueves por la tarde, ensayos, y domingo por la mañana, coro en la misa de doce, cuando se encontraban. Al principio se huían, pero poco a poco, como si ambos supieran dominar sus miedos y sus deseos, se fueron abriendo, gustándose, dándose cuenta que no era sólo el físico , el de dos hombres, próximos a lo cuarenta, hermosos, altos, fuertes, con cuerpos hechos para despertar la pasión, también estaba su manera de ser, las risas con las ocurrencias de los niños, el cariño común al dirigirlos el canto, el juntar sus voces y sus guitarras, el saberse almas hermanas.
Las paradas de los semáforos al entrar en la ciudad de destino, le despiertan. Llegan enseguida al hotel, es un dos estrellas, parece limpio. Empieza la operación de bajar del autobús, mantener a los chicos en orden, repartirlos cuatro por habitación, separados los chicos de las chicas, ayudarles a desempacar la ropa, hacer que se lavaran… procuraba estar ocupado…no quiere quedarse solo con el sacerdote, pero no pude evitarlo. El dormitorio que comparten tiene dos camas, Nicolás deja sus cosas en la de la izquierda…Juan está angustiado, le tiene a su lado, están solos…decide ir al baño, se quita la camisa y se lava la cara con agua fría, cuando sale su compañero le está esperando. No puede evitar contemplar el torso musculoso de Juan, moreno, con el vello que extiende por el pecho, donde los pezones están duros por la excitación. Se quedan un buen rato mirándose , sin decir ni hacer nada. Llaman a la puerta, abren, es Josefina.-
-“Chicos, vamos a por nuestras bestezuelas que tenemos una hora para llegar a la iglesia en nuestro horario de ensayos. Juan , la verdad es que estás buenísimo, Simone te tiene que vigilar. ¿ No le parece, padre?.”-
Los tres se ríen, siempre la mujer ha sido la animadora del grupo. Juan cambia la camisa por una camiseta azul cielo, que se le ajusta al cuerpo marcando sus pectorales.
Van poniendo en marcha a los chicos del coro, por fin salen. La capilla del colegio donde se va a celebrar el concurso está cerca, van andando, llegan entre risas y gritos. Dentro reina una gran algarabía, alrededor de cien niños hablan, se saludan. Los mayores encargados de cada grupo van logrando imponer un poco de orden. Después el nombre de cada coro, por orden alfabético, marca cómo se distribuirán los ensayos, que consisten en comprobar las condiciones acústicas del templo. A Nicolás , Josefina y Juan les parecen suficientes, tienen claro que lo que pretenden es participar, no sueñan con ganar, es la primera vez que viven esas historias. Llega la hora de comer, todos los niños van al comedor escolar, mientras los mayores lo hacen en el de profesores.
A Juan le agrada la camaradería que se da entre todos, hombres ,mujeres, seglares y religiosos. Hay madres, padres, curas y monjas, un grupo que devora las viandas: gazpacho, tortilla de patatas y filetes empanados, beben agua, tinto de verano o cerveza. De postre melón y luego café. Los organizadores han preparado una vista a la cuidad para los niños, les dejan libres hasta las ocho de la noche.
Josefina dice que se va a acostar, no ha pegado ojo en toda la noche Juan prefiere dar un paseo, tiene miedo de lo que puede ocurrir si va al dormitorio con Nicolás. Caminan juntos, hablan de naderías. Son dos hombres hermosos, dos machos que hacen que las miradas femeninas se vuelvan a mirarlos cuando pasean. Juan con sus vaqueros y su camiseta, Nicolás con su sotana negra.
Paran en una terraza, Juan va a pedir un café cuando Nicolás pide dos güisquis, J&B con hielo y agua. Les traen unas aceitunas de aperitivo, Juan no sabe por qué pero cuando las muerde piensa en los testículos del sacerdote, la misma forma pero grandes, cargados de esperma.-
-“Juan, yo soy sacerdote….lo decidí muy joven….estoy realizado siéndolo…nada ni nadie va a hacer que me separe de mi vocación….”-
No le ha dicho nada, no se ha insinuado y ya le está rechazando. Por un lado le duele, por otro le alegra, ninguno de los dos quiere pasar la raya del deseo a la acción.
.-“ Padre, yo también soy feliz,…. quiero a mi familia, son mi vida”-
Los dos saben que se han rechazado, lo han dejado muy claro. Deben seguir su camino, no importa la atracción que sientan, Juan se sonríe triste , no es sólo atracción, ni un calentón, ama a Nicolás, y debe renunciar a él.
Hablan del concurso, creen haber escogido bien las tres canciones de libre elección y han practicado hasta el agotamiento el “Ave María”, la tensión flota entre ellos, pero aplacada, cuando se levantan para volver hacia el colegio para esperar a los niños, su andar tiene la tristeza de la frustración.
La alegría de los chicos y las risas de Josefina se les contagian, deciden ir a comer hamburguesas, hay que obligar a Juan, que detesta ese mundo que invade y compite con su establecimiento clásico, el típico bar que da comidas.
Mariana y Luís hacen reír a todos cuando amenazan con contar a su abuelo donde han estado y encima “ papá, ¡has tomado coca -cola!”, Josefina les obliga a prometer que será un secreto del grupo, sólo podrán contárselo a mamá. A Juan le inunda la ternura al pensar en Simone.
Cuesta llevar al grupo al hotel, y aún más lograr que se vayan a la cama, que no alboroten y que se duerman. Josefina, Juan y el padre Nicolás deciden tomarse una copa en el pequeño bar del hotel, se beben un gin-tonic, se relajan y tararean viejas canciones, juegan a empezar y seguir acertando tras las primeras notas. Gana la mujer. La acompañan a su habitación. Y van hacia su cuarto, alegres, la música les ha hecho olvidar o mejor mitigar sus deseos, convirtiéndolos en camaradería.
Pero deben tener cuidado, lo que sienten está entre ellos, no se puede evitar.
Juan decide dormir con la camiseta y en calzoncillos, Nicolás se quita la sotana, debajo, una camiseta sin mangas y un slip.
Juan mira asombrado el muslo del sacerdote, un circulo de llagas da la vuelta a toda la pierna.
-“ Nicolás ¿ Qué es eso?”-
Se queda callado, no dice nada, sólo le mira con una enorme tristeza en sus enormes ojos verdes. Se levanta la camiseta y un cinturón de heridas cubre su cintura.
-“ Ya te he dicho, que soy sacerdote….debo reprimirme”-
Juan está shoqueado, no se imaginaba, no creía que hubiera gente así. ¡Cómo debía ser su pasión para necesitar los cíngulos represores! Respira hondo, no puede evitar que ojos se llenen de lágrimas.
Le sale del corazón, de lo más profundo de su alma, es como un torrente de dulzura y amor lo que le lleva a agarrar al sacerdote por los hombros. Están uno frente al otro, las miradas transmiten lo que sienten. No se dicen nada, como el imán y el hierro no pueden evitar juntar sus cuerpos, sentir el uno al otro, y besarse. Es un beso largo, esperado, han sido meses de desearse, de irse amando en silencio, ahogando sus sentimientos, en ese beso se dan por completo, no saben que va a ser de ellos, pero ese largo instante los dos saben que les acompañará toda su vida.
Se separan sin respiración, jadeantes, con ansia se quitan las camisetas. Juan siente la piel del torso poderoso de Nicolás rozando la suya. Las manos acarician las espaldas desnudas en un apretón que parece romperles, mientras de nuevo, se vuelven a fundir en un beso que les transporta al firmamento.
-“ Juan….yo no voy a dejar de ser cura ….”-
Juan sostiene la mirada turbia del sacerdote, una sonrisa curva sus labios dejando ver sus dientes blancos, recorre su filo con la lengua sonrosada, incitando a su amor a otro beso, y con voz muy suave le dice:-
“ Señor cura, ni yo a mi familia. Así que …dígame donde está el problema…Eso sí…padre le voy a hacer una mamada de polla que no le va a quedar gota de leche. Y dos ordenes: como me entere que te vuelves a poner un cilicio te forro a hostias ….la segunda tiene que ver con la caridad cristiana o con la justicia divina. Yo te la voy a dejar seca…pero padre …usted también me la va a chupar hasta llevarme al cielo”-
Nicolás se ríe y cariñoso le abraza, mientras Juan aprovecha para bajarle el slip y agarrarle la verga.

En el bar de Juan salen tortillas de patata, raciones de jamón, de chorizo, de queso, se beben cañas, tintos de verano ( los mayores) , fantas y coca colas los niños. Es Luís, el marido de Josefina, el que propone el brindis:
-“Por el padre Nicolás que ha montado un coro de campeones”-
Josefina recostada en Simone, cómplice, amiga, le cuenta el ritmo, la alegría de las guitarras, y cómo su marido y el padre transmitieron una marcha al coro que los hizo ganar y como al final, con la medalla en la mano, se largaron con “We shall overcome”, que apenas habían ensayado, cómo los críos y ella los siguieron y cómo la iglesia se había caído a aplausos.
-“Sabes… ese cura tiene alma, vida ….y se le ve todo amor y comprensión. La verdad es que voy a dejar de confesarme con don Francisco y lo voy a hacer con él….seguro que algunas cosas que hago con mi marido y que intenta que me arrepienta, a Nicolás le parecen más normales”- le susurra Josefina a Simone, tapándose la cara para que su amiga vea como con la boca hace muecas indicando una chupada de verga.
- “Me has dado una idea… la verdad es que don Francisco es demasiado antiguo”- tanto que nunca ha sido capaz de confesarse las veces que Juan la toma por detrás. Aunque le gusta, no sabe si está bien dejarse sodomizar, le suena a Sodoma y Gomorra.

Melisa: La juez

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“si las paredes hablaran”

_ Una camisa no vale tu vida_ Decía Simental con tono fingido y burlón…_ que clase de novela romántica es esa… deja que te folle y punto… el amor no se hace con palabras sacadas de una telenovela mexicana… jajajajajajajajaja

_ lo sé… pero, si hubieras visto su espalda… la casa es de tres pisos… los dos habríamos muerto si…

_ hoye niña… ¿ese tipo no es el que te restriega en la cara a sus putitas?… despierta… si quieres algo que los saque a ambos de ese círculo vicioso es que los dos se den con ganas…

_ da igual… lleva días ausente… ni siquiera hemos cruzado palabra alguna…

Melisa puso una mano en su barbilla recargándose en el tocador mirándose al espejo, se preguntaba si tal vez era cierto que solo re requería de abrir las piernas para que un hombre como Marco se encendiera y terminara por fallársela… aunque, ese no era el punto, ella no quería solo follar, igual ¿cómo podía avanzar hacia eso que ella buscaba?

Por otro lado Marco se las estaba apañando bien con el plan… no necesitó de muchas cosas, tenía toda la información en sus manos y las armas… Melisa siguió yendo al trabajo en el salón como siempre, tenía ya sus admiradores y todos llegaban con sus respectivas propuestas, lo que agradecían los dueños era que ella no aceptara ni siquiera en secreto como las otras… el caso es que cuando recibes poco de lo que te gusta, se convierte en droga, y este efecto convirtió a Meli en un ideal para sus admiradores que seguían creciendo…

A Simental le agradaba que Melisa fuera tan profesional con los clientes, siempre que la invitaban a tomar una copa ella se sentaba unos minutos, era amable y tomaba lo que le invitaran, ella era respetada y tratada con naturalidad, los únicos clientes que nunca la habían invitado a la mesa era el joven de la puerta (Marco, que llevaba días sin ir al lugar), pero el que comenzó a darle mala espina fue el misterioso hombre de la mesa 4, el palco privado de siempre reservado, el mismo vino, y lo más casual, se había enajenado con Meli desde que ella tomo el primer protagónico en un número, de todos era el único que jamás le había invitado a su mesa a pesar de ser el que más gastada en venir a verla… Simental dejó las cosas así por un tiempo, hasta el día en que la mesa 4 tuvo dos comensales en lugar de uno, si, el misterioso joven llegó con otro de mayor edad, poco después de que el show acabara Simental fue llamado a la mesa 4, la mesera que le entregó el recado estaba sonrojada, como si hubiera visto un sueño, como quien es tocada en su parte más íntima, casi extasiada…

Simental con cautela se acercó a la mesa, el joven de la mesa cuatro se mantuvo al margen de la conversación, el nuevo invitado parecía un hombre mayor de 40 pero hasta él se daba cuenta de que tenía una fuerza atrayente que derrumbaba a cualquier mujer además de que el joven de la mesa cuatro también era en un sentido varonil hermoso, y bastante elegantes ambos, con pinta de magnates, pero de un semblante frívolo y Maquiavélico… fue el hombre mayor quien habló en todo momento.

_ Buenas noches caballeros…_ dijo simental tomando asiento

_ usted es Simental, ¿cierto?_ dijo el señor sosteniendo en frente de sí un bastón negro que le daba un aire de gánster excéntrico.

_ Si, así me llaman…

_ ¿usted instruyó a las jovencitas de este salón?

_ si, así es

_ quizá me conozca, soy un hombre de negocios, me desenvuelvo principalmente en la búsqueda y promoción de grandes talentos, talentos como el de su estrella principal…

_ Si se refiere a Sheri, ella es…

_ Seamos honestos, quizá no ocupe todos los papeles principales, le falta mucho pero su potencial y su sensualidad, hicieron despertar a mi disfuncional amigo, y créame que eso es lo que estoy buscando… seré honesto… e iré directo al grano señor Simental, estoy dispuesto a pagar el costo que desee usted, pero quiero a esa mujer como regalo para un amigo…

_ No vendemos mujeres señor, no tratamos putas…

_ verá usted, tengo la intención de pagar el costo que sea, incluso hasta llegar a las últimas consecuencias, he estado buscando un tesoro como el de su muchacha y ahora que estoy a punto de hallarlo, no me lo pensare para desmantelar este establecimiento si así sale de su escondite… usted elige, ¿lo desmantelo, o me lo facilita con la menor cantidad de daños posibles?…

_ si piensa que le daré una respuesta sin antes analizar la situación, está muy equivocado…

_ ¿analizar?… es fácil… la chica o el patrimonio que ha construido con su socio durante años, usted es quien tiene la palabra…

_ yo puedo decidirme en este momento, pero tengo que ingeniar el trato con la señorita… usted sabe… no quiero que ella haga un escándalo…

_ seré comprensivo porque entiendo que la chica lo vale… pero no intente verme la cara señor… tienen un mes para convencer a la jovencita, no necesita ocultarle los detalles, podemos parecer unos demonios, pero somos gente civilizada…

Dijo el señor mientras de levantaban… Simental tardó un rato más en regresar de su shock, estaba completamente atónito, no daba crédito a su actual situación, de algún modo tenía que salir de esto, por más que pensaba en alguna solución mejor, no la encontraba… la rabia y la impotencia le invadieron y el estruendo de una silla azotada contra el piso hiso eco en el lugar vacío…

En eso una voz interrumpió…

_ no tienes por qué ponerte así…

Simental giró la cabeza, melisa salió detrás de la cortina del escenario…

_ el lugar es pequeño pero ay que ver la acústica tan perfecta…

_ Meli, no tienes que…

_ dile que al cabo de un mes, por la cantidad que escojas…

_ Pero si serás…

_ ese tipo de gentes es mejor hacerles creer que ganaron, y cuando estés cerca, encontrar la forma de que no puedan dañarte… no te preocupes… que yo estoy consciente de la situación, solo dame un mes, por favor, un mes para pensar en el resto ¿si?…

_ ¿estás segura?

_ Si…

Sin más terminó la conversación y ella salió del trabajo, más tarde de lo normal… Marco comenzó a preocuparse, estaba esperando con todo listo, y ella no aparecía, quizá porque le había pasado algo o tal vez, hubo algún problema en el Bar… pero… si solo se había entretenido con alguna amiga no podía llamarle… no quería echar a perder el plan… hasta le resonaron las orejas cuando escuchó el seguro de la puerta al abrirse… la miró entrar por la puerta, más cansada que de costumbre, y con un rostro más cabizbaja que de costumbre… impresionante… parecía que todo estaba a su favor, entonces comenzó con toda su treta.

_ Vaya, Vaya… la maid del hogar ha llegado, ¿o debería decir, la bailarina exótica?

Melisa se quedó paralizada, estaba tan concentrada en tratar de salir de esa que no se percató que Marco la esperaba en la sala… de pronto lo vio todo, allí estaba Marco con sus zapatillas de tap y el vestido que había dejado para lavar.

_ ¿espiaste mis cosas?

_ no exactamente… no debiste dejar en el cuarto de lavado el vestido… es demasiado diferente a lo que usas, y ninguna de mis amigas lo usa…

La mirada de sorpresa cambió, se tornó afilada y seria, no había pisca de ira, o de miedo, se paró firmemente delante de él, mirándolo a la cara… y tiró del cierre de la mochila que cargaba para dejarla caer, se desparramaron unos tacones y su otro vestido…

_ Pues sí, son míos…

_ ¿Por qué no charlamos al respecto?

_ ¿se puede?

_ Por supuesto…

_ ¡que considerado!

Le ofreció un asiento en uno de los banquitos del mini bar de caoba, y le sirvió un poco de vino tinto…

_ ¿teníamos esto en la casa?_ dijo Meli sosteniendo la copa oliendo el vino…

_ Para catar bien un vino, se checa su consistencia… luego se comprueba su olor… y su sabor…_ dijo Marco oscilando la copa y luego acercándola a su nariz ligeramente… luego le dio un sorbo_ este vino lo traje hoy desde la casa de mi tío… suele guardarnos los vinos de mejor calidad y que su casa si tiene un sótano, allí es donde mejor se conservan los vinos.

Melisa cada vez estaba más desconcertada, no era como si no hubiera deseado muchas veces que las cosas fueran como antes, pero eso era demasiado, de una día para otro mostraba la misma seguridad de antes… la recorría un escalofrío terrible por todo el cuerpo, de nuevo se sentía como una presa, era tan molesta esa sensación, estaba cansada esa noche, y no tenía ánimos de lidiar con el antiguo marco, así que sin dejarlo terminar su seminario de los vinos golpeó la copa en la barra, y se levantó…

_ Lo siento Marco, pero si lo que quieres es regresar a intimidarme como antes… hoy no estoy de humor… has lo que desees, llama a mi padrino, dile que soy una puta, o que me fugué con un sicario… dile lo que te plazca… mañana mismo me mudaré…

Eso sí que era inesperado, Melisa subió las escaleras, Marco pensó que era lo mismo, la sala que su habitación, así que la siguió a una distancia prudente, como un gato agazapado solo esperó que pasara frente a la puerta de su habitación para aprisionarla entre la puerta y el, con su cuerpo completamente encima de ella:

_ ¿y si lo que quiero es otra cosa?…

_ Suéltame Marco, no soy una prostituta…

Marco se quedó paralizado, ¿qué era esa frialdad que ella mostraba ahora?… eso no era parte del plan, ella se quiso apartar, pero terminaron forcejeando, hasta que la puerta se venció y los dos siguieron su forcejeo hasta que el peso de Marco hiso caer a Meli en la cama, era la primera vez que ella estaba en ese cuarto en esa situación, miró las cortinas guinda completamente corridas, y su determinación se desmoronó, venían a su mente las imágenes que otras noches antes habían generado en su mente los gemidos de las amigas nocturnas de Marco, y los escalofríos de nuevo, no lo pudo soportar más y respiró profundo, solo para agarrar el valor de decir estas palabras:

_ Has con mi cuerpo lo que quieras, pero por favor, nunca me trates como a esas mujeres no dejes que… es que… me aterra ser un gemido desde tu cuarto al patio… yo…

¿Qué cosas decía?… estaba a punto de ser vendida a un viejo como una de esas putas de antes…

_ No eres como ellas, no te preocupes_ marco levantó una mano y la puso frente a sus ojos, temblaba como loco, y estaba frío_ ¿ves cómo me tienes?_ se rió con ironía_ como si fueras la primera mujer, te tengo enfrente de mí y me deja la mente en blanco, no tengo idea de que hacer, solo sé que te quiero así…

Marco la aprisionó con fuerza entre sus brazos entremetiendo su nariz en la curva de su cuello, Melisa sentía una energía extraña que la hacía aferrarse a él con fuerza, Marco, sintió como ella soltó un suspiro en su oído, fue como la señal de un hipnotista, su cuerpo encendió una especie de interruptor y de fue completamente de sí.

_ quiero este perfume, beber tu sudor Melisa… porque, ¿eres melisa verdad?… eres tú…

Melisa sentía las manos de Marco como serpientes moverse debajo de su ropa, cada vez que el presionaba en algún punto específico ella no podía evitar sentir un cosquilleó que la hacía soltar un resoplido al oído de Marco… No podía decir algo, pensar en algo, solo abrir de pronto los ojos y ver a marco sobre ella, luego sonrojarse y desviar la mirada al techo… y temblar de nervios.

_ Relájate_ dijo marco al oído_ no te molestes en contener tus suspiros, eso me excita…

Esa palabra le resonó en el oído… luego sintió un ligero soplo en su oreja… ella no pudo contener un gemido, marco sonrió con tierna malicia.

_ también a ti te excita, ¿cierto?… lo veo en tu rostro, aunque lo niegues, también me deseas

Parecía como si cada vez se le enroscara aún más, no dejaba de abrazarla, cuando no sostenía su cuello la prensaba de la cintura con su brazo y su abdomen, mientras que con otra mano le hacía alguna travesura, como si estuviera poseído por algo, como si llevara guardando esas ganas desde hace tanto, el mínimo rose le causaba excitación, que ella aún se esforzaba por contener, hasta que el hiso salir su blusa, el sostén mantenía sus pechos redondos a pesar de la gravedad, él la miraba como un animal se acercaba a chupar su cuello como saboreando la cena, ella se arqueaba, era increíble, ni siquiera necesitaba que tocara sus genitales para hacerla mojarse y temblar de ganas, eso era justo lo que ella imaginaba cuando escuchaba los gemidos de esas mujeres, y sentía ganas de sentirse así, de gritar más fuerte que ellas, de excitarlo más que ellas solo así sentiría que habría ganado algo, ¿pero qué?… ¿acaso era un batalla? ¿O simplemente una riña infantil?, quien sabe… no tenía caso responder, cada respuesta que llegaba para las situaciones entre ellos hacía cambiar las preguntas, por eso, solo por eso y por esa noche no quiso pensar en algo que le perturbara, así de la nada Marco sintió como las uñas que hace un momento casi le abrían la espalda se soltaron y los brazos de Melisa cayeron en la almohada, esos brazos le decían que por fin, ella se había entregado y entonces él la tuvo a su merced.

Para Marco en verdad era delicioso ese cuerpo, sin aburrirse le recorrió con besos y lenguas de pies a cabeza no sin hacer paradas interesantes en sus pechos para hacerlos endurecerse, solo bastaba que su lengua tocara la punta y Melisa gemía, le gustaba chupar su cuello mientras con una mano jugaba con algún pezón la respiración acelerada de Melisa le entraba en el oído como una droga, y lo convertía en el hombre más completo del mundo. Cuando por fin la desnudó y él se desnudó, melisa pudo sentir la tercera pierna húmeda entre sus piernas, pero ya ni podía hablar, solo pudo escuchar como resoplaba Marco a su oído:

_ ¿Lo sientes verdad?… Melisa, necesito entrar, voy a entrar…

Melisa lo miró algo ida, el sin resistir un momento más, incrustó su cabeza en la entrada de su cavidad, y sintió como la sangre se le subía, no dudo evitar ruñir como animal, no pudo evitar sus instintos más bajos, solo miró como Melisa se arqueaba mientras pasaba saliva… y trataba de hacer palanca con sus manos apretando los musculosos hombros de Marco… melisa solo sintió como si algo explotara en su vientre, y lanzó un gemido que solo podía explicar esa sensación contradictoria de dolor y placer, de lo que se sentía mirar a un hombre, ese hombre arriba de ella, sentirlo salir y entrar después de desgarrarle el alma y quitarle todo sentido común en un resoplido de sus sudores, las pieles con frotarse entre ellas parecían despertar en sensaciones como hormigas recorriendo todo su cuerpo y desmenuzando como recoveco de su ser, as respiraciones se aceleraron, ella estuvo a punto de llegar a su clímax… se sintió caliente, sudó, pero como cuando recortan las películas y se saltan algo importante, de pronto, nada, solo Marco gimió y gruñó, se retorcía y se le saltaban las venas de excitación, no negó que verlo así la excitó, pero de pronto se encontraba abrazada de Marco exhausto y ella pensando que la gente sobrevaloraba el sexo.

Al Final Fuimos Tres

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Esta en nosotros tener mucho morbo, fantasías, perversión, un conjunto de de cosas que nos hacen día a día ir x mas.

Cuando me hacías el amor, imaginábamos que estés con otra mujer,

Si bien mucho no me gustaba la idea al principio, comencé a procesarla en mi cabecita.

Nos habíamos hecho amigos de una mujer en la red, que intuía que se gustaban, comencé a tener charlas mas concretas, contándole totalmente lo que queríamos, que estés con una mujer, mientras yo los miraba, sin participar, solamente te acariciaría a vos.

Llegó el día, fue puntual, luego de saludarnos, para poder entrar en clima, nos serviste algo fuerte para tomar, hablamos un rato, todo estaba mas que tranquilo,…..me miraste, te levantaste, fuiste hasta su lado y comenzaste a tocarla,….mis celos afloraron, pero traté de controlarlos, vos me mirabas para ver mi reacción, y te sonreía dándote el OK, de que todo estaba bien.

La excitación de ambos se noto enseguida, ella metió tu hermosa pija en su boca,…se notaba que le gustaba,…tus manos recorrían su cuerpo, tomaste sus tetas con las dos manos, las besaste, se sentían sus gemidos de placer,…..se fueron desnudando lentamente , se recostaron en la alfombra, de repente, vos ya estabas dentro de ella, pensé en un segundo en pegar un grito y que todo parara, no creí soportarlo, mientras te movías, ella acariciaba tu cara, ….luego tu espalda, ….te apretaba hacia su cuerpo, pidiéndote mas, …..Comencé a acariciarte,…..me gusto sentirte tan libre, cumpliendo tu sueño, sin culpas, viéndote pleno, ….te moviste mas rápido, sus gemidos no cesaban, me besabas desesperadamente , ………con una mano tocaste mis pechos, me di cuenta que tenía mis pezones re duros, ella, observaba todo desde abajo tuyo, …tenía el ángulo perfecto, … y se descontroló mas, ……..te saliste,….. Nos mirábamos, tu cara me confundía, era como un doble placer,…..te habías dado cuenta de lo que iba a pasar…te acercaste a mí,…..tocándome suavemente,..Yo me moría por poner mis labios, mi lengua en el lugar que sabía que te haría ver las estrellas,….no lo dude mas, y mi boca fue hacia tu pezón izquierdo recorriéndolo con mi lengua,…..sentí lo que sentías,….te estremeciste,.. Las manos de ella acariciaron mis nalgas……ahora éramos vos y yo recostados en la alfombra, …boca arriba, besándonos, tocándonos, ….vi en tu cara el placer, ..No podía pensar…no podía,…..Cuando una lengua caliente entro en mi vagina,..Ahora eras vos que mirabas mi expresión,..Ella en una mano sostenía tu pija, e inclinada sobre ambos, se turnaba en darnos placer,…fue mágico, los dos gozando por una mujer y al mismo tiempo,…así como estaba, te levantaste, te pusiste detrás, y comenzaste a cogerla,….. Ella seguía lamiendo mi clítoris,…nos sentías acabar a ambas, tu ritmo se aceleraba,….fue muy hermoso ver que sacaste tu pija…estaba re dura, se dio vuelta, la miró, la puso en su boca,…yo los miraba, sabía lo caliente que estabas, al sentir que acabarías, la sacaste de su boca, y comenzó a salir tu rica leche sobre su cara….nunca me dijiste si incorporarme fue parte de lo hablado por ustedes, ni lo pregunté, solo quise que seas Feliz estando con otra mujer, …pero terminamos siendo tres.

Escuela para profesionales del sexo

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- ¿Qué tienes a segunda?

- Ehmm… Anal con Sandra, ¿tú?

- Joder, qué suerte. A mí me toca ETS con el pesado de Ricardo… Dos horacas de “cuidado a quién te tiras, a ver si vas a coger bichitos”

- Jajajaja bueno, piensa que si de verdad “coges bichitos”, te quedas sin follar hasta que te los quites de encima. Mejor prevenir, ¿no?

- Ya, ya, si razón tienes… pero me encantaría un poquito de acción antes de comer, ya me entiendes…

- Siempre puedes pasarte después por una de las salas de desfogue, podemos quedar en la 32 – propuse, con sonrisa pícara y un ligero roce en sus caderas, para terminar de convencerla (como si hiciera falta).

- Mmmm… tentador… ¿Nos vemos ahí a la 1 y media?

- Hecho – y con un guiñito más que prometedor, nos fuimos cada una a nuestras respectivas clases.

Clara y yo estábamos en primer año de la escuela para profesionales del sexo. Ahí se impartían cursos de todo tipo, y en nuestro caso, estábamos haciendo la carrera superior, que nos permitiría trabajar luego en cualquier aspecto de la industria del sexo: actriz porno, acompañante, prostituta de alto standing… Era una escuela extremadamente exigente, y no se aceptaba a cualquiera. El primer requisito era, por supuesto, una mente abierta y un cierto grado de ninfomanía (sin que llegase a límites insanos). Luego ya estaban requisitos físicos, también muy importantes, y otra clase de capacidades más mundanas, puntualidad, obediencia, trabajo en grupo (para las orgías, ya sabéis) y demás.

La escuela era mixta, y generalmente todos los alumnos éramos bisexuales, y si no lo éramos más nos valía aprender a serlo, porque muchas de las clases requerían relaciones con ambos sexos.

Para poneros un poco en situación, la escuela se dividía en tres edificios: la casa, donde teníamos nuestras habitaciones individuales, las cocinas y los comedores, vaya, donde hacíamos vida; la escuela, donde se impartían todas las clases; y el multiusos, en el que estaban las salas de desfogue, todas las salas de ensayo, los almacenes de juguetes y utensilios… un poco de todo. En el primero teníamos terminante prohibido follar. Las habitaciones eran para descansar, ya teníamos el multiusos para darle al tema si estábamos cachondos después de las clases.

A mi particularmente, me encantaban las salas de desfogue, me pasaba ahí casi todas mis horas libres. Todas eran temáticas, y todas eran distintas. Mi favorita era la 32, la de dominación y sexo grupal. Os contaré más sobre ella cuando me encuentre allí con Clara…

Como iba diciendo, me dirigí a mi clase de Anal, una de mis preferidas. Allí, la despampanante Sandra nos enseñaba las artes de esta placentera práctica. Ya estábamos muy avanzados con el curso, así que habíamos entrado en la parte de prácticas, por lo que en cada clase, Sandra escogía una serie de voluntarios que debían aplicar lo aprendido en una escena real. Ese día teníamos que representar una escena de una porno, el clásico “tipo experimentado desvirga el culito de la joven calenturienta”, uno de mis preferidos. Levanté la mano lo más alto que pude cuando pidió voluntarias, pero nada, no hubo suerte, así que me tuve que contentar con mirar…

Les tocó primero a Jaime y a Inés, un pedazo de moreno ojos verdes, con un cuerpazo y una sonrisa de quitarte el hipo, y uno de mis amantes habituales, y una pelirroja de tetas no muy grandes, con un precioso culito redondeado a la que todavía no había catado, pero sin duda tenía que hacerlo.

- A ver chicos, ya tenéis el guion, empezad. Y recordad que de las prácticas depende un 60% de la nota final… – les advirtió Sandra.

Así, la afortunada parejita se puso al frente de la clase, y empezó la función. Lo primero, el contexto. Inés se acercó con cara de perrita cachonda a Jaime que, recostado en un gran sofá color granate esperaba con cara de vicio, disfrutando del contoneo de caderas de la putita.

- Me han dicho que tiene usted mucha experiencia en… bueno, en… – balbuceaba Inés con fingida timidez.

- ¿En qué, bonita? Si no lo dices no lo haré…

- En abrir culitos.

- Jajaja una manera elegante de decirlo, sí señor. Así que quieres que te “abra el culito”.

- Sí…

- Sí, ¿qué?

- Sí, señor.

- Así me gusta, zorrita. A ver, ponte aquí delante que te vea bien. Date una vueltecita. Mmmmm ya veo… tienes un culo de lo más apetecible. ¿Cómo es que no te lo han desvirgado todavía?

- No me atrevía a hacerlo con cualquiera de los tíos a los que me he follado señor, seguro que me hacen daño. Sin embargo usted… con tanta experiencia, estoy segura de que me va a hacer disfrutar mucho.

- Jajajaja cuánta razón, bonita, cuanta razón. Muy bien, no tengo tiempo para tonterías, nuestra sesión es corta, así que ven aquí, arrodíllate en el sofá. Las rodillas más al borde, así. Y apoya los codos en el respaldo, muy bien… ponme ese culito en pompa.

- ¿Así está bien, señor? – dijo Inés juguetona, asomando una sonrisa poco inocente por encima del hombro.

- Perfecto, está perfecto. Vaya faldita que me llevas, veo que te gusta la fantasía de colegiala… aunque un poco desvergonzada, en esta postura a penas te tapa el culo, el trapito ese que te has puesto. He de reconocer que me pones muy pero que muy cachondo con las medias hasta las rodillas, la faldita de cuadros y las braguitas blancas… una auténtica delicia.

- Gracias, señor.

- Veamos qué tenemos aquí – dijo Jaime acercando una mano a la entrepierna de Inés – Joder, pero si estás empapada, zorrita. Has venido con ganas de marcha eh, jajaja.

- Sí, señor, estoy deseando que me folle el culo – dijo Inés casi en un susurro.

- ¿Cómo has dicho? No te he oído bien.

- Que quiero que me folle el culo, señor.

- Mucho mejor… si no me dices lo que quieres no te lo puedo conceder, ¿no? Tranquila, que el calentón este que llevas te lo voy a bajar yo…

Y empezó la marcha. Mis bragas estaban ya más que empapadas, y aunque me esforzaba en tomar notas para comentar después la actuación de mis compañeros, la verdad es que estaba salivando y retorciéndome en mi asiento…

Primero, Jaime bajó despacio, muy despacio, las braguitas impolutas, aunque chorreantes, de Inés, acariciando sus esbeltos muslos y provocando un escalofrío en la muchacha que se pudo sentir desde el fondo de la clase. Desde primera fila, pudimos ver su brillante y depilado coño, húmedo y expectante. Jaime la hizo sufrir un poquito, acariciando el interior de sus muslos, arriba, y abajo, sin llegar si quiera a rozar su sexo. La respiración de Inés era cada vez más acelerada, hasta que cuando por fin Jaime introdujo sus dedos en su coño, con fiereza, soltó un grito que por poco nos deja sordos.

- Chsss, tranquila bonita, no te me vengas arriba todavía, que nos queda mucho camino.

Empezó a taladrar, lentamente y acelerando por momentos, el encharcado coñito de Inés, que no podía parar de gemir, mientras con el pulgar hacía círculos sobre su hinchado clítoris. Cuando la tuvo al borde del éxtasis, con la otra mano empezó a recoger los generosos fluidos que manaban de su vagina, y los esparció con mimo por su depilado agujerito trasero, rosado y fuertemente cerrado. Al principio, se limitó a acariciar la entrada, y cuando Inés ya parecía que iba a enloquecer, empezó a meter un dedo, tranquilamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

- ¿Te gusta? Ya te habías hecho esto tú solita antes, ¿a que sí, guarrilla?

- Mmmmm… me encanta… méteme otro por favor.

- Bien, me gusta que me pidan las cosas por favor – y con más brusquedad que el anterior, le clavó un segundo dedo en el culo y empezó a hacer círculos, despacio, abriendo poco a poco su esfínter, relajándolo. – Muy bien, preciosa, ya te estás abriendo, ¿lo notas? Dentro de poco te podré meter la polla que tanto ansías.

Siguió taladrándola con los dedos uno minuto más, hasta que sacando la otra mano que todavía seguía enterrada en su coño, le dio un sonoro, aunque suave, cachete en la nalga izquierda.

- Aaaah, joder

- ¿Te ha gustado? ¿A que hace cosquillas? Así me relajarás un poco el culito.

- Sí… vuelve a hacerlo, por favor.

Y siguió, dos, tres, cuatro azotes más, sin parar de mover sus ahora tres dedos dentro del culo de Inés.

- Yo creo que esto ya está preparado, ¿no? ¿comprobamos? – y cogiendo el bote de lubricante y uno de los consoladores anales que tenía preparados en una mesita al lado del sofá, empezó a esparcir una generosa cantidad de gel trasparente por el culito de la joven, mientras con la otra mano introducía poco a poco las finas bolitas, cada cual más grande.

- Aaaah, ah, joder, sí, mmmmmm, más, por favor, más… diossss…

- Veo que lo estás disfrutando… ¿y si las saco ahora poco a poco? Así, una… a una…

- Mmmmmm… dios, qué gusto… – Inés a penas podía articular palabra, tan sólo podía deshacerse en gemidos mientras Jaime sacaba una a una las 4 bolas dilatadoras que le había ido metiendo en el culo.

- Llegó el momento de la verdad, putita. Te la voy a meter hasta dentro. ¿La quieres? Pídemelo.

- Por favor, señor, clávemela, se lo suplico. No puedo más, necesito su polla en mi culo.

- Aquí la tienes, cariño. – apoyó la punta de su pene, no demasiado largo pero sí bastante gordo, todo sonrosado e hinchado, en su dilatado ano que no paraba de palpitar, como pidiendo que se lo follaran. Y poco a poco, lo empezó a introducir en el culo de Inés que se puso a gritar como una loca. – Sssssh, tranquila, tranquila, no me hagas ponerte una mordaza bonita, ¿eh? Me gusta que chilléis cuando disfrutáis de mi polla, pero tampoco te pases, ¿de acuerdo? – replicó Jaime mientras le daba unos pequeños azotes, como reprimenda.

Yo ya estaba que me moría. Estaba segura de que estaba dejando un lamparón inmenso en mi falta, porque no podía dejar de chorrear. Cuando Jaime empezó a bombear con más fuerza, metiéndola y sacándola lentamente, pero hasta el fondo, sentí que me iba a correr sin siquiera tocarme. Joder, cómo me gustaba esta clase, ver cómo le follaban el culo a mis compañeras – y a veces a mis compañeros, teníamos que aprender de todo – me volvía loca, y al acabar siempre tenía que buscarme a alguien que me diese un buen repaso en cualquier rincón de la escuela. En apenas cinco minutos, el ritmo de las embestidas de Jaime y los gemidos ahogados de Inés había llegado a una velocidad imparable, y todos vimos cómo, tras un grito incontenible, Inés se deshacía en un orgasmo brutal, cayendo en el respaldo del sofá. Unos segundos después, Jaime la seguía, llenándole el culito recién estrenado de leche, que empezó a chorrear por los muslos de la derrotada joven cuando él sacó su polla, ya en declive.

- Genial chicos, genial – aplaudió Sandra. – Nos habéis puesto a todos cachondísimos, ¿o no, clase?

El asentimiento fue general. No había ni uno allí que no estuviese deseando echar un buen polvo según acabase la clase. Sonó el timbre característico y todos nos pusimos en pie para irnos, pero yo no me podía quedar así, así que agarré al chaval que tenía al lado, uno de mis mejores amigos y le dije:

- Pablo, no sé tú, pero yo estoy más cachonda que una perra en primavera, necesito que me eches un buen polvo. He quedado en 10 minutos con Clara en la 32, ¿te apuntas?

- Por supuesto nena, mi pene es todo tuyo. ¿Quieres que llame a alguien más?

- Sí, tráete a varios más, que tú solito no vas a poder con el calentón que llevo encima.

- Jajaja, de acuerdo. En 10 minutos me presento allí con un batallón de penes.

- Jajajaja te espero ansiosa – le dije guiñándole un ojo, picarona


El Lecho parental

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Era una mañana de viernes que como cualquier otra transcurría monótona, aburrida, gris y lenta; muy lenta en la oficina donde trabajo, cuando sin aviso previo oigo una notificación de wathsapp en mi móvil.

Como el tedio se había apoderado de mí horas antes y aun quedaban horas para que saliese de aquel aburrido lugar, me apresure a mirar el mensaje.

Era un mensaje de mi amigo Ramón simplemente me saludaba con su característico “Eeeeeeeeeeee” yo hice lo propio y le respondí con un “Eeeeee que aburrimiento tío”.

Ramón no trabajaba y me estuvo contando que la noche anterior había ido con un par de amigos a tomar unas cervezas, habían conocido a unas chicas y termino liándose con una de ellas. La historia que me conto me pareció cuanto menos rocambolesca, pero como es una persona que le rodea lo absurdo le creí a pies juntillas.

Parece ser que tras una apuesta con uno de los chicos de a ver quien bebe mas alcohol, en la discoteca a la que fueron conoció a una chica, se liaron, salieron a la calle y ahí en medio de la se la empezó a chupar, pero que al pasársele la borrachera y ver que la tía era horrenda la erección desapareció y se fue corriendo dejándola tirada, pero eso es otra historia.

Ramón me dijo que las amigas no estaban mal y que él y los demás habían quedado para la noche de ese mismo viernes, me invito a ir ya que ellas en 4 y que les faltaba uno para que fueran 4 parejas, yo aunque bastante reacio accedí a aquella cita a ciegas porque me vendió muy bien a las chicas.

Ramón y yo quedamos a las 23:00 h en el punto de encuentro habitual de nuestro grupo de amigos.

Cuando llego la hora acordada yo calcule el tiempo necesario para llegar 15 minutos tarde, ya que sigo la filosofía de “que esperen ellos, yo no” asique llegue a eso de las 23:30 H, todos me estaban esperando, y además estaban enfadados; a lo que con una sonrisa les conteste “relajaos chico, viviréis mas”. Emprendimos el camino hacia la discoteca, una de esas que están de moda en la noche madrileña, como mi primo estaba allí trabajando de portero entramos los cuatro sin pagar y con un par de copas por barba. En esta discoteca lo estábamos pasando en grande la verdad, bailando, cantando, saltando y yo haciendo uso de mi brutal encanto y simpatía había conseguido que un montón de chicas, de esas que van a ver que pescan en una discoteca, y algún que otro gay, nos hicieran un enorme corro y nos vitoreasen, éramos los amos, los reyes, los ídolos de aquel local.

A eso de las 02:00 llegaron estas chicas con brutal pedo, una melopea de esas que marcan una época, pero sin llegar a encontrarse mal.

Saludaron a los chicos y a mí me presentaron a todas, Mara, Andrea, Laura y Raquel, chicas muy simpáticas y bastante monas, la verdad es que me esperaba orcos recién llegados de Moria. Tras unos segundos vi cómo se posicionan las chicas, cada uno con uno, todas menos Mara, que se quedo mirándome y me dijo “parece que nos han dejado solos”, yo sonreí y asentí, ella se acerco y me dijo “te invito a una copa, va”.

Estuvimos en la barra bebiéndonos unas copas ella y unas cervezas yo, me propuso ir a un sitio donde estuviéramos más tranquilos, a su casa concretamente, cuando me estaba diciendo donde vivía le interrumpí besándole en la boca, un beso largo, húmedo y muy excitante; me puse a cien, note como mis pantalones vaqueros pasaron de estar ligeramente sueltos a apretarme muchísimo por la zona de mi enorme pene, tenía una erección brutal.

Mientras besaba a Mara, subí mi mano por uno de sus brazos suavemente hasta terminar en las enormes tetas que tenia, pase de su boca a su mejilla, entre gemidos le mordí suavemente una oreja y baje a su cuello. A la vez con mi otra mano subía por su pierna izquierda hasta llegar a notar una humedad que me la empapo. Mire sus ojos, no me había fijado pero eran de un intenso color verde, y le dije “voy a hacer que te sientas preciosa”, le di la vuelta y junte mi miembro con su culo y mientras ella me chupaba un dedo de la mano izquierda yo con la derecha acariciaba su sexo por debajo de la falda tableada que llevaba. Ella no paraba de gemir y mordisquear el dedo que me chupaba hasta que de repente me dijo “¿no nos íbamos a mi casa?” se dio la vuelta me dio un apretón en la polla y se fue camino de la puerta, al llegar al umbral, se giro y con un dedo colocado de manera muy sensual entre sus labios me hizo una seña para que la siguiera, y así lo hice.

Llegamos a su portal, la pasión se apodero de nosotros, íbamos desnudándonos por las escaleras y al llegar a la puerta de su casa se agacho, rebusco en mis pantalones y sacó mi enorme polla a la vez que decía “¿todo esto para mí? Como me lo voy a pasar mmm….? “ Y.. ahí mismo con la mano derecha me pajeaba mientras que con la izquierda acariciaba su clítoris y ademas chupaba mis los huevos con una intensidad tan grande que parecía que no hubiera un mañana, estuvimos así un rato y siguió con un sabroso ritmo felador, era increíble, y todo eso antes de entrar en su casa.

A mí que me encanta el morbo que da follar en lugares público y/o que pueda pillarte alguien le dije “nena te voy a bautizar” y mientras esas palabras salían de mis labios, una cantidad ingente de semen desvordaba mi polla para impactar en su frente, pelo y cara.

Se puso de pie con toda la cabeza llena del jugo de mis pelotas y abrió la puerta, sin mucha dilación me quite toda la ropa dejándola tirada en la entrada de la casa, ella me agarro del pene que tras la eyaculación estaba morcillón y me dirigió a una enorme habitación con una cama de matrimonio. Me dijo “me pone muy cachonda follar en la habitación de mis padres”, en ese momento mi enorme verga recobro la vida, cogí por la cintura a mara, le mire intensamente a los ojo verdes, le di la vuelta empujándole contra la cama y quedo con las mano apoyadas en la misma y el culo en pompa, subí su falda, retire hacia un lado el hilo de minúsculo tanga y tras ponerme un condón penetre su coño con brutal fuerza.

Le metía y sacaba el gigantesco falo con una velocidad endiablada mientras que con las manos azotaba su duro culo, cada una de mis embestidas arrancaba de sus labios un gemido de placer, ella giraba la cabeza para verme pero yo le tiraba del pelo obligándole así a mira hacia arriba mientras hacía gozar a esa belleza exótica, cada vez estaba más cachonda y a mi cada vez me costaba aguantar mas la explosión proveniente de mis huevos…. En un momento de la magnífica follada que le estaba dando, coloco sus dedos corazón e índice a ambos lados de su húmeda y dulce vagina para de vez en cuando ejercer un pelín de presión en mi pene erecto a la vez que se apretaba a ella misma el coñito. Eso me hacía perder un poco el ritmo ya que me encantaba que hiciera eso; yo que estaba teniendo una de las mejores relaciones sexuales de mi vida, me chupe el dedo pulgar de la mano derecha y mientras le tiraba del pelo con la izquierda se lo metí de golpe en el culo, note como se dejaba caer en la cama y su coño se contraía una y otra, y otra vez, gemía con un dulce timbre de voz, y decía “me he corrido como nunca” yo me coloque encima de ella de tal forma que mis huevos estaban a la altura de su boca, los chupaba mientras me pajeaba, y finalmente me corrí otra vez, pero esta vez dentro de su boca.

Noté que mi semen llenaba por completo su boca y que ella no daba abasto para tragar tal cantidad de esperma, se atraganto, tosio y le desbordo la boca, en ese momento oi como se abria la puerta.

En un segundo me dio tiempo a pensar que había echado un gran polvo pero ese pensamiento fue truncado por un grito que decía “ESTA ROPA DE QUIEN ES!!!!!!” ….

…. Era la mía.

Mara estaba sorprendentemente tranquila y me dijo “no te preocupes, esta casa son dos pisos unidos y puedes escabullirte por la otra puerta, ahora te lanzo la ropa por la ventana”. Yo estaba completamente desnudo y aunque reacio preferí pasar unos minutos de vergüenza que sufrir la ira descomunal de ese padre furioso, iracundo y fuera de sí.

Ella me condujo a una zona de la gigantesca casa que parecía tener poco uso, y por una puerta Salí al rellano, estuve ahí unos segundos, mara salió me dijo que bajase a la planta -1 en ascensor y saliese al patio interior; eso hice y al cabo de un rato ella por una venta me lanzo la ropa, pero además de la ropa las llaves por accidente.

Por fin Salí a la calle y me fui camino de mi casa, busque mis llaves y mi sorpresa fue mayúscula cuando al sacarlas se calló un papel al suelo en el que ponía

El mejor polvo de mi vida. Mara 678******

Después de ducharme y meterme en la cama le escribí un wahtsapp diciéndole que tenía sus llaves, que cuando quisiera se las devolvía, ella me respondió “y yo te lo agradeceré con una mamada que no te imaginas”.

Y ahí quedo la cosa, esto fue hace unos días y no sé, la llamare la semana que viene o así.

Jueves universitarios

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Mi nombre es Paula actualmente tengo 21 años y esta es una historia que me ocurrió el año pasado. Para poneros en situación soy estudiante de ADE, empecé la carrera con 19 años tras tomarme un año sabático después del instituto debido a que no sabía qué quería estudiar.

Tras trabajar durante un año en una tienda de ropa comprendí que lo que me gustaría era poder dirigir mi propio negocio y por eso opté por ADE. Durante el año en la tienda conocí a muchos chicos pero ninguno me convencía. Así que a parte de algún que otro rollito entré a la Universidad soltera. Fue durante una fiesta en las primeras semanas que conocí a mi novio, Carlos. Él era dos años mayor que yo y también era su primer año de Universidad aunque no estudiábamos la misma carrera.

Al principio pensé que era el típico chico que buscaba un rollo de una noche, y que solamente se fijaba en mi físico; soy rubia, con ojos color verde, delgada (me cuido bastante) con una talla 90 de pecho y según mi novio buen culo (aunque yo creo que las hay de mejores) y mido 1.71cm. Sin embargo, poco apoco se fue ganando mi confianza y empezamos a salir en serio.

Carlos era de otra ciudad, por lo que se alquiló una habitación con otros 3 estudiantes, dos tenían 18 años y el otro 19. Yo aún vivía con mis padres, así que pasábamos muchas tardes/noches en su piso de estudiante. Aunque por mi forma de vestir que era bastante sexy podía parecer que fuese una chica muy lanzada, la verdad es que para mí el sexo era aún un tema bastante tabú. Así que cuando teníamos sexo en su piso debíamos estar a solas o de lo contrario yo me negaba por temor a que sus compañeros de piso nos escucharan. Además los dos chicos de 18 años estaban solteros y tenían cara de adolescentes pervertidos y eso aún me daba más recelo.

Pero un día pasó lo inevitable, sus compañeros de piso llegaron y no nos dimos cuenta. Cuando salimos de la habitación empezaron con las típicas bromas de si habíamos hecho mucho ejercicio, si nos gustaba bailar en horizontal, etc..

Des de aquel día noté como uno de ellos me miraba de manera diferente, fijamente casi desafiante. Además no se cortaba un pelo, me repasaba entera sin ningún reparo. El bueno de Carlos, por supuesto, no se daba cuenta de nada. Así que le comenté a mi novio:

P: Cariño, tendremos que buscar otro sitio para hacer el amor.

C: Podríamos ir a un hotel.

P: ¿Y qué va a pensar el de la recepción si vamos varias veces por semana? Pensará que soy una pilingui y ya sabes que no lo soy.

C: Si al menos te gustara hacerlo al aire libre, podríamos buscar un descampado un parque, pero como no te gusta..

P: Ya sabes que nos podría ver cualquiera y eso no me convence.

C: Mira, mis compañeros de piso cuando están dormidos no se despiertan ni aunque cayera una bomba. Además ellos salen de fiesta 2 o 3 veces por semana, si quieres cuando estén dormidos o se vayan de fiesta te aviso y te vienes un rato.

P: Me parece mejor idea que lo del hotel. Además como vivo a dos calles puedo venir rápido.

El sistema era sencillo, cuando sus compañeros de piso dormían Carlos me enviaba un mensaje y yo iba. Me dio una copia de la llave para no tener que picar y hacer el menor ruido posible. Iba sin encender ninguna luz hasta su habitación, me quitaba la ropa, me metía en la cama y allí lo hacíamos casi sin mediar palabra. Cuando acabábamos me vestía y me volvía a ir para casa sin hacer ruido.

Era una forma poco romántica de tener sexo con mi chico pero la única manera que encontramos. Una noche en que él tenía una cena de su carrera y que no esperaba que me dijera nada, recibí un mensaje a las 3 de la madrugada.

C: Cari akbo de llegar a ksa pst x aki, mis compis están durmnd y encima borrachos. PD: No hagas ruido Jose sta n l sofá borraxisimo.

P: Ok, voy.

He de decir que yo había bebido un poco así que cuando llegué me quité los tacones antes de entrar y me concentré al máximo en no hacer ruido. Abrí y fui directa a la habitación de mi novio, cuando pasé por el salón escuche los ronquidos de alguien que supuse que serían de Jose borracho. Cuando entré a la habitación me desnudé y me metí en la cama, como siempre.

Cuando le fui a besar me puso un dedo en los labios como prohibiéndome que le besara, lo que me hizo pensar que debía estar algo achispado y que tenía ganas de jugar. Cómo no podíamos hablar para no hacer ruido decidí seguirle el juego. Así que cuando me puso boca arriba y me empezó a atar las manos no opuse resistencia.

La verdad era algo que se salía de nuestra rutina pero era algo que siempre me había dado morbo y nunca le había contado a nadie. Una vez atada bajo con su lengua recorriendo mi cuerpo hasta llegar a mi clítoris y me empezó a hacer lo que era hasta aquel momento el mejor cunnilingus que me había hecho jamás. No paró hasta hacerme correr y tuve que ladear la cabeza y morder la almohada para ahogar el gemido. Aún no me había recuperado que empecé a notar como introducía su pene en mi vagina.

De golpe un escalofrío recorrió mi cuerpo: ¡Me la estaba metiendo sin preservativo! Siempre lo hacíamos con, pero después de la comida que me acababa de hacer, dejé que siguiera, no sin antes decirle en voz muy bajita y al oído: – Vigila con la corrida.

No sé si era efecto del alcohol pero notaba su pene más ancho de lo habitual y me estaba encantando. El estar atada y sus movimientos más bruscos de lo habitual, me estaban poniendo mala. Tanto es así que terminé dos veces y el aún había acabado ni una sola vez.

Me desató las manos del cabezal y me giró poniéndome a 4 patas y volviéndome a atar las manos a la espalda. Como no podía apoyarme estaba con la cabeza aplastada contra la cama y me empezó a bombear como si se acabara el mundo. Estaba tan sumida en el placer que ni siquiera recordaba donde me encontraba, y le dije que le iba a hacer algo que nunca le había hecho a nadie. Ni siquiera sé si se lo dije en un tono alto. Solo alcancé a escuchar de su boca un leve sonido. –Shh. Me giré como pude y le dije que mi boca remataría lo que mi vagina había empezado así que le hice una mamada. ¡Mi primera mamada!

La noté grande, al tener las manos atadas no podía calcular exactamente el tamaño pero dentro de mí pensaba que sí que la tenía más ancha que normalmente, además tenía una mezcla de fluidos, pero no me importó y lo hice lo mejor que supe. Supongo que lo hice bien porque al poco se corrió. Cuando noté que su cuerpo se tensaba me eché hacia atrás pero su corrida me salpicó un poco en la cara.

Me desató y me iba a vestir al no poder encender la luz no logré encontrar mi tanga así que me tuve que ir sin él. Cuando iba a despedirme escuché un ronquido y pensé que se habría quedado dormido por efecto del esfuerzo y el alcohol, así que me fui sin despedirme y en silencio para no despertar a Jose que seguía en el sofá.

Al día siguiente le envié un mensaje a Carlos.

P: Espero que disfrutases anoche yo lo hice.

C: Me alegro, yo la verdad es que acabé en el sofá borracho, no sé ni cómo llegué a casa.

Esa respuesta me dejó helada, sino era él, ¿con quién estuve anoche? ¿A quién le hice mi primera mamada? ¿Quién me hizo gozar tanto? Miles de preguntas venían a mi cabeza. Pero pronto empecé a encontrar respuestas…

La novia del Turco

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-Escúchame bien Jose. Es que no me apetece…- Se atrevió a rechistar al ver que deslizaba el asiento del coche hacia atrás, apartándose del volante. Acababan de salir de la discoteca, y el coche estaba aparcado en el centro del parquin.

-Venga mujer, no seas tonta!!! -Contestó, con tono burleta, mientras se desabrochaba la botonera de los pantalones y sacaba su pene aún flácido, mostrándolo descaradamente.

-Estoy algo mareada…- Replicó con un hilo de voz, adoptando una expresión casi angelical. Sabiendo por adelantado que de poco le iba a servir excusarse.

-Date prisa y chupa ! Que ya se te pasara… – le dijo, con un tono de voz que no daba margen a ningún malentendido, mostrando su escasa paciencia. Coloco la mano en la nuca de Trini, y la guio suavemente hacia su entrepierna.

Trini entendió en seguida que no valía la pena entrar en una discusión sobre las demandas sexuales de Jose, si no quería verse volviendo a casa andando, a las 3 de la noche, así que procedió a ejecutar aquello que se le pedía.

La verdad, era que hacerle una felación no le desagradaba, ponía todo su empeño en ello, y se sentía orgullosa de ser ella y no otra, la encargada de proporcionarle placer a todo un líder como era Jose, a un tipo como el, le resultaba fácil poder ligar, su reputación lo predecía, todo el mundo lo conocía, por bien, o por mal. Si seguían estando juntos era porque, no necesitaba buscar en otra lo que podía encontrar en ella. De manera que procuraba darle todo cuando quería. Eso incluía practicarle una felación dentro del coche, sin importarle mucho, ni el lugar, ni la hora. Ella misma reconocía que el temor de ser descubierta por alguien, también suponía un aliciente, que no hacía más que aumentar la excitación.

Chupaba el glande como si se tratase de una golosina, extrayendo el sabor que impregnaba su piel, con largos lengüetazos. Solo hacía un mes de su primera mamada, pero Jose la había adiestrado adecuadamente, mostrándole sus gustos y enseñándole que debía hacer en cada momento. En sus primeros encuentros, mantenía la cabeza de Trini agarrada con las dos manos, gobernando el recorrido del ir y venir de los labios a través del tronco. Ella se dejaba follar la boca sin protestar, manteniendo las arcadas bajo control. Tenía muy claro que aquello era el precio a pagar para poder salir con él. Gracias a eso, se le habían abierto las puertas de todas las discotecas y pubs, donde la mayoría de chicas de su edad solo podían soñar en entrar. Ahora era una más de la pandilla del solar de San Cosme, con todo el prestigio que eso conllevaba. Al terminar las clases Turco, que era el mote con el que todo el mundo llamaba a Jose, y sus amigos, la esperaban a la salida del instituto, montados en sus coches, con las ventanas abiertas i la música a todo volumen. Cuando Trini se subía al coche del Turco, podía ver en la cara de las demás chicas de su clase, como se las comía la envidia. Aquellas que semanas antes la trataban de guarra a sus espaldas, por ir vestida con ajustadísimos leggings, mostrando su culo respingón a todo aquel que quisiera, ahora se le acercaban para hacerle la pelota, creyendo que ganándose su amistad, quizá podrían entrar en la pandilla del solar de San Cosme.

Pero solo ella sabía el trabajo que le costaba mantenerse al lado del Turco. Con solo 16 años, le concedía su coñito totalmente afeitado, tal y como él le había indicado, abriéndose de piernas a la mas mínima insinuación. Dejaba que se corriera encima del vientre, en el ano, entre sus pechos adolescentes, mamando y tragando tanto como se le requería, que era casi a diario. En las horas que transcurrían entre la salida del instituto y las nueve, que era cuando debía estar en casa para cenar, Jose siempre encontraba un hueco para que ella lo complaciese. No era una sirvienta de las pasiones de Jose, sino una joven que estaba descubriendo el sexo de manera precoz, y seguramente equivocada. Al cabo de un mes saliendo juntos, hasta le parecía normal dejarse follar en los sucios lavabos de un parquin subterráneo o hacerle una felación un sábado por la tarde en los probadores del Corte Inglés. Aún que sentía goce al hacer el amor con su novio, no había conseguido correrse, estaba segura que tarde o temprano sus ritmos coincidirían, mientras tanto fingía correrse en el mismo instante en el que lo hacia él. No quería ofenderle, pidiéndole menos pasión y más tiempo, su novio era un tipo duro, no perdía el tiempo en los preliminares, y prefería ir directo al grano.

Trini le había entregado su virginidad con sus dieciséis años, y Jose, seis años mayor, la tomó sin la más mínima consideración, para el solo fue una noche más, otra virgen a la que añadir a su colección. Para ella la primera lección de un largo libro en el que faltaban multitud de capítulos, como el del amor el romanticismo y el respeto por la pareja.

A menudo pensaba en ello, pero de momento prefería no discutir con Jose, tal vez mas adelante… Aquellos pensamientos distraían su atención, intento concentrarse en el pene de Jose, aún que se sentía algo ebria de la bebida, jugueteaba deslizando sus labios por el glande, entreteniéndose de vez en cuando en reseguir el frenillo con rápidos y suaves lamidos, proporcionado pequeñas dosis de placer, que conseguían arrancar ahogados gemidos de su compañero.

-Bien, bien, hasta el fondo…- Le ordeno. Había acabado el jugueteo, ahora debía esforzarse. Obedeciendo sus deseos, se introdujo el pene en la boca hasta sentir que el glande acariciaba lo más profundo de su garganta, y empezó a chupársela una vez tras otra. Su polla desaparecía lentamente engullida por los finos labios de Trini, envolviendo el miembro del dulce calor de su boca.

La mano de Jose se escurrió por debajo del sostén, le encantaba sentir el calor y el tacto suave de su pecho. Apresaba el pezón con sus gruesos dedos, pellizcándolo con dulzura, comprobando como se endurecía y como ella ahogaba sus gemidos, desconocía si de dolor o de placer, tragándose su polla unos centímetros más. Aquella niñata se excitaba rápidamente al manosearla, y encima la manejaba a su justo. Lo volvía loco poder follarse aquella muñeca, de aspecto frágil, menuda y delgada, con todo su cuerpo por madurar. Se la beneficiaba cuando le venía en gana, practicando todas las posturas inimaginables y aún no había obtenido un no por respuesta a sus demandas. Prefería las chicas de su edad, con curvas y carácter, una autentica compañía con quien conversar, pero con ella hacia una excepción, le resultaba tan sencillo follar que le daba pereza volver a una relación normal.

Para Trini todo era nuevo y excitante, por primera vez se sentía como una mujer adulta, al saberse dueña del momento, sentir la lucha interna de su compañero por evitar que el goce se esparciera demasiado rápido por su cuerpo, y precipitase los acontecimientos, la excitaba. Aquello estaba muy lejos de la mentalidad de una chica de su edad, y eso la hacía creerse una mujer madura.

Estaba ansiosa por recibir la corrida, excitada por las caricias en sus pechos. Había dejado de mamársela lentamente ahora mantenía la polla de Jose fuertemente empuñada, machacándosela con rapidez, lamiendo y chupando el glande, deseando que explotara, y llenara su boca de semen espeso y caliente.

-Oh, Dios !, voy a correrme, me corro ¡!!!!!- dijo apretándole fuertemente el pezón, provocándole una punzada de dolor que le llego hasta el corazón.

No fue necesario que Jose la empujara a tragarse su miembro, ya había aprendido bien que debía hacer, apoyo sus manos en las rodillas de Jose y siguió chupando tan solo con la ayuda de sus labios hasta que finalmente eyaculo. Aquello que ella tanto ansiaba, empezó a llenarle la boca. Primero recibió unos chorros acuosos que impactaron en su paladar y que enseguida tragó para dar cabida a un semen más abundante y espeso que vino después, reteniendo tanta esperma como le era posible antes de tragársela, le encantaba sentir la textura, el sabor y el calor dentro de su boca, bañando su lengua.

Era su recompensa, se había ganado otro día junto a Jose.

-Lo ves mujer, lo has hecho de puta madre, y eso que no te apetecía!!!- Le dijo, mientras se recolocaba el pene dentro los calzoncillos. Una vez que se había corrido, ya no quería saber nada más de ella. Cada vez era lo mismo, ponía el coche en marcha y salía a toda velocidad hacia el solar. A su lado, Trini se recolocaba la ropa y el maquillaje e intentaba recobrar la compostura.

Como todo en la vida, aquella relación fue degenerando. Ella estaba a su lado en todas las demandas sexuales de su novio, le daba todo, pero cada vez recibía menos a cambio, solo estaban juntos para practicar sexo, cuando no era ese el objetivo, Turco prefería la compañía de sus amigos.

Jose la sorprendió pidiéndole si el sábado, quería ir con él a la playa, los dos solos. Tampoco era de extrañar, ya que la mayoría de sus amigos o trabajaban o no estaban por la labor de madrugar un sábado. Cargada de ilusión, Trini espero a que Jose la recogiera delante de su casa, cargaron las toallas en el malero y emprendieron el camino. Estaba ilusionada con la idea de pasar un día juntos como pareja, su primer día. Por delante tenían un par de horas de autovía en las que no esperaba tener grandes diálogos, pero si largos silencios, Jose prefería escuchar música a entablar una conversación, y ella optaba por estar callada antes que irritarlo con diálogos inútiles. Así de sencilla era esa relación.

Al poco de salir apoyo la mano en el muslo desnudo de Trini, acariciándolo distraídamente mientras se iban sumando los kilómetros. Sus dedos seguían el ritmo de la música como si estuvieran tocando un piano imaginario. De golpe dejaron de moverse, deslizo su mano por debajo la falda hasta tocarle las bragas.

-Que haces tio !!!!- protesto apartándole la mano.

-Quietecita, a ver si te devuelvo para casa- contesto visiblemente herido por la reacción de Trini.

Inmediatamente volvió a ubicar su mano entre las piernas, y de nuevo se instaló el silencio entre los dos. Ella se sentía avergonzada y estúpida por haberse comportado de aquella forma, sabía de sobras lo que molestaba a Jose, y aquella negativa casi violenta solo por querer juguetear un poco, rozaba el absurdo.

Los dedos habilidosos de Jose empezaron a acariciar el coño por encima las bragas, palpando sus tiernos labios vaginales, resiguiendo su contorno. Esta vez no dijo nada, calculó que como mínimo les quedaba una hora antes de llegar a la playa, y pensó en lo largo que se le haría el viaje con esos dedos hurgando en su sexo.

Observo el reloj del coche, las 10:30. Creyó que debía mantenerse paciente, enseguida se cansaría de tocarla si ella mostraba indiferencia.

Fijó la mirada en los molinos de viento alineados en el horizonte, intentando no pensar en nada. Volvió a mirar el reloj fugazmente, las 10:36.

Jose seguía abstraído conduciendo, moviendo levemente la cabeza al ritmo de la música, mientras sus dedos seguían su particular baile en la entrepierna de Trini.

Las 10:39. Aquellos toqueteos empezaban a atormentarla, le costaba trabajo mantenerse abstraída en el paisaje, y no prestar atención en los roces de las bragas contra su sexo. Se impuso mantenerse fría. Ahora parará, se cansará de tocarme, cuando acabe la canción seguro que se detiene, mil y un racionamientos para auto convencerse, de que aquello no se dilataría en el tiempo.

10:42. Los malditos molinos de viento, seguían estando ahí. Pero Trini se sabía derrotada en su intento por detener la creciente excitación a la que era sometida. Su cuerpo se preparaba para sufrir de placer. Empezaba a faltarle aire para respirar, cada vez inspiraba con más fuerza, y una creciente tirantez tomaba sus músculos. La humedad de su sexo pronto se haría evidente, Trini ya podía sentir como se encendía su interior, avivado por los dedos de Jose, que acariciaban la fina tela de las bragas, sin pausa, presionando en el punto donde se escondía el clítoris inflado y duro. Sus caderas se alzaron involuntariamente, para dejar un mejor acceso a su sexo. Jose se dio cuenta, apartó la mano de la entrepierna de Trini, la miro con media sonrisa dibujada en su cara.

–Quítate las bragas-dijo secamente.

Ella vacilo un momento, pensando en que le había llegado el momento de decidir, o paraba aquello en ese momento, o aceptaba seguir el curso de los acontecimientos. Solo el hecho de imaginar la reprimenda de Jose ya hizo que se decantara por la segunda opción.

Se quitó las bragas, con la mirada perdida en sus pies, una mezcla de miedo, vergüenza y excitación, la dejaron desconcertada, sin saber muy bien que cabía esperar de aquella situación.

Jose, puso la mano en forma de cuenco y se la llevó la a la boca, donde escupió una gran cantidad de saliva. De inmediato la volvió al sexo, ahora totalmente accesible, y esparció el salivazo por él, frotando sin muchos miramientos.

Aquella acción grosera y sucia, no desagrado a Trini, para ella fue todo un alivio sentir el tacto de los dedos de Jose en su vulva, anhelaba el momento en el que desapareciera aquella barrera de tela que eran sus bragas, para poder sentir las caricias directamente en su clítoris, aunque éstas fueran sin ningún tipo de sensibilidad. Aquello le pareció salvaje y morboso y se dejó hacer, los novios de las chicas de su clase, parecían mariposas al lado de Turco. Pegó la espalda al respaldo del asiento y nuevamente perdió la mirada en el horizonte, y empezó a gozar.

Los dedos de su acompañante alternaban las maniobras de masturbación. Bien friccionaban potentemente sobre sus labios, casi amasando su sexo, o los separaba y acariciaba directamente el clítoris con la yema de los dedos, haciéndolo rotar con movimientos lentos y circulares. Su pequeño coñito, que era el nombre con el cual Jose se refería a su vagina, segregaba flujo vaginal sin parar, llenando el habitáculo de un aroma particular. La cara de Trini había quedado congelada, escondiendo en su interior todo cuando sentía, reprimiendo sus jadeos, escondiendo las oleadas de placer que azotaban su cuerpo. La avergonzaba profundamente que Jose la pudiera ver con las facciones desencajadas, moviéndose y jadeando como una perra, pidiendo que la pajeara como si fuera un animal.

Era la primera vez que una mano ajena la masturbaba, y la llenaba de goce, pero aquella falta de ritmo y la violencia de los toqueteos dejaban una difícil llegada al orgasmo, y se auguraba un largo sufrir. El relieve de sus pezones se marcaba exageradamente en la tela que los cubría, reclamando ser manoseados, ella misma lo hubiera hecho de no reprimirse, aún que no sabía hasta cuándo podría aguantar, estaba extremadamente excitada, y las ganas de poder correrse apenas la dejaban pensar con claridad. Imaginaba que si le indicaba a Jose como debía tocarla, o que si tan solo lo corregía, pidiéndole que no fuera tan enérgico en sus caricias, se pudiera ofender. Pero los minutos pasaban, y Jose continuaba conduciendo, moviendo la cabeza al ritmo de la música, ajeno al sufrimiento que infringía a su pareja, y no tenía ni la más mínima intención de detenerse, tenía curiosidad por ver hasta donde llegaría aquella niñata que aspiraba a ser mujer.

Trini ya hacía rato que había cruzado la delgada línea que separa el placer del sufrimiento, correrse era una necesidad, tenía que hacer algo.

-Jose, párate y fóllame- le dijo con voz temblorosa, pero contundente.

-¿Ya no eres capaz de aguantar más?-Le contestó con menosprecio.

-Antes no querías y ahora suplicas! –continuó, mofándose de ella, pero sin dejar descansar su clítoris en ningún momento.

Aquello le dolió más que cualquier cosa, de golpe se sintió vulgar, como un perro que no quiere que le dejen de acariciar.

-Tendrás que aguantarte un poco más, en la próxima salida dejaremos la autopista.

Ignorando el dolor de la humillación, colocó su mano encima la entrepierna de Jose. Si se dejaba comer la polla, dejaría de tocarla, pero él se negó.

-Saca la mano !!, ya tendrás ocasión de devolverme el favor.

El tramo hasta la salida de la autopista, se hizo eterno, no dejo de masturbarla en ningún momento, todo lo contrario, lo hizo con más ímpetu.

Trini aguantaba pegada a la butaca del coche, los puños cerrados fuertemente y las venas marcadas en su delicado cuello, con la respiración entrecortada, dependiendo de lo que le infligiese Jose en ese momento, si más placer o más dolor.

Se desvió en el primer cruce que encontró, un camino polvoriento que se perdía entre viñedos, detuvo el coche a escasos cien metros de la carretera.

-Vágate- dijo secamente mientras salía del coche. Trini obedeció sin articular palabra.

Quedaron un instante cara a cara delante del coche, a medio metro el uno del otro. Jose liberó las tiras del vestido y tiro de él, dejando los pechos de Trini al descubierto. Agarró el pecho derecho y lo acarició, amasándolo delicadamente, sintiendo como el pezón erecto se escurría entre los dedos. Trini quiso acercarse para poder abrazarlo, pero Turco no se lo permitió. Observaba aquellos pechos firmes y blanquecinos, abstraído en sus pensamientos, deliberando que debía hacer con ella, era su vicio, su droga. Dejarla, le parecía un delito, nunca más tendría la posibilidad de poder disfrutar de un cuerpo como aquel, ni de manejarlo de esa manera. Hipnotizado por su belleza, disfrutaba del tacto extremadamente suave, del pecho endurecido y consistente que tenía en su mano, resiguiendo el pequeño pezón rosado con la yema del dedo pulgar, preguntándose, si dentro de un par de meses se arrepentiría de haberla dejado. Estaba decidido, pero antes una última dosis.

La agarro de los hombros e hizo que se colocara de espaldas a él, le sujetó las manos a la espalda y con brusquedad la empujo sobre el capo del coche, sus pechos desnudos ardieron al reposar encima la sucia plancha del capó, caldeada por el sol abrasador de Julio.

Trini lanzo un grito de dolor y protesta por aquel trato, que se desvaneció entre las viñas centenarias

– Jose!!-

Sin inmutarse en lo más mínimo, le subió el vestido, hasta la cintura, y observo aquel coñito que tanto adoraba, enrojecido y húmedo. Mientras mantenía sujeta a su presa con una mano, con la otra se bajó los pantalones y los calzoncillos, y agarrándose el pene erecto lo introdujo sin problemas en el coño de su compañera, que lo recibió con un largo gemido, como si al llenarla con su verga hubiera aliviado un poco el dolor de tanta excitación. Rápidamente hizo un torniquete envolviendo la tela de la falda que reposaba en la cintura, en su mano, hasta que esta se ciñó al cuerpo de Trini, y aferrándola con fuerza, empezó a cabalgarla vigorosamente. La envestía con dureza, castigándola por no estar enamorado de ella, por ser tan guarra, por dejarse follar de esa manera. Él quería una novia a quien respetar, una compañera con quien conversar, y en vez de eso, se mantenía junto a Trini.¿ Como un tipo como él se había convertido en un esclavo de lo que le concedía ella ?

-Venga !!!- Murmullo con furia, traicionado por sus pensamientos. Con rabia, atornillo un poco más la falda con la mano, y aumentó la velocidad y la ferocidad de sus envestidas, no tenía ninguna intención de darle placer a Trini, solo quería correrse, solo eso.

Los pechos de Trini dibujaban dos circunferencias en el sucio capó del coche, sin poder hacer nada por evitarlo, estaba totalmente sometida por Turco, la falda le comprimía tanto la barriga que hasta le costaba respirar. Aun así, sintiéndose tratada como un mero agujero donde correrse, experimentaba auténtico placer, nunca antes había percibido tanto goce al ser penetrada, por primera vez, sentía como la fricción en sus entrañas se transformaba en impulsos de éxtasis que se esparcían por su cuerpo. Era consciente que estaba luchando para no correrse, centrando sus esfuerzos en retardar al máximo la llegada del orgasmo. Cada nuevo vaivén del pene en su interior la hacía jadear a pleno pulmón, como si de esa manera diera salida a las descargas de placer recorrían su cuerpo. Podía sentir el dolor de sus brazos, fuertemente sujetos a su espalda, o de sus sensibles pechos tostándose, incluso el desprecio con el que Turco la follaba. Lo percibía en pequeñas dosis, para recordarle el presente, nada mas, el deleite la llenaba por completo, no había cabida para nada más. Solo esperaba el momento en que todo se precipitara sin control, y pudiera liberar al orgasmo que crecía en su interior.

Cuando ya no tuvo fuerzas para aguantar más, Trini se corrió, lo hizo en la más absoluta intimidad, sin emitir ningún gemido que la delatara. No quería correrse antes que él, ella siempre fingía correrse a la par, esta vez debía de ser igual. Cerró los ojos y aguantó la respiración tanto como pudo, mientras su interior se fundía, y el éxtasis se apoderaba de su mente. El vientre palpitaba instintivamente contrayéndose a causa de los azotes del orgasmo, todos sus nervios se tensaron, como si estuviera recibiendo una descarga eléctrica, pero lo aguantó sin tan siquiera pestañear, solo las piernas la traicionaron, con espasmos involuntarios, y su vagina, que de nuevo se llenó de flujo.

Pero Jose no se dio cuenta de nada, concentrado únicamente en el, en su placer, observando como este aumentaba, calculando el momento exacto para sacar su pene del interior de Trini y correrse donde a el más le gustaba.

-Venga que me voy a correr!!!- gritó con pasión

-Si, si yo también me corro Jose, me corroooo….-fingió Trini moviendo las caderas, imitando a los espasmos que había tenido tan solo un minuto antes.

Jose, soltó la mano que mantenía inmovilizados los brazos de Trini, y le separo las nalgas para poder observar bien su culo, luego sacó rápidamente el pene de la vagina y lo encaró a un centímetro del ano. Mantenía el miembro totalmente erecto agarrado con la mano, esperando ver como salía su semen despedido, aguanto inmóvil sin ni siquiera respirar, unos segundos, sintiendo como su orgasmo desencadenaba todo. Sin articular ni un solo gemido, empezó a eyacular, chorros de semen impactaban en ano rosado y se escurrían hacia la vagina, envolviéndola con surcos de líquido viscoso, que se precipitaba contra el suelo. Ayudándose con la mano, avanzando y retrocediendo por el fibroso falo, surgían nuevos borbotones de semen, que se esparcían por la espalda y los muslos de Trini.

Cuando terminó quedo exhausto, se separó de Trini , subiéndose rápidamente los pantalones, y se sentó en el suelo, intentando recuperar el aliento, sin comentar nada, en completo silencio.

Trini se quedó un minuto más recostada en el capó, reponiéndose del esfuerzo, pero también reflexionando en todo lo que había pasado, una vez evaporado el deseo, la realidad le chocaba, no había sido tratada como la novia de Jose, aquello había estado muy lejos de ser amor.

Se levantó, con los brazos dormidos y las piernas temblorosas, y se dio un repaso. Sus pechos estaban cubiertos de polvo, igual que la parte delantera de su vestido. Sin vagarse la falda, se diriguio hacia la puerta trasera del coche para coger unos clínex, caminando con las piernas separadas, sintiendo el semen viscoso entre las nalgas.

Sabía que Jose la estaba observando, pero la imagen que tenia de sí misma, caminado con las piernas separadas y los pechos sucios, la avergonzaba, he impedía cruzar sus miradas. Clínex tras clínex, se fue limpiando las restas de esperma esparcidas por las piernas y su sexo. Una parte de ella se sentía orgullosa por la gran cantidad de semen que había eyaculado Jose, realmente se había excitado tanto como ella, o era ella la que lo había excitado a él. La otra parte, estaba rota, empezaba a preguntarse hacia donde caminaba esa relación, rememorando una y otra vez la brutalidad con la que había sido tratada. Estiró la falda que aún tenía enrollada en la cintura, totalmente arrugada para que la cubriera, se desempolvó el vestido y se colocó el sostén sin ni siquiera limpiarse el polvo de sus pechos, los sentía tan sensibles, que se veía incapaz de frotárselos. Una vez recompuesta, se armó de valor y miró a Jose.

-Ya terminaste? Pues vámonos!- Le dijo, como si nada hubiera ocurrido, con el mismo tono de voz que usaría para marcharse de un bar.

En el camino de vuelta a casa, por la autopista en que horas antes masturbaba a su novia, Jose quiso sacar al Turco que todos conocían, para romper con Trini, pero este no apareció, ni el personaje, ni las palabras. No era valor lo que le faltaba si no convicción, Jose tenía claro que debía dejarlo, pero Turco estaba siempre allí, buscando nuevos retos para la cada vez menos dulce e inocente Trini, aún le quedaban muchas cosas que probar, en Setiembre la dejaré, acabo concluyendo. Para celebrarlo le colocó la mano en la nuca.

-Venga, cómemela mientras conduzco, que me gusta.

Madre, esposa y… locamente enamorada

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Había dado a luz a mi hija, mi segundo retoño, cuando tuve que plantearme
contar cuál había sido mi mejor noche. Rebusqué , rebusqué y esta es la historia.

Cuál es la mejor noche, esa que te llena de nostalgia y calentura cada vez
que vuelve a tu mente, es más difícil decir cuál ha sido la mejor noche.
Además cuando me plantean CÚAL ES LA MEJOR película, novela, comida ,
etc., pregunta a la que muchas personas son aficionadas, la respuesta me da
problemas. Porque siempre tengo dudas. “El padrino” pienso a veces , otras
Casablanca, o quizás Kane o Vértigo, y ¿por qué no una comedia? Me he reído
tanto con Wilder y con Edwards.
Lo mismo me ocurre con la literatura ( El Quijote o Montecristo…), con las
series de televisión ( Roma o Los simuladores….), las comidas ( ostras o
tortilla de papas y cebolla…) .
Lo mejor depende de mi estado de ánimo, dentro de las muchas cosas de la vida
que me gustan.
¿Buenas noches? : aquella en que cansada, al acabar los exámenes, dormí casi
20 horas de un tirón, o aquella cena en el barco en el Sena o esos finales de
noche, cuando empieza a clarear y ante tus ojos tienes un mar hermoso ….
Me resulta difícil , he contado mis noches más impactantes:
Cuando descubrí mi bisexualidad. ( Aprendiendo en Iguazú).
Las noches y los días con mis dos amores, Lalo , mi marido, y Julia , una de mis
mis mujeres adoradas ( La serie Muñeca)
Mi primer intercambio en el Caribe, en los Roques, con una pareja que él
parecía la Roca y ella una Venus de ébano.( Orgía en los Roques).
El descubrir mi componente de sumisa y hasta de masoquista.( Puta e ingenua)
Cualquiera de esas historias valdría , fueron noches maravillosas. Pero ya las he
contado.
Mi hija ha exigido alimento, me gusta darle de mamar. Me siento fuente de
vida, como una diosa que alimenta a su criatura. Se sacia con mi leche.
Tras soltar los gasecitos de rigor, se vuelve a quedar dormida.
Me miro en el espejo, me desnudo. He empezado a deshincharme, pero sé que
tendré que hacer gimnasia para recuperar la figura. ¿ cómo me quedarán los
pechos?. Con el primer hijo aumenté de talla y no se cayeron , siguieron siendo
elásticos , quizás más deseables.

Si caen mucho , ¿ me haré un poco de estética?. Mi gine , que es amigo y
además está loco, nos ha dicho que cuando me vuelva a poner el DIU, me va a
hacer un arreglo de bajos que me va a dejar el coñito como una quinceañera.
Hemos vuelto a coger, lo hacemos con forro. La verdad que me gusta sentir el
semen inundando la vagina .
Llaman de seguridad , vienen a traerme unas flores. Estoy vestida con una
túnica cuando me dan un ramo con dos docenas de rosas rojas. Doy una
propina al chico y abro el sobre que las acompaña.
“Te quiero. Recuerda que no eres la más guapa del mundo, pero sos más guapa
que cualquiera. Tu marido que le vuelves loco y te ama”
Suena el teléfono, es Lalo. Me pregunta si me han gustado las flores, que no
haga nada para comer que él traerá ostras y salmón ahumado, y acaba con un te
deseo que me hace temblar.
Enciendo un cigarrillo, la nicotina se habrá diluido en mi cuerpo para la próxima toma. Cuando lo acabo, bebo un buen vaso de leche.

Y las musas no pasan de mí. Ya sé que contar, mi marido me ha dado la idea: la primera de mis mejores noches.
Conocí a Lalo en el cumpleaños de una compañera de facultad. Él, recién llegado a Argentina, trabajaba con su hermano, yo tenía 21 años y dos novios entre mis piernas. Había debutado a los 17 años. Mi experiencia sexual, si bien mis parejas habían sido de libido numeroso, sólo algunas veces las cogidas había sido maravillosas.
Sabía lo que era el orgasmo, me masturbaba con frecuencia y dependía en qué
posturas, básicamente si yo estaba arriba, también lo alcanzaba follando. Era
una típica universitaria de provincia en Buenos Aires.
Pero no era feliz, yo no me gustaba. Apenas 1,55, delgada , con lolas un poco
menos que talla 85, lo mejor las piernas, las había heredado de mi madre,
como las manos y los pies.
Los ojos negros y con pestañas largas, la nariz recta, con dientes un poco
sobresalientes, las paletas muy grandes..
Podía pasar, no estaba mal , PERO … frente a mis amigas, totalmente blancas,
hijas y nietas de emigración europea, mis ancestros estaban claros: pelo
enrulado, que me esforzaba en planchar , pero que volvía a su ondulación
natural en cuento se mojaba, y lo que más me afectaba: el vello púbico
ensortijado, no muy abundante, como pequeños caracolillos.
Y lo peor. el color de mi piel. Si la comparo con el café, no es un solo, ni un
cortado, ni con leche, sería un manchado.
El problema de los pelos de la concha, lo resolví depilándome esa zona desde
muy joven. No quería que me volviera a ocurrir como con mi primer novio, que
me lanzó a sopetón: Tienes concha de negra.
El beige claro de mi piel no podía disimularlo.
La gente decía : “No es fea. Es una morochita muy simpática”
Lalo, un gallego soltero, era atracción de la fiesta, las chicas querían bailar con
él y él se dejaba. Yo había salido un momento al jardín, a la familia de mi
amiga le molestaba el olor a tabaco y me apetecía fumar. Me ofreció fuego, no
me había dado cuenta que estaba a mi lado.
“¿ Quieres dar una calada al mío?. Es Ducados, un negro español”
Creí que lo de negro lo decía por el color de mi piel, la más oscura en la fiesta.
Pero al momento me di cuenta que eran suspicacias mías. Era su cigarrillo.
Me preguntó como me llamaba, y qué hacía.
Nos quedamos un rato charlando, me pidió el número de celular, se lo dí , y en
seguida vinieron a por él.
Me llamó al día siguiente para invitarme a ir al cine. Lo pasé bien, la película
era divertida, y luego nos quedamos comentándola y comiendo algo en una
terraza, me llevó a casa. A los tres días repitió la operación pero yendo al
teatro. Y durante dos semanas, se convirtió en una rutina. Cada dos días , salida
a espectáculo, comentario y tomar algo y yo a mi casa y él a la suya.
Mis compañeras de piso y amigas de la infancia se reían, decían que seguro le
gustaba, pero o era tímido o puto.
El sábado que me invitó a almorzar una paella en su casa fui tranquila, pero en
el postre : un delicioso helado de mascarpone, digno del arroz que habíamos comido, estaba ansiosa en que dejara de ser un caballero educado y se convirtiera en un amante fogoso. Y lo hizo, me cogió dos veces, y creí morir. Las dos veces llegué.
La rutina cambió a mejor, podía haber cine o teatro o hasta algún vídeo , con
comida y bebida y luego un delicioso hacer el amor.
Mis amigas decían que se me veía bien cogida, querían saber y yo les contaba
que SIEMPRE ME VENÍA y que además hablábamos mucho, de cine, de
literatura, y de mí, mis gustos , mis esperanzas, mi vida. Porque Lalo sabía
hacer que me volviera transparente. Sólo así pude contar mis complejos,
llorando, el día que había oído a unas compañeras de curso decir, a mis
espaldas, que parecía una negra villera. Me secó las lagrimas con sus besos y
me hizo el amor con una mezcla de fuerza y delicadeza que me llevó tres veces
seguidas al más allá.
Al día siguiente me llamó, me dijo que quería celebrar algo muy especial, me
invitaba a cenar y me mandaba un regalo: la ropa para la cena. Apenas llegó
abrí el paquete, rodeada de mis amigas de la infancia llenas de curiosidad. En él
un vestido camisero sin mangas de lino , una bombachita , un corpiño y unas
sandalias,todo blanco. Sonó el teléfono, era Lalo. Quedábamos en la Biela a
las 20.30 para luego ir a comer a José Luís. José Luís era uno de los
restaurantes más exclusivos de Buenos Aires, famoso por ser lugar de cita de
políticos y grandes empresarios y tener el mejor marisco de la ciudad.
Desde que me llamó hasta las 20.15 que salí de casa, viví una algarabía y una
excitación ampliada por mis compañeras. Me dieron su o.k. , cuando salí, iba
depilada, bañada, perfumada, peinada , maquillada.
“ Vas preciosa, elegante y atrevida”- dijo Julia dándome un beso de despedida.
Era verdad, el vestido exigía para no parecer monjil, soltar el primer y el último
botón , lo que hacía que se me viera parte de los muslos y el principio del canal
de mis senos, realzados por el corpiño tipo push up.
Me senté a esperarle en la terraza, sonó mi celular y era Lalo diciendo que
tardaría unos quince minutos y que pidiera un campari con naranja, que antes
de acabarlo estaba allí.
Apenas lo probé cuando me di cuenta que sola , joven, luciendo escote y muslo
era objeto de las miradas de varios hombres. Un tipo de unos cuarenta años se
intentó sentar a la mesa , le dije que estaba esperando a mi novio, y me contestó
que no se podía dejar sola a una belleza como yo en ningún sitio. Tenía una
extraña sensación de molestia y de orgullo, tomé otro trago y entonces llegó
aquel hombre , trajeado, elegante, y directamente en un acento extranjero me
soltó: “ Eres la mujer más hermosa que he visto. Quiero pasar la noche contigo.
Te ofrezco 1000 dólares. Sé que no eres una puta, pero quiero coger con usted”
Me quedé de una pieza.
“Por favor. Puede marcharse, la señorita está conmigo.”
Lalo acababa de llegar. “ Me voy, pero tenga cuidado. Una mujer así levanta el
sexo de todos los hombres”
Mi novio me besó y pidió lo mismo que yo estaba tomando. Me dijo que no
había podido salir antes, por culpa de una reunión de última hora.
Al llegar al restaurante teníamos una mesa reservada junto a un enorme ventanal
que daba a un pequeño patio. Pidió ostras y merluza a la vasca con un savignon
blanc. Era la primera vez que probé las ostras, me encantaron. Con el
champagne, atención del dueño, estaba en las nubes. Me sentía una diosa.
Y subimos a su departamento. Yo estaba a mil. Con una mezcla de orgullo (me
consideraban atractiva hombres interesantes) y calentura ( el saberme deseada
siempre me ha puesto). Me besó , se sentó en una silla y me pidió que me
desnudara. Le hice un strip- tease sin música, cuando acabé estaba chorreando
y me cogió. Tumbada en el salón, me penetró, me llenó y me llevó al orgasmo.
Durante un par de minutos, sus labios recorrieron mi cara, posándose en mis
labios, y al tiempo que su lengua buscaba la mía, volvió a moverse dentro de
mí. Él no se había corrido y no me había descabalgado. Su ritmo jugó con mi
libido y esta vez cuando chillé diciendo que me venía, aceleró sus movimientos
hasta inundarme con su semen.
Nos quedamos abrazados.
Cuando nos levantamos para ir a la cama, me pidió que me acercara al
ordenador, como él lo llamaba, y comenzó a pasarme fotos de mujeres
hermosas y conocidas. Ninguna era blanca del todo, sus pieles paletas sobre el
beige.
“¿ Cuál crees que es tu color de piel ?”
Indiqué una, la de una actriz mexicana, la Hayeck.
“ Pues además tiene tus ojos y tu pelo. Y esa boca que tanto te preocupa. Mira
esta”
“ Es como la mía , un poco de conejo”
Dejó ver la cara completa, era la de una actriz española muy hermosa, la Verdú.

“Y el tamaño de tus tetas es el ideal. Como dice el refrán : la teta que en la mano quepa”
“Dices que ere bajita. A mi me encanta, así vas estirada luciendo cuerpo. Y
además , fíjate en estos datos.”
Una colección de fotos saltó ante mis ojos , actrices y estatura. Autenticas
bellezas que no pasaban de mi 1.55.
“ No eres la mujer más guapa del mundo, pero te juro que eres más guapa que
cualquiera.¿ te vas a quitar esos complejos de mierda que atontan tu mente?”
“ Sí”- fue todo lo que me atrevía a responder. Había hecho un trabajo
importante para que yo estuviera bien, y me gustara a mí misma.
“ Me prometes que nunca volverás a deprimirte ni llorar por tonterías falsas. Y
si te ocurre, me lo contarás al instante”
“Te lo prometo”- le besé, me abrazó, sentía el calor de nuestra carne desnuda.
“ Te amo, quiero vivir toda la vida contigo. Yo lo tengo claro, pero tú lo tienes
que saber. Tenemos tiempo. Yo voy a estar a tu lado. Abre ese paquete”
Dentro había un anillo y unos aros de plata y unas llaves.
“ Es mi compromiso, que no el tuyo. Las llaves son de la casa , que es tan tuya
como mía”
Me puse el anillo y los aros y le volvía besar.
“Vamos a la cama, quiero contestarte con mi cuerpo lo que siento”
Volvimos a hacer el amor. Apenas dormí. Vi amanecer abrazada al hombre que
iba a ser el amor de mi vida.
Fue la noche maravillosa , primera de muchas noches.
Al acabar de escribir esta historia, me miro en el espejo y sonrío. Compruebo que tenemos condones en casa. Hoy podemos volver a coger. Es bueno amar y saber que la noche más maravillosa todavía está por venir.
Este relato lo publiqué como una aportación a un Ejercicio hace tiempo
Me ha parecido interesante publicarlo con mi nick, ahora que estoy en un
contando una serie de historias cotidianas como madre , esposa y…algo más.

Confidencias en el diván 1 – Aventura en el metro

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No era la primera vez que me metían mano en el metro. En las horas puntas, con tanta gente, los toqueteos accidentales y no accidentales son habituales. Generalmente acaban si me muevo o cambio de posición. Alguna que otra vez he tenido que echarle una mirada fría al sobón para que me dejara tranquila.

Pero ese día, quizás porque llevaba días sin echar un buen polvo o porque estaba contenta, cuando sentí una mano pasearse por mi culo, no me moví. Estaba en el centro, agarrada a una de las barras laterales, rodeada de gente, sobre todos chicos y chicas jóvenes como yo. Apenas nos podíamos mover de lo apretados que íbamos.

El sobón, al ver que yo no hacía nada, se volvió más audaz. Ya no eran un toqueteo furtivo. Sus dedos se paseaban tranquilamente por mis nalgas. Incluso se atrevió a apretar con un dedo a lo largo de la raja de mi culo. Como yo llevaba un pantalón finito, lo noté perfectamente.

Aquello empezó a gustarme. No sabía quien era. Si se trataba de un chico joven o de un viejo verde. Seguí quieta, mirando hacia adelante, como si nada estuviera pasando. Y él siguió sobándome el culo. A conciencia. Solo interrumpía sus caricias cuando el metro se detenía en una parada. En cuanto arrancaba, volvía al ataque.

Como dije antes, llevaba días sin echar un buen polvo. Aquella mano me empezó a calentar. Me empecé a poner cachonda, los pezones se me erizaron y mi coñito se fue mojando. Cuando llegase a mi casa me haría una rica paja para desahogarme. No quería mirar hacia atrás y verle la cara. Así podría imaginarme a quien yo quisiese mientras me hacía un dedo y me pellizcaba los pezones en mi cama.

En la siguiente parada subió bastante gente y nos tuvimos que apretar aún más. Mi desconocido sobón quedó justo detrás de mí. Entonces hizo algo que nunca me había pasado. Se pegó a mi culo y me restregó suavemente la polla.

Ummmm, la tenía dura, bien dura. Me la restregó despacito, de nalga a nalga. Eso terminó de ponerme bien cachonda. Me atreví a echar un poco mi culo hacia él, para que supiera que notaba perfectamente su polla contra mí. Él, al ver mi predisposición a sus manoseos, llevó una de sus manos a mis caderas y me acarició, sin dejar de presionar con su polla. Estaba claro que yo estaba consintiendo todo aquello, así que se envalentonó.

Me mordí el labio inferior cuando su mano se fue acercando a mi pubis. Me acarició con suavidad primero, pero después intentó meter los dedos entre mis piernas. Las abrí ligeramente para darle vía libre. Sentí muy rico cuando presionó sus dedos a lo largo de la rajita de mi coño.

Un traqueteo del metro hizo que se separa unos instantes de mí, pero enseguida volvió a pegar su polla a mi culo y a llevar su mano a mi coño. Yo notaba la humedad mojarme las bragas. Entonces, su mano se separó y buscó mi mano libre. La otra la tenía en mi pecho, sujetando unas carpetas. Sus dedos eran suaves y cálidos. Me cogió la mano, se movió un poco hacia un lado y la llevó hacia su polla. No puede evitar estremecerme de pies a cabeza cuando se la toqué a través del pantalón. Estaba muy dura y se notaba perfectamente debajo de la tela. Me movió la mano a lo largo de la polla, apretando. Mi respiración se hizo agitada, aunque trataba de disimular mi excitación.

Soltó mi mano, pero yo no su polla. La seguí recorriendo con mis dedos, mirando hacia ambos lados por si alguien más se había percatado de lo que estaba pasando. Pero nadie se había dado cuenta. Unos miraban hacia otro lado, otros hacia las ventanas. Justo delante de mí había otra chica, apoyada contra el cristal, de espaldas hacia mí.

Durante dos paradas más todo siguió igual. Él acariciando mi coño sobre el pantalón y yo su polla. El corazón me empezó a latir de verdad cuando volvió a coger mi mano con la suya. Hizo que recorriera su bragueta. Con sus dedos se la bajó.

Dios, me puse tensa. ¿Sería capaz de sacarse la polla allí? No me lo podía creer. Cuando se bajó la bragueta del todo hizo que metiera la mano por la abertura. El muy cabrón no llevaba calzoncillos y mis dedos tocaron directamente su dura herramienta. Junté mis muslos y emití un pequeño gemido. Recorrí con los dedos su polla. La noté venosa. La abarqué y comprobé que era una gruesa verga. De las que me gustan.

El metro paró y mi desconocido sobón se separó un poco de mí mientras la gente subía y bajaba. Cuando volvió a arrancar se puso otra vez a mi lado, buscó mi mano y la llevó otra vez hacia su bragueta. El corazón me dio un vuelco cuando me encontré directamente con la polla. Se la había sacado y me hizo agarrarla. Me movió la mano arriba y abajo del grueso cilindro de carne.

Ummmmmm, me gustó sentirla en la mano. Su calor, su dureza, su suavidad. La apreté al tiempo que movía mi mano. Al poco él quitó la suya y yo seguí sola. No me lo podía creer. Le estaba haciendo una paja a un completo desconocido, rodeada de gente por todas partes. A un desconocido al que ni siquiera había visto. Eso me puso más cachonda. Aquello estaba cargado de morbo.

Aumenté el ritmo de la paja. Él estaba pegado a mí. Su mano frotando la rajita de mi coño. Oí su respiración, sus leves gemidos. Su polla palpitaba en mi mano. Noté que por la punta estaba mojada, sigo de que el tipo estaba muy cachondo Deseé verla. No a él. Solo su polla. Disimuladamente giré la cabeza. Noté que él se tensaba, quizás temiendo que le mirase. Apenas pude vérsela, rodeados por tanta gente me tuve que conformar con un rápido vistazo a su gordo capullo.

Agggg, Por su forma, por como la sentía en la mano, supe que era del tipo de pollas que me encantan. Gorditas, llenas de venas. De esas pollas que te dan ganas de chupar despacito, con mimo, pasándotelas por la cara, retrasando lo más posible el momento de la explosión. Estaba tan cachonda que me hubiese encantado arrodillarme allí mismo y hacerle una buena mamada a aquella dura polla. Pero estaba cachonda, no loca. Me tuve que conformar con seguir haciéndole un buen pajote.

Me propuse ordeñarle la polla. Hacerlo correr. Así que aceleré la mano. Apreté con más ganas. Sus gemidos aumentaron. Noté que la polla se endurecía más y más. Ummmm, se iba a correr, lo sabía. Aquel sobón se iba a correr de un momento a otro. Yo misma también estaba al borde del orgasmo. Tan caliente estaba por la situación que la mera presión de sus dedos en la raja de mi coño bastaban para tenerme a punto.

De repente, se puso tenso. Giré la cabeza y miré hacia abajo, hacia su polla. Mi mano sintió el espasmo del primer chorro de leche, que salió disparado con fuerza, impactando contra la falda de la chica que estaba delante de mí. El ver el chorro de leche estrellarse contra la falda y la presión de los dedos justo sobre mi clítoris me llevaron al límite y me corrí. Me agarré con fuerza a la barra y no dejé de mover la mano de mirar su polla. Fueron cinco o seis disparos de espeso semen que cayeron todos sobre la falda de la ignorante chica, menos el último, menos potente, que cayó al suelo.

Seguí exprimiéndole la polla, corriéndome aún. Un último chorrito de leche salió y bajó por la polla. Con la mano lo esparcí. Me quedé jadeando, tratando de disimular lo mejor que podía. Miré la falda de la pobre chica. Quedó hecha una pena, con grandes lamparones de semen. No quería estar allí cuando ella se diera cuenta.

Tal como apareció, desapareció. La polla que tenía aún bien agarrada dejó mi mano vacía. Se acercaba mi parada y me fui moviendo hacia la puerta. Cuando se abrió, salí al andén y caminé hacia la salida. El corazón me latía con fuerza. Llevé la mano con que lo había pajeado a mi cara y a olí. Ummmmmm el aroma a semen aún era intenso. Y olía también a polla. Me encanta el olor a polla.

¿Me estaría siguiendo? No miré atrás. Seguí caminando hasta mi casa. Lo primero que hice fue cambiarme de bragas. Las tenía empapadas. Pero antes de ponerme otras limpias, me hice una rica paja en mi cama, recordando la dura polla del desconocido, la presión de los espasmos cuando se corría, los chorros de leche contra la falda de la muchacha…. Ummmm, me volví a correr con intensidad, oliendo mi mano… aun con aroma a leche de macho, aún con aroma a polla.

FIN

Confidencias en el diván 2 – El Alumno tímido

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Soy profesora de inglés en un instituto. Estoy, digamos, sobre la cuarentena. Mi pudor femenino me impide decir mi edad…jajaja. No soy una modelo, pero creo que no estoy mal como mujer. Me cuido y me mantengo en forma.

Mi manera de vestir no es muy llamativa. No porque no me guste, sino a la fuerza. Antes vestía más, digamos, ligerita, y los alumnos apenas atendían en clase. Me suelen tocar los rezagados, los mayores, eso que se creen saberlo todo. Los más lanzados iban, y siguen yendo, a por mí. Además, con mis…y tantos, ya no es cuestión de ir como una jovencita. Pero voy mona.

No me importa confesar que me he acostado con alguno que otro. Una no es de piedra y hay cada yogurín…Ummmmm. Si insisten un poco y están buenos, acabamos en la cama.

Pero suelen decepcionarme. Muy guapitos, de cuerpos fibrosos, creídos, pero jóvenes e inexpertos. Si quiero que me follen bien follada tengo que recurrir a hombres de verdad. Como Jaime, el profesor de educación física. Ese sí que sabe follar como es debido.

Un día lo sorprendí con dos alumnas. Tenía el pantalón del chándal bajado hasta las rodillas y las chicas estaban arrodilladas delante del él, chupándole la polla a la vez. Ellas, al verme, se asustaron y trataron de irse, pero Jaime las sujetó y les dijo que si querían aprobar, siguieran mamado.

Ellas siguieron con la mamada a dúo. No lo hacían mal. Jaime me miraba a mí, sonriendo, seguro de sí mismo. Mis ojos iban de los suyos a su polla, que iba de boca en boca. Yo me puse muy cachonda con la situación. A los pocos minutos su mirada me anunció su inminente corrida. Miré extasiada como bañó el rostro de las dos chicas con una abundante y espesa corrida. Jadeando, les dijo a las chicas que se limpiasen la una a la otra, con la boca.

Aquel hombre era un vicioso. Me gustaba. Ellas terminaron y se fueron corriendo. Jaime se quedó de pie, con la polla dura. Me acerqué a él, se la cogí y nos besamos con pasión. Me echó uno de los mejores polvos que recuerdo.

Ahora, cuando necesito un buen macho, acudo al gimnasio en su busca. Nunca me decepciona. Pero no es de Jaime de quien quiero hablar, sino de Paco.

Es un alumno de último curso. No es el más guapo. Pero desde que lo vi el primer día de clase me despertó ternura. Es apocado, muy tímido. Se pone rojo como un tomate siempre que le pregunto o tiene que leer en alto. Siempre hay murmullos, risas. El pobre lo pasa fatal. Hasta se le traba la lengua a veces de lo nervioso que se pone.

Nunca me mira a los ojos. Siempre la mirada baja. Pero a veces, cuando me giro, me está mirando. Enseguida aparta la mirada.

Un día, a mediados de curso, Paco estaba colorado como un tomate, leyendo en voz alta un pasaje de Otelo. Antonio, el macarra de la clase, que llevaba todo el curso intentando follarme sin conseguirlo, hizo burlas de Paco y todos se rieron. Vi como Paco temblaba. Aquel chico estaba a punto de echarse a llorar.

-Bueno, ya está bien – les grité – se acabaron las risas.

Los murmullos se apagaron poco a poco. Hice que otro alumno siguiera con la lectura. El pobre Paco no levantó los ojos de la mesa. Se frotaba las manos, tenso. Sudaba. Me dio mucha pena.

Cuando terminó la clase, los alumnos empezaron a salir en tromba. Me acerqué a Paco y le dije fuese en 10 minutos a mi despacho, que quería hablar con él. Asintió con la cabeza, sin mirarme siquiera.

A los 10 minutos, tocó y le dije que pasara. Le hice sentar enfrente de mi mesa.

-¿Estás bien, Paco? – le pregunté.

-Sí – respondió, apenas audible.

Si aquel chico no espabilaba un poco, el mundo se lo iba a comer.

-Siento lo que ha pasado. La gente puede llegar a ser muy cruel. Tienes que tratar de ser menos…ya sabes. Menos tímido.

Se puso otra vez rojo. Me levanté y me senté en la mesa, delante de él. Empecé a hablarle con suavidad, tratando de calmarlo, diciéndole que con esfuerzo su timidez podía ser vencida.

Entonces me di cuenta de que miraba furtivamente mis piernas. Ese día llevaba una falda hasta las rodillas y al sentarme en la mesa se había subido un poco, hasta casi medio muslo.

Me hizo gracia. Allí estaba Paco, rojo como un tomate, sin atreverse a mirarme a la cara, pero echando miradas a mis muslos. Bueno, al fin y al cabo era un hombre. Miré su pantalón y me di cuenta de que la tenía dura. Recordé entonces todas la veces que lo sorprendía mirándome en clase cuando me giraba hacia él.

Estaba claro que yo le gustaba. Eso me dio una idea. Iba a espabilar a aquel chico. Le iba a dar un tratamiento de choque.

-¿Te gustan mis piernas, Paco? – le pregunté

Dio un respingo y miró al suelo. Más rojo no podía estar.

-Sé que te gustan. Sé que en clase, cuando crees que no te veo, me miras. Dime… ¿Te gusto?

Empezó a temblar. Pobre.

-Tranquilo, Paco. Tranquilo. Mírame. Mírame a los ojos y dime que sí. ¿Te gusto un poquito?

Lentamente levantó su mirada. Era la primera vez que me miraba a los ojos tan de cerca. Eran unos ojos hermosos. Me dijo un sí que apenas oí.

-No te oigo, Paco. Dímelo más fuerte.

-Sí…me…gusta usted.

Abrí más las piernas. Desde su posición, Paco tenía que ver mis bragas al fondo. Cualquier otro hombre se abría abalanzado sobre mí ante tan clara invitación. Él no. Se quedó petrificado, mirándome. Las abrí aún más, acercando mi culo al borde de la mesa. Ahora veía claramente mis bragas blancas. Sus ojos se quedaron clavados en mi coño.

Me empecé a poner cachonda cuando vi como se mordía el labio.

-Paco…puedes tocarme, si quieres.

En sus ojos vi incredulidad, miedo y… deseo.

-Venga Paco… acaricia mis muslos. Se bueno.

Creí que no lo haría. Que no reaccionaría, pero me alegré cuando su mano derecha se acercó a una de mis rodillas. La empezó a acariciar, mirando de reojo hacia mi coño, que se estaba mojando cada vez más.

-Ummm, Paco, que dedos más suaves tienes. Sigue…no pares.

Llevó la otra mano a mi otra rodilla y lentamente, fue acariciando mi piel, haciéndome estremecer. Fue bajando por la cara interna de mis muslos, acercándose poco a poco a mi coño. Me miró, como pidiendo permiso. Yo asentí, sonriendo.

Agggg, sus dedos recorrieron la rajita de mi coño sobre las bragas. Empecé a gemir de placer. Y entonces hizo algo que me sorprendió. Se arrodilló en el suelo, acercó su boca a mi coño y lo besó.

-¡Paco!, ¡Eres un pillo!

Se asustó. Creyó que lo estaba reprendiendo y apartó la cara. Le sujeté la cabeza con una mano y se la volví a acercar a mi coño.

-Sigue, no pares.

Me empezó a dar besos. En las ingles, sobre el coñito. Noté su lengua recorrerlo de arriba abajo. Paco tomó la iniciativa. Apartó las braguitas, miró mi coño mojado y me lo empezó a comer.

Dios, y que bien lo hacía. Usaba su lengua, su nariz. Lamía a lo largo de los labios, atrapaba mi inflamado clítoris entre sus labios y sorbía.

-Aggg, Paco…Paco…. qué bien lo haces…no dejes de comerme el coñito….sigue….

Vaya si siguió. No aguanté ni un minuto más tanto placer y me corrí en su cara, en su boca. El se bebió con gula los jugos que mi coño expulsó. Y no dejó de lamerme, sujetándome por los muslos. Siguió y siguió hasta que me hizo volver a correr. Aquel chico era un come coños de primera.

A mi tercer orgasmo, le separé la cara de mi coño. Me miró. Con la cara brillante de mis jugos.

-Eres un….creí que nunca lo habías hecho.

-Yo…nunca…lo hice – respondió, volviendo a ruborizarse.

-¿Es la primera vez que te comes un coño?

-Sí.

-Wow, pues Paquito. Te aseguro que me acabas de hacer una de las mejores comidas de coño de mi vida.

Sonrió. Era la primera vez que lo veía sonreír.

Me bajé de la mesa y acerqué mi boca a su boca. Nos besamos. Paco no sabía besar muy bien, la verdad, pero en pocos segundos cogió el ritmo. Era sin duda un alumno aventajado.

Yo seguía cachonda. Me lo iba a follar. Iba a hacer un hombre de aquel muchacho. Llevé una de mis manos hasta su polla y se la empecé a acariciar sobre el pantalón. De repente, se puso tenso y tuvo una serie de espasmos. Se había corrido en los pantalones.

-Yo…. lo siento…lo siento.

-Tranquilo, no pasa nada, Paco. ¿Nunca lo has hecho, verdad?

-Nunca.

-¿Lo deseas? ¿Deseas… follarme, Paco? – le dije con suavidad sin dejar de sobarle la polla.

-Sí…lo deseo… Te deseo, Natalia.

Me encantó que me llamara por mi nombre. Hice que se pusiera de pie y lentamente me arrodillé a sus pies. Le bajé los pantalones y después los calzoncillos. Ante mi quedó su polla. Ummmm, y vaya polla que escondía Paquito. Hermosa, de un tamaño respetable. Estaba manchada con el semen de su reciente corrida.

-Uy, tienes la polla sucia. Deja que te la limpie.

El pobre no aguantó más de dos minutos la mamada. Se corrió a borbotones dentro de mi boca, gimiendo de placer mientras yo me tragaba toda su leche. Su polla no se bajó. Ummm, juventud, divino tesoro.

Me levanté, le cogí por la polla y lo llevé al sofá.

-Bien, Paquito. Ahora te vas a follar a la profesora. Me vas a meter tu preciosa polla en el coño y no vas a dejar de follarme hasta que te diga que pares… ¿Entendido?

Asintió. Se quedó mirándome mientras me quitaba la falda y las bragas. Me acosté en el sofá y abrí las piernas.

-Venga. ¿A qué esperas? Fóllame ya.

Uf, y de qué manera me folló. Con fuerza, con intensidad. Al principio torpemente, pero con mi guía aprendió a moverse de maravilla. Me llenaba el coño con su rica polla. Gracias a sus dos recientes corridas aguantó sin correrse. La que no aguantó fui yo. Me hizo correr varias veces, barrenándome con su dura barra, sin piedad. Creo que le dejé marcadas mis uñas en su espalda.

Me dejó agotada. No podía más y el no paraba de follarme sin descanso.

-Ummm, Paco…ya…ya….para por favor…no puedo más.

Se salió de mí y se sentó a mi lado. Me acarició con dulzura las piernas. Yo le sonreí, casi sin fuerzas. Me miró. Yo cerré los ojos para descansar un poco. Cuando los abrí, estaba de pie, a mi lado. Su polla cerca de mi cara. Se la meneaba. Y estaba rojo.

-¿Puedo…correrme en tu cara?

-Vaya, Paquito. Parece que se te está pasando la timidez. ¿Así que quieres llenarme la carita con tu lechita?

-Uf, sí… ¿Puedo?

-Claro. Déjame guapa. ¿Te saco yo la lechita?

-Sí…por favor.

Le estuve mirando y sonriendo durante los minutos que duró la paja que le hice sobre mi cara. Sólo los cerré cuando empezó a correrse. Me encantó como gemía mientras me bañaba la cara con su corrida. Mantuve los ojos cerrados.

Ummmm, que tierno. Se arrodilló a mi lado y me besó.

+++++

Llevo dos meses follando con Paco. A diario. Ese muchacho es incansable y aprende rápido. Le encanta el riesgo. Más de una vez me ha hecho chuparle la polla en el baño de los chicos. Ha llegado incluso a follarme encima de la mesa de clase.

Él ya no se pone rojo. Lee tranquilamente y ya nadie se ríe de él. Ahora la que se pone nerviosa por sus miradas soy yo. Porque sé que después de la clase vendrá a mi despacho a follarme bien follada.

Me encanta Paco

Confidencias en el diván 4 . Bautismo de leche

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Soy una chica normalita. Un poco tímida. Bueno, un poco bastante. Me pongo colorada con facilidad. Y el saber que me miran hace que me ponga más colorada aún.

A mis 19 años sigo siendo virgen. Salí con un chico hace tiempo pero no llegamos a nada. Para mí el sexo se limitaba a tocarme en la cama, por las noches, a fantasear con príncipes azules.

Hasta que apareció él. Vivo en un edificio con muchas viviendas y no es extraño que coincida al bajar y al subir con algún vecino.

El ascensor se paró en mi piso. Al abrirse la puerta allí estaba. Era un hombre de unos 40 o 45. Entré y saludé bajito. Soy tímida pero bien educada. Buenos días, le dije. Él me contestó con un buenos días.

Su voz me hizo estremecer. Era una voz profunda, muy varonil. Me giré, mirando hacia la puerta y el ascensor bajó. Al llegar al piso bajo, mantuvo la puerta abierta y me dejó salir a mí primero.

Pensé que sería alguna visita, pero un par de días después volví a encontrármelo al subir. Con aquella voz profunda me pidió el piso al que yo iba. Se lo di y pulsó el mío y el suyo, dos más arriba que el mío. Recordé que me dijeron que había un vecino nuevo. Debía de ser él.

Cuando el ascensor se paró, salí.

-Hasta luego – me dijo con aquella voz profunda.

-Hasta luego – le contesté sin mirarle.

No pasó nada más hasta unos días después. Volví a coincidir con él al bajar. No venía solo. Había dos vecinas más y dos niños, del décimo. Apenas cabíamos en el ascensor, pero entré. Saludé cortésmente y me puse de espaldas a ellos, cara a la puerta. Él estaba justo detrás de mí.

Noté que algo me rozaba el culo. Imaginé que por lo apretado del espacio me habrían tocado sin querer. El segundo toque, más intenso, me hizo tensar. Aquello no era un roce accidental. Sentí unos dedos recorrer mis nalgas.

El corazón me empezó a latir con fuerza. ¡Me estaban metiendo mano! Solo podía ser él. Los niños eran aún muy niños, y no creo que sus madres se dedicaran a meterle mano a las jovencitas. Tenía que ser él.

¿Qué hacer? Noté mi cara ponerse roja. Si me daba la vuelta todos me verían así. Me moriría de vergüenza. Me quedé congelada, sin moverme. Ni siquiera me moví cuando sus dedos recorrieron la hendidura que separa mis nalgas. A pesar del pantalón de vaquero que llevaba, los sentí.

Cuando el ascensor paró y las puertas se abrieron, salí a toda prisa, sin mirar atrás ni despedirme. Mi cara estuvo acalorada hasta muchos minutos después en el autobús que me llevaba a la facultad.

Traté de olvidarme de lo que había pasado.

Pero la casualidad hizo que ese mismo día, cuando esperaba el ascensor para subir a mi casa, él apareciese detrás de mí.

-Buenos días – me dijo, como si nada.

-Buenos días, contesté, sin mirarle.

Me permitió pasar. Entró detrás de mí. Me puse mirando hacia la puerta. Él se quedó de pie a mi lado. Pulsó su piso y el mío. Ya se lo sabía. El ascensor empezó a subir y lo sentí. Me estaba tocando otra vez. El corazón se me desbocó. La cara me ardía.

Estábamos solos. No había problemas de espacio. Su mano empezó a sobarme el culo, y lo hacía a conciencia.

Tenía que haberme encarado con él. Decirle que era un degenerado. Darle un bofetón. Pero me quedé allí, sin decir nada, quieta, dejándome meter mano por aquel… tipo. Deseé que el ascensor llegara a mi piso para salir corriendo. Pero algo dentro de mí también quería que no parase.

En cuanto se abrió la puerta, salí corriendo.

-Hasta pronto – me dijo con su varonil voz.

No le contesté. Abrí la puerta de mi casa y fui corriendo a mi habitación. El corazón me latía con fuerza. Cerré la puerta y traté de calmarme. Me costó mucho, no dejaba de pensar en su mano acariciándome el culo. No dejaba de preguntarme cómo permití que lo hiciera.

Esa noche, en mi cama, a oscuras, todo volvió a mi mente. Su voz, sus dedos recorriendo mis nalgas. No me di cuenta de que estaba frotando mis muslos. No me di cuenta de que me estaba poniendo cachonda hasta que gemí.

Estaba mojada. Mis pezones se endurecían por momentos. Cuando me masturbaba pensaba en hombres imaginarios. En situaciones sensuales. En algún actor de cine. Esa noche, cuando mi mano se metió por dentro de mis bragas y recorrí con mis dedos la rajita de mi coño, pensaba en él.

Gemí de placer imaginando que me acariciaba en el ascensor. Que lo paraba en medio de dos pisos y se pegaba a mí. Que me restregaba su polla por el culo, acariciando mis tetas con sus manos. Su boca besaba mi cuello. Hasta imaginé su lengua recorriendo mis orejas. Y su voz. Su profunda voz diciéndome toda clase de obscenidades.

Jamás me había corrido tan rápido como esa noche. Ni tan intensamente. Mi cuerpo fue recorrido por fuertes espasmos y mis dedos se llenaron de los jugos que mi coño expulsó. Me quedé jadeando, con los ojos apretados.

¿Volvería él a tocarme? Lo temía. Lo deseaba.

No tuve que esperar mucho. Justo al día siguiente, al medio día, él esperaba el ascensor. Dudé si subir con él o esperar en la puerta del edificio a que él subiera.

Ganó mi timidez, mi miedo. Me quedé en la puerta disimulando hasta que el ascensor llegó y él se subió. Esperaba que el pulsara su piso y desapareciese. Pero en vez de eso, se quedó sujetando la puerta y me miró. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Se quedó esperando. Fue la primera vez que le miré a los ojos. Estaba claro que se quedaría esperando a que yo subiese al ascensor.

Sentí el retumbar de mi corazón en las sienes. Sabía que él me tocaría. Lo sabía. En vez de irme, me dirigí hacia él y entré al ascensor. Él entró detrás de mí. En cuanto las puertas se cerraron, su mano fue directamente a mi culo y me lo empezó a sobar. Ese día yo llevaba una falda de tergal, finita, así que sentí sus dedos casi como si me tocaran directamente la piel. El ascensor empezó a subir y mi cuerpo a estremecerse. Mi coño estaba empapado. Creo que se me mojó ya antes de entrar.

Cuando sus dedos presionaron a lo largo de la raja de mi culo, mi coño ya era un mar de jugos. Los pezones me dolían de lo duros que los tenía. Nunca había estado tan cachonda. Miré como los números de los pisos cambiaban. Cuando llegaran al cinco me bajaría y saldría corriendo, sin mirar atrás, con la cara roja como un tomate.

Al llegar al tercero él se acercó a mí y se pegó a mi espalda. Enseguida noté algo duro restregarse contra mi culo. Ummm, dios mío. Era su polla. Me estaba restregando la polla por el culo, como en mi fantasía. Me quedé sin respiración. Sentí su aliento en mi cuello.

-¿Notas como me pones la polla? – me susurró al oído.

Me flaquearon las piernas cuando sus labios rozaron mi piel. Mis ojos, entreabiertos, miraban la pantalla…3…4…5….

Abrí los ojos de golpe. El ascensor no se detuvo en mi piso. Siguió subiendo. Miré la botonera y me percaté de que solo estaba pulsado el séptimo, su piso. Me asusté, me puse tensa y traté de separarme, pero él me sujetó con fuerza por los brazos.

-Tranquila. No pasa nada, preciosa.

Creí que me obligaría a salir, que me llevaría a la fuerza a su casa, pero en vez de eso, salió primero que yo y mantuvo la puerta del ascensor abierta. Yo miraba al suelo, ruborizada, temblando de pies a cabeza.

-¿Qué? ¿Sales o no sales?

Me atreví a levantar la vista y mirarle. Iba a decirle que me dejara, que era un degenerado. Pero cuando vi sus ojos, como me miraban, su sonrisa segura, salí del ascensor como una autómata. Caminó delante de mí, abrió la puerta de su casa y yo le seguí dentro. El sonido de la puerta al cerrarse resonó en mi cabeza como un trueno.

Miré al suelo. Él estaba delante de mí. Puso una mano en mi barbilla y me levantó la cabeza. Su mirada me traspasó.

-Veo que eres una chica muy tímida… y también veo que estás cachonda – dijo, mirando mis tetas

Bajé la mirada y me di cuenta que mis pezones se marcaban en la blusa. Me puse aún más colorada. Me cogió de una mano y me llevó al salón. Me hizo sentar en un sofá y se sentó a mi derecha.

-Yo también estoy cachondo – me dijo

No pude evitar que mi mirada se posara en su pantalón. Me estremecí al ver el bulto que su polla formaba.

-Puedes tocarla. No muerde.

Aparté la mirada. No podía moverme. Quería salir corriendo. Por el rabillo del ojo vi como acercó una mano hacia la mía y me la cogía. La empezó a llevar hacia su polla. Traté de retirarla, pero me sujetó con fuerza y siguió acercándola hacia él. Hasta que la puso sobre su polla.

Me mordí el labio inferior. La noté dura. Me movió la mano a lo largo de su dureza, una y otra vez.

-Ummm, eso es, preciosa.

Me di cuenta que me había soltado la mano y que era yo la que recorría su polla. Estuve un rato sobándosela.

-¿Estás mojadita, verdad?

¿Mojada? Estaba empapada. Notaba mi coño palpitar entre mis piernas. Apreté su polla con mis dedos.

-¿No contestas? Bien. Ya lo compruebo yo.

Rápidamente, su mano fue a mis rodillas y la metió por debajo de la falda. Despacito, acariciando mi piel, la fue acercado hacia mi coño. Cuando casi llegaba, asustada, cerré las piernas, con fuerza, atrapando su mano entre ellas.

-¿Te me pones remilgosa ahora? Abre las piernas.

No me moví. Seguía paralizada.

-Te he dicho que abras las piernas – dijo en tono fuerte, con autoridad.

Las abrí ligeramente, apenas un poco.

-Más.

Otro poco más Mi corazón era un caballo desbocado.

-Del todo. Abre las piernas del todo.

Su muslo izquierdo me impidió abrir mucho mi pierna derecha, pero la izquierda la abrí cuanto pude.

-Así, muy bien… ummm que piel más cálida y suave tienes.

Volvió a mover la mano, lentamente, hasta que una descarga recorrió mi cuerpo. Me había tocado las bragas. Recordé el día en el que el chico con que salía me rozó ahí por encima del pantalón. Como salí corriendo sin volver a verlo jamás. Y ahora, un hombre, que podría ser mi padre, me tenía en su sofá, abierta de piernas y pasando sus dedos por mis bragas.

-Vaya, pues sí que estas mojadita. Noto la humedad traspasando tus bragas.

Recorrió la rajita de mi coño con un dedo, sobre la tela. No pude evitar gemir. Notaba mi cuerpo en tensión, al borde del orgasmo. Apretaba sin darme cuenta su polla con mi mano.

-Mírame. Mírame a los ojos.

Me costó mucho mirarle, pero lo hice. Con nuestras miradas unidas, él metió los dedos por debajo de la braga y los pasó ahora directamente sobre la piel. Cuando me frotó el clítoris ya no pude más. Mi cuerpo se tensó, apreté los dientes y me corrí con intensidad. Traté de que no se notara, pero los espasmos de mi cuerpo eran imposibles de disimular.

-Vaya… pero si te estás corriendo ya…

Frotó con más fuerza mi clítoris, alargando mi orgasmo. Mis ojos se cerraron y aferré con fuerza su polla. Fueron largos segundos de puro placer. Cuando terminó mi orgasmo, retiró la mano y la llevó a su nariz. Mirándome se la olió.

-Me encanta como huele tu coño… Ummmm y como sabe – añadió chupándose los dedos.

Mi corazón no dejó de latir con fuerza. Hasta que casi se para cuando me dijo.

-Sácame la polla.

Los dedos me temblaban cuando le bajé la bragueta. Metí la mano y lo intenté, pero no pude. No encontraba la parte de arriba del calzoncillo.

-Espera, ya me la saco yo.

No aparté los ojos de su bragueta. Vi como metía su mano y se la sacaba. Mis ojos se abrieron como platos a ver la primera polla de mi vida. Se sacó también los huevos y quitó las manos, exponiéndose.

-¿Te gusta mi polla? Está así por ti.

Era gruesa, surcada por hinchadas venas. Tan ensimismada estaba mirándosela que no me di cuenta de como me cogía otra vez la mano y la llevaba a su polla. Me hizo agarrarla y con su mano, subió y bajó la mía a lo largo de su polla.

Era dura y suave a la vez. Caliente. Me soltó la mano y yo seguí moviendo la mía.

-Ummm, que rico. Aprieta más. No se va a romper.

Era la primera polla que tocaba. La primera paja que hacía. Le miré a los ojos, buscando aprobación. El me sonrió. Seguí subiendo y bajando mi mano.

-Aggg, que rico. Lo haces muy bien. ¿Has hecho muchas pajas?

-No – me atreví a decir casi en un susurro.

-¿No? ¿Cuántas?

-Es…la primera.

-Vaya…una primeriza. ¿Tampoco has hecho una mamada?

-No.

Bajé la vista, avergonzada. Detuve mi mano, pero no solté su polla.

-¿Cómo te llamas? – me preguntó.

-Nathalie.

-Bien, Nathalie. Hoy va a ser tu bautismo de leche.

-¿Qué?

-Tu bautismo de leche. Tu primera mamada. Vas a aprender comerte una polla como es debido.

Se levantó y cogió un cojín del sofá. Lo puso a sus pies. Me dijo que me arrodillara y obedecí. Ante mi cara quedó su polla. La miré, entre asustada y maravillada.

-Quédate quieta.

Me cogió la cabeza con sus dos manos y acercó su polla. Me la empezó a pasar por la cara. Me pidió que le mirara a los ojos. Ummmmm, me encantó sentir su polla en mi piel. La dejaba allí, quieta. Notaba su peso y….o dios, su olor. Un olor intenso que me embriagaba. Incluso llegó a darme golpecitos en las mejillas.

-Ahora, empieza a darle besitos, a lamerla, sin dejar de mirarme a los ojos. Nunca dejes de mirarme a los ojos.

Seguí sus instrucciones. Mi lengua recorrió el tronco de su poderosa polla. Besé con mimo su cabeza, sus dos huevos. Él gemía, sin dejar de mirarme, de guiarme. Cuando me lo dijo, abrí la boca y su polla entró, al fin.

-Aggg, ahora mama. Chupa. Acaricia con la lengua…. así… eso es… aprendes rápido.

Seguí mamando. Traté de meterme toda su polla en la boca, pero solo pude hasta la mitad. No me cabía más. Volvió a cogerme la cabeza y a moverse, adelante y atrás. Me estaba follando la boca. Ummmm y me encantaba. Aquello me estaba volviendo loquita. Mi coño no dejaba de palpitar.

-Vas a ser una buena mamona, Nathalie. Has nacido para esto. Lo llevas en la sangre….

Siguió un rato follándome la boca. Después se paraba para que fuera yo la que moviera mi cabeza.

-Sabes que las niñas buenas se beben toda la leche, ¿No?

Sentí un escalofrío. Quería que me tragase su semen. Se iba a correr en mi boca y yo tendría que tragarme su leche. Con la boca llena de polla, asentí.

-Bien. Pero siendo este tu bautismo de leche la corrida la recibirás en tu linda carita.

Había visto por internet algunos videos, esos en los que la chica recibía en la cara el semen del hombre. No me gustaron. Los encontré sucios. Y ahora yo estaba arrodillada delante de un hombre que iba a hacer eso. Se iba a correr en mi cara. Y lo único que sentí fue deseo. Deseo de ser… bautizada.

Me empezó a follar la boca más rápido, a gemir con más intensidad.

-Aggg, Nathalie…. prepárate…Vas a ser…bauti…za…daaaaaa

Sacó su polla de mi boca y la dejó, suelta, sobre mi cara. La polla dio un brinco y un espeso chorro de semen salió disparado sobre mí. Cayó en mi mejilla derecha, sobre mis entreabiertos labios. Otro espasmo de la polla y un segundo chorro cayó sobre mi frente, sobre mi ceja. Él no emitía sonidos. Tenía los dientes apretados y los ojos semi cerrados.

Su polla tuvo varios espasmos más. Todos seguidos de un espeso chorro de blanco semen que caía sobre mi cara. Yo sentía su calor. Y su peculiar olor. Los últimos espasmos no expulsaron ya más semen.

Por fin terminó. Empezó a jadear, sin dejar de mirarme.

-Wow, Nathalie. No recuerdo haberme corrido así hacía mucho. Estás… preciosa.

Me llené de orgullo. Lo había complacido. Se quedó unos segundos mirándome, contemplándome. Yo le miraba, seria.

-Ven.

Me ayudó a levantarme y me acercó a un espejo que había en una pared. Se puso detrás de mí y me hizo mirar.

-Mírate. Mira lo hermosa que te ves así, con la cara llena de leche.

Se pegó a mí y noté su polla, aún dura, contra mi culo.

-¿Recuerdas lo que hacen las niñas buenas?

Vi en el espejo como una de sus manos se acercaba a mi cara. Como recogía un poco de su semen y lo acercaba a mi boca. Sin que me dijera nada, la abrí y le chupé el dedo. El sabor de su semen me pareció extraño, pero me encantó.

Mirándome a través del espejo fue recogiendo con sus dedos la leche que cubría mi cara y me la fue dando, me fue alimentando. Yo, como una niña buena, me bebí toda la leche.

Me dio la vuelta, con brusquedad. Me miró a la cara, a los ojos, y entonces, acercó su boca a la mía y me besó. El beso me hizo estremecer. Buscó su lengua con la mía. Sus manos apresaron mis tetas. Las apretó, las acarició, haciendo que yo gimiera en su boca.

-Nathalie…qué buena estás. No sabes cómo te deseo.

Me cogió una mano y la llevó hasta su polla. La agarré y le empecé a hacer una paja mientras nos besábamos con pasión.

-¿Eres virgen, Nathalie?

-Sí – contesté bajando la mirada, otra vez avergonzada.

-Mírame.

Le miré a los ojos.

-¿Quieres que te folle, Nathalie? ¿Quieres que te clave la polla en el coño y te folle bien follada?

Siempre imaginé que mi primera vez sería con mi príncipe azul. La imaginé llena de romanticismo, de amor. Y en aquel momento, siendo besada por aquel hombre, con su dura polla en mi mano, el sabor de su leche aún en mi boca, me salió un grito de lo más profundo de mi ser.

-Siiii, fóllame…méteme toda la polla en el coño.

Me cogió de la mano y me llevó hacia su dormitorio. En mi cabeza resonaba su última frase “¿Quieres que te clave la polla en el coño y te folle bien follada?”.

FIN


Superman estrellao

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Cuando Juan miró hacia adelante y lo vio, no pudo apartar los ojos de aquel culo. Era, sin dura, el culito más lindo que había visto. Y no estaba enfundado en unos vaqueros, que muchas veces engañan. Estaba enfundado en unos pantalones finitos y ajustados que dejaban ver claramente las formas perfectas de aquel soberbio par de nalgas.

Como un autómata, con los ojos fijos en las bamboleantes posaderas, lo siguió, embelesado. Miró la figura de la poseedora de tan bello atributo, y estaba a la altura. ¿Sería guapa? Tenía miedo de que no lo fuera, que aquel culito fuera lo único hermoso de la chica.

Ella cruzó la calle a prisa. Juan la siguió. Quería empaparse con la visión de aquella maravilla lo máximo posible.

Oyó la bocina. Oyó el frenazo. Y después, nada. Cero. Negrura.

+++++

Abrió los ojos lentamente. Solo veía un borrón verdoso. Intentó llevarse la mano derecha a los ojos, pero no pudo. La vista se le empezó a aclarar.

Estaba acostado. A su alrededor notó movimiento.

-¿Dónde… estoy?

Una mujer, vestida de blanco, se le acercó. ¿Sería un ángel? ¿Estaría en el cielo? No oía musiquilla de harpas.

-Está en un hospital. Tuvo un accidente.

-¿Accidente?

-Sí, resultó atropellado.

-Coño. ¿La voy a palmar?

-No sea pesimista, hombre. Tuvo mucha suerte.

Se incorporó un poco, lleno de dolor, y se miró. Parecía completo.

-¿Cómo estoy?

-Espere un momento. Llamaré al doctor.

Se quedó quieto, esperando. Temiendo lo peor, empezó a mover los dedos. Le dolió horrores, pero pudo mover los dedos de los pies, de ambos. La mano izquierda parecía bien. La derecha también le dolía.

“Uf, al menos parece que no estoy paralizado”.

Oyó pasos y apareció el médico.

-Buenos días, Señor… Gómez, ¿No?

-Juan Gómez, para servirle a Vd. y al rey.

-¿Al rey?

-Jeje, eso decía mi abuelo. ¿Cómo estoy, doctor? Sea franco.

-Está Vd. hecho polvo, la verdad.

-¡Doctor, coño! ¿No les enseñan don de gentes en la facultad?

-Jajaja. Que es broma. Bueno, tiene fracturadas ambas piernas, tibias y peroné kaput, y el brazo derecho. Alguna laceración sin importancia y un golpe en la cabeza, pero parece que no hay conmoción.

El chistoso médico sacó lo que parecía un bolígrafo, lo encendió y le miró las pupilas, diciéndole que lo siguiera con los ojos. Le hizo preguntas para comprobar que coordinaba bien.

-De esta escapó loco, Señor Gómez. La próxima vez mire antes de cruzar. Casi la mata.

Juan abrió los ojos como platos.

-¿A quién?

-A la viejita que lo atropelló. La tuvimos que traer también al hospital, con un ataque de ansiedad. Pobre mujer.

-¿Pobre mujer? Pero si casi me mata ella a mí.

-Según ella, Vd. se le metió delante. Cruzó sin mirar.

Juan empezó a recordar. Era cierto. Estaba tan ensimismado mirando aquel culito que ni se fijó.

-O sea, que de esta escapo, ¿No?

-Sí. Las fracturas fueron limpias y por su edad creo que soldarán bien, sin necesidad de fijaciones ni nada. Mientras estaba inconsciente ya lo hemos enyesado.

-Uf, menos mal.

-Bueno, no eche las campanas al vuelo tan rápido. Estará un temporadita aquí. Necesitará después algo de rehabilitación.

-¡Coño!

-Ahora voy a hacerle unas pruebas. Pero no se asuste.

-¿Me va a pinchar?

-Jaja, no hombre. Bueno, sí. Es una prueba de sensibilidad.

-¿Por si no siento las piernas?

-Sí – respondió el médico, serio.

-Puedo mover los deditos, doctor. Pero me duele.

-Eso es buena señal. Y el dolor es normal. Veamos

El médico pinchó en varias zonas de las plantas de los pies de Juan. Sintió todos y cada uno de los pinchazos. El doctor sonrió.

-Ya se lo dije. Escapó loco. No hay indicio alguno de lesión medular.

De repente se acordó de su madre.

-¡Coño, mi madre! ¿Lo sabe ya?

-Sí, avisamos a su familia. Está afuera, esperando. La dejaré pasar un momentito para tranquilizarla.

-Vale.

El doctor salió y volvió con la compungida madre. La acercó a Juan.

-Está bien, doña Matilde. Pero necesita descansar. Por la tarde lo subiremos a planta y podrá verlo todo lo que quiera.

La madre miró a su hijo, postrado en la cama, con las dos piernas y un brazo enyesados, la mejilla raspada y una venda en la cabeza. Daba penita verlo.

-Ay, Juanito. ¿Estás bien?

-Sí, mamá. Estoy bien. El doctor dice que me pondré bueno del todo.

-¿Pero cómo se te ocurre cruzar así la calle?

-Y yo que sé mamá – mintió – me despisté.

-La pobre señora no hace más que pedirme perdón. Pero todos dicen que no fue culpa suya.

-¿La señora? ¿La que me atropelló?

-Sí. Está fuera. Dice que no puede irse hasta que sepas que estás bien.

-¡Coño!

-Juan, no digas esas palabras.

-Mamá, que es un hospital, no una iglesia.

-Es igual.

-Ta’ bien. Dile a le señora que estoy bien. Ah, y que siento si le aboyé el coche.

El médico se rió. Aquel muchacho no había perdido el sentido del humor. Buena señal.

-Bueno, doña Matilde. Como ve está bien, pero necesita descansar. Por la tarde podrá verlo en la habitación.

-Gracias doctor. Es chico me va a matar a disgustos. Su padre tiene ganas de molerlo a palos por ser tan distraído.

-Bueno, dígale a su marido que espera a que se recupere para darle esos palos.

-¡Doctor! – protestó Juan.

-Sí, sí. Te los tienes ganados, por darnos estos sobresaltos – apostilló su madre.

El doctor, con delicadeza cogió del brazo a la nerviosa mujer y la llevó fuera de la U.V.I.

Juan sintió sueño. Debían de haberle dado algún calmante o relajante. Cerró los ojos y se durmió.

+++++

Despertó horas después. Abrió los ojos y se encontró con la familia en pleno. Su madre, su padre y su hermana pequeña, todos alrededor de él. Ya le habían subido a una habitación.

-Hola – saludó con la mano izquierda.

Su madre se acercó y le dio dos besos. Su hermana también le dio dos besos.

-¿Cómo estás? – le preguntó su padre.

-Bien. Un poco jodido, ya ves. Ahora es buen momento para molerme a palos. No puedo salir corriendo.

-¡Capullo! jajaja. Ganas tengo, no te creas.

Estuvieron hablando un rato. Entró una enfermera que le revisó la temperatura y comprobó el gotero.

-Esta noche me quedaré yo, tesoro – dijo su madre – mañana le toca a papá. Nos iremos turnando.

-No hace falta, de verdad. Estoy bien.

-¿Cómo te vas a quedar solo?

-Pero mamá. Solo son unos huesos rotos. De verdad que no hace falta que os quedéis. Seguro que dormiré toda la noche. Además, ese sofá parece muy incómodo. Y en la otra cama no te van a dejar dormir.

-¿Estás seguro?

-Que sí. Todos descansaremos mejor en nuestras camitas. Bueno, yo en esta, claro.

-Bueno. Pero me llamas con tu móvil si necesitas cualquier cosa, ¿Vale?

-Vale.

Sobre las ocho trajeron la cena. Una rica y apetitosa comida de hospital, bien sabrosa. Su madre intentó darle de comer, pero Juan insistió en hacerlo solo para demostrarles que podía valerse por sí mismo.

Con la ayuda de su brazo bueno levantó la cama – era de esas modernas con mando – y se acercó la bandeja. Los tres se quedaron mirando como comía.

-¿Está rico?

-Está asqueroso. No sabe a nada, pero tengo hambre.

-Mañana te traigo un tuper con comida de verdad.

-Espaguetis. Tráeme tus ricos espaguetis. – dijo, con los ojillos entornados

-Vale – respondió contenta su madre.

Después de la cena se quedaron un ratito más hablando, hasta que Juan los echó.

-Bueno, familia. Váyanse ya, que es tarde. Cenen y descansen.

-¿Estás seguro, tesoro? ¿No quieres que me quede contigo?

-Que no, mamá. Que estoy bien, de verdad. Pondré un poco la tele y me dormiré. Estoy cansado.

-Vale. Pero recuerda. Me llamas si quieres algo.

-Que síiiiii.

La madre de dio dos besos, su hermana un cuidadoso abrazo para no lastimarle y su padre su clásico levantamiento de cejas. Miró como salían de la habitación. Se quedó solo.

“Pero mira que eres…. Postrado en la cama por un culito.”, se dijo, riéndose de sí mismo. Estaba cansado, pero sin sueño, así que cogió el mando de la tele que su madre le había dejo a su alcance y le dio al botoncito. Pero la tele no se encendió.

-Coño. – dijo, apretando el maldito botoncito. – A ver si el cacharro este no tiene pilas.

Siguió apretando y nada. Así que pulsó el llamador y a los pocos minutos apareció una enfermera.

-¿Sí?

-Hola. El cacharro este no tiene pilas. ¿Tendría algunas por ahí?

La enfermera le miró, miró el mando que sostenía en la mano y miró hacia la tele. Se acercó al aparato, pulsó un botón.

-Pruebe ahora.

Juan pulsó y ‘mágicamente’ la televisión se encendió.

-Era que estaba apagada.

-Gracias.

-¿Cómo se encuentra? ¿Tiene dolores?

-Un poco.

Ella se acercó y comprobó los tubos, le tomó la temperatura y se subió un poco el calmante.

-Así que tú eres el que salió volando. Pobre mujer. Casi la matas del susto.

-Joder, parece que todo el mundo se ha enterado. Y encima les da más pena la jodía vieja que yo.

-Jajaja. Sí. Menos mal que Elena estaba cerca.

-¿Elena?

-Sí. Es una enfermera de este hospital. Ella fue la primera en llegar y llamó a la ambulancia.

-¿Para mí o para la vieja?

-Jajajaja. Para los dos. Tuviste suerte, muchacho.

-Ya.

-Bueno, todo parece bien. Para cualquier cosa, llamas. Dentro de un rato te toca la medicación.

Juan se quedó mirando como se iba la enfermera. Sobre los 50, regordeta y culona. Se puso a ver la tele y al poco, se durmió.

+++++

La luz lo despertó. Medio adormilado vio como una enfermera le revisaba el gotero y cambiaba uno de las bolsitas.

-Hola. ¿Cómo estás? – le preguntó ella.

Su voz era preciosa. Aterciopelada. Miró su cara. También era hermosa. Morena, de ojos negros, nariz afilada y labios gruesos. Sobre los 28 años.

-Bien. Me traspuse un poco.

-Dolor

-Nah, apenas.

Cuando ella se agachó un poco, los ojos de Juan se clavaron en sus tetas. Se adivinaba un buen par de tetas. Sobre la izquierda había un cartelito: Elena Gómez.

-Así que tú eres mi salvadora.

-Sí. Al principio creí que eres un súper héroe.

-¿Yo? ¿Por?

-Oí el frenazo, miré hacia atrás y te vi volando. Pero no te levantaste. Se ve que de superman, nada… Jajaja.

-Muy bonito, riéndote del enfermito.

-Ahora me río. Pero me di un buen susto, y…

-Sí, la vieja casi se muere. Ya lo sé.

-Jajajaja. Pobre María.

-Gracias, Elena.

-De nada hombre.

Ella se dio la vuelta para coger algo del carrito de las medicinas y los ojos de Juan se posaron en su culo. Elena llevaba su uniforme de enfermera. La camisa por fuera le tapaba medio culo, pero lo que quedaba a la vista era….

-¡Coño, no puede ser! ¡Eres tú! – exclamó Juan.

-¿Soy yo quien? `

-Joder.

-¿Qué pasa?

-No nada.

Juan no se atrevía a decírselo.

-Venga hombre. ¿Qué te pasa?

-Es que… No estoy seguro.

-¿Seguro de qué?

-De que seas tú.

-Juan, me tienes intrigada. ¿Que sea yo quién?

-La…la que me mandó aquí.

-Claro que fui yo. Yo llamé a la ambulancia.

-No, no ese eso

-¿Entonces?

-Primero déjame asegurarte. Date la vuelta.

-¿Qué?

-Que te des la vuelta. Es para…comprobar una cosa.

La chica, perpleja, se dio la vuelta, girando la cabeza para mirar al chico. Vio que él le miraba el culo.

-Uf, creo que sí, pero no lo veo todo. Levántate un poco la falda de la camisa.

-Oye, que me estás mirando el culo.

-Lo sé. Venga, por favor.

Aún sin saber de qué iba todo aquello, Elena se levantó la camisa. Los ojos de Juan se abrieron.

-No hay duda, eres tú. ¡Coño!

-Joder, Juan. ¿Yo qué? No entiendo nada – protestó Elena, bajándose la camisa y dándose la vuelta.

-Me da vergüenza decírtelo.

-Oye, si no me lo dices ya mismo, te quito el calmante.

-¿Me prometes que no se lo dirás a nadie?

-Te lo prometo.

-Es que… fuiste tú la que me distrajo esta mañana.

-¿Yooo? Pero si nunca te había visto.

-Ni yo a ti. Bueno, lo que vi fue tu…joder, Elena. Lo que vi fue tu precioso culito.

-¿Mi… culito?

-Sí. Caminabas delante de mí. Al verlo me quedé ensimismado, ¿o se dice enmimismado? Bueno. Te seguí… crucé…no miré y la maldita vieja pasaba por allí.

Elena se quedó sin habla. Miró a Juan con una ‘o’ dibujada en su preciosa boca. Y cuando asimiló lo que Juan le había contado, abrió los ojos, se llevó las manos a la boca y empezó a reírse a carcajada limpia.

-Jajajaja…no puede ser…jajajaja.

-No te rías, cabrona.

-Jajajaja, Juan….ay, dios….jajajaja mira que….

Se secaba las lágrimas de los ojos pero le salían más. No podía dejar de reír.

-Eso, eso, tú ríete. Tu culo me ha costado dos piernas y un brazo.

-Jajajaja. Sí, ahora échale la culpa a mi culo.

-Es que no sabes lo que tienes detrás.

-¿No? ¿Qué tengo? ¿Un arma de ‘distracción’ masiva? Jajajaja.

-JA. No. Tienes el culito más bonito que he visto en mi vida.

Elena se calmó un poco. No era la primera vez que le decían que tenía el culo bonito. Ya estaba acostumbrada a los piropos y hasta a los manoseos, pero era la primera vez que su culo mandaba a alguien al hospital. Secándose las últimas lágrimas, le dijo.

-Lo siento, Juan. Pero la próxima vez, con culo o sin culo, mira…

-Antes de cruzar – terminó la frase Juan – Lo sé. No se me va a olvidar en la vida.

Juan la miró. Sus ojos se encontraron. Él sonrió.

-Pero que buena estás, Elena.

-Jaja. Hecho una pena y tratando de ligar con la enfermera.

-Jeje, ya ves.

Juan notó que la polla se le empezaba a poner dura. Solo con la sábana y la batita que tenía, en poco tiempo se notaría.

-Bueno, Juan. Voy a seguir la ronda. Cualquier cosa, ya sabes. Dale al pulsador.

-¿Cualquier cosa?

-Jajajaja.

Antes de salir, ella giró la cabeza. Juan la miraba desde la cama. Le miraba el culo. Tirando del carrito con los medicamentos, entró en la siguiente habitación, la del simpático ancianito Don Gustavo.

-Buenas noches, Don Gustavo. ¿Qué tal hoy?

-Muy bien, m’jita. Aquí, vegetando.

-Ay, no sea así, hombre. Que dentro de poco le damos el alta y vuelve a casita.

-Ya.

El hombre la miró. A pesar de sus años, aún le gustaba mirar a una bella mujer. Y Elena lo era.

-¿Ya tienes novio, Elena?

-¿Se me está ofreciendo Vd.?

-Uy, ojalá pudiera. Pero ya no estoy para esos trotes. Tú necesitas un guapo mozo. Un joven fuerte y sano, no un viejo decrépito como yo.

-Calle, calle. No diga esas cosas.

-¿Pero ya tienes o no?

-Nadita Don Gustavo. Soltera y entera.

-Ay, dios. ¿Pero qué les pasa a los hombres de hoy en día? En mis tiempos una mujer como tú ya estaría casada y bien casada.

-Jajaja, y con una docena de chiquillos, ¿No?

-Por lo menos, sí. Jejeje. Hoy te veo contenta.

-Jajaja. Sí. Es que me acabo de reír un montón.

-¿Sí? ¿Por qué?

-Esto… nada, cosas. Bueno, ahora tómese la medicación y a dormir – le dijo, dándole un vaso con agua y un botecito con tres pastillas de distintos colores.

-Gracias m’jita. A ver si encuentras novio pronto.

-Ojalá. Buenas noches.

Cuando salió por la puerta, Elena sabía que el vejete le estaría mirando el culo. Una vez, hacía días, cuando el anciano había ingresado, con disimulo se atrevió a tocárselo. Ella le echó una fría mirada y nunca lo volvió a intentar.

En la siguiente habitación había una mujer. Al menos esa no le miraría el culo.

+++++

Juan miró como Elena se marchaba. Cuando salió, su polla ya estaba dura del todo. Metió la mano por dentro de la sábana y se la tocó.

-Uf, al menos tú resultaste ilesa – dijo.

La agarró y empezó a hacerse una paja, recordando el culo culpable de tenerlo allí. No se lo tenía en cuenta. El único culpable era él, por no “mirar antes de cruzar” (El mirar antes de cruzar lo escuchó con la voz de su madre).

Acostumbrado a tocarse con la mano derecha, el hacerlo con la izquierda era toda una novedad. Enseguida le cogió el tranquillo. Miraba hacia la puerta por si alguna enfermera entraba. Como hacía ya dos días desde su última paja, el gustito que sentía era grande. Sabía que la corrida iba a ser de campeonato. De repente, paró.

-¡Coño! Pero si no tengo papel.

Cuando se masturbaba en su cama se llevaba papel para recoger el fruto de su onanismo. Si lo hacía en el baño podía luego limpiar el semen de donde hubiese caído. Pero allí, postrado en la cama, sin poder moverse, no tenía con que limpiarse.

-¡Me cagon’todo! ¿Y ahora?

Podría llamar a una enfermera y decirle: “Por favor. Me estoy haciendo una paja y necesito papel para no dejar la cama perdida con mi leche. ¿Sería Vd. tan amable de traerme un poco?”

¿Y si se levantaba e iba al baño? Imposible. El médico le dijo que no podía apoyar las piernas en varias semanas. Estaba atrapado en esa cama.

-Joder, maldita sea.

Miró su teléfono móvil. “Mamá, tráeme un rollo de papel higiénico” ¿Para qué? Para cascármela, mami”. Vale, tesoro, ya voy.

No podía hacer nada. Solo soltarse la polla y tratar de dormir.

-Juanito, si tuviera las dos manos buenas, te daba de ostias. MIRA ANTES DE CRUZAR.

Se fue a dar la vuelta para dormirse, pero ni eso podía.

-Aggggg.

Bajó la cama, apagó la tele y al poco rato consiguió dormirse.

Elena, sobre las 4 de la madrugada pasó por su habitación. Juan dormía. Entró y verificó que todo estuviese bien. Miró al joven. Era simpático y bien parecido. Casi se echa a reír otra vez, pero se contuvo. Apagó la luz y salió de la habitación.

+++++

A las 8 de la mañana Juan se despertó. Una auxiliar le traía el desayuno. Leche con galletas. Se incorporó y empezó a comer.

Entonces se dio cuenta de que tenía ganas de hacer pis. Y no se podía mover de la cama.

-Joder.

La auxiliar volvió a los pocos minutos a recoger la bandeja.

-Esto…Srta. Estoy que me meo.

Ella le miró. Comprobó que no tenía movilidad, así que entró en el baño interior de la habitación y regresó con un cacharro. Una especie de botellita con la abertura ancha. Juan enseguida supo como se utilizaba. La chica se lo entregó y se quedó esperando.

-Uy. ¿Qué esperas?

-A que termine.

-Uf, pues contigo delante no me sale.

-Ay, hombres. Vale, espero fuera.

Salió de la habitación. Juan metió la botellita debajo de las sábanas, puso la punta de la polla dentro y empezó a orinar.

-Ahhhhh, que rico. Estaba llenito.

Cuando terminó, sacó la botellita. Estaba casi llena. Y estaba caliente.

-Ya está – gritó.

La chica entró y cogió la botella con las manos enguantadas. Se veía que estaba más que acostumbrada a esas lides. Juan oyó como tiraba los orines en el retrete y luego limpiaba la botella.

-Oye – le dijo Juan – Será mejor que me dejes el orinalito por aquí a mano.

Ella se lo dio y él lo puso en la bandeja en el suelo, a su izquierda. Así, cuando tuviese otra vez ganas, no tendría que esperar a que le trajeran el dichoso envase.

La chica se marchó y al poco vino una enfermera a visitarlo. Revisó los líquidos, comprobó las vías y se marchó. Juan le miró el culo.

-Bah, el de Elena le da mil vueltas.

Sobre las nueve de la mañana apareció su madre.

-Hola tesoro.

-Hola mamá.

-¿Estás bien? ¿Descansaste?

-Sí, dormí como un bendito.

-Me sentí muy mal anoche. Debí haberme quedado.

-Mamá, que no hace falta. ¿No ves que estoy bien? Lo único que me pasa es que no puedo moverme. De resto, todo Ok. Las enfermeras se encargan de mí.

-Vale. ¿Necesitas algo?

-Me vendrían bien algunas revistas para leer algo.

-Después te traigo algunas.

Se acercó a él y le susurró, en secreto:

-Te traje los espaguetis.

-Ummmmm, que rico.

-Espero que no pongan pegas las enfermeras.

-No creo. La barriga la tengo bien. Lo jodido son las piernas y el brazo.

-Creo que aguantarán calentitos hasta la hora de comer. Los traje en un termo.

-Eres la mejor, mami.

Estuvieron un rato charlando hasta que sobre las 10 vino el médico a hacerle una visita. Le preguntó que cómo estaba y revisó los partes de las enfermeras.

-Todo parece que va bien, Juan.

-¿Cuándo podré irme a casa, doctor?

-Bien. No podrás caminar por lo menos en un mes y medio. Me refiero a ponerte en pie. Dos meses y pico de escayola antes de fundar los pies en el suelo. Tendrás que estar tumbado.

-¿Y no podía estar tumbado en mi casa?

-Las dos primeras semanas no. Tenemos que vigilarte por si surgiera algo imprevisto. Después creo que sí, que podrás irte a casa, si cumples estrictamente lo que te digamos.

-Lo cumplirá doctor, yo me encargo – dijo la madre.

-Dos semanas. ¡Uf!

-Venga hombre. Tómatelo como unas vacaciones. Hotel de lujo, comida exquisita, televisión por cable… Solo te falta la piscina.

-¡JA! ¿También tienen discoteca?

-Jajajaja. Así me gusta, que no pierdas el sentido del humor. Bueno, mañana paso otra vez. Chao.

-Chao Doc.

Se quedó charlando con su madre y viendo a Ana Rosa en la tele.

Sobre la una de la tarde empezaron a traer el almuerzo. Levantó la cama y se dispuso a comer. La auxiliar le puso la bandeja delante, con la comida tapada. La destapó y casi llora.

-Oiga, señorita. Me felicita Vd. al chef. Esta comida tiene una pinta apetitosa.

-Uy, mira el señorito. Haber mirado antes de cruzar – respondió con desparpajo la chica ante la insolencia de Juan.

-¡Joder! ¿Es que salí en las noticias o qué?

-No hombre. Pero eres muy famoso en la planta. El Superman estrellao, te llaman.

-Aggg, seguro que es cosa de Elena

-Jajaja, sí.

La chica se fue y la madre sacó, como si se tratara de un kilo de cocaína, un termo de su bolso. Se acercó a la bandeja, apartó a un lado lo que parecía un trozo de pechuga de pollo y echó los espaguetis.

-¿Quién es Elena? – le preguntó.

-La enfermera que me auxilió ayer. La que llamó a la ambulancia.

-A sí, la conocí. Parece simpática.

-Sí, y muy graciosa. Superman estrellao.

-Jajaja, sí, me dijo que saliste volando.

Juan se comió los ricos espaguetis maternos con gula. También el zumo y el yogur.

-Gracias mami.

-De nada tesoro.

-Veta ya a casa a comer. Debes de estar cansada. No hace falta que estés tanto tiempo aquí.

-No me importa. Esta tarde vendrá tu padre un ratito. Te traerá algunas revistas.

-Perfecto. Bueno, ya. A comer.

La mujer le dio un par de besos en la frente y se marchó. A Juan el entraron ganas de hacer pis, así que alargó la mano y cogió el botecito. Lo llenó con su agüita amarilla y después pulsó el llamador.

-¿Sí? – dijo un enfermero desde la puerta.

-Un regalito – dijo Juan levantando el bote.

Mientras oía como el enfermero tiraba la orina, se preguntó cómo se las arreglaría cuando tuviera aguas mayores.

El resto de la tarde fue tranquila. Durmió hasta que llegó su padre y estuvo de charla con él. Después de la cena lo mandó para casa y se puso a ver la tele, hasta que sobre las 10 de la noche una enfermera entró para cambiarle el gotero y darle unas pastillas.

-¿A qué hora entra Elena?

-A las 12. Tiene el turno de noche.

-Okis.

Cuando se quedó solo se puso a pensar en Elena. En lo buenorra que estaba. En la maravilla de culo que tenía. Se empezó a poner cachondo. Sintió como la polla empezó a levantarse, así que metió la mano izquierda debajo de las sábanas y se la agarró.

-Tranquila, fiera. No te me desboques.

Pero empezó una lenta paja, con la polla ya dura del todo. Se imaginaba a Elena desnuda, dándole la espalda, meneándole el culito con los ojos entornados y poniendo morritos con los labios. Notó que la punta de la polla babeaba.

-Ummm, que rico. Que gustito más rico.

Con los ojos cerrados se imaginaba comiéndose a Elena de arriba a abajo. Sobre todo el culo. Le daba mordiscos y lametones. Ella reía, contenta.

-Agggg, joder…estoy a puntito…. ¡Mierda!

Paró en seco. Se había olvidado del papel. Se lo iba a pedir a su padre, pero se olvidó.

-Eres tonto, Juanito.

Miró la hora en su móvil. Las 23:55.

-Y ahora Elena vendrá y me verá con la polla dura. Pero es por su culpa. EA!

Levantó la cama hasta quedarse medio incorporado y esperó. Sacó la mano de debajo de las sábanas y la puso sobre el bulto de la polla, tapándola. Poco a poco se fue calmando y desinflando.

Sobre las 12 y 10 ella entró.

-Buenas noches. ¿Cómo está el enfermito?

-El Superman estrellao, querrás decir.

-Jajajaja. ¿Te llaman así?

-Tú sabrás, que me pusiste el dichoso nombrecito.

-¿Qué tal el día…Superman?

-Uy, no he parao. Una juerga continúa.

-Seguro. Tienes toda la pinta de haberte pasado el día bailando.

-Capulla.

-Jajajaja. No te enfades, hombre.

Cuando ella se puso a revisar los tubos y el gotero le dio la espalda. Ante los ojos de Juan quedó el bello culo de la chica, que al levantar las manos para cambiar uno de los envases de suero hizo que la camisa se levantara un poco, ofreciendo una visión casi completa del trasero. La polla de Juan solo pudo hacer una cosa. Ponerse firme.

-Vaya culazo que tienes, Elena. Estás de toma pan y moja, ¿Sabes?

-Jaja. Gracias

-Lo que daría yo por darle un mordisquito.

-Oye, no sigas así. Que te vas a poner… malito.

-No puedo. Ya lo estoy.

Elena se giró y sus ojos fueron directamente hacia la entrepierna de Juan. Él se tapaba con la mano. Después le miró a la cara. Él sonreía como un bobo.

-¿Ves? Jajaja.

-Tú ríete, pero la tengo así por tu culpa.

-¿Y yo qué he hecho?

-Estar requetebuena.

-Pues a ver cómo te las apañas ahora.

-Anoche cuando te fuiste también me la pusiste dura.

-Uy. ¿Y?

-¿Cómo y? Pues ‘y’ nada. No pude hacer nada.

-¿Dolor?

-Sí, dolor. Pero de huevos.

-Jajajajaja. Pobrecito.

-Estoy aquí, postrado en la cama, sin poder moverme. No pude ni conseguir un poco de papel, ya sabes, para no ponerlo todo perdido.

Elena no pudo evitar troncharse de risa y se le volvieron a salir las lágrimas. Juan probó suerte.

-Ya que todo esto es por culpa tuya… podrías, no sé. Echarme una… manita.

-Jajajaja. ¿Una manita?

-Sí, una…manita – dijo Juan, quitando la suya de sobre su polla para que Elene viera como estaba.

Ella miró el más que evidente bulto que se formaba en la sábana. Aquel chico tan simpático tenía la polla bien tiesa.

-Tienes razón. Es culpa mía. Por mi lindo culito estás aquí. Lo menos que puedo hacer es… echarte una manita.

-¿Sí? ¿En serio? – respondió Juan, supe contento.

-Sí.

Elena se metió la mano en un bolsillo y sacó un paquete de pañuelos de papel. Se lo tiró sobre el pecho.

-Ahí tienes. Que disfrutes. Chaooooooo – dijo dándose la vuelta y saliendo hacia la puerta.

-Cabrona.

-Jajajaja.

Ella se paró justo en la puerta y miró hacia Juan. Se levantó la falda de la camisa, echó el culo hacia atrás y lo meneó sensualmente.

-Mira, para que te inspires.

-Ja’putaaaaaa

Riendo con ganas, Elena terminó de irse. Juan aún oyó sus risas unos segundos más.

-¡Qué cabrona, la tía! – dijo, sonriendo y cogiendo los pañuelos. -¡Pero qué buena está! Y encima, lo sabe.

Se agarró la polla y en menos de dos minutos estalló en un intenso orgasmo. Sintió un poco de dolor en las zonas de las fracturas cuando todo su cuerpo se tensó, pero el placer fue mucho más. Había cogido tres pañuelos, pero se le hicieron pocos para recoger la gran cantidad de leche que su polla soltó. Usó dos más e hizo una pelota con ellos

-¿Y ahora? – dijo, mirando a ver si había alguna papelera por allí.

Pero no había nada, así que dejó el papel en la segunda bandeja de la mesita que tenía al lado. Por fin relajadito, se durmió enseguida.

+++++

Elena terminó su primera ronda por las habitaciones. Después se fue a tomar un cafelito al office. Allí había más compañeros y se pusieron a hablar.

-¿Por qué sonríes, Elena? – le preguntó un celador.

-¿Eh? Ah, nada, nada. Cosas mías.

No se dio cuenta de que estaba sonriendo. Se estaba acordando de la cara que puso Juan cuando le meneó el culo. Quizás fue un poco mala con él. Lo dejó allí cachondo perdido. Era un chico simpático. ¿Se la habría meneado? El pobre, allí casi inmovilizado, por mirarle el culo.

-Jajaja.

-¿Pero Elena? ¿Nos cuentas el chiste? – dijo una enfermera.

-Nada, nada un paciente un poco loco.

-¿Quién?

-Don…Gustavo – mintió. – Tiene cada ocurrencia.

Después del café decidió ir a ver como estaba Juan. Se asomó por la puerta y lo vio dormido. Entró a revisarlo todo, pero sin encender la luz para no despertarlo. Parecía un angelito, con cara de niño bueno. Sus ojos, sin darse cuenta, se posaron sobre su entrepierna. Parecía ‘relajado’.

Chequeó los goteros y los tubos. Se dio la vuelta para disminuir un poco el calmante y notó que le tocaban el culo. Se quedó quieta.

-Vaya culo que tienes, Elena – dijo Juan.

Elena se giró la cabeza para mirarle. Juan no le soltó el culo y se lo sobó con mimo.

-Ummm, que durito es. Deberían hacerle un monumento.

-¿Tú crees?

-Sí. Lo creo

Elena se dio la vuelta y se acercó a la cama. Juan no le soltó el culo ni un segundo. Siguió acariciándoselo.

-Te vas a poner malito otra vez.

-Ya lo estoy.

Elena comprobó que ya lucia un buen bulto. La mano que recorría con mimo su culito le gustaba. Hacía bastantes meses que había roto con su novio y desde entonces no había estado con nadie. Pero Juan era un paciente. No era correcto.

-Creo que vas a necesitar más papel. ¿O no lo utilizaste antes?

-Sí, lo usé. Oye, ¿Lo tiras por mí? No hay papelera y no querría que mañana la chica que limpia lo viera.

-Jajaja. ¿Dónde lo pusiste?

-Ahí – dijo, señalando con la mirada.

En la penumbra Elena vio la bola de papel. Aún sin guantes, la cogió. Estaba fría, y era pesada.

-Vaya, ibas bien cargadito.

-Uf, ya lo creo. Llevaba días es dique seco.

-Espera que lo tiro.

Elena entró al baño con la bola de papel y semen. Había sido una buena corrida, desde luego. Lo lanzó al wáter y tiró de la cadena. Cuando regresó a la habitación, vio como Juan había metido la mano bajo las sábanas y se estaba meneando la polla.

-Eres un descarado.

-Es por tu culpa. Me pones como una moto.

Elena sintió un cosquilleo por su zona baja.

-Elena…

-Dime

-Házmelo tú.

-Ja. Estás loco.

-Venga, mujer. Que al fin y al cabo estoy aquí por ti.

-Por mi culito.

-Sí. Por tu culito. Hazme una pajita, Elena. Para compensarme.

-Que no. Eres un paciente.

-Un paciente con la polla dura como una piedra. El Juramento Hipócrita ese te obliga a cuidar del enfermo.

-Jajajaja. Hipocrático, no hipócrita.

-Como sea. Solo una pajita, sencillita.

-Jajaja. ¿Sencillita?

-Si, ya sabes. Tu mano, mi polla… subir, bajar…

Los pezones se le estaban poniendo duros, y el cosquilleo en sus bajos aumentó. ¿Y si lo hacía? Juan era simpático, y aunque se riera, en el fondo se sentía un poco culpable por él.

A esas horas el hospital era muy tranquilo, sin apenas gente por los pasillos.

Juan vio que ella dudaba. Si insistía quizás lo conseguiría.

-Plis, plis… que ya no puedo más. Tu manita seguro que me sana. Sana, sana, culito de rana.

-¿Tengo el culito de rana?

-No, tienes el culazo más lindo del mundo.

-¿Me prometes una cosa?

-Lo que sea.

-Que solo será una vez. Por…compensarte.

-Te lo prometo. Te lo juro por Snoopy.

El corazón de Juan empezó a latir cuando vio como Elena se acercó a la puerta y la cerró. Encendió la luz pequeña que estaba sobre el cabecero de la cama. Se acercó y corrió la cortina que separaba las dos camas. Si alguien entraba, no los vería.

-Así que mi Superman Estrellao quiere una paja sencilla.

-Sí, una sencilla paja con tu mano será una maravillosa paja.

Elena se pegó a la cama. Miró hacia la entrepierna. Juan aún tenía la polla agarrada bajo la sábana. Elena, despacito, metió su mano derecha por debajo de la sabana y la llevó hasta la mano de Juan. Él soltó la polla y ella la agarró.

-¡Uf, cómo estás!

-Caliente como una moto.

Elena tenía en la mano una caliente y dura polla. La abarcó con los dedos y notó que era una buena polla. Movió la mano arriba y abajo. Gruesa y larga.

El coño lo tenía ya empapado.

-¿Así? – le preguntó.

-Ummmm, sí…así…que rico, Elena. Gracias.

Las sábanas le molestaban. Además, Juan quería ver como la mano de Elene subía y bajaba a lo largo de su polla, así que tiró de la sábana y apartó la fina bata que llevaba.

-Wow. Linda polla, sí señor.

-¿Es linda mi polla?

-Jajaja. Bueno, todo lo linda que una cosa larga y venosa puede ser.

Juan llevó so mano otra vez hasta el culo de Elena y ahora se lo sobó a conciencia.

-Vaya culo que tienes, Elena. Espero que tu novio te lo trate como se merece.

-No tengo novio.

-¡No me digas que este culito pasa hambre!

-Jaja, sí.

-Pero eso no puede ser.

La paja era lenta. A Elena le encantaba la sensación que la dura polla le producía en la mano. Le gustaba mirarla. Cuando la mano bajaba dejaba al descubierto la morada cabezota de la polla. Vio que tenía brillante líquido pre seminal.

-Estás muy cachondo, Juan.

-Ummmmmm, no tardaré en correrme.

Ella aceleró el ritmo de la mano. Quería ver como aquella polla se corría. No pudo evitar estremecerse cuando Juan recorrió con los dedos la rajita de su culo, apretando.

-Daría mi mano derecha por besar este culo, Elena.

-Jajaja, ahora que no vale para nada, ¿No?

-Y la izquierda por…

-¿Por?

-¿Tú qué crees?

-No sé. ¿Por… darle un mordisquito?

-Aggg, no… por…follártelo.

-¿Sólo una mano por follarte mi lindo culito? ¿En tan poquito lo valoras?

-¿Qué quieres? Dime lo que quieras por poder clavarte mi polla en el culito y…te….lo….daréeeeeeeee

Elena notó el espasmo de la polla en su mano. Notó la presión repentina y vio un poderoso chorro de leche salir disparado, alcanzando más de 20 centímetros en el aire antes de caer. Otro espasmo y otro inmenso chorro salió. Maravillada, siguió moviendo su mano, ordeñando la polla. Juan estaba con todo el cuerpo tenso, las mandíbulas apretadas. Los dedos de la mano buena aferrados a su culo, apretando. Los de la mala, en tensión. Los últimos chorros de leche, ya sin fuerza, bajaban por la polla, sobre sus dedos. No dejó de mover la mano. Cuando dejó de sentir los espasmos, apretó desde la base de la polla hacia arriba y sacó un último chorrito.

-Joder, Juan. Vaya corrida. Y eso con una paja… sencillita.

-Ummm, ya te dije que una paja sencillita con tu mano sería una paja estupenda.

Elena no soltó la polla. Siguió subiendo y bajando, suavemente, esparciendo el semen. Juan no soltó el culo.

-Bueno, pues ya estamos en paz.

-Sí. Gracias. Ha sido estupendo.

Elena miró. Había caído leche en la batita y algo en la sábana.

-Voy a limpiarte. Un segundo.

Fue al baño y regresó con papel higiénico. Empezó a limpiar a Juan. Le llegó el olor del semen. Sintió más cosquillitas en su coño. Limpió la polla, que había perdido parte de su dureza.

-¿Te ha gustado la paja sencilla?

-Wow. Ha sido la mejor paja que me han hecho.

-¿Te han hecho muchas?

-Jeje, alguna que otra. Pero como la tuya ninguna.

-Eso se lo dirás a todas.

-Pues recuerda tu promesa.

-Sí.

-Bueno, me voy. Que descanses.

Juan le apretó el culo.

-¿Me lo enseñas?

-No. A dormir

-Vaaaaale.

Lo tapó y salió de la habitación. Desde la puerta, lo miró. Y como la vez anterior, se subió la camisa y le meneó el culito. Él no apartó los ojos de su trasero.

Elena fue directa al baño de las enfermeras. Se encerró, se bajó los pantalones, se metió la mano por dentro de las bragas y se frotó el coñito hasta correrse con intensidad, mordiéndose la mano izquierda para no gritar. Aquel cabrito la había puesto muy cachonda. Desde siempre le había encantado hacerle pajas a sus parejas. Lo que más le gustaba era ver como las pollas se corrían gracias a sus caricias. Y la de Juan había resultado ser una preciosa polla.

+++++

Al día siguiente, por la mañana, una auxiliar entró en la habitación.

-Buenos días. Hoy toca baño – le dijo a Juan

-¡Coño! ¿Tengo que hacerme unos largos en una piscina? Seguro que es olímpica.

-Nop. Aquí pone – dijo la chica mirando un papel – que por ahora el lavado en cama.

-Jajaja. ¿Me vas a lavar tú? ¿Cómo a un bebé?

-Sí. Si lo prefieres, puedo buscar a un compañero. Si te sientes cohibido porque una chica te vea la pilila…

-Para nada. Pero no quisiera… escandalizarte.

-Uy, menos lobos, caperucita. Que veo pililas todos los días, majo.

La chica no era especialmente atractiva, pero era una chica y él un hombre. Pero gracias a lo de la noche anterior, no hubo problemas con el baño. La chica le pasó una esponja por todo el cuerpo (menos por las partes escayoladas, claro), frotando especialmente en los sobacos y en las ingles. Incluso, muy profesionalmente, le apartó el pene (pene=polla en estado fláccido) para lavarle bien la zona.

-Listo, como nuevo… Superman

-JA, JA.

Al poco llegó su madre. Le dijo que para comer le había traído un termo con carne en salsa. Se pasaron la mañana de cháchara.

La visita del doctor fue breve.

-En un par de día retiraremos los calmantes. Dejaremos la vía puesta unos días más.

-A sus órdenes, doctor. Vd. manda. -dijo Juan saludándolo al estilo militar.

Por la tarde otra visita de su padre, que vino acompañado de su hermanita. Le encantó verla.

Después de la cena se quedó solo. Deseando que dieran las 12 para que Elena apareciera.

A las 12:10, puntual como un reloj, entró por la puerta.

-¿Cómo está mi Superman hoy?

-Encantado de verte, guapa.

Entró, revisó todo, dándole la espalda a Juan, que rápidamente llevó su mano al culo de la chica.

-Ey -protestó ella, dándole un manotazo en la mano – Lo prometiste.

-Yo sí. Pero ella no.

-¿Qué ella?

Juan tiró de la sábana y se destapó. Ante la mirada de Elena apareció la polla, bien dura, tiesa, dando saltitos sola.

-Ella.

-Uf, Juanito. ¿Ya estás así?

-Llevo toda la tarde así. Esperándote.

Elena miraba fijamente la polla, notando como los pezones se le ponían duros y como su coño se mojaba. Cuando reaccionó, la tenía agarrada con la mano y la pajeaba lentamente.

-Agggg. ¿Mejor cierra la puerta, no?

-Sí, no vayamos a dar un espectáculo.

Los ojos de Juan siguieron el menar del precioso culito. Ella cerró la puerta, puso la cortina y se acomodó a su lado, por la parte izquierda de la cama. Agarró otra vez la polla y recomenzó la paja. Juan no tardó en cogerle el culo y sobárselo a placer.

-Cómo me gusta tu culo, Elena. Me tiene loquito.

-Ya lo veo. Tienes la polla como una roca.

-Aggggg, sí…es por ti. Por favor… enséñamelo, un poquito, solo un poquito.

-Eres incorregible.

-Venga…va. – dijo Juan moviendo las pestañas con rapidez.

-Solo un poquito.

-Vaaale.

Elena le soltó la polla, se dio la vuelta y se desató el cordón que hacía de cinturón. Lentamente, se bajó los pantalones hasta medio muslo y se levantó la blusa. Giró la cabeza.

-¿Qué? ¿Contento?

-Madre del amor hermoso. ¿Es real?

-Jajaja. Creo que sí.

Juan tenía delante el culo perfecto. El CULO, con mayúsculas. La madre de todos los culos. Elena incluso lo echó un poco hacia atrás y lo meneó hacia los lados. Juan alargó su temblorosa mano hasta tocar aquellas poderosas nalgas. Las braguitas era chiquitas.

-Ey, dijimos ver, no tocar – protestó Elena, pero sin moverse.

-Qué maravilla. Qué hermosura – decía Juan pasando las manos por las dos nalgas.

Empezó a tirar de las bragas, bajándolas. Elena no decía nada. Se dejaba. Notó como las bragas se deslizaban por sus muslos hasta llegar a los pantalones.

-Ummmm, Elena… Creo que me he enamorado de tu culo.

-Jajaja.

Envalentonado, Juan le pasó un dedo a lo largo de la hendidura que separaba las dos hermosas masas de carne. La oyó gemir. Bajó un poco más y su dedo llegó al coñito de la chica. Lo encontró caliente y empapado.

-Estás cachonda, Elena.

-Agggg, un poquito.

Con el dedo corazón empezó a masturbarla. El pulgar lo introdujo desde arriba y buscó la pequeña puerta trasera. La encontró y la acarició con la yema del dedo.

-Ummm Juan, que rico.

-¿Te gusta?

-Me encanta.

Apretó el dedo. Y lo fue metiendo poco a poco en el culito de Elena.

-Aggggggggggg, dios…Juan…

Instintivamente Juan trató de agarrarse la polla con la mano derecha, pero no pudo.

-Mierda.

-¿Qué pasa?

-No, nada. Que no puedo ni tocarme

Le metió todo el pulgar dentro. Elena meneó el culo, buscando aquel dedo, sintiendo también los otros dedos en la raja de su coño. Juan empezó a follarla con aquel dedo.

-¿Te gusta verdad? ¿Te gusta que te follen el culito?

-Ummmm, ¿Tú qué crees? Me vuelve loquita.

De más joven, lo primero que le desvirgaron fue el culo. Era lo que más atraía a los hombres de su cuerpo. Todas sus parejas, menos una, le habían follado el culito a placer. La mayoría de las veces no tenía que ni tocarse para alcanzar un fabuloso orgasmo cuando se lo follaban por detrás.

-Elena, tengo que follarte este culito. Tengo que darte por el culo o me volveré loco.

-Aggggg… no puedes…estás malito…cuando…te recuperes me…clavarás….tu…. polla….en mi…culitooooooo

Elena estalló en un fuerte orgasmo, sintiendo como Juan la follaba con el dedo gordo y la masturbaba con los demás. Esos dedos se los dejó llenos de jugos.

-Cabrito, me has hecho correr.

-Sí.

-Estamos locos. Nos pueden pillar.

-Sí, loquito por ti, me tienes

Ella se movió un poco hacia adelante y se liberó de la mano. Se subió las bragas, el pantalón y se lo anudó.

Se dio la vuelta y miró la polla. Juan estaba tan cachondo que de la punta salía un hilito de líquido pre seminal que colgaba hasta su barriga. Juan, mirándola a los ojos, se llevó los dedos mojados a la nariz. Los olió.

-Ummm que rico huele tu coño.

Elena lo miró mordiéndose el labio inferior. Vio como él se los metía en la boca y los chupaba.

-Ummm, y sabe aún mejor.

-Me vas a poner cachonda otra vez. Tengo que irme

-¿Queeeeeeeeeeee? ¿Y me vas a dejar así? – protestó Juan, señalando con la mano buena hacia su polla

-Sí. Justo así.

Intentó parecer seria, pero la carita que puso Juan la obligó a reírse a carcajada limpia.

-Jajajaja. No hombre. ¿Quieres una paja sencillita?

-¿Sabes hacer de otras clases?

-Juan, sé hacer muchas cosas. A ver si te gusta esto.

Le cogió la polla por la base, la puso derecha, se agachó y se la metió en la boca.

-Dios…mío….Elena…

Durante los siguientes minutos Juan recibió la que sin duda fue la mejor mamada de su vida. Cogió el pulsador para levantar la parte superior de la cama. Quería tener la mejor visión posible de la sensual mamada que Elena le estaba haciendo.

Miró como su polla desaparecía una y otra vez en la cálida boca de la chica. Miró sus eróticos labios apretarse alrededor de su gruesa barra. Sintió la lengua serpentear por toda su verga. Hasta los dientes le dieron placer con suaves mordiscos en el tronco venoso.

Quiso en un momento dado ponerla la mano en la cabeza y acariciarla, pero eso le impedía la visión y desistió.

Ella le miraba a los ojos de vez en cuando. Se sacó la polla de la boca, dejándola brillante y la pajeó con la mano.

-¿Qué? ¿Sigo o prefieres una paja sencilla?

-Sigue por dios. Sigueeee.

Elena le sonrió. Abrió su boca y lentamente, sin dejar de mirarle a los ojos, bajó la cabeza hasta tragarse más de medio polla.

-Elena…eres…maravillosa. ¿Te quieres casar conmigo?

Con la boca llena de polla, Elena se rió. Siguió chupando aquella rica barra. Le encantaba sentir la boca así, bien llena, y también como la miraba él. El coño le ardía otra vez. Tendría que ir al baño a limpiarse.

-Aggg…Elena…

-¿Ummm?

-Me voy a correr en tu boca.

-Ujumm…

-Y te vas a tragar toda mi lechita, ¿Verdad?

-Ujumm…

A los 10 segundos, los ojos de Juan se entrecerraron. Su cuerpo se empezó a poner tenso. Elena notó en la boca como la polla se ponía más dura. Supo que Juan se iba a correr

.Agggg, dios……

No pudo decir nada más. El aire dejó de pasar por su garganta. El placer más intenso de toda su vida se concentró en la base de su polla y explotó. Un enorme chorro caliente y espeso se estrelló contra el paladar de Elena. Un segundo se sumó al primero, igual de poderoso. El tercero le llenó la boca y Juan oyó como Elena tragó.

La polla siguió corriéndose. Tres nuevos chorros volvieron a llenar la boca de la chica, que tragó una vez más. El resto de la leche la retuvo en la boca. El pecho de Juan volvió a moverse.

-Elena…vaya…mamada…Creí que me ibas a sorber el cerebro por la polla.

Ella chupó un poco más, se bebió el semen que le quedaba en la boca y levantó la cabeza.

-Wow, Juan. Nunca había tragado tanta leche.

-Y yo nunca había echado tanta, te lo aseguro. Creo que he bajao de peso, y todo.

-Jajaja.

Le encantaba aquel muchacho. Era simpático, guapo y con una buena polla. Sin darse cuenta, se acercó a su boca y le dio un rápido beso en los labios. Los dos se quedaron un poco sorprendidos.

-Bueno, Superman. Ahora sí que me voy. Hay más pacientes que atender.

-Espero que no los atiendas como a mí.

-Jajaja. No. Uy, quizás a Don Gustavo le gustaría.

-¿Don Gustavo? ¿Quién es ese Gustavo?

-¿Celoso?

-Puede.

-Jajaja. Don Gustavo está en la habitación de al lado. Tiene casi 80 años.

-Uy, esos viejos verdes son los peores.

-Pues Don Gustavo también me mira el culo. Y una vez hasta me lo tocó.

-¿Ves? ¿Ves?

-Jajaja. Venga, a dormir.

Elena arregló la habitación y salió. Desde la puerta miró a Juan. Le sonrió. Él le devolvió la sonrisa. Ella apagó la luz.

Juan se quedó mirando hacia el techo.

-¡Vaya chica! ¡Vaya jembra!

Elena fue directa a su taquilla. Cogió unas bragas de repuesto y se metió en el baño para cambiárselas. Las tenía empapadas. Se secó el shirri con papel, se puso las bragas limpias y continuó su ronda.

“Debo de estar completamente loca. Como nos pillen la cago”

Juan, relajado en su cama, se durmió.

+++++

Sobre las seis de la mañana Elena se asomó a la puerta de la habitación de Juan. Él dormía. Entró, sigilosa, a comprobar que todo estuviera bien. Cambió una de las botellas de suero.

Se quedó mirando a Juan, que dormía plácidamente. Miró hacia su polla, pero estaba en descanso, como él. El que no descansaba era su coño. Le palpitaba entre las piernas.

Cómo le gustaría sentir la polla de Juan bien enterrada dentro de ella. Pero el pobre estaba hecho polvo. Necesitaba reposo por lo menos una semana antes de poder hacer ningún esfuerzo. Si no corría riesgo de que las fracturas se abriesen y se agravase su situación.

Juan abrió los ojos, lentamente. Lo primero que vio, medio borroso, fue una mancha blanca. Sabía lo que era. Alargó la mano y la tocó.

-Ummm, qué culito tienes, Elena

-No soy Elena – dijo ella, cambiando la voz.

-¡Coño! Perdona.

Juan retiró la mano, pensando que aquella enfermera le iba a dar un bofetón por tocarle el culo. La vista se le aclaró y vio a Elena tapándose la boca para no reírse.

-Ah, pero si eres tú – dijo, volviendo a agarrarle el culo.

-¿Qué haces despierto?

-Meterte mano.

Elena le acercó el culo para que pudiese sobarla bien. La polla empezó a levantar la sábana.

-Enséñame las tetas. Tienen que ser preciosas.

-Mira el señorito. Ordeno y mando. ¿Así que quieres verme las tetas?

-Sí sí si.

Elena se dio la vuelta y empezó, sensualmente, a desabrocharse los botones de la camisa. Juan miraba, sintiendo como su polla palpitaba. Los ojos de ella iban de los suyos a su polla. Cuando terminó, abrió la camisa. Debajo llevaba una camiseta celeste, ajustada, pegada a su cuerpo. En ella se marcaban claramente los dos pezones

-Ummm, Elena, vaya par de tetas- dijo Juan alargando la mano y acariciándoselas. – Más, más.

Elena se levantó la camiseta, mostrándole sus dos bellas tetas atrapadas en un lindo sujetador. Juan no pudo resistirse a llevar su mano a una de ellas y apretarla, sobarla. Notó en la palma el duro pezón.

-Lo que daría por follarte las tetas, Elenita.

-Jajaja, como sigas dando partes de tu cuerpo por follarme cosas te quedarás en nada.

-Quítate el sujetador. Quiero verlas en todo su esplendor.

-Estás loco.

-Loco por ti.

-¿Sabes en el lío en que me puedo meter si nos pillan?

-Plis, plis.

Elena se llevó las mano a la espala y se soltó el cierre del sujetador. Era de esos sin tirantes y se lo quitó. Los ojos de Juan se abrieron.

-Joder Elena. No sé con qué quedarme, si con tu culo o con tus tetas.

-Oye, que no soy un lego. Voy de una pieza.

-Pues me quedo con todo. ¿No me las presentas como es debido?

-¿Eh?

-Yo soy un caballero. Cuando me presentan a alguien, si es hombre, le estrecho la mano. Si es mujer, le doy dos besos.

-Ah… jaja

Se agachó sobre él y le acercó las tetas a la boca. Se las restregó por la cara mientras Juan las besaba y las chupaba. Elena se estremeció cuando Juan atrapó uno de sus pezones con los labios y lo chupó. Sin quitarle las tetas de la boca, con su mano izquierda buscó la polla bajo las sábanas. La agarró y empezó una placentera paja. Juan llevó la suya al culo de Elena y lo acarició. La mano derecha instintivamente quiso ir hacia las tetas.

-Jodef…nefefito máf manof – dijo Juan con la boca llena de teta.

Elena se incorporó, quitándole a Juan las golosinas de la boca. Por supuesto, él protestó.

-Ey, nene quere teta. Nene quere teta.

-Jajaja. Al nene le va a encantar esto.

Elena, con la mano libre, pues no había soltado la dura polla, cogió el mando de la cama y empezó a subirla. Juan se quedó mirando como lentamente subía y subía. Ella llevó hasta el máximo que daba. La base de la cama quedó a la altura de las caderas de ella. Gracias al colchón, el cuerpo de Juan casi a la altura de las tetas. La polla encajaría entre ellas perfectamente.

Ella intentó acercarse. Pero así no podía.

-Uy, demasiado alto.

Juan ahora miró como la cama volvió lentamente a bajar.

-¿A ver así?

Había dejado la cama por debajo de las caderas. Se separó un poco y pudo bajar el pecho y atrapar la dura polla entre las tetas.

-¡Ahora! – exclamó Elena, Feliz.

Juan sintió el calor y la dureza de las tetas abrazar su polla.

-¡Joder! No es justo – dijo.

-¿Qué no es justo?

-Que tengo la polla en medio de dos preciosa tetas y no lo veo. Quiero verlo.

Elena comprendió. En esa postura Juan no podía ver como su polla entraba y salía de entre sus tetas. Intentó moverse un poco, pero no había ángulo. Una paja rusa solo se puede hacer de frente.

-Ayúdame a darme la vuelta, con las piernas hacia fuera.

-Quita, loco. No tienes que mover las piernas en una semana. ¿Quieres que al final te tengan que poner tornillos?

-No es justo. Esto es justo. ¿Y si…?

-Tu ‘tate quieto. Deja de menearte que al final te vas a fastidiar.

-¿Más?

Elena se levantó y volvió a subir la cama al máximo.

-Esto si lo podrás ver – le dijo, bajando lentamente la boca y metiéndose la dura barra de carne en la boca.

-Aggg, sí…esto si lo veo.

Lo que vio Juan fue una larga y placentera mamada. Vio como Elena se pasaba la polla por la cara, sonriéndole. Como la besaba, la lamía, la chupaba, arrancándole gemidos de placer. Le gustaba especialmente cuando ella se metía casi toda la polla en la boca y le miraba con sus lindos ojos negros. Con la cabeza apoyada en el respaldo de la cama, Juan gozó del sensual espectáculo que Elena le ofreció.

-Me encanta tu polla, Superman.

-Y… a mi… tu boquita.

-Y mis tetas

-Agggg y tu culo.

-¿Te quieres correr en mi tetas o en mi boca?

-Joder… no sé…Aggg, no me…decido….Decídelo tú, pero yaaaaaaaa.

Elena notó la tensión en la polla previa al orgasmo. Se sacó la polla de la boca, se echó todo lo que pudo sobre Juan, acercando sus tetas a la pulsante barra y con un golpe de su mano, la hizo estallar. Miró maravillada como los poderosos y calientes chorros de leche se estrellaban contra su piel. Los repartió por ambas tetas, dejándolas bien servidas. Cuando Juan dejó de correrse, exprimió la polla desde abajo, extrayendo un poco más de semen. Lo depositó sobre su pezón derecho.

-Agg, Elena… eres…maravillosa.

-¿Tú crees?

-No lo creo. Es una verdad absoluta.

Elena se incorporó y se miró las tetas, llenitas de la abundante corrida de Juan.

-Vaya corrida, Juan. ¡A ver si al final resulta que sí que eres un Superman!

Juan también le miró las tetas. Estaban preciosas así, con su leche adornándolas. Se estremeció cuando vio como ella se las acariciaba, esparciéndose el semen, cual crema.

-Dicen que el semen es bueno para la piel – dijo él.

-No sé. A mí me encanta sentirlo así. Y como huele… ummmmmmm – añadió Elena, llevándose las manos a la nariz y aspirando el aroma.

-Elena… baja la cama. Al máximo

-¿Para?

-Tú bájala.

Elena la bajó.

-Ahora, bájate los pantalones.

-Me tengo que ir, Juan.

-¿No estás cachonda?

-Uf, tengo el coño ardiendo.

-Soy un caballero, Elena. De ninguna manera voy a consentir que una bella dama salga de aquí con el coño ardiendo.

-Jajajaja. ¿Me vas a hacer una pajita?

-No. Pensaba mejor en comerte el coño. No es por presumir, pero soy un gran lamerón

Ella se estremeció. Una rica comida de coño le sentaría muy bien. Pero eso significaría tener que quitarse los pantalones. Eso era demasiado expuesto.

-No puede ser. No puedo quitarme los pantalones aquí. Me conformaré con tus dedos. Antes me gustaron mucho.

-Bueno. Pues una rica paja para la guapa señorita.

-Gracias, caballero.

Se bajo los pantalones y las bragas hasta medio muslo. Juan le miró el coño. Lo tenía depiladito, con apenas un poco de vello en el pubis.

-Ummm tienes un coñito divino.

-Jajajaja. ¿Divino?

-Sip, divino.

Juan acercó la mano y le pasó el dedo corazón a lo largo de la rajita. Estaba mojada, caliente. La empezó a masturbar. Elena se mordió el labio inferior y entornó los ojos.

-Ummm, que rico, Juan. No pares.

La frotó con más intensidad. Juntó dos dedos y los introdujo suavemente en la vagina, follándola con ellos.

-Agggg, sí…así.

-¿Te gusta así? – le preguntó metiéndole los dedos lo más que pudo y frotando su clítoris con el pulgar.

-Dios, sí…Juan…justo… así.

Dos minutos después Elena estalló en un intenso orgasmo. Cerró las piernas, atrapando la mano de Juan entre ellas y llenándoselas de sus jugos. Abrió los ojos lentamente. Se miraron y se sonrieron.

Cuando ella liberó la mano de su dulce encierro, Juan se la llevó a la boca y mirándola a los ojos se los chupó.

-Ummmm, que rico está tu coño, Elena. Me lo quiero comer. Mañana vente con falda.

-Jeje. Ya veremos

Ella se bajó la camiseta, se abrochó la camisa y se subió las bragas y los pantalones. Después acercó su boca a la de Juan y le besó. Un beso largo, apasionado. Sus lenguas se entrelazaron. La mano de él, por supuesto, estaba acariciándole el culito.

-Bueno, mi Superman Estrellao. Ahora, a dormir.

-Sí, Mujer Maravilla.

-Jajajaja. Nunca me habían piropeado así.

-Es que nunca te habías topado con Superman.

-Jajajaja. Estrellao. Jajaja

-Capulla. Hasta mañana, Elena.

-Hasta mañana, Juan.

Él sonrió desde su cama cuando ella, desde la puerta, le enseñó el culo. Durmió como un bebé

Elena se fue al office. Notó como sus tetas se meneaban sueltas. Notó como la camiseta se le pagaba, debido al semen. Pensó en ir al baño y lavarse, pero le gustaba sentirse así. Dentro de poco se iría a casa y ya se ducharía.

A las 8 de la mañana, cuando terminó su turno, se cambió de ropa y se marchó a su casa. Antes pasó un momento por la habitación de Juan. El hospital empezaba a despertarse. Él aún dormía. Lo miró desde la puerta.

Le gusta aquel chico. Su…Superman Estrellao

+++++

El día siguiente fue muy parecido al anterior. Aburrido. Juan contaba las horas para que diesen las 12 de la noche y ella apareciera

Ni siquiera el baño con la esponja, que en otras circunstancias le hubiese resultado muy morboso, le decía nada. Y eso que la chica parecía querer ponerle la polla dura por como insistía en dejársela limpita.

Se pasó la tarde ideando la manera de poder follarse a Elena. La deseaba tanto. Su mente buscaba posturas posibles. Pero no encontraba ninguna en la que sus piernas no sufrieran.

-Díta sea.

-¿Qué? Preguntó su padre, levantando la vista de la revista que leía.

-No, nada, nada.

-¿Te duele algo? ¿Llamo a la enfermera?

-No, estoy bien

+++++

Elena llegó al hospital sobre las 23:45, como siempre. Primero tomó un cafelito, recibió el parte y se fue a cambiar la ropa. Cuando abrió su taquilla para sacar el uniforme, recordó las palabras de Juan. Que llevara falda.

Casi siempre usaba pantalón. Eran más cómodos. En raras ocasiones se había puesto la falda reglamentaria. Esa noche, se la puso. Lo que no se puso fueron bragas.

-Uf, estoy loca.

Salió derechita a ver a su paciente preferido. Abrió la puerta.

-¿Cómo está mi Superman hoy?

-Con la polla tiesa.

-¿Ya?

-Desde hace una hora.

Elena entró y cerró la puerta. Pasó la cortina y se acercó a la cama. Lo primero que hizo fue darle un buen morreo a Juan. Gimió en la boca del chico cuando él le sobó el culo.

-Veo que me hiciste caso – dijo él.

-Sí

Mirándola a los ojos, metió la mano por debajo de la falda y la llevó hasta el tentador culito.

-Vaya, pero si no llevas bragas

-No quería empaparlas.

-¿A ver?

Llevó la mano hacia adelante y le acarició el coño. Era un lago caliente.

-Ummm, estás muy cachonda.

-Aggg, mucho…

-Te voy a comer el coñito, Elena. Pónmelo en la boca

-Llevo todo el día pensando en eso. Pero espera un poco. Aún hay ajetreo ahí fuera. Termino la primera ronda y vuelvo.

-¡Coño! Yo no puedo más. Voy a estallar.

-¿A ver?

Juan sacó la mano del coño y tiró de la sábana. Su polla, dura, babeando de deseo, dando saltitos, apareció ante los ojos de Elena.

-Uy, mi pollita linda. Pobrecita mía.

La cogió con la mano derecha, agachó la cabeza y se le tragó. Bastaron 30 segundos de intensa mamada para que Juan le llenara la boca con borbotones de semen espeso que ella se tragó con sumo placer. Después le lamió la aún dura polla para dejársela limpita.

-Tardo una horita o así. Duérmete si quieres.

-¿Tú crees que puedo dormir? No tardes.

-Vale. No tardo.

Elena salió corriendo y se puso a hacer su ronda. Revisó tubos, leyó informes, cambió goteros con el coño ardiendo. Todo a prisa, para terminar lo antes posible. Tardó 55 minutos y volvió casi corriendo a la habitación de su supermancito.

Se asomó a la puerta, y se topó con un Superman… roncando. A pierna suelta, el muy jodío.

-¡Pero será capullo!

Entró, cerró la puerta, apagó la luz general y encendió la pequeña sobre la cama. Corrió las cortinas y bajó la cama al máximo.

-Este me come el coño como que me llamo Elena Gómez.

Se subió a la cama con cuidado, se puso sobre la cabeza de Juan, con una rodilla a cada lado, arremangándose la falda y, despacito, acercó su coño a la boca del bello durmiente. Le tapó la boca con su encharcado coñito, parándole el seco los ronquidos y despertándolo.

Juan se quedó perplejo. No sabía que pasaba. Tenía algo sobre la cara. El olorcillo, inconfundible, le encendió la bombilla.

-Elena…Uy, me traspuse un poco.

-¿Un poco? ¡Pero si movías las cortinas con los ronquidos! Come y calla.

Y valla si comió. En cuanto sacó la lengua y empezó a comerle el coño, Elena supo que no le había mentido. Era un magnífico come coños. Cerró los ojos y se empezó a restregar suavemente por la cara de Juan. La lengua la estaba volviendo loquita de placer.

-Ay, mi Superman lindo. ¡Qué rico! No pares… cómeme toda…. dios, que cosa más rica

Juan puso todo su empeño en darle el máximo placer a la chica. Le encantaba el olor y el sabor de su coño. Atrapó entre sus labios el inflamado clítoris, los sorbió y el cuerpo de Elena se tensó, atrapada por un intenso orgasmo que llenó la cara de Juan de jugos.

Ella no se quitó, ni Juan dejó de lamerla. Se llevó las manos a las tetas, acariciándoselas. La falda calló sobre la cara de Juan, cuya polla formaba ya una tienda de campaña bajo la sábana. En pocos minutos, Elena se volvió a correr, apretando los dientes para no gritar.

-¿Podifas dagfte la brrelta? -dijo Juan.

-Aggg… ¿Qué?

-Que si podifas dagfte la bretta.

Elena separó su coño de la boca de Juan.

-¿Qué dices, Juanito?

-Que te des la vuelta, coño.

Elena obedeció. Se bajó de la cama y se volvió a subir, esta vez mirando hacia los pies de Juan.

-Pónmelo otra vez en la boquita. Está riquísimo. Y échate hacia adelante.

-Tú lo que quieres es que te chupe la polla, bribón.

-Uy, chica lista, jejeje. Pero también quiero comerte el culito.

Elena se agachó sobre el cuerpo de Juan, apartando primero la sábana para descubrir la enhiesta polla. Se la metió en la boca y empezó a chupar al tiempo que Juan reanudaba la maravillosa comida de coño.

Pero no fue solo su coño lo que se comió. Su lengua lamió sin parar el culito de Elena, arrancándole nuevos gemidos de placer. Ella a veces se sacaba la polla de la boca, cerraba los ojos y disfrutaba de la lengua en su ojete.

-Elena, joder. Te quiero follar. Quiero clavarte la polla en el culito.

-Aggg, Juan, y yo. Pero no puede ser. Aún no. Dentro de unos días será todo tuyo.

-¡Cachis la mar! – se quejó Juan reanudando el cunnilingus y analingus.

Él gozaba de la experta boca de la chica, que no dejaba de mamar y mamar. Su mano izquierda la llevó a la maravilla de carne que tenía delante, le pasó el pulgar por la hendidura y se lo clavó a fondo en el culito al tiempo que sorbía entre sus labios el clítoris.

Elena no lo soportó. Se corrió restregándole el coño por la cara, llenándosela de jugos, con la polla fuera de la boca, pegada a su cara. Allí, en su cara, sintió el primer chorro de la corrida de Juan. Los siguientes los recogió dentro de su boca y se los tragó.

Los dos se quedaron quietos unos segundos, reposando del intenso placer recibido. Después, con cuidado, Elena se levantó de la cama. Juan vio que tenía un poco de semen en una mejilla. Lo recogió con los dedos y se lo dio. Ella se los limpió con la boca.

Todo terminó con un largo y tierno beso

-Bueno, cariño. Ahora duerme. Descansa.

-¿Tenía o no tenía razón yo?

-¿Sobre?

-Sobre lo buen come coños que soy.

-Jajajaja. Tenía Vd. toda la razón. Hasta… mañana.

-Hasta mañana, guapa.

Lo despidió con un último beso. Y con una amplia sonrisa desde la puerta. Miró por el pasillo que no hubiese nadie, se levantó la falda y le enseñó su perfecto culo. Él hizo un gesto como si se lo mordiera.

+++++

Juan llevaba ya siete días tumbado en la cama. Siete aburridos días y siete maravillosas noches. Las mejores de su vida. El doctor pasó a visitarle.

-¿Cómo estamos hoy?

-Hartito de esta cama, doctor. ¿Cuándo podré moverme un poco?

-Todo parece ir bien. Mandaré hacerte una placas y mañana veremos.

-Gracias doctor.

Al rato vino un enfermero y se lo llevó, cama incluida, a rayos. Allí le hicieron placas de ambas piernas. El técnico de rayos resultó ser un chistoso.

-Es un honor tenerle aquí. – le dijo, serio, el técnico.

-¿Honor? – preguntó Juan – Que no soy el rey, a pesar de las fracturas.

-Sé perfectamente quien es vd… Superman Estrello… Jajajaja

-JA JA.

-Venga hombre, no te molestes, que es broma.

-Empiezo a estar hartito de esa broma.

-Jajajaja. Es que Elena lo contó tan bien, con gestos de como volaste. Hizo hasta ruiditos de chof.

-Cabrona.

-¿Te has fijado en el peazo culo que tiene esa cabrona?

-¿Eh? No…

-Que raro. Pensé que estaría en tu ala.

-Sí que está, pero por la noches suelo, ya sabes, dormir.

-Intenté varias veces ligármela, pero tenía novio. Creo que ahora no tiene. Quizás le dé un tiento.

-Sí que tiene. Novio digo.

-¿Cómo lo sabes?

-Algo oí a las enfermeras. Un chico alto y guapo, dijeron.

-Lástima. Pero no soy celoso. Un polvete rápido y cada uno por su lado.

El que sí estaba celoso, y mucho, era Juan.

-No creo que sea de ese tipo de chicas.

-¿Qué tipo?

-De las que ponen cuernos.

-Tío, me he trajinado a más de una enfermera. Las casadas son las mejores, las más discretas. Solo quieren que les des caña a fondo, sin compromiso.

-Ella no.

-¿Cómo lo sabes si ni siquiera le has visto el culo?

La parte fanfarrona de hombre que tenía Juan deseaba callarle la boca a aquel capullo. Deseaba decirle que no solo se lo había visto, sino que se lo había tocado, chupado, lamido. Que le comía el coño por las noches y ella le hacía unas estupendas mamadas. Que dentro de poco se la iba a follar.

Pero no dijo nada. Se quedó callado.

Cuando terminó de hacerle las radiografías, el técnico llamó al enfermero para que se llevara a Juan de vuelta a la habitación.

-Bueno, que todo vaya bien. Y esta noche échale un vistazo a ese culito.

-Chao – dijo seco, Juan.

+++++

La siguiente mañana, el doctor entró con las radiografías en la mano.

-Bueno, Juan. Todo va muy bien. Los huesos han soldado correctamente.

-¿Ya puedo moverme?

-Sí. Bueno, nada de bailes, eh? Aún no puedes tener movilidad total. Por supuesto nada de sostenerte con los pies. Pero ya puedes sentarte en la cama y mover las piernas, con la ayuda de la mano. Vete poco a poco.

-Gracias doc. Algo es algo.

-¿Quieres dar un paseo?

-¿Paseo?

-Podemos traerte una silla de ruedas. Las tenemos especiales para estos casos. Quizás cuando venga tu madre ella podría darte un garbeo por el hospital. Arriba tenemos una terracita. El aire fresco te sentará bien.

-Estupendo doctor. Estas cuatro paredes empiezan a agobiarme.

-Bien, doy las órdenes. Hasta mañana.

Juan esperó con ansias la llegada de su madre. Ese día a ella le dio por llegar tarde.

En cuanto llegó, Juan llamó y aparecieron dos enfermeros con la silla. Era una silla de ruedas normal, pero con dos plataformas para poner las piernas. Bajaron la cama y entre los dos pusieron a Juan en la silla. Su madre miró la operación con el corazón en un vilo.

-Ay, no me dejen caer al niño.

-Tranquila, señora.

Y así, con los pies por delante, Juan dio su primer paseo. Su madre tiraba de la silla, hablando sin parar, aunque Juan no le hacía mucho caso. Miraba las habitaciones, a los pacientes. Le dijo que subieran al piso de arriba y se quedaron un ratito en la terraza, al sol.

-Agggg, que rico. Aire fresco.

-Tápate, que se te ve el culo.

-Uy.

Juan fue consciente en ese momento de que estaba casi desnudo. Pero no le importó. Ya se podía mover. O casi.

Esa noche, cuando Elena entró en la habitación, se lo encontró sentado en la cama.

-Ya puedo moverme… un poco.

-Lo sé. Lo leí en el informe.

-Esta noche te vas a follar a Superman.

-Ummmm

Se acercó a Juan y se besaron, con pasión. Él le acarició el culo por debajo de la falda. Desde aquel día ella siempre usaba falda. Ella le pajeaba la polla.

-¿Así que mi Supermancito me va a follar?

-Sí. ¡Coño!. Dime que tienes condones. Dime que tienes condones o me da algo.

-Uf, no tengo…

-¿Queeeeeeeee? AGGGGGGGGGGGGGGGGG

La cara de decepción de puso Juan fue todo un poema. Hasta la polla se le aflojó un poco. Elene acercó su boca a su oreja y le susurró.

-No te preocupes, cariñito mío. Empecé a tomar pastillas. Quiero que me llenes el coño de leche.

La polla recobró su dureza en el acto.

-¿Puedes esperar un poco a que termine la ronda?

-Qué remedio. Llevo días esperando. Puedo aguantar un poco más.

-Ummm vale.

Elena se metió la polla en la boca. ¡Cómo le gustaba aquella polla!

-Aggggg, para me corro.

-Uy, no no. Chao

Salió corriendo de la habitación e hizo la ronda a toda prisa. Sentía un agradable cosquilleo por todo el cuerpo. El coño le palpitaba. Cuando por fin terminó, fue con paso ágil a la habitación de su querido súper héroe.

Se lo encontró tal y como lo había dejado. Entró, cerró la puerta, pasó la cortina, bajó la cama y se subió sobre ella, con una pierna a cada lado del cuerpo de Juan.

-Si te duele algo, avisa, ¿Vale?

-Vale.

Le cogió la polla, acercó su coño y se la pasó a lo largo de la rajita.

-Aggg, dios, Juan, cómo te deseo.

-Fóllame Elena, fóllame yaaaaaaaaaaaaaa.

Elena puso la polla en la entrada del coño y se empezó a sentar. Cerró los ojos al sentir como la dura polla se abría paso dentro de ella, llenándola.

-Aggg, que rico, Juan.

Se sentó del todo, atenta a cualquier queja por parte de él. No la hubo. Se miraron a los ojos. Elena acercó su boca y se besaron, lentamente. La mano de Juan acarició su espalda.

-Por fin Elena, por fin.

-Sí. Al fin me has metido la polla.

-Jeje, bueno, más bien tú te la metiste.

Se besaron con más pasión. Elena empezó a moverse. Procuraba no restregarse contra él, que era lo que más deseaba. Solo subir y bajar. Solo sentir la polla entrar y salir de ella.

-Ummm que rico….me encanta tu polla. Me…encantas tú.

-Y tú a mí. Eres maravillosa.

Sin dejar de cabalgarlo, se abrió la camisa. No se había puesto ni camiseta ni sujetador, así que sus preciosos pechos quedaron a la vista de Juan.

-Wow. Que maravillas.

Le acercó un pezón a la boca. Juan, cual bebé, se lanzó a chuparlo mientras acariciaba la otra teta con la mano. Sentía el calor de su coño alrededor de su polla. El roce al entrar y salir de ella. No podría aguantar mucho aquel placer.

-Aggg, Elena…. me voy a correr rápido. No puedo más.

-Sí, sí… córrete, mi vida. Córrete dentro de mí. Lléname con tu lechita.

Ella aceleró sus movimientos. Su propio orgasmo se estaba disparando. Notó la polla empezar a tener espasmos. Notó el cuerpo de Juan tensarse y después la presión del semen que empezó a llenarla. No dejó de moverse hasta que su propio cuerpo se tensó y estalló. Se corrió notando aún como la polla de Juan seguía vaciándose dentro de ella.

Se quedó derrotada. Se apoyó contra el pecho de Juan. Con los ojos cerrados notó como él le acariciaba el cabello y le besa el cuello. Sonrió.

-Ummm, Juan…me siento llenita. De tu polla y de tu leche.

Se besaron, tiernamente, sin prisas, recuperándose del placer. Minutos después, Elena se levantó, con cuidado. Notó que el semen empezaba a salirse.

-Voy al baño a lavarme. No quiero ir dejando un rastro por los pasillos.

-Déjame limpiarte a mí. Con mi… boca.

Elena sintió un estremecimiento. Ningún hombre hasta ese momento le había pedio algo así. Sin duda, Juan era especial.

Bajó el respaldo de la cama, dejando a Juan acostado y como otras noches, se sentó sobre su cara, poniéndole el coño en la boca. Pero esa noche era distinto. Esa noche tenía el coño lleno de semen. Gozó como nunca de la sabia boca del muchacho, que le regaló dos maravillosos orgasmos y el dejó el coño bien limpito, sin rastro de su leche.

Después lo beso con deseo. Lo besó con amor.

-Bueno, cariño. Eres…maravilloso. Voy a seguir con lo mío.

-¿Volverás luego, antes de irte?

-¿Me follarás otra vez?

-Aunque sea lo último que haga.

-Vendré. Duerme un poco. Yo te despierto.

-Vale.

-Juan…Yo…

-Dime.

-No nada. Hasta luego, Superman.

-Hasta luego.

Salió de la habitación, mandándole un beso volado desde la puerta. Fue al baño a lavarse un poco y después se puso sujetador y camiseta. No era cuestión de ir tan ligerita al office con los demás compañeros.

Estuvo a punto de decírselo. Que le gustaba mucho. Que se estaba enamorando de él. Pero no sabía que sentía Juan. En pocos días le darían el alta y quizás ya no le vería más. Al menos disfrutaría hasta ese día.

Sobre las 6:30 volvió a la habitación de Juan. Se lo encontró plácidamente dormido. Como siempre, preparó todo, y se quedó de pie, al lado de la cama, mirándolo.

Era tan…apasionado, caliente, divertido. Le encantaba como le comía el coñito. Sentir su polla dentro había sido maravilloso. Estaba otra vez cachonda. Lo deseaba. Deseaba más.

Le quitó la sabana y apartó la batita. Ante ella apareció la polla, fláccida. Pensó que era la primera vez que la veía así. Se agachó y se la metió en la boca. En ese estado le cupo toda.

Le encantaba la sensación de una polla flojita en la boca, como se va endureciendo hasta que ya no le cabe. La acarició con la lengua, la chupó, notando como se iba hinchando. Cuando él le acarició el pelo, supo que se había despertado.

Siguió con la mamada hasta ponerle la polla bien tiesa. Después, la pajeó al tiempo que se morrearon y chuparon las lenguas.

-Elena, desde aquel día, el día en que… volé, no me que quitado tu culito de la cabeza. Quiero follártelo. Necesito follártelo.

-Cuando estés bien, será tuyo.

-No, ahora.

-Pero, cariño…Es… complicado.

-No, ya lo tengo todo pensado. Llevo días dándole vueltas, y ahora que puedo moverme, lo intentaremos.

-A ver dime

-Primero, junta la otra cama.

-¿La cama?

-Sí.

-A ver si puedo.

Elena quitó los frenos de las ruedas. Las camas eran nuevas, estaban bien engrasadas y pudo moverla con facilidad y sin ruidos. La pegó todo lo que pudo a la de Juan, pero quedó un huequito entre ambas de unos 10 cm. Juan, ayudándose del brazo bueno se acercó hacia el lado de la cama. Elena comprendió.

-Jeje, veo que el deseo te agudiza el ingenio.

-Sip.

Ella le ayudó a poner la pierna derecha sobre la otra cama. Él se puso la izquierda hacia el otro lado. Quedó abierto de piernas, dejando un buen hueco entre ambas. El respaldo de su cama lo puso a unos 45 grados.

-Bien, guapa, ven con papi.

La chica se subió a la cama y se arrodilló entre las piernas de Juan, de espaldas a él. Se levantó la falta y le meneó el culito.

-Así que mi Superman me quiere follar el culito.

-Joder si quiero. Desde que te vi meneándolo en la calle.

-¿Me vas a meter toda tu pollota en mi culito? Eres malo.

-Malísimo. Acércate.

Elena fue reculando, acercando su hermoso trasero a la dura polla que la iba a empalar. Juan la esperaba, con la polla agarrada.

-Vaya culazo, Elena. Vaya culazo que tienes. Dios, lo estaría mirando toda la vida.

El culo chocó contra los abiertos muslos de Juan. Cuando lo tuvo a su alcance, Juan le dio golpecitos con la polla por ambas nalgas.

-¿Por qué me pegas? ¿No he sido buena?

-Lo que estás es muy buena….Elena…

-¿Ujummmm?

-Te voy a meter la polla en el culo.

-Venga. Déjate de hablar y encúlame de una vez.

Juan se llevó los dedos a la boca y los ensalivó un poco. Después, lubricó el negro agujerito que iba a profanar. Elena gimió de placer anticipado. Por fin, después de tantos días, Juan iba a consumar su mayor deseo. Se agarró la polla, la apoyó contra el esfínter y apretó.

La punta de su polla, entró.

-Agggg, Juan…la has metido.

-Solo la puntita. Sigue tú.

Elena, despacito, se fue echando hacia atrás, clavándose centímetro a centímetro de la dura polla en las entrañas. No paró hasta que ya no pudo moverse más. Tenía casi toda la polla enterrada dentro de ella.

-Ummmm…Juan… Ya…ya está. Tengo tu polla dentro de mi culito.

Juan apenas podía hablar. Solo miraba la morbosa visión de la bella mujer empalada en su polla. La sentía apretada, caliente. Hubiese deseado tener las dos manos libres para amasar aquel soberbio culo, pero se conformó con la mano izquierda.

Elena empezó a moverse, despacito. Hacia adelante, hacia atrás, haciendo que la polla entrara y saliera de su culo. El coño le rezumaba jugos y más jugos. Metió la mano derecha entre sus piernas y se empezó a masturbar, sin dejar de moverse.

-Agggg, ¿Te gusta mi culito? ¿Te gusta follarme el culito?

-Elena…aaggg, me encanta tu culo…..que gusto…No pares…sigue moviéndote.

Ver como su polla entraba y salía del impresionante culo de la chica tenía a Juan lleno de placer. Ella se movía cada más fuerte. Hacia adelante y atrás, y también hacia los lados. De repente….

-Uy…uyuyuyuyui… coño – dijo Juan

-¿Qué pasa? ¿Te duele algo? – exclamó Elena, parando el seco.

-No, la cama, que se mueve. Se me va a caer la pierna.

-Me olvidé de ponerle los frenos.

Ella se levantó. La polla abandonó su cálido nido. Si hubiese tenido boca se hubiese oído un gran ‘Noooooooo’. Pegó otra vez la cama y esta vez puso los frenos de las ruedas. Se volvió a subir y esta vez ella fue la que agarró la polla y la que la puso a la entrada de su culo. Se echó hacia atrás y se la clavó hasta el fondo.

Ahora buscada desesperadamente el placer supremo. Se movió con rapidez, adelante, atrás, follándose con la dura barra al tiempo que se restregaba el coñito con los dedos. El placer era tan intenso que no pudo aguantar más y se empezó a correr. Su mano se llenó de sus propios jugos y su culo se contrajo una y otra vez alrededor de la verga de Juan. Él tampoco pudo aguantar más y empezó a correrse con fuerza dentro de aquel magistral culo, a borbotones. No recordaba haberse corrido así jamás, con tantos chorros de leche.

Elena los sintió todos y cada uno de ellos. Seguía corriéndose cuando Juan dejó de hacerlo. Después, agotada, cayó hacia adelante, liberando la polla del buscado encierro.

Juan se quedó mirando el tentador culito. Lo acarició con ternura.

-Ummmm, ha sido muy rico, Juan.

-Nunca había gozado tanto con una mujer, Elena. Eres…maravillosa.

Ella se dio la vuelta, movió la pierna derecha y se acostó al lado de Juan. Se besaron con suma ternura. Ella puso un ratito su cabeza en su pecho.

-Me tengo que ir ya.

-Lo sé.

-Qué tengas un buen día, mi Superman estrellao

A Juan le empezó a gustar que ella lo llamara así. Miró como Elena devolvía la cama a su sitio y lo dejaba todo en orden. Se despidió de él con un último beso y otro desde la puerta.

+++++

10 días después, el médico le dio las noticias que tanto esperaba.

-Bueno Juan. Todo ha ido bien. Las últimas placas muestran que las fracturas sueldan como es debido. Creo que mañana puedes marcharte a casa.

-Yujuuuuuuuuuuu

-Jajaja. Pero no te aceleres. Aún estás convaleciente. Nada de sostenerte en pie por lo menos tres semanas más. Solo necesitas reposo y en tu casa estarás más cómo que aquí, supongo.

-Echaré de menos la comida de aquí, doc.

-Seguro. En cuatro semanas se cumplirán el mes y medio de la lesión. Vente para una revisión.

-¿Cuatro semanas más así?

-Ummm, algo más, me temo. La escayola del brazo te la podremos quitar al mes y medio, pero las de las piernas, mínimo dos meses y medio.

-Joder. Al menos estaré en casita.

-Sí. Te podemos prestar la silla de ruedas. Así podrás moverte. Ir al salón, etc. Pero nada de caminar.

-A sus órdenes.

Cuando se lo contó a su madre, a ésta se le saltaron las lágrimas. Al fin tendría a su niño en casa.

El día se le pasó volando. Solo pensaba en el día siguiente, cuando por fin saliese de esa habitación. Estaba feliz. Por la noche, cuando su padre se fue y se quedó solo, respiró hondo.

-Aggg, última noche en esta jodía cama… Última…

Su expresión cambió. De pura felicidad a tristeza total. La última noche. Eso significaba que era la última noche con Elena. No la vería más.

-Joder. Dita sea.

¿Qué haría sin ella? Era lo único bueno que le había pasado allí. Se puso a pensar. No podía dejarla.

+++++

Elena llegó a su hora. Se cambió de ropa y cogió los partes. Como siempre hacía, el primero que leyó fue el de Juan. Y cuando vio que al día siguiente le daban el alta, se le cayó el alma a los pies. No pudo evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas.

-Joder. Tenía que llegar.

Respiró hondo y fue a verlo.

Se asomó por la puerta. Esperaba encontrarlo feliz, saltando de júbilo por volver a su casa.

-¿Cómo está mi Superman hoy?

-Bien – respondió, seco.

-¿Qué te pasa, cariñito?

Se acercó a él y le cogió la mano. Tenía el corazón encogido.

-Es que…mañana me voy a casa.

-Lo sé. Lo acabo de ver en el historial. ¿No estás feliz por eso?

-Sí, claro, pero es que…

.¿Qué pasa, Juan?

-Que ya no quiero irme. Quiero quedarme aquí… contigo.

-¿Conmigo? – dijo Elena con el corazón galopando en su pecho.

-Sí contigo. Elena… yo….

Juan le apretó la mano. La miró a los ojos.

-Yo….creo… No. Estoy seguro. Elena, te quiero. Te amo con todo mi ser.

-Oh, Juan. ¿Lo dices de verdad?

-Nunca había sido tan sincero. Me he enamorado de ti.

Dos lágrimas, de pura alegría, bajaron por las mejillas de Elena. Se abalanzó sobre él y se lo comió a besos.

-Mi amor, yo también te quiero. Te amo, mi Superman estrellao.

-¿Entonces? ¿Eres mi chica?

-Soy tu chica.

A Juan también se le escapó una lagrimita que trató de disimular.

Esa noche no hicieron nada. Solo se besaron y acariciaron. E hicieron planes de futuro

Elena fue a verlo a su casa todos los días. Cuando le quitaron las escayolas, lo acompañó a rehabilitación cada día.

Seis meses después del accidente le dieron el alta definitiva. Juan fue al hospital a despedirse del doctor y de las enfermeras. Cuando se iba, caminando feliz, de la mano de Elena, recordó una cosa. La cogió de la mano y la arrastró hacia una de las alas del hospital.

-¿Dónde me llevas, cariño?

-A rayos.

-¿A rayos? ¿Aún te quedan ganas de rayos?

-No.

Llegaron a la sala. Había algunos pacientes esperando. Sin soltarle de la mano, tocó. A los pocos segundos, el técnico abrió la puerta.

-Hola – dijo Juan, resuelto – Solo pasaba por aquí para decirte que tenías razón. Elena tiene el culo más lindo del mundo, y es tooodo mío. Chao

El técnico se quedó boquiabierto, casi tanto como Elena, Se quedó mirando como Juan y Elena se daban la vuelta y se marchaban. Vio como Juan le ponía una mano en el culo y se lo acariciaba a conciencia.

Cerró la boca.

FIN

+++++

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Amor de otoño. Amor de primavera (parte 1)

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Francisco estaba sentado en su mesa cuando sonó su móvil. En la pantalla salió el nombre de Iván, su mejor amigo.

-Hombre Iván. ¿Cómo va todo?

-Hola Paco. Pues muy bien. Ya tengo una abogada en la familia.

-¿Eh?

-Nathalie, hombre. Que acaba de terminar la carrera.

-Coño. Enhorabuena Iván.

-No hay padre más orgulloso que yo.

-Jeje, da gracias a que salió a su madre y no a ti.

-Jajaja. Sí, desde luego.

Francisco hizo memoria. Nathalie era la hija mayor de Iván. Hacía años que no la veía, pues se fue a estudiar fuera. Recordaba a una muchacha muy hermosa, llena de juventud, aunque algo tímida.

-Paco, te llamaba porque el sábado voy a darle una fiesta a mi flamante licenciada en Derecho. Tú prácticamente la has visto crecer. ¿Te apuntas?

-Claro. Allí estaré.

-Perfecto. Cuento contigo, pues. Sobre las dos.

-Oye, ¿Hay que ir arreglado o informal?

-Voy a hacer una barbacoa. Informal.

-Vale. Nos vemos. Chao.

-Chao

+++++

El sábado Francisco se dirigió a la casa de su amigo. Vivía en las afueras, en un coqueto chalecito con un amplio jardín en el que habían hecho innumerables barbacoas. Iván se enorgullecía de preparar los mejores chorizos del lugar.

Cuando llegó, ya había bastante gente. Muchos conocidos, los amigos del grupo. Familiares de Iván y muchos jóvenes, sin duda amigos de Nathalie. Reconoció a algunos que no veía desde hacía mucho. En cinco años habían cambiado bastante.

-Ey, Paco. Aquí – le gritó Iván cuando lo vio.

Francisco se acercó. Al lado de Iván había una preciosa joven.

-Mira Paco mi lindo tesoro. ¿Te acuerdas de Paco, Nathy?

-Claro. Hola Francisco.

-Hola Nathalie. Enhorabuena.

-Gracias.

Francisco se sorprendió cuando Nathalie se acercó y le dio dos besos. La miró. La linda muchacha que recordaba se había convertido en una preciosa mujer. Sus ojos eran los mismos que recordaba. Aquellos que se apartaban cuando él la miraba.

Ahora no se apartaron. Le miraban fijamente mientras ella sonreía. Fueron varios segundos de intensa mirada.

-Nathalie, ven a saludar a la tía Josefina – le gritó su madre desde la otra punta del jardín.

La miró alejarse. Los ajustados vaqueros dibujaban una perfecta figura. Sus ojos se clavaron en el perfecto culito de la chica.

-Está preciosa, ¿Verdad? – preguntó Iván.

-Se ha convertido en toda una mujer, desde luego.

-Ah, el tiempo… Pasa volando. La miro y me siento viejo.

-¿Viejo? ¿Cómo viejo? Solo tenemos 43 años.

-La tuve con 20 años. La verdad es que el tiempo me ha pasado muy rápido. Ayer me miraba y decía ‘gugu’ con una sonrisa al verme y hoy…

Iván no pudo seguir. Se le hizo un nudo en la garganta.

-¿Y cómo va Pedro? – preguntó Francisco por el otro hijo de su amigo.

-Bien, bien. No tanto como su hermana, pero va sacando las asignaturas.

-¿Qué estaba haciendo?

-Ni idea. Una de esas carreras nuevas. Técnico en nosequé. Bueno, te dejo. Voy a saludar a la gente.

Iván se alejó y Francisco se acercó a la mesa en donde estaban las bebidas. Se sirvió una coca-cola a la cual echó un chorrito generoso de ron. Estuvo un rato hablando con la gente.

-Siento lo de Rosa – le dijo una voz de mujer.

-¿Cómo? – respondió Francisco girándose y encontrándose con Nathalie

-Lo de Rosa. Me enteré que os separasteis.

-Sí, bueno. Las cosas no iban bien desde hacía mucho.

Nathalie lo miraba con un vaso de refresco en la mano. Francisco la miró de arriba a abajo sin darse cuenta.

-Veo que me sigues mirando como hacías antes – dijo ella.

-¿Antes?

-Sí. Antes de irme a estudiar. Cuando venías a casa me daba cuenta de que me mirabas.

-Uf, no lo recuerdo – mintió Francisco.

-Yo sí.

Enseguida Francisco se dio cuenta de que Nathalie había cambiado. Físicamente había dejado de ser una niña. Pero su carácter también había cambiado. Antes era retraída, callada. Ahora le miraba a los ojos y aguantaba la mirada.

-Así que te miraba… ¡Pero si no eras más que una niña!

-¿Te parezco ahora una niña?

-Desde luego que no. Te has convertido en toda una mujer.

-¿Sabes una cosa?

-Dime.

-Me gustaba que me miraras.

Francisco no esperaba que ella fuera tan directa. Lo tenía descolocado. Una amiga de Nathalie que vino corriendo y se la llevó arrastrándola de un brazo lo salvó. Se quedó mirando como ella se alejaba. Se quedó mirándola a los ojos. Ella le sonrió.

El olor a carne a la brasa se extendió por el jardín. Todos se fueron acercando a la barbacoa en donde un exultante Iván les servía chuletas y chorizos. Después añadían ensaladas varias, salsas y otros complementos. La gente se fue sentando a comer en las mesas dispuestas. Francisco se sentó junto a los amigos de la pandilla. Buscó a Nathalie con la mirada y la vio sentada en otra mesa con sus amigos. Sus ojos se encontraron varias veces.

“Joder, esa chiquilla me está poniendo nervioso”, pensó Francisco.

Rato después sintió necesidad de hacer pis y se levantó. Entró en la casa y fue al baño principal, pero estaba ocupado, así que cruzó la cocina para ir al baño de servicio. Orinó, se lavó las manos y cuando abrió la puerta, allí estaba ella.

-Ah! Hola. ¿Pis? – le preguntó a la chica.

-No.

Antes de que se diera cuenta, ella entró en el baño y cerró la puerta. Francisco se quedó sorprendido. Ella dio un paso hacia él y él un paso hacia atrás.

-¿Me tienes miedo, Francisco?

-No… no… Pero no deberíamos estar aquí.

-Cuando venías a casa y me mirabas de aquella forma me gustaba mucho. Se me encendían las mejillas y el corazón se me aceleraba.

-Nathalie….

-Creo que estaba locamente enamorada de ti.

Ella dio un paso más. Él no se movió.

-Cuando me fui a estudiar traté de olvidarte. Creí haberlo conseguido, pero hoy, al verte, mi corazón se puso a latir como loco otra vez.

Un paso más y la chica quedó casi pegada al estupefacto Francisco. Ella era un poco más bajita que él y levantaba la cabeza para mirarle a los ojos. Se puso de puntillas despacito, acercando su boca a la de él, que seguía sin reaccionar. Sus labios se juntaron y Nathalie cerró los ojos. Pegó su cuerpo al de él.

Francisco por fin reaccionó. Aquello estaba mal. La separó tirando de ella suavemente por los hombros. Nathalie seguía con los ojos cerrados y los abrió lentamente. Sus labios finos estaban ligeramente entreabiertos. La miró. Los ojos de ella brillaban. Sus mejillas ligeramente sonrosadas. Era la cosa más linda que había visto en su vida.

Fue ahora la boca de Francisco la que se acercó a la boca de Nathalie. El beso se tornó apasionado. Si antes la separó con delicadeza de él, ahora la atrajo hacia sí con fuerza. Las bocas se abrieron y las lenguas se entrelazaron. La agarró por la fina cintura y la pegó aún más a su cuerpo. Ella empezó a mecerse, sin despegar su boca de la él.

El fresco aroma que desprendía la joven, su ligero cuerpo restregándose contra él, hicieron que Francisco comenzara a excitarse. Nathalie notó la creciente dureza contra su vientre y más se frotó. Ella misma también se empezó a excitar. Lentamente, llevó su mano hasta la bragueta de Francisco y acarició la zona.

-Ummm, se te está poniendo dura. ¿Es por mí? – preguntó con voz mimosa.

Francisco sentía la mano de Nathalie apretar su ya dura polla. La miró una vez más. Y, de repente, la separó de él. Casi con brusquedad.

-Nathalie…. esto no está bien.

-¿Por qué no? – preguntó ella apretando la mano alrededor de su polla.

Francisco le quitó la mano y salió del baño a toda prisa. La cabeza le daba vueltas. Volvió al patio. El ruido, las risas, el olor a comida, todo junto, lo marearon. Tenía que salir de allí. A lo lejos vio a su amigo y se acercó a él.

-Bueno, Iván. Gracias por todo. Me voy ya.

-¿Ya? Pero si ahora empieza la tarde.

-Lo siento. No me encuentro bien. Quizás esté incubando algo.

-Bueno, cuídate. Gracias por venir.

Iván le dio un fuerte abrazo. Francisco lo apreciaba mucho. Pero acababa de besar a su hija. Y ella le había tocado la polla.

-Despídeme de todos. Nos vemos.

Cuando salía por la puerta, miró hacia la casa. En ese momento, Nathalie salía al patio. Se miraron unos segundos. Francisco salió a la calle y se dirigió hacia su coche.

+++++

Se pasó la tarde en su salón, viendo la tele sin mirarla. No se quitaba la imagen de Nathalie de la cabeza. La suavidad de su piel, su calidez. Su exquisito perfume, su belleza. Sus finos labios, sus mejillas sonrosadas. El brillo de sus ojos. Y su mano, acariciándole.

Pero aquello no podía ser. Era la hija de su mejor amigo. La conocía desde niña. Aunque ahora era una mujer, comparada con él, era aún una chiquilla. Le llevaba 20 años. Pensó que podría ser su padre.

Sobre las ocho de la noche sonó el timbre. Se extrañó. No solía tener visitas, y menos un sábado a esas horas. Cuando abrió la puerta, el corazón le latió con fuerza.

Era ella.

-Nathalie.

-¿Por qué saliste corriendo?

-Yo… lo siento. Estuvo mal.

-¿Por qué mal?

-Eres la hija de mi amigo.

-¿Y?

-Eres…eres demasiado joven. Podría ser tu padre.

-No eres mi padre.

Nathalie dio un paso hacia Francisco. Él no se movió. Se quedaron los dos mirándose. La mente de Francisco luchaba. Parte de su cerebro le decía que aquello era una locura. Que sacase de su casa a aquella mujer y cerrase la puerta. La otra parte de su cerebro le decía que no fuese tonto. Que cogiese lo que se le ofrecía.

Los dos pasos que quedaban para que sus bocas quedasen la una al alcance de la otra los dio él. Sus cuerpos se pegaron y sus bocas se juntaron en otro beso apasionado. Sin separarse un milímetro caminaron lentamente hasta entrar en la casa. Ella puso las manos en su nuca, como temiendo que él volviera a salir corriendo. Francisco cerró la puerta con un pie y llevó sus manos hasta el tentador culito de la joven, apretándola contra él. Nathalie gimió en su boca.

Las bocas entreabiertas eran testigos del trasiego de lenguas, las cuales iban de una boca a la otra. Él gimió cuando la mano de Nathalie volvió a posarse sobre su polla.

-Otra vez la tienes dura. ¿Te gusto? – preguntó, ligeramente ruborizada

-Claro que me gustas. ¿Cómo no me ibas a gustar?

Francisco se estremeció cuando la mano de Nathalie le bajó la bragueta. Se quedó petrificado, casi sin respirar cuando ella, mirándole fijamente a los ojos metió la mano dentro del pantalón, le bajó el calzoncillo para sacarle la dura polla.

-¿Estás segura de esto?

-Completamente segura – respondió la joven bajando lentamente, sin despegar sus ojos de los de él. – Llevo mucho tiempo deseándolo.

Nathalie se arrodilló frente a Francisco. Tenía su polla agarrada con una mano. La miró. El corazón de Francisco galopó en su pecho cuando ella acercó su boca y besó la punta, con mimo. Tenía un rubor en las mejillas, pero sus ojos eran puro deseo.

-Ummm… Nathalie…

Él aún no se podía creer que aquella hermosa muchacha estuviese arrodilladla y besándole la polla. No se podía creer que ella le empezara a dar besos y lamidas a lo largo de toda su dureza. Pero cuando ella abrió la boca y le empezó a chupar la polla, el intenso placer lo convenció. Aquello era real. Aquella caliente boca era real.

-Aggg, dios, Nathalie….que placer.

Ella se sintió orgullosa de darle placer a aquel hombre que llevaba tanto tiempo deseando. Se esmeró en provocarle el máximo placer con su boca. Lentamente se fue metiendo la polla dentro, todo lo que pudo. Con su mano derecha acarició delicadamente los huevos, succionando, tragando. En los ojos de Francisco veía reflejado el intenso placer que él sentía.

Él llevaba mucho tiempo sin sexo. Solo esporádicas masturbaciones en la soledad de su cama. Y ahora aquella mujer le estaba llevando inexorablemente a un arrollador orgasmo. Llevó sus manos a su sedoso cabello y lo acarició, entrecerrando los ojos, pero sin apartarlos de su bello rostro, de la sensual boca que engullía una y otra vez su polla.

-Ummm, Nathalie… para…para o…

-¿O qué?

-Oh…Nathalie… si no paras… me correré.

-¿Sí? ¿Te correrás si sigo chupándote la polla? – le preguntó, mimosa, moviendo su mano arriba y abajo.

Aquello fue demasiado para Francisco. No pudo aguantar más y su cuerpo se tensó. Cada fibra de sus músculos se endureció y estalló de repente. De su polla salió un potente chorro de semen que se estrelló contra una desprevenida Nathalie. Le cubrió la cara desde los labios hasta una de las cejas.

El segundo disparo no la cogió por sorpresa. Rápidamente se metió la polla en la boca y los siguientes chorros de espeso semen cayeron todos sobre su lengua. Los fue tragando a medida que salían. Francisco la miraba sin respirar, sin moverse. Únicamente su polla era la que tenía espasmos. Cada espasmo era placer disparado en la boca de la chica.

Fue un orgasmo largo, intenso. Francisco no recordaba haberse corrido así en mucho tiempo. Los bellos ojos de Nathalie, el sonido de su garganta tragando su semen… todo hizo que el placer se multiplicara.

Cuando por fin respiró, empezó a jadear. Nathalie seguía con su polla en la boca, chupando ahora suavemente. Su cara marcada por el primer chorro de semen. Lentamente, Ella se sacó la polla de la boca y la besó, con mimo.

-Vaya, creo que te ha gustado…

Francisco cayó de rodillas frente a la chica.

-¿Gustarme? No creo haberme corrido tan rápido en la vida. No había echado tanto semen jamás.

-¿Es porque te gusto?

-Es porque…

La miró. Los ojos le brillaban. Tenía aún agarrada su polla con la mano y la pajeaba lentamente. Estaba muy sexy con su leche en la cara. Acercó su boca y la besó. Ella tenía un sabor salado en la boca. Entrelazaron las lenguas. Francisco llevó sus manos a sus pequeños pechos y los acarició, haciéndola estremecer.

-Ummmm, Francisco…estoy muy cachonda. Te deseo… Necesito sentirte ¿Me vas a follar?

-No.

Ella se separó y lo miró, extrañada.

-¿Cómo que no?

-No. Primero te voy a comer entera.

-Ummmmmmm – gimió Nathalie, estremeciéndose de pies a cabeza.

Francisco recogió con el pulgar el semen que aún quedaba en la cara de ella. Lo miró. Ella lo miró, sonrió y le chupó el dedo. Él se levantó y la ayudó a ella. Se besaron otra vez. Nathalie no soltó la polla ni un instante. Ni siquiera cuando Francisco la guió hasta su dormitorio.

Se quedaron de pie junto a la cama. Francisco le acarició con ternura las mejillas. Ella sonrió. Lentamente, fue bajando la mano hasta la camisa. Le desabrochó el primer botón y le dio un beso. Las manos bajaron hasta el siguiente botón y la volvió a besar. Así, botón a botón, beso a beso, desabrochó toda la camisa y la abrió. Nathalie jadeaba, con los ojos entrecerrados y la mano tapándose la boca.

Francisco contempló el hermoso cuerpo de la mujer. Lo recorrió con las yemas de sus dedos, haciendo que Nathalie sintiera como pequeñas descargas eléctricas por todo el cuerpo. Las manos terminaron abarcando los pechos.

-Son pequeñas, lo siento – dijo, algo avergonzada.

-Son preciosas.

Él acercó su boca a los pechos y los besó, ambos. Diestramente, metió sus manos por la espalda y desabrochó el sujetador. Era sin tirantes y lo dejó caer al suelo. Miró los dos lindos pechos de la chica. Eran muy apetecibles. Sus labios buscaron el pezón derecho y lo besó, lo lamió, lo chupó. Nathalie gimió de placer. Sus pechos eran muy sensibles, y Francisco se los besaba muy rico.

Cambió de pezón, tratándolo igual a que al otro. Nathalie le cogió la cabeza con las manos y lo apretó contra ella. Estaba cada vez más excitada. Sus bragas estaban empapadas. Su coñito echaba fuego.

-Por favor…fóllame ya….fóllame…. Francisco.

-Espera….no hay prisa

Le quitó la camisa y la miró. Era muy hermosa. Tan joven…. Mirándola a los ojos le desabrochó el botón del pantalón. Seguidamente, despacito, sin dejar de mirarla, le bajó la cremallera, tirando después de los ajustados pantalones. Se arrodilló para poder bajarlos del todo y quitárselos. Frente a sus ojos quedaron las braguitas de la chica. Allí acercó la boca y la besó en el pubis. Podía sentir como con cada beso, con cada caricia, como Nathalie temblaba, gemía, suspiraba…

Aspiró y se llenó de su aroma. Aroma a mujer excitada. Ella volvió a cogerle la cabeza y apretarla contra ella. La besó una y otra vez en su Monte de Venus. Nathalie temblaba.

El temblor aumentó cuando Francisco llevó las manos a sus caderas y le empezó a bajar las bragas, para descubrir su vello púbico. Le gustó encontrarlo. Prefería a las mujeres así, naturales. Las bragas cayeron al suelo y ella las lanzó a un lado con los pies.

Francisco se levantó y s separó un poco. Ahora la miró de arriba a abajo, completamente desnuda.

-Nathalie… eres tan linda. Tan…preciosa.

-¿Lo dices de verdad? – preguntó ella, dudando aún de su propia belleza.

-Eras la cosita más bella que he visto en mi vida.

El corazón de Nathalie latía con fuerza. Y cada latido retumbaba en sus sienes, y en su coño. Se lo volvió a suplicar.

-No puedo más. Te deseo tanto. Fóllame….fóllame por favor.

La hizo callar poniéndole un dedo en los labios. Se pegó a su cuerpo y la besó con pasión. Recorrió su espalda, de piel suave y fina, hasta llegar a las nalgas. Las amasó, las sobó a placer. Tenía un culito precioso con el pantalón de vaquero. Ahora que lo tenía desnudo entre sus manos le pareció divino. Ella se retorció contra su cuerpo, deseosa, suplicante.

Nathalie sintió la dura polla contra su barriga. La buscó con la mano y deseó tenerla dentro, bien clavada en su encharcado coño, pero él parecía querer torturarla, negándole ese placer. Se estremeció y abrió los ojos cuando los dedos de Francisco recorrieron la rajita de su culo y la acariciaron. Sintió un placer desconocido cuando él le acarició el cerrado anito con la yema de un dedo. Gimió en su boca.

Francisco dejó su mano izquierda acariciando el culo de la muchacha, y llevó la derecha hacia adelante, hasta meterla entre las piernas. Se sorprendió al comprobar lo mojada que ella estaba.

-Ummm, Nathalie. Pero si estás empapada.

-Agggg, Francisco…. estoy chorreando por ti. Fóllame de una vez. – le imploró.

-No. Aún no.

La empezó a masturbar. Encontró su clítoris lo frotó con sus dedos, al tiempo que trazaba círculos alrededor de su cerrado anito. Nathalie gimió de placer en su boca, meneó las caderas, llena de placer. Placer que aumentó exponencialmente cuando Francisco la masturbó más intensamente, yendo de su clítoris a su vagina.

Placer que no resistió cuando la punta del dedo que acariciaba su culo presionó y entró. Nunca le habían hecho nada parecido. Se agarró con fuerza a aquel hombre y se corrió, apretando los dientes. Todo su cuerpo fue recorrido por intensas descargas de placer. Él no dejó de frotar ni un momento. Solo se paró cuando el cuerpo de la joven se quedó flojo, sin fuerzas, sostenida únicamente por él.

La cogió en brazos y la llevó a la cama, acostándola boca arriba. Volvió a mirarla. Con admiración, con deseo. Jamás imaginó que volvería a estar en la cama con una mujer como ella. Tan… joven. Ella le miraba, recuperando la respiración. La besó, acariciando su barriguita. La sintió estremecerse cuando acercó su mano otra vez a su coño. Pero no eran sus dedos los que la harían correr la segunda vez.

Besó sus labios, sus mejillas. Llegó a su cuello, el cual Nathalie ofreció girando la cabeza. Bajó por el cuello hasta los hombros. Lentamente, llegó a los pechos, los cuales volvió a lamer, a besar, a chupar. Los pezones, duros como diamantes, fueron mordidos con suavidad. Mordisquitos que arrancaron gemidos de placer a la muchacha.

Siguió bajando, lentamente. No se olvidó del ombligo. La hizo reír y encogerse llena de cosquillas cuando lo lamió. Bajó un poco más y besó su pubis. Nathalie quedó expectante. Francisco le hizo abrir las piernas y se colocó boca abajo entre ellas.

-Ummm, Natalie. Tienes un coñito precioso.

Era la primera vez que le decían algo así. Se ruborizó pero se sintió bien. Y gimió cuando él le dio un lametazo a lo largo de toda la rajita de su coño.

-Agggg, y sabe aún mejor… ¡Qué rico!

Había estado con algunos hombres, todos jóvenes, como ella. De entre ellos, alguno la besó y lamió entre las piernas. Pero fue algo rápido, un par de besos y lamidas que apenas le hicieron conocer ese placer. Por el contrario, le hicieron sentir incómoda, queriendo que eso pasara pronto. Temió que ahora fuese igual. Pero cuando Francisco empezó a comerle el coño, supo lo que era el placer de verdad. La lengua serpenteaba por toda la zona. Los labios besaban atrapaban. La lengua no se estaba quieta.

Su segundo orgasmo, arrollador, intenso, lo tuvo cuando él atrapó su clítoris entre sus labios y lo golpeó suavemente con la punta de la lengua. Los dedos se le aferraron con fuerza a la nuca del hombre, presionando contra ella. Los gemidos se hicieron más y más fuertes. La reacción de ella animó a Francisco a seguir. Él lamió, besó, chupó, arrastrándola a otro orgasmo. En pocos minutos volvió a correrse en la boca de aquel maravilloso hombre, sintiendo la lengua entrando y saliendo de su coñito mientras la nariz frotaba sobre su clítoris.

Su cuarto orgasmo fue tan intenso que casi le hizo perder el sentido. Su espalda se separó de la cama. Los dedos se le agarrotaron. Sus pulmones se vaciaron de aire y su coño llenó la cara de Francisco de abundante jugos. Sintió que se moría y resucitaba lentamente.

Se quedó quieta, sin fuerzas. Él le besaba ahora la cara interna de los muslos, con mucho mimo. Nathalie se quedó con los ojos cerrados, recuperándose del más intenso placer de toda su vida. Creyó que todo había terminado, pero se equivocó. Francisco se incorporó, se desnudó con rapidez, se subió sobre ella y le clavó la polla de un solo golpe hasta el fondo de su coño.

-¿No querías que te follara?

No habló. No gimió. Se sintió más llena que nunca. Aquella polla estaba hecha a medida para su coño. Solo le miró y lo rodeó con sus piernas. Francisco la besó. Si antes él probó el sabor de su semen de la boca de ella, ahora ella probó el sabor de su coño de la boca de él. Ella respondió y se comieron la boca en un intenso beso. Tan intenso y profundo que hasta sus almas se besaron. Gimió suavemente al sentir la polla entrando y saliendo de ella lentamente, rozando las paredes de su vagina, llenándola como nunca fue llenada.

Entrelazaron sus manos. Miradas, besos, gemidos. Placer. Infinito placer. Francisco aceleró el movimiento de sus caderas, aumentado el placer de ambos.

-Aggg, dios… sí…sí…no dejes de follarme….más…más…

Arremetió contra ella cada vez más fuerte. La cama entera se movía al ritmo de la intensa follada. Francisco no dejó de mirarla. De mirar a aquel bello ángel que gemía de placer y le pedía más y más. Se alegró de la suerte que había tenido de poder gozar de un cuerpo así. Nathalie se entregó completamente. Lo rodeó con mucha firmeza con sus piernas. Lo deseaba dentro de ella para siempre.

Hacía mucho tiempo que no se corría dos veces tan seguidas, pero Nathalie lo excitaba tanto que notó las señales de la inminente llagada de su orgasmo.

-Nathalie… me vas hacer correr otra vez… eres…maravillosa.

-Umm, sí sí, córrete conmigo. Lléname de ti.

-¿Seguro?

-´Quiero sentir tu leche dentro, Francisco. Córrete dentro de mí.

Esa fue la señal que él esperaba. La folló con más fuerza aún hasta que le clavó la polla hasta el fondo y se empezó a correr. Natalie notó las contracciones de la dura polla y el repentino calor, y con un grito ahogado se corrió con él. Se fundieron en puro placer. El coño de Nathalie también se contrajo alrededor de la polla, y lo siguió haciendo unos segundos más después de que Francisco terminara de correrse. Estuvieron unos minutos sin hablar, casi sin moverse. El único sonido era el de sus respiraciones.

Francisco abrió los ojos lentamente. Ella aún los tenía cerrados.

¿Cómo aquella preciosa y joven mujer había querido acostarse con él? Era… viejo. Su cuerpo empezaba a deteriorarse. Pero ella abrió los ojos y le miró. Sonrió. Él vio como esos penetrantes ojos color miel se llenaron de lágrimas. Una cayó por su mejilla.

-¿Qué te pasa? ¿Te lastimé?- le preguntó.

-Claro que no. Es que soy feliz, Francisco. Ha sido tan… intenso. Nunca nadie me había dado tanto placer. Nunca nadie…me había follado como tú. No te imaginas cuanto tiempo llevo deseando esto. – respondió, con las mejillas encendidas.

Le secó las lágrimas y la besó. Se acostó a su lado. Nathalie apoyó su cabeza en su hombro. Una de sus manos jugueteó con el vello de su pecho. Francisco la rodeó con el brazo. Ella empezó a hablar, bajito.

-Siempre que me mirabas, yo me derretía. ¿Por qué nunca me dijiste nada?

-Estaba casado. Eres la hija de mi mejor amigo. Y… eras menor.

-Ya no lo soy. Ya soy toda una mujer.

-Sí. Toda una… joven mujer.

-Siempre deseé que tú fueras el primero. Si me lo hubieses pedido, habría sido tuya, toda tuya.

Francisco le acarició el pelo. Era tan tierna. Recordó aquellos tiempos. La vio crecer. La vio desarrollarse, convertirse en una chica hermosa. Cuando iba a casa de su amigo la miraba. Claro que la miraba. ¿Cómo no iba a mirar a aquella cosita tan linda que se ruborizaba ligeramente cuando lo hacía? Cuando le asaltaban pensamientos inadecuados, los apartaba. Aún no era una mujer, y aunque lo fuera, era la hija de Iván. Estaba casado.

Y ahora, la tenía desnuda entre sus brazos.

-¿Tienes hambre? Yo me muero de hambre. Apenas comí nada en la barbacoa – preguntó Francisco.

-Claro, saliste corriendo.

-Me asustaste.

-Jajaja. ¿Yooo?

-Sí, tú.

-Yo tampoco comí mucho. No hice más que buscarte.

-Pues vamos a ver que tengo en la cocina

Se levantaron de la cama. Nathalie se puso la camisa de él, pero sin abrochársela, y las bragas. Eso le daba un aspecto más sensual. Él se puso los calzoncillos y se puso una camiseta que sacó del armario.

Nathalie se sentó en una de las sillas de la cocina, mirando como Francisco preparaba algo para cenar. Miró al hombre del que llevaba enamorada toda la vida. No eran ningún jovencito. No tenía el cuerpo fibroso y musculado de sus amigos. Pero a ella no le interesaba ninguno de esos jovencitos. Ninguno la había hecho gozar tanto como él. Sintió que se empezaba a excitar otra vez. Notó que la humedad volvía a su coño, mezclándose con el semen que aún la llenaba.

Él la miraba de vez en cuando. Le sonreía. Vio como ella jugaba con la camisa, hasta abrirla y mostrarle sus pechos. En la mirada de ella había deseo de él. Francisco siguió preparando la cena. Cuando volvió a mirarla, ella abrió sus piernas lentamente, ofreciéndole una magnífica visión de su precioso coñito. Se quedó mirándola, embobado, sintiendo como su polla crecía en sus calzoncillos.

Ella, cuando notó que tenía su atención, pícaramente, se empezó a acariciar el pecho.

-Francisco… estoy cachonda otra vez. ¿Te vas a hacer de rogar como antes o me vas a follar ya?

-Pero chiquilla, que no soy superman. Necesito reponerme.

-Ummm, pues tu polla – dijo, señalando el evidente bulto de sus calzoncillos – dice lo contrario,

Francisco se miró. Su polla formaba un más que respetable bulto en sus calzoncillos. Sabía que sería casi imposible volver a correrse otra vez, pero sí que podía darle una lección a aquella muchachita.

-¿Así que quieres que te folle, no?

-Ummmm, si….lo deseo.

Se acercó a ella, se bajó los calzoncillos y su polla saltó dura, desafiante. Cogió a Nathalie por el brazo y la hizo levantar. La llevó hasta el pollete de la cocina. Subiéndola por las caderas la sentó sobre el frío mármol, al borde. Con una mano le apartó las bragas y con la otra dirigió su polla hasta el coño. Se la clavó de una estocada hasta el fondo.

-Aggggggggggg, dios….Francisco….

Sujetándole los muslos empezó una furiosa follada, que hacía que los pechos de Nathalie saltaran al compás de las poderosas embestidas. Ella, con las manos apoyadas en el mármol gemía de placer al sentir su coño lleno con aquella dura polla. Los ojos de Francisco iban de la cara de Nathalie a su coño. Veía como su polla entraba y salía de su acogedora cueva, brillante, llena de una mezcla de semen y jugos vaginales.

La folló con fuerza hasta hacerla reventar en un explosivo orgasmo, que la hizo apretar los dientes. Francisco no se paró. Siguió follándola. Quería hacerle ver que a pesar de su edad todavía podía satisfacer a una mujer. Quería también convencerse a sí mismo que aún era capaz. Le clavó la polla una y otra vez haciendo que ella se retorciera con un orgasmo tras otro. Sentía alrededor de su polla todas y cada una de las contracciones de la vagina de la bella muchacha. Se sintió poderoso. Hacía gozar a la joven muchacha, reafirmando su hombría.

Cuando la notó quedarse sin fuerzas, paró. Le dejó la polla dentro y la besó. Ella apenas respondió al beso. No podía, sus músculos no le respondían. Estaba agotada. El sudor perlaba su frente. Lentamente, le sacó la polla. Estaba brillante, llena de jugos.

-Y ahora, cenemos – dijo él, subiéndose los calzoncillos.

La ayudó a bajarse del pollete. Ella se agarró a su cuello y le besó.

-Casi me matas de placer….Pero…tú no te has corrido.

-No puedo, preciosa. Necesito reponer… fuerzas.

Nathalie llevó su mano hasta la polla y la acarició.

-Ummm, pero si la tienes como una piedra.

-Sí. Pero comamos. ¿No dijiste que tenías hambre?

Ella le miró a los ojos y le apretó la polla con la mano.

-Creo que aquí tienes algo que puedo…comerme. – le dijo, sensualmente

-Después… Ahora comamos. De verdad que me muero de hambre.

-Bueeeeno.

Le soltó la polla y se sentó en la mesa de la cocina. Francisco puso los platos y se dispusieron a cenar.

Comieron mirándose, lanzándose besitos, como dos colegiales haciéndose mil bromas. Los ojos de Francisco iban de vez en cuando hacia los pechos de la muchacha, que sonreía y se abría la camisa provocativamente. Ella cortaba la carne en trocitos y se los llevaba a la boca. A algunos les daba un besito antes de comérselos. Él la miraba, embelesado.

-Llámame Natita.

-¿Qué?

-Que me llames Natita. No me gusta mucho Nathalie. Así me llaman los profesores y mi padre cuando me echa la bronca. Mis amigos me llaman Nathy. Pero quiero que tú me llames Natita.

-Me gusta Natita. Es tierno.

Ella, mirándole con su carita más angelical, subió su pie a lo largo de la pierna de él y lo llevó hasta la polla. La acarició.

-¿Te parezco tierna? – le preguntó recorriéndole el tronco de la polla con los dedos.

-Muy tierna.

-¿Te gusto así, tierna?

Se las arregló para bajarle el calzoncillo y liberar la dura estaca. Siguió cenando y acariciándolo. Él comía con gula, gimiendo de vez en cuando.

-Sí sigues así, te voy a follar otra vez, Natita.

-No – dijo ella con una sonrisa traviesa.

-¿Cómo que no?

-Ahora te voy a follar yo.

Se levantó. Se quitó las bragas y se acercó a Francisco. Le giró la silla y se subió sobre él, de cara. Se sentó sobre la polla y se la clavó hasta el fondo de su caliente coño.

-Aggggggggggg….ummm tu polla….Es lo más delicioso que he probado jamás. Me vuelve loquita tu polla.

Empezó a cabalgarlo. Él llevó sus manos a sus pechos y los acarició, para después acercar su boca y chuparle los pezones, dándoles suaves mordiscos que no hicieron más que aumentar la excitación de la mujer. Las manos del hombre acariciaron la suave y sensible espalda, para después bajar hasta las tentadoras nalgas. Las acarició, las sobó. Recorrió con un dedo la caliente rajita y arrancó gemidos a la mujer cuando le frotó el anito con la yema de dos dedos.

-Ummm, Francisco… ¿Qué me haces? ¡Qué rico! dios…

Buscó la boca de aquel maravilloso hombre. Lo besó con pasión hasta dejarlo sin aliento. Enredó su lengua con la de él, sin dejar de subir y bajar a lo largo de su polla. Deseaba volver a sentir su leche llenarla. Deseaba devolverle un poco del inmenso placer que él no dejaba de darle.

-Aggg…. mi vida…córrete. Dame tu lechita…la necesito…

A pesar de desearlo, el orgasmo no aparecía. El intenso placer no era suficiente para hacerlo estallar. Fue más que suficiente para Nathalie, que se agarró con fuerza a su cabeza y se corrió temblando de pies a cabeza. Quedó agotada, sudando, quieta sobre él, que la acariciaba con dulzura y le daba tiernos besitos en la frente.

-¿Es que no te gusto? – le preguntó ella, triste por no poder darle el placer que quería darle.

-Claro que me gustas. ¿No notas mi polla dura llenando tu coñito?

-Pero…no logro que te corras.

-Mi niña… la edad no perdona. Ya te dije que necesito más tiempo.

Nathalie no se dio por vencida. Tenía que conseguirlo. Tenía que hacer gozar a su amado.

Se levantó y miró su polla. Dura, apuntando al techo.

-Ven – le dijo, tendiéndole la mano.

Francisco se la tomó y la siguió. Cuando habían entrado en la casa Nathalie había visto el salón. Hacia allí lo llevó. Le pidió que se sentara en un cómodo sofá. Ella se arrodilló entre sus piernas.

-Te voy a chupar la polla y no voy a parar hasta que me des tu lechita. ¿Entendido?

-Natita…pero…

-Shhhhh, sin peros.

Francisco no iba a olvidar jamás lo que pasó a continuación. Nathalie se acercó lentamente a la polla. No era una experta. No era algo que hubiese hecho mucho antes y jamás supo si lo había hecho bien o mal. Pero ahora se esforzó en conseguir que él se corriera y puso todo su empeño en ello. Besó la polla por todas partes. Lamió, chupó. Se la pasó sensualmente por su hermosa cara. Usó sus delicadas manos para pajearle mientras su boca se metía, de uno en uno, sus huevos en la boca. Ella observaba sus reacciones y actuaba en consecuencia, aprendiendo de las reacciones de él.

Comprobó que él gemía más fuerte cuando usaba solo la boca. Cuando le miraba a los ojos y se metía lentamente la polla, enredando su lengua alrededor. Se mordía el labio cuando ella recorría en círculos la punta, con los ojos entornados.

-¿Te gusta? ¿Te gusta como tu niña te chupa la polla?

-Ummm, Natita…me encanta. Me tienes loquito.

-¿Sí? ¿Me darás lechita?

-Agggg, no sé….yo quiero…quiero darte.

-Pues dame…dámela toda.

Se metió la polla en la boca y empezó a subir y bajar la cabeza, mamando con fuerza, mirándole. Francisco gemía cada vez más fuerte. Ante sus ojos aquella muchacha le estaba haciendo la que era sin duda la mejor mamada de su vida. No solo estimulaba su polla, sino su cerebro. El rubor en sus mejillas, el brillo chispeante de sus ojitos que nunca se apartaban de él, y la voluntad de querer complacerlo. Notó, con asombro, que si seguía un poco más lo lograría. Conseguiría hacerlo correr.

-Natita…dios….no pares…no pares….creo que…me correré.

Las palabras de Francisco hicieron que ella redoblase sus esfuerzos. Con la mano izquierda abarcó los huevos, con la derecha acompañó a su boca, que cada vez permitía entrar la polla un poco más. A los pocos minutos, Francisco estalló. Se corrió con uno de los orgasmos más intensos de su vida, aunque apenas salió semen. Su espalda se arqueó sobre el sofá, apretó los dientes y gozó.

Natalie estaba feliz. Su amado al fin tenía el placer que se merecía. Con mimo le dio besitos a la polla, que perdió su dureza poco a poco.

-Uf, me has dejado para el arrastre, Natita. Completamente vacío.

-Jaja. Pero seguro que estos – dijo sosteniendo sus huevos con una mano – se llenan otra vez.

-No lo dudes.

Francisco se incorporó y la besó. Con la mano acarició le acarició su linda carita. En ese momento sonó un móvil. Era el de ella. Fue a buscarlo y contestó.

-¿Dónde andas? – preguntó Isabel, su mejor amiga

-Hola Isabel. Ya te contaré.

-Nos vemos a las 12 junto al centro comercial. Esta noche nos vamos de fiestaaaaaaaaaa.

-Uf…yo… no tengo ganas.

-¿Cómo que no?

-No. Tengo otros…planes. Oye, me tienes que hacer un favor.

-¿Cual?

-Le voy a decir a mi madre que hoy saldremos y que me quedaré en tu casa. Cúbreme las espaldas.

-Ah, pillina. ¿Quién es él? ¿Lo conozco?

-Ya hablaremos. ¿Me cubres, no?

-Claro, tonta. Ya me contarás. Pásalo bien. Chao.

-Chao.

Francisco había escuchado la conversación. ¿Significaba eso que ella quería…?

-¿Me puedo quedar esta noche contigo? – le preguntó ella.

Él se quedó unos segundos sin saber qué decir. En pocas horas aquella joven mujer había aparecido de repente en su vida y le había dado una de las tardes de sexo más placenteras que recordaba. Tan bella, tan… joven. Ahora le pedía quedarse a dormir con él. ¿Qué hacer? Sería muy agradable pasar la noche sintiendo su calor, pero… A su mente acudió la imagen de su amigo. ¿Qué pensaría de él si se llegase a enterar?

-¿Aquí…? ¿A dormir?

-Sí, aquí, contigo. A dormir o… lo que surja- le dijo con un pícara sonrisa.

-Pero…Natita… si no puedo con mi alma. Me has dejado hecho polvo.

-Bobo. Que yo también estoy agotada. ¿Puedo? ¿Me dejas dormir contigo?

-Bueno, sí.

Ella fue corriendo y se echó en sus brazos. Lo rodeó con los suyos con fuerza. El corazón le latía como loco en su pecho. Era feliz. Él también la abrazó. No lo sabía, pero su corazón latía como el de ella.

¿Era todo aquello real? ¿No estaría soñando?

-Bien…son las 9:30. ¿Qué sueles hacer un sábado por la noche? – preguntó él.

-Pues cuando no tenía que estudiar, salir de macha toooda la noche.

Francisco dio un respingo. No estaba ya para andar trasnochado por esas calles. Ella lo notó.

-Jajaja, tranquilo. Solo quiero estar contigo. Nos quedaremos aquí y vemos alguna película.

-Ah, bien. Me gusta el plan.

Media hora después Francisco estaba sentado en el sofá. Nathalie acostada a su lado, apoyando su cabeza en uno de los hombres de él. Poco a poco se fue recostando y terminó con su cabeza apoyada sobre el regazo de él, que le acariciaba el cabello. Vieron una película y sobre las doce se fueron a dormir.

Desde su separación Francisco no había dormido con ninguna mujer. Le prestó un pijama, que ella se puso delante de él. Volvió a admirar su joven y bello cuerpo. Ella después se metió en la cama.

-¿En qué lado duermes tú? – preguntó ella.

-En ese.

-Uy.

Se movió hacia el otro lado y él se metió en la cama. Enseguida ella se abrazó al hombre, poniendo la cabeza sobre su pecho y rodeándolo con un brazo y una de sus piernas.

Ninguno dijo nada. Ella, feliz de estar abrazada a él. Él, feliz de tener a alguien a su lado. Se pasaron un buen rato así, acompasando sus respiraciones. Nathalie se dio la vuelta. Francisco se quedó boca arriba.

-¿No me abrazas?

Él apagó la luz, se giró hacia ella y pegó su cuerpo al suyo. Ahora fue él quien la rodeo a ella con sus brazos y entrelazaron los dedos de una mano, que descansó sobre la cadera de Nathalie. Ella cerró los ojos. Nunca se había sentido tan a gusto como en ese momento. Tembló de pies a cabeza cuando él le dio un beso en el cuello, cerca de la oreja.

-Buenas noches, Natita.

-Buenas noches, Francisco.

A la mente de Nathalie regresaron los recuerdos. Recordó como su corazón latía cuando Francisco venía de visita. El calor de sus mejillas cuando él la miraba. La humedad entre sus piernas por la noche, en su cama, cuando pensaba en él. Salió con un par de chicos. Pero con ninguno sintió el cosquilleo en el estómago que Francisco le provocaba. Y con ninguno había gozado del sexo como esa tarde con él, quizás porque a ninguno lo quiso realmente. Tenerlo a su lado, abrazándola, era todo lo que siempre había deseado. Ahora lo tenía.

-Francisco…

-Dime Natita.

-Yo….te quiero. Siempre te he querido.

Se quedó quieta. Esperando que él dijera algo. Pero se quedó callado. Solo le dio otro beso en el cuello. Cerró los ojos y se dispuso a dormir.

A él, sin embargo, le costó conciliar el sueño. ¿Cómo asimilar todo lo que estaba pasando? La hija de su amigo. Una chica hermosa, deseable, que lo atraía sexualmente de una manera poderosa, acabada de decirle que le quería. Pero… la hija de Iván, pensó nuevamente. Su amigo de toda la vida.

Pero estaba tan llena de vida. No recordaba haberse sentido así con ninguna otra mujer. Era como si con ella se olvidase de su propia edad.

Aquello no podía ser. Todo estaba en su contra. La diferencia de edad. Quien era ella. Le dio vueltas y vueltas a esas ideas, hasta que el sueño le venció.

+++++

Nathalie fue la primera en despertarse. Al principio no sabía en donde estaba. Pero la suave respiración del hombre al que estaba abrazada le recordó donde.

Se levantó sin hacer ruido y se fue al baño a hacer pis. Regresó y se quedó mirando a Francisco desde la puerta. Dormía plácidamente, un poco despeinado. Contempló a su primer verdadero amor. Ella no veía a un hombre que casi le doblaba la edad. Solo veía al hombre que amaba, al único que había amado en su vida. Al hombre que deseaba.

Se acercó a la cama y se volvió a costar. Siguió mirándolo. Acercó su boca a la de él y le besó, con ternura. Empezó a acariciarle el pecho, aumentando la presión de sus labios sobre los de él. La mano fue bajando lentamente hasta llagar al pantalón del pijama. Se metió por dentro y se llenó la mano con su polla.

Estaba fláccida. La empezó a acariciar y con alegría notó como se empezaba a endurecer. Los besos fueron ahora intensos.

Francisco se despertó. Alguien le besaba. Alguien le acariciaba la polla.

-Buenos días, Natita.

-Buenos días… mi amor.

Abrieron sus bocas y entrelazaron sus lenguas. La polla estaba ya plenamente erecta. Nathalie la recorría arriba y abajo con su mano.

-Ummmm, ¿Ya has ‘repuesto’ fuerzas? – le preguntó

-Creo que sí.

-¿Me vas a follar?

-¿Tú quieres que te folle?

-Sí….tengo el coñito ardiendo, Francisco. Ardiendo de deseo por ti.

-¿A ver?

Él llevó una mano hacia el coño de Nathalie. Como ella hacía, metió su mano por debajo y le acarició la rajita. La encontró caliente, mojada. Ella gimió en su boca cuando frotó su clítoris con dos dedos.

Se masturbaron el uno al otro, sin separar sus bocas. Ella no pudo aguantar tanto placer y se corrió, cerrando las piernas y atrapando la mano que la acariciaba entre ellas. Francisco notó las contracciones de sus músculos.

El orgasmo, lejos de aplacarla, hizo que Natalie quisiera más. Ahora solo deseaba sentir su polla dentro de ella. Se quitó el pantalón de su pijama, le bajó el de él hasta medio muslo y se subió sobre su amado. Mantuvo la polla hacia arriba y se sentó sobre ella.

El aire salió de su garganta en forma de gemido mientras la dura polla se clavaba en su coño. Se quedó unos instantes quieta, simplemente sintiendo su coño lleno. Después empezó a moverse. Primero en círculos, haciendo que la dura barra frotara las paredes de su coño y frotando su clítoris contra el pubis de su hombre. Después empezó a subir y bajar, metiendo y sacando la polla.

Francisco la miraba. Notaba en su polla el calor de su apretado coñito. Llevó las manos a sus pechos y los acarició sobre el pijama, pero enseguida lo desabrochó y sus manos recorrieron la cálida y suave piel. Ella no dejaba de gemir, de contonear su cuerpo.

-Agggg, mi vida…cómo me gusta sentirme llena de ti….Tu polla…que gustito me da tu polla…

Lo cabalgó cada vez más intensamente, cada vez sintiendo más placer. Hasta que todo se juntó y fue atravesada de pies a cabeza por un intenso orgasmo. Echó la cabeza hacia atrás, con los dientes apretados y el cuerpo tenso y temblando de placer. Él le frotaba los pezones, haciendo que el placer se irradiara también desde sus pechos. Su coño tenía espasmos que Francisco sentía en su polla.

Segundos después, cuando la tensión del orgasmo cedió, Nathalie cayó hacia adelante. Se quedó sobre el pecho de Francisco, jadeando. Él acarició su espalda con suavidad, haciéndola estremecer.

-Jamás…jamás había deseado a nadie como te deseo a ti, Francisco.

Se incorporó un poco y se miraron a los ojos. Se sonrieron. Nathalie movió un poco las caderas. Su coño estaba aún atravesado por la dura polla.

-Aún no me has dado mi lechita. ¿No me la he ganado? ¿O es que acaso no te gusto?

-Claro que sí.

-Dime que deseas. Dime como quieres que tu niña te complazca.

La miró. Tan hermosa. Con el cabello alborotado, las mejillas sonrosadas. Sintió un poco de vergüenza. No se atrevió a pedírselo así, con ella mirándole a los ojos. La tomó por la cabeza y la atrajo hacia él. Le susurró su deseo al oído.

Ella levantó la cabeza otra vez. Volvió a mirarle.

-¿Eso deseas?

-Sí, Natita. Eso deseo. – respondió, ligeramente sonrojado.

-¿Así que quieres correrte en mi carita?

La polla tuvo un espasmo que ella notó.

-Uf, si, Natita. Deseo correrme en tu preciosa carita.

-Nunca me lo han hecho. Bueno, tú ayer… un poquito.

-Estabas preciosa. ¿Me dejarás volver a hacerlo?

-Puedes hacer conmigo todo lo que desees, Francisco. Soy toda tuya. Si quieres correrte sobre mí, hazlo mi amor.

Se besaron con pasión. Nathalie se levantó, notándose vacía cuando la polla abandonó su coñito.

-¿Cómo me pongo?

Francisco se levantó y cogió una almohada. La puso a sus pies. Ella comprendió y se arrodilló sobre la mullida almohada. La polla, brillante con los jugos de su coño, quedó a la altura de su boca. Solo tuvo que abrirla, acercarse y empezar a chupar la barra de carne.

Francisco se quedó quieto, mirando el sensual espectáculo que le ofrecía la bella joven, arrodillada a sus pies y chupándole la polla.

-¿Lo hago bien? – preguntó ella.

-Ummm, muy bien Natita. No pares.

-Enséñame Francisco. Dime como hacerlo bien. Dime como hacerlo como a ti te gusta. Enseña a tu niña a chuparte la polla.

Bajo su guía, Nathalie le pasó la lengua a lo largo de todo el tronco de la polla. Le chupó uno a uno los huevos. Se pasó la polla por toda la cara. Se quedó quieta para que él le follara la boca. Los gemidos de placer del él la excitaban. Su coño se mojaba y mojaba

-Ummmm, Francisco: Me encanta chuparte la polla. Me pone muy cachonda,

-Aggg, Natita…. ¿Estás cachonda?

-Sí, sí. Me arde otra vez el coño.

-Tócate. Acaríciate mientras no dejas de chuparme la polla.

Ella llevó la mano derecha a su coño y se empezó a frotar. La izquierda fue a sus sensibles pechos y se los acaricio. Sentía la polla entrar y salir de su boca. Miraba el placer reflejado en el rostro de Francisco. Un placer intenso que hacía jadear al hombre. Ella misma empezó a jadear, aunque con la boca llena apenas podía.

Nathalie vio como Francisco empezó a entrecerrar los ojos y a gemir con más fuerza. Estaba a punto de correrse. Se iba a correr sobre su cara. Se la iba a llenar de su leche. Recordó lo que sintió el día anterior, cuando él estrelló su primer chorro de leche en su cara. Ahora iba a volver a sentirlo, pero multiplicado.

El hombre notó como su cuerpo empezaba a tensarse. Se iba a correr en breves segundos. Aceleró su velocidad, follando la boca de la chica con más intensidad, hasta que el primer espasmo de su orgasmo se disparó. Le sacó la polla de la boca y con un potente chorro de espesa leche salió disparado de la punta de su polla para impactar sobre la cara de Nathalie. Ella cerró los ojos y se quedó atenta a los disparos. Uno a uno lo sintió golpear en su cara. Notó su calor, su viscosa consistencia. Dos…tres…. cuatro….cinco…hasta seis chorros de semen cubrieron toda su cara.

Y con el último, cuando se estrelló contra su mejilla derecha el último chorro de la leche de Francisco, ella se corrió, apretando los dientes, levantando la cara, con los ojos fuertemente cerrados. Los dos se quedaron algunos segundos quietos, jadeando. Él, mirando, gozando de la sensual visión de la bella muchacha cubierta de su semen. Ella, sintiendo el calor sobre su rostro. Sabía que él la estaba mirando.

Lentamente abrió los ojos. Se encontró con los de él, que la miraba con adoración. Le sonrió. Las mejillas ahora le ardían.

-¿Estoy guapa?

-Estás… preciosa. Ven – le dijo, tendiéndole una mano.

La llevó frente al espejo de la cómoda. Se puso detrás de ella y le acarició los brazos.

-Mírate.

Nathalie vio su imagen reflejada en el espejo. Había visto fotos y videos de chicas así, con semen en la cara. Nunca le habían gustado especialmente, pero ahora, con Francisco detrás de ella, mirándola, acariciándola con mimo, le pareció muy erótico. A él le había gustado hacerlo. Y a ella le agradó complacerlo.

-¿Y ahora? ¿Me quedo así todo el día?

-Jajaja. No. ¿Nos damos una duchita?

-Vale.

Ella se giró. Francisco siguió mirándola. Era tan hermosa. Y tan sensual con marcada con su esencia. Acercó la boca a la de ella, que recorrió parte del camino y se besaron. Riendo se fueron quitando las pocas prendas que les quedaban y se metieron en la ducha. Bajo la cálida lluvia de agua se abrazaron y se besaron.

Se enjabonaron el uno al otro y se aclararon entre risas. Nathalie le cogió la semi erecta polla con una mano.

-Francisco…. quiero comerme un buen churro – le dijo mirándole fijamente a los ojos.

-Mujer, déjame descansar un poco. Me vas a matar.

-Jajaja. No hombre. Que me muero de hambre. Invítame a chocolate con churros.

-Ah, vale. jajaja.

+++++

Ella se sentó en la mesa mientras Francisco iba a la barra a pedir churros y chocolate para dos. Desde allí la miró. Se dio cuenta de que no era el único que la miraba. Unas mesas más allá un grupo de chicos no le quitaban ojo a la bella joven. Después de pedir se sentó a su lado y ella le cogió las manos. Los chicos de la mesa seguían mirándola. Y ahora también a él.

-Esos chicos no dejan de mirarte.

-Lo sé. Son unos… inmaduros. Jeje, también te miran a ti.

-Sí. Con envidia.

Natalie miró hacia los chicos. Y entonces hizo algo que dejó petrificado a Francisco. Se incorporó un poco sobre la mesa, se acercó a él y le dio un impresionante beso en la boca, metiéndole la lengua bien a fondo. Tanto los chicos como Francisco se quedaron sin habla. Ella, simplemente, se volvió a sentar, sonriendo.

Después del desayuno, Francisco se ofreció a llevarla a su casa. Ella aceptó.

Francisco condujo hacia la casa de Iván. Paró una manzana antes.

-¿No me dejas en la puerta?

-Mejor no. No quiero que tu padre te vea bajar de mi coche.

-¿Por qué no?

-No quiero que piense cosas raras.

-¿Raras? ¿Como por ejemplo que te has follado a su hijita?

-Joder… Sí. Precisamente eso.

-Jajajaja, tonto. Ya soy mayorcita. Yo decido quien me folla.

-Ya. Pero no quiero que él sepa nada.

-¿No me vas a dar ni un beso antes de irme?

Francisco le dio un beso rápido, temiendo que alguien los viera. Ella no se conformó y se tiró sobre él, besándole con pasión. Llegó incluso a ponerle la mano sobre la polla y le sobó el paquete.

-¿Estás loca? Quita, quita.

-Sí, estoy loca. Por ti.

Le dio un último beso y se bajó del coche. Francisco se quedó mirando como ella se alejaba calle abajo. Dio la vuelta y volvió a su casa.

+++++

Francisco se pasó el resto de la mañana y la tarde solo. De vez en cuando se acordaba de Nathalie, de Natita. Se llevó los dedos a los labios y recordó el beso que ella le dio en la churrería. Recordó las caras que pusieron aquel grupito de chicos.

Sonrió. ¡Qué chica! Tan llena de vida, tan llena de juventud. Llevaba tiempo solo. No se había planteado tener una relación con otra mujer, al menos por ahora. Pero desde luego, jamás se imaginó tener una relación con una de la edad de Nathalie. Sin embargo, jamás olvidaría ese sábado.

Cerró y se dispuso a ver la tele hasta que le venciese el sueño y acostarse.

+++++

Nathalie flotaba. Todo había sido tan distinto con Francisco. El sexo que había tenido hasta ahora no se podía comparar con lo que había sentido con él. Fue intenso. Se sentía llena de deseo por él. Quería complacerlo en todo. Tantos años de anhelos se habían materializado en ese maravilloso sábado.

Tenía que compartirlo con alguien. No podía con su madre. Por supuesto menos con su padre. Así que llamó a Isabel.

-Hola, Caracola – le dijo.

-Hola. Mira guapa. me lo vas a contar todo. Con pelos y señales.

-Ummm, Isabel. Antes lo sabía, pero ahora estoy segura. Estoy enamorada.

-¿Pero quién es?

-Un hombre maravilloso.

-¿Está bueno?

-A mi me encanta.

-¿Que tal folla?

-Uf, Isabel. Nunca había gozado tanto con nadie.

-¿Me vas a decir de una vez quién es ese chico misterioso?

El corazón de Nathalie latió con fuerza. Quería decírselo. Decírselo al mundo. Pero algo se lo impidió.

-Se llama…Francisco.

-¿Estaba en la fiesta de ayer?

-Sí.

-Ummm, Francisco…Francisco…

Isabel se puso a repasar mentalmente a los invitados. Conocía a muchos, pero también había muchos a los que no conocía. No recordó a ningún Francisco conocido. Bueno, sí. Había uno. Un amigo del padre de Nathalie. Pero ese no contaba. Era un viejo.

Nathalie esperaba que su amiga atara cabos. Que fuese ella la que lo dijese.

-Pues no caigo, Naty. Espero que me lo presentes pronto.

-Ya veremos.

Estuvieron un rato hablando. Nathalie le contó a su mejor amiga todo. Siempre se lo contaban todo.

-¿En tu cara?

-Sí.

-¡Coño!

-Sí, también en el coño.

-Jajajaja. Oye. ¿Y qué tal? Luis lleva meses queriendo hacérmelo pero no le dejo. Lo encuentro… sucio.

-Yo pensaba eso. Pero la verdad es que me gustó mucho darle ese placer. Ver como disfrutó conmigo. Deberías dejar que Luis te deje bien pringosa.

-Jajajaja. Ya veremos, ya veremos.

-Bueno guapa, te dejo, que vamos a comer.

-Chao.

Nathalie no se sacó a Francisco de la cabeza en toda la tarde.

Por la noche ya no pudo más. Tenía que hablar con él. Oír su voz. Sabía donde vivía porque había ido algunas veces a su casa de pequeña. Pero no sabía su teléfono. Sin que su padre se diese cuente le cogió el móvil y buscó en los contactos. Lo encontró, devolvió el móvil.

Les dio las buenas noches a sus padres, diciéndoles que estaba cansada y que se iba a dormir. Se fue a su habitación, cerrando la puerta.

Le llamó con su móvil. El corazón le latía con fuerza.

-¿Sí?

-Hola Francisco.

-¿Nathalie?

-Sí. ¿Cómo estás?

-Bien. ¿Y tú?

-Mal. No te puedo sacar de mi cabeza. ¿Sabes una cosa?

-Dime.

-Me…arde del coño. Estoy muy mojada. Te deseo, Francisco.

La polla de él se empezó a poner dura, levantando el fino pijama. Aquella chica lo ponía a cien solo con su voz. Se sacó la polla, que terminó de ponerse dura en su mano.

-Ummm, así que estás mojadita.

-Sí, empapada. Francisco….aggggg, me estoy tocando el coñito.

-Natita, cómo me pones. Tengo la polla dura. Y me la estoy tocando.

-¿Sí? ¿Te haces una pajita?

-Sí. Me estoy haciendo una pajita, para ti.

-Y yo… ummmm, para ti.

Estuvieron unos minutos oyéndose jadear al uno al otro. Pero ella deseaba más. Lo deseaba a él, no a su voz.

-Francisco…ven…ven a follarme.

-Natita…no puede ser. Es… tarde…

-No importa. Ven…fóllame…te necesito dentro de mí – le imploraba, enterrando dos dedos en su coño.

La polla de Francisco babeaba de deseo. ¿Qué le pasaba? ¿Era tonto? ¿Una maravillosa, preciosa y sensual joven le pedía que fuera a follársela y él decía que era tarde?

-¿Dónde estás?

-En mi cama.

-Ahí no podemos…

-Ven. Me escabulliré por la ventana. Recógeme donde me dejaste esta mañana.

-Vale. Tardo 15 minutos.

-Ummmm… ¿Vas a venir a follarme?

-Ya me estoy vistiendo.

-Aggggg, no… tardes.

Francisco se puso lo primero que encontró y salió corriendo. Aquello era una locura, una maravillosa locura. Algo que no había hecho ni de joven, supuesta edad para cometer locuras.

Nathalie siguió tumbada en su cama, frotando con intensidad su clítoris y pellizcando sus duros pezones. Cuando estaba a punto de correrse, paró. Deseaba correrse con él.

Se levantó de la cama y se cambió de ropa. Apagó la luz y sin hacer ruido salió por la ventana. No era la primera vez que se escapaba así de su casa. Nunca la pillaron. Agachada, pegada a los setos del jardín, rodeó la casa y salió a la calle. Con una última mirada a la casa vio a su padre y a su madre tumbados en el salón viendo la tele.

Caminó por la calle, desierta a esas horas, iluminada solo por las farolas. Llegó al punto de la cita, nerviosa, frotándose las más. Vio las luces de un coche acercarse y se estremeció, pero el coche siguió de largo. No era él.

El siguiente coche paró. Ella se acercó y abrió la puerta.

-Sube, rápido -le urgió Francisco.

Ella se subió al coche y se abalanzó sobre el hombre. Lo besó con pasión. Él le devolvió el beso al tiempo que le acariciaba la espalda. Bajó por el fino vestido hasta el culo de la chica. Nathalie se había puesto una falda corta, así que a Francisco no le costó nada meter sus manos por debajo y llevarlas a las nalgas.

-Vaya, pero si no llevas bragas.

-No, no quiero barreras.

-Yo tampoco llevo calzoncillos.

Mirándole a los ojos, Nathalie llevó su mano hasta la polla. La encontró dura. El pantalón de él era finito y pudo sentirla muy bien. Metiéndole la lengua en la boca, le bajó la cremallera y le sacó la polla.

-Umm qué dura la tienes. Ya no puedo más. Fóllame.

-Espera Natita. Busquemos un sitio más tranquilo.

-No. aquí. A estas horas no pasa nadie.

-Pero…Natita.

Francisco no pudo seguir hablando. Estaba atrapado por el cinturón de seguridad. Ella, ágilmente se subió en su regazo y se sentó sobre la polla. Se la clavó hasta el fondo de un solo empujón y se corrió. Se quedó quieta, con el cuerpo recorrido por el placer, los músculos agarrotados y su coño palpitando alrededor de la dura polla. Francisco notaba los espasmos que abrazaban su polla.

Nathalie no quedó satisfecha. Se abrió el vestido y llevó las manos de Francisco a sus desnudos pechos. Comenzó a cabalgarlo, rotando las caderas, subiendo y bajando a lo largo de la polla. Con los ojos cerrados se sintieron el uno al otro. Francisco abarcaba sus pechos con ambas manos. Atrapaba sus pezones entre sus dedos. Y buscaba su lengua con la suya.

Un par de coches pasaron junto a ellos, pero ninguno se dio cuenta. En ese momento el mundo era solo ellos dos, sus gemidos, su placer. Los cristales del coche comenzaron a empeñarse por el calor que sus cuerpos emanaban.

Un segundo orgasmo atravesó el cuerpo de la chica, que ni así dejó de moverse y comerle la boca a su amante entre sensuales gemidos.

-Agggg Francisco…dios…qué bien me follas…no pares…sigue…

-Pero…ummm si eres tú la que me folla a mí.

A veces la cabeza de Nathalie chocaba con el techo del coche. Buscó con ahínco su tercer orgasmo. Pero esa vez quería que él la acompañara.

-Córrete conmigo, mi amor. Córrete dentro de mí. Lléname con tu lechita.

-Ahhhh, sí sí… Natita. Me tienes a punto…no puedo aguantar más.

-No te aguantes…Déjate… ir…Dámelo todo….todo…necesito sentirte.

Francisco cerró los ojos, se tensó y su polla empezó a lanzar su caliente carga en lo más profundo del coño de Nathalie, que al sentirlo, se corrió con él. Fue un intenso orgasmo compartido, que los fundió a los dos en puro placer.

No dejaron de mirarse. Él se quedó jadeando. Ella aún con los últimos espasmos de su orgasmo. Y después, relajación. Nathalie apoyó su cabeza en el hombre de Francisco. Los dos jadeando. El llevó sus manos al cabello de la chica y se lo acarició. Ella cerró los ojos y en sus labios se dibujó una sonrisa. Acercó esos labios al cuello de él y le dio un tierno beso. Le susurró:

-Te quiero.

Francisco no dijo nada. Se quedó acariciándole el pelo. Estuvieron así algunos minutos.

-¿Sabes? Me guste sentir mi coñito lleno de ti. Esta noche dormiré con tu esencia dentro de mí.

Francisco le sonrió.

Volvieron a besarse, ahora con más calma. La polla de Francisco seguía dura, clavada en el cálido nido que era el coño de Nathalie.

-Tengo que volver, no se vayan a dar cuenta.

-Sí, será lo mejor.

Se levantó, notando como la polla se salía de su coño. También notó como algo líquido se salía.

-Uy.

Llevó su mano hacia su coño y recogió en la palma parte de lo que se salía. La puso entre ambos. A la luz de la farola más cercana la mezcla de semen y jugos vaginales brilló. Mirando a Francisco, acercó la mano a su boca y se lamió la palma, recogiendo con la lengua todo lo que tenía. Lo saboreó y se lo tragó.

-Ummmm, me encanta tu lechita, Francisco. Podría volverme adicta a ella.

Francisco solo pudo hacer una cosa. Acercar su boca a la boca de ella y besar la mujer más sexy y caliente que había conocido nunca. La besó con toda su pasión, notando el salado sabor de la boca de ella.

Nathalie le dio un último beso antes de bajarse del coche. Francisco, en silencio, se quedó mirando como ella desaparecía en la noche.

Antes de arrancar, se guardó la polla y regresó a su casa.

Nathalie, tal como había salido, entró. Se quitó la ropa y se metió desnuda en la cama. Juntó las piernas. No quería que el semen que le quedaba dentro se saliese. Antes de dormirse, cogió su móvil y le mandó un mensaje a Francisco:

“Buenas noches mi amor. Espero que sueñes conmigo. Yo ya lo estoy haciendo contigo. Te amo”.

Se durmió con una sonrisa en los labios.

Lejos de allí, acostado en su propia cama, él leyó el mensaje. Pensó en ella. En sus ojos mirándole. En sus jadeos. En sus besos. En su suave y cálido cuerpo. La deseaba como no había deseado nunca a ninguna mujer.

Se tocó la polla, dura. Empezó a subir y bajar la mano. Toda su mente estaba ocupada por ella. Recordó como esa misma mañana ella se había arrodillado delante de él y le había chupado la polla hasta hacerlo correr sobre su preciosa carita. Empezó a pensar locuras.

¿Tendría ella su móvil encendido? ¿Y si le mandaba un sms? Si ella respondía, podría decirle que no podía dormir. Que la deseaba. Que necesitaba sentir su boca alrededor de su polla. Le diría que iría a su casa y que como ella hizo, entraría a hurtadillas por su ventana y que se la follaría en su cama. Y que después, a la luz de le mesilla de noche, se correría en su linda carita.

Le dio vueltas y vueltas a la idea. Llegó incluso a coger su móvil y buscar el teléfono de ella. Pero se arrepintió. Su lado sensato ganó la batalla y apartó la loca idea de su cabeza. Pero a ella no la apartó. Siguió imaginándola hasta que no pudo más y se corrió en su mano, jadeando contra la almohada, como si alguien en su solitaria casa pudiera oírle.

Amor de otoño. Amor de primavera (parte 2)

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El despertador sonó con fuerza, arrancándole de los brazos de Morfeo. De un manotazo lo apagó y bostezando se levantó. Siguió la rutina diaria. Primero hacer pis, después una ducha rápida y seguidamente afeitarse.

Pasándose la maquinilla por la cara, se miró al espejo. Ya tenía arruguitas. Ya se notaban las entradas de su cabello. Su cuerpo se empezaba a poner fofo. Estaba claro que ya había llegado a la cima de su vida y ahora todo el camino era hacia abajo. Nathalie volvió a su cabeza.

¿Qué veía ella en él? Con lo hermosa que era podría tener al hombre que deseara. A cualquier joven de su edad, fuerte, musculado, guapo. Pero ella lo deseaba a él. Aquella hermosa criatura lo deseaba. Se sonrió a sí mismo en el espejo.

-¡Toma ya!

Se tomó un café y salió hacia su trabajo. Era funcionario en el ayuntamiento, jefe de la Unidad de Compras.

Se fijó en las mujeres compañeras de trabajo. Hizo memoria y no recordaba que ninguna hubiese intentado nunca nada con él. Quizás por ser jefe, quizás por estar casado. Pero cuando se separó tampoco ninguna le había mirado con otros ojos. Él tampoco jamás había dado pie a nada.

¿Alguna de ellas lo consideraba atractivo? Ninguna era tan joven como Nathalie. Ni tan hermosa. Y esa joven hermosa lo deseaba a él. La sonrisa volvió a su cara.

-¡Toma ya!

-¿Qué, don Francisco? ´- le preguntó una de las auxiliares.

-Oh, No nada, nada, Marga.

Se metió en su despacho dispuesto a trabajar.

Sobre las doce sonó el teléfono de su mesa.

-Diga.

-Don Francisco – sonó la voz de Marga – una señorita desea verle.

-¿Una señorita?

-Nathalie González.

El corazón le dio un vuelvo. Ella estaba allí.

-Ha…hágala pasar, Marga.

-Sí don Francisco.

Se levantó y se acercó a la puerta. Marga la abrió.

-La Srta. González.

-Buenos días, don Francisco – dijo Nathalie, solemne.

-Bu…buenos días, Srta… González.

Marga cerró la puerta, dejándolos solos. Se miraron, sin hablar, unos segundos. Él fue el primero en romper el silencio.

-¿Pero qué haces aquí?

-Necesitaba verte. No te puedo sacar de mi cabeza. ¿Tú has pensado en mí?

-Sí…he pensado en ti.

-¿Qué pensaste? – preguntó Nathalie, acercándose a él.

-Yo…

Se quedó delante de él, mirándole con sus bellos ojos. Miró sus labios, deseando que se acercaran a los suyos y la besara. Pero no se movieron. Francisco estaba petrificado. Así que Nathalie, poniéndose de puntillas, acercó sus labios a los de él. Los juntó, pero no recibió respuesta.

-Por favor, Francisco. Bésame.

Los ojos de Nathalie estaban acuosos. El hombre al que amaba se quedaba quieto, sin hacer nada por besarla. Probó otra vez. Juntó los labios y le besó.

Esta vez sí que notó una tímida respuesta, que bastó para hacerla estremecer de pies a cabeza. Cerró los ojos y se pegó a su amado, que por fin se decidió a besarla de verdad. La abrazó, notando su delicado y cálido cuerpo contra él. Ambos abrieron sus bocas y buscaron el uno la lengua del otro.

Nathalie se sentía flotar. Los fuertes brazos de Francisco la rodeaban con fuerza. Sus labios le quemaban en los suyos. Sentía mariposillas revoloteando por su barriga. Lo abrazó con fuerza ella también, apoyando su cabeza contra su pecho. Se estremeció cuando él le acarició el cabello con suavidad.

-Tenía que verte, que sentirte, Francisco. No he dejado ni un segundo de pensar en ti. Te amo.

Él siguió acariciando su suave cabello. Estaba abrumado. Aquella chiquilla lo amaba. Cuando creía que nadie más llegaría a amarlo, aparecía ella. Pero su cabeza le decía una y otra vez que aquello no estaba bien. Por quien era ella, pero sobre todo, por su edad.

-¿A qué hora sales? – dijo Nathalie.

-A las 3.

-¿Me invitas a comer? – preguntó, mirándole con sus preciosos ojos y batiéndole sus pestañas.

-Cla…claro. Quedamos a las 3:10 en la calle

-Vale. Francisco… ¿Te gusto?

-Claro que me gustas. Eres una mujer preciosa.

Ella le sonrió, feliz. Francisco dio un respingo cuando la mano de Nathalie le cogió la polla, a medio levantar.

-Ummm, ya sé que quiero de postre.

Le dio un último beso, sin soltarle la polla, y se fue, dejándolo de pie, con una sonrisa en la cara, y la polla dura.

Volvió a su mesa, pero ya no se pudo concentrar en el trabajo. No se quitaba a Nathalie de la cabeza. Comerían juntos, y después…después aquella hermosura de joven volvería a ser suya.

+++++

Le encontró a la salida de la empresa. Francisco temió que ella se lanzara a por él y lo besara delante de todo el mundo, pero Nathalie se comportó. Aunque en el fondo quizás le hubiese gustado que ella lo hiciese. Que lo rodease con sus brazos y le diese un morreo de película delante de todos. Presumir ante el resto de los ‘machos’ de tener la mejor ‘hembra’.

En cuanto se alejaron un poco y no había nadie por los alrededores, pasó. Nathalie se lanzó sobre él y le dio un morreo de libro.

-Te deseo, mi amor. Pasemos de la comida y vamos directamente a por el postre – le susurró la chica.

Él también la deseaba. La cogió de la mano y caminaron hacia su coche. Le abrió la puerta y después se subió él. Todo el camino hacia la casa de Francisco Nathalie estuvo con su cabeza apoyada en el hombro de su amado. Aprovecharon los semáforos en rojo para besarse.

Subiendo el ascensor se besaron y abrazaron. Nathalie sentía contra su barriga la excitación de Francisco. Ella misma sentía como ardía entre sus piernas. Las manos de él le acariciaban sus sensibles pechos.

Cuando entraron en la casa y la puerta se cerró, se empezaron a desnudar el uno al otro, caminando hacia el dormitorio. Para cuando llegaron, ambos estaban desnudos. Sin separar sus bocas cayeron sobre la cama.

Francisco recorrió con sus manos el cuerpo de Nathalie. Era tan suave, tan cálido. Era una delicia pasar los dedos por aquella sedosa piel. Los pezones los encontró duros como piedras. Los besó y los lamió, haciendo estremecer a la chica. Llevó una mano entre las piernas de ella, donde descubrió su mojado coñito. Lo recorrió con dos dedos, frotando el clítoris con las yemas de sus dedos. Ella arqueó la espalda sobre la cama.

-Agggg, mi amor… Cómo te deseo…No puedo más….fóllame… mi vida…

Francisco se subió sobre ella y le metió lentamente, pero sin parar, toda su polla. Se quedó luego quieto mirándola, sintiendo alrededor de su miembro los espasmos vaginales de ella.

-Ummm Natita…eres tan…hermosa

Ella le sonrió, sintiéndose llena. Lo rodeó con las piernas y lo atrajo aún más hacia ella. Cuando él empezó a moverse, Nathalie comenzó a gemir de puro placer. Estiró el cuello y Francisco se lo besó, se lo lamió… se lo mordió, haciéndola gemir aún con más fuerza.

El hombre se apoyó con las manos en la cama, para poder incorporarse un poco. Así tuvo una completa visión de la mujer que gozaba debajo de él. La miró, sin dejar de penetrarla. Ella tenía los ojos cerrados y se mordía el labio inferior.

Francisco se preguntó… ¿Era aquello real? ¿De verdad todo eso le estaba pasando? Las sensaciones de su cuerpo le decían que sí. Que todo era completamente real, aunque su mente se resistiera a creerlo. Aquellos ojos que se abrieron y lo miraron con amor eran de verdad. Aquellos finos labios eran reales. Se agachó y los besó, aumentando el ritmo de la follada.

Nathalie miró a su amado, y también se preguntó si era real. ¿Era posible que todo el placer que estaba sintiendo en ese momento se lo estuviera dando el hombre que siempre había amado? La dura polla que entraba y salía de ella cada vez más rápido le decía que sí. Que era completamente real.

Como real era el orgasmo que atravesó su cuerpo, obligándola a tensar cada fibra de su cuerpo y a apretar los dientes. La polla no dejó de barrenarla ni un segundo durante su largo e intenso orgasmo. Solo se paró cuando ella quedó relajada.

Francisco se salió de ella. Nathalie creyó que todo había terminado. Iba a decir algo cuando él la besó en la boca. Después la besó en el cuello. Lentamente bajó hasta una de sus clavículas, la cual fue besada con mimo. Los siguientes en recibir besos y lamidas fueron sus pezones.

Empezó a estremecerse cuando la besó en la barriguita, después… en su pubis. Cerró los ojos y abrió las piernas, dispuesta a gozar de la sabia boca de su amado Francisco. Éste se acomodó entre ellas y contempló el precioso coñito de la joven antes de empezar a besarlo, a lamerlo.

-Dios…mi amor….que placer me da tu boquita…Cómeme…cómeme toda…

Francisco se ayudó de dos dedos para separar los labios vaginales y exponer el clítoris. Lo sorbió entre sus labios y oyó gemir a Nathalie. La sintió estremecerse cuando con la punta de la lengua lo acarició. Empezó a trazar círculos a su alrededor con la lengua al tiempo que metía dos dedos dentro de la mojada vagina. Ella no pudo resistirlo más de diez segundos y se corrió, levantado las caderas de la cama y pegando su coño contra la increíble boca.

Le siguió dando besitos, pero ahora por los bordes de su coñito, evitando las zonas sensibles. Nathalie jadeaba, con los ojos cerrados, y le acariciaba suavemente el cabello. Al poco, Francisco se acostó junto a ella y la besó. Nathalie chupó la lengua que tanto placer le había dado. Llevó una de sus manos a la polla que la había llenado de gozo. La encontró dura. La acarició.

-¿Y tú mi amor?

-¿Yo qué? – le respondió él con una sonrisa.

-¿No te… corres?

Francisco no le respondió. Se limitó a sonreír y le acarició la cara. Le pasó los dedos por la frente, por las mejillas, sobre los labios. Ella comprendió.

-¿Deseas correrte en mi cara?

-Ujummmm

-¿Por qué no me lo pides? Haría cualquier cosa por ti.

-Natita… deseo correrse sobre tu preciosa carita.

-¿Cómo el otro día?

-Sí. Pero…mejor ven.

Se levantaron de la cama. Francisco cogió, como la ocasión anterior, una almohada, pero esta vez se dirigió hacia el armario. Abrió la puerta y la cara interna era un gran espejo. Delante de dicho espejo puso la almohada y le pidió a Nathalie que se arrodillara de perfil. Ella lo hizo. La polla le quedó en frente de la cara.

Se miró en el espejo.

-¿Quieres mirarme a través del espejo? – preguntó, ligeramente sonrojada, alargando una mano y cogiendo la dura polla.

-Ummm, sí. Y que te mires tú.

Ya no tuvo que hacerle más indicaciones. Nathalie empezó una lenta y sensual mamada. Sus ojos iban de los de él a su propia imagen en el espejo. Se pasó la polla por la cara, y le gustó mirarse a sí misma mientras lo hacía. Le gustó ver como la polla de su amado entraba y salía de su boca, mientras él gemía de placer.

Agarraba la polla y la masturbaba, mirando fijamente a los ojos de Francisco: Otras veces la soltaba y era solo su boca la que actuaba. Él no dejaba de mirarla, ya fuera directamente o través del espejo, el cual le ofrecía un ángulo distinto de la misma acción.

Nathalie lo chupaba cada vez con mayor intensidad. Se agarró con las manos a las nalgas de Francisco y tiró de él, tratando de meterse toda la polla en la boca. No lo consiguió, pero lo siguió intentando.

El orgasmo de Francisco se aproximaba. Iba a ser uno de los fuertes, intensos. Su cuerpo se empezó a tensar y relajar. Nathalie adivinó que se acercaba el momento y redobló sus esfuerzos. Cuando supo que Francisco estaba ya a punto de correrse, se agachó un poquito, cogió la polla con la mano y lo masturbó con fuerza.

-Córrete mi amor. Córrete en mi cara. Llénamela de tu lechita….

Francisco estalló. Su polla empezó a disparar chorro tras chorro de espesa leche que salía a presión de su polla, cayendo sobre la sonriente cara de Nathalie, que la movía para repartir el semen por todas partes. Cuando la polla dejó de manar, abrió los ojos y le sonrió a su hombre. Se miró en el espejo. Estaba cubierta de semen. En su frente, en ambas mejillas, sobre los labios. Francisco jadeaba, aún con espasmos.

-Ummmm, mira como me has dejado, mi vida.

Francisco la contempló. Era la viva imagen de la lujuria. Preciosa, cubierta de semen, que goteaba un poco sobre sus pechos. La polla agarrada. Y sonriendo. Siempre sonriendo.

Se arrodilló frente a ella y la besó con pasión. Restregaron sus caras el uno contra el otro, repartiéndose el fruto del placer del hombre.

-Te amo, Francisco. Con toda mi alma.

Él no supo que decir. Aquella chica lo dejaba sin palabras. Se limitó a besarla. Al rato, se levantaron. Francisco le acarició los pechos para esparcir el semen que le había caído.

-Ummmm, si sigues acariciándome así, me vas a poner cachonda otra vez. Y tengo hambre. Mucha hambre… de comida – dijo, traviesa.

-Vamos

Fueron a la cocina, desnudos. Nathalie se sentó a mirar como Francisco preparaba algo rápido para comer. Tenía prevista comida solo para él, así que preparó unos apetitosos sándwiches de los que dieron buena cuenta.

Durante la comida no dejaron de mirarse. De besarse. De sonreírse. El corazón de Nathalie latía con fuerza. Era, simplemente, feliz. Solo deseaba una cosa. Estar así para siempre. A su lado.

Desnudos, fueron al salón. Francisco se sentó y Nathalie se recostó sobre él. Se besaron con dulzura, acariciando sus cuerpos lentamente. La mano de Nathalie consiguió que la polla creciera. Con la boca pegada a la de él subió y bajó la mano. Le gustaba sentirla dura, palpitando. Como palpitaba ya su propio coñito.

-¿Me deseas, Francisco?

-Con todo mi ser, Natita.

-Ummmm, y yo a ti, mi amor.

Despacito, sin prisas, Nathalie se subió sobre su amado y se sentó sobre él, haciendo desaparecer dentro de ella la dura estaca. Sin separar su boca de la de Francisco, comenzó a moverse, lentamente. Subía… bajaba, besaba. Las manos del hombre recorrieron su espalda, sus nalgas, acariciaron sus pechos. Cuando ella estiró el cuello hacia atrás, él acercó su boca a uno de los pezones y lo chupó. Le gustaba mucho sentirse deseado por ella, cada segundo. Disfrutaba dándole placer.

El orgasmo de Nathalie fue intenso, pero pausado. Largo. Sentada sobre Francisco se corrió con los ojos cerrados, contrayendo su vagina alrededor de la polla que la invadía. Después, reposó su cabeza en el pecho del hombre. El retumbar de su corazón la calmó, como si de un mantra se tratara.

Tan a gusto estaba, tan tranquila, que al poco, se durmió. Francisco sintió su suave respiración. Tratando de no despertarla, la acostó a su lado. Su polla sintió el repentino frío tras abandonar el cálido nido en donde había estado. Estaba brillante, llena de los jugos de la mujer. La miró a ella.

-Qué hermosa eres, Nathalie – susurró.

La chica durmió plácidamente. Él veló su sueño. Le acariciaba las piernas, de piel cálida y suave. Poco a poco cerró los ojos y se durmió también.

+++++

Los despertó el sonido del teléfono de Nathalie. Ella se levantó a cogerlo. Miró el número y vio que era su padre.

-Hola papi.

-¿Dónde andas?

-Estoy con… Isabel – mintió.

-Pues podrías avisar. Estábamos preocupados.

-Lo siento. Se nos fue el santo al cielo.

-¿No te habrás olvidado de lo de esta noche, no?

-Oh, claro que no.

Sí que se había olvidado. Su padre había organizado una cena familiar. Ellos, los abuelos y poco más. Miró a Francisco. No deseaba ir a esa cena. Deseaba quedarse con él.

-Pues no tardes.

-Vale. Ya voy. Besos

Colgó y se acercó a Francisco, que seguía sentado en el sofá.

-Uf, me había olvidado de la cena familiar. Que rollo. Me gustaría quedarme contigo, pero no puedo, tengo que irme.

-No pasa nada, Natita, lo entiendo.

Ella se echó sobre él. Lo abrazó.

-Es que soy tan feliz a tu lado, mi amor.

Se empezaron a besar otra vez. Él la llenó de caricias. Ella notó como la polla se ponía cada vez más dura. La agarró con la mano.

-Ummm, mi vida. Fóllame. Fóllame ya. Lléname de ti. Quiero sentirte conmigo toda la noche.

La tumbó en el sofá, boca arriba. Nathalie abrió sus piernas, en una clara invitación que él aceptó. La penetró y empezó a moverse, follándola con pasión.

-Aggggg, dios…que placer….mi amor…cómo te siento dentro de mí.

-Y a mí cómo me gusta sentirme dentro de ti.

Se comieron las bocas el uno al otro. Nathalie lo rodeó con sus piernas para atraerlo hacia ella, para que le clavara la polla bien a fondo.

Cuando la hermosa joven estalló en un intenso orgasmo, las contracciones de aquel estrecho coñito precipitaron el orgasmo de Francisco, que se corrió a borbotones en lo más profundo de ella.

Las estuvo besando largos minutos, sin bajarse de ella.

-Será mejor que nos vayamos. No se vaya a enfadar tu padre.

-Sí. Será lo mejor.

Se vistieron y Francisco la acercó a su casa. La dejó, como la otra vez, antes, para que nadie los viera. Se dieron un último beso.

-Hasta pronto, mi amor. Te amo.

Esas dos palabras, “Te amo”, retumbaban en la cabeza de Francisco mientras miraba como la chica corría hacia su casa. ¿Cómo era posible que lo amase? Él no había hecho nada. Nunca lo pretendió. Eren dos palabras que le hacían sentir, por una parte, muy bien. Despertar esos sentimientos en una preciosa mujer, tan joven… Pero por otra parte, lo asustaban. Quien era ella, la diferencia de edad. Temía que todo se le fuera de las manos.

Arrancó y volvió a su casa.

Esa noche le costó dormirse. Su cabeza bullía de pensamientos encontrados. Deseo… Miedo.

+++++

Al día siguiente, ella le esperaba a la salida de la oficina. Y al otro. Y al otro. Francisco salía y la buscaba con la mirada. Ella le saludaba discretamente. Él no se daba cuenta, pero su corazón latía con fuerza cuando la veía. Se subía al coche, se besaban con pasión y se dirigían a la casa de Francisco.

Él preparaba comida para los dos. Comía siempre desnudos, mirándose, tocándose. La mayoría de las veces no terminaban. Nathalie se subía sobre él y lo cabalgaba con pasión hasta sentir como la llenaba con caliente semen. Luego dormían la siesta, abrazados.

A Francisco le encantaba despertarse y tenerla a su lado. Se pasaba minutos mirándola, sin decir nada. Acariciándola con suavidad. Ella abría los ojos, le sonreía. Abría sus brazos y él la tomaba entre los suyos.

Cuando la penetraba, ella siempre estaba mojada. La follaba despacito, mirando su lindo rostro crisparse por el placer. Le encantaba verla estallar. Hablaban. Reían. Solo había un momento en el que él se quedaba sin palabras. Sin saber que decir. Cuando Nathalie le miraba a los ojos y le decía esa dos palabras. “Te amo”. Simplemente la miraba y la besaba.

El viernes por la tarde, Nathalie se despertó al sentir como algo le rozaba entre las piernas. Abrió los ojos y descubrió a Francisco con la cabeza entre ellas. Se estremeció cuando él lamió la rajita de su coño de abajo a arriba.

-Agggg, mi vida… que rico.

-Me encanta tu coñito, Natita. Es tan rico…y tan precioso.

-¿Precioso?

-El más lindo que he visto en mi vida.

-¿Y has visto muchos, bribón?

-Jeje, la verdad es que no tantos como me hubiese gustado.

-Capullo. Calla y… cómeme.

Durante los siguientes 20 minutos eso fue lo que Francisco hizo. Comerle el coñito con pasión a la joven mujer, que no dejó de acariciar su cabello, de gemir, de apretarle contra ella.

Nathalie perdió la cuenta de los orgasmos que la sabia boca de Francisco le regaló esa tarde. Cuando ya no pudo más, cuando quedó tan sensible que las caricias empezaron a molestarle, le separó la cabeza. Él la miró desde entre sus piernas, con la cara brillante.

-Ya no más, mi amor. Ya no puedo más.

Francisco se acostó a su lado y la besó.

-¿Sabes que eres la cosita más linda del mundo? – le dijo.

-Te amo, Francisco.

Ella notó como él se quedó unos instantes sin saber qué hacer. Después, la besó con pasión. Nathalie notó contra sus muslos la dura polla. Hasta ella llevó una mano y la agarró. Movió la mano arriba y abajo, a lo largo de la rígida estaca.

-¿Quieres correrte en mi carita, mi amor?

-Con todo mi ser – respondió.

-Pues venga. Ponte sobre mí. Fóllame la boca. Y lléname la cara con tu lechita.

Francisco le puso dos almohadas bajo la cabeza. Se puso sobre ella, arrodillado con una pierna a cada lado. Acercó su polla a la tentadora boca de la chica y disfrutó. De sus labios, de sus ojos mirándole. De sus caricias en la espalda y en las nalgas. De la serpenteante lengua.

Se apoyó con las manos en la pared, se echó hacia adelante y moviendo sus caderas metió y sacó su polla de la caliente boca de Nathalie.

Nathalie gozaba mucho cuando él le acariciaba su culito con los dedos, cuando se lo follaba con uno. Lentamente acercó uno de sus dedos al ano de Francisco y lo acarició, esperando su reacción.

-Agggg, Natita… qué placer… Eres…maravillosa…

Apretó el dedo y lo empezó a introducir. Francisco gimió más fuerte, sin dejar de mirar a la chica que tanto placer le estaba dando.

Nathalie solo le miraba, le chupaba. Sorbía. Mamaba. Empujaba su dedo. Todo para darle el máximo placer a su amado. Con alegría vio como la cara de Francisco se empezaba a tensar. Sus movimientos se hicieron más intensos, hasta que con un gemido, le sacó la polla de la boca,

Nathalie cerró los ojos. Sonrió. La polla tuvo un espasmo y de la punta salió disparado un inmenso chorro espeso y blanco que impactó sobre el ofrecido rostro. Otro espasmo y un segundo latigazo se sumó al primero, seguido de un tercero y un cuarto. Sin respirar, con cada fibra de su cuerpo tensa, Francisco miraba como se corría sobre la cara de Nathalie.

Se quedó quieto, jadeando. Ella abrió los ojos. Abrió la boca y lamió la punta de la polla, al tiempo que le sacaba el dedo de su culito.

¿Era aquello real? ¿Se había corrido realmente sobre aquel hermoso rostro? ¿O no sería todo fruto de su imaginación?

-Te quiero, Francisco. Te amo.

Era real. Era real.

Se acostó de nuevo a su lado y se la comió a besos. Se ayudó de los dedos y de la lengua para limpiarle la cara de su semen. Lo compartieron, abrazados, pegados.

Francisco se acostó boca arriba. Ella apoyó su cabeza en su pecho.

-Soy tan feliz a tu lado. Eres maravilloso.

-¿Yo? Soy normal. Uno más.

-Eres mi…’más’.

Nathalie deseaba algo. El corazón empezó a latirle. ¿Y sí él no lo deseaba? ¿Y si se cansaba de ella?

-¿Sabes una cosa? – preguntó, con algo de miedo en la voz.

-Dime, Natita.

-Me encantaría pasar el fin de semana contigo. Dormir contigo. Despertarme contigo.

Temió que él le dijera que no. Que no podía ser.

-A mí también me gustaría, Natita.

-¿De verdad? – le preguntó, con lagrimas en los ojos.

-De verdad.

La cabeza de Nathalie empezó a trabajar a toda prisa. En segundos trazó un plan. Se levantó corriendo y cogió su móvil. Marcó el número de Isabel.

-Vaya. La hija pródiga ha vuelto. ¿Dónde te has metido toda la semana?

-Con él.

-Ummmmm. Te habrás hartado de follar, ¿eh?

-Sí. Pero no es solo follar. Es estar a su lado.

-Joder. Pues sí que estás pillada.

-Completamente pillada.

-Le dejé.

-¿A Luis? Oh, lo siento. ¿Estás bien?

-No tonta. Que le dejé correrse en mi cara.

-¿Sí? jaja. ¿Y qué tal?

-Pues…sucio. Me dejó hecha una pena. Me cayó leche en un ojo y lo tuve irritado casi un día. Uf, como picaba.

-Jajajaja.

-Sí, ríete, ríete. Se acabaron las lechadas para mí.

-Jajajaja. Pero seguro que a Luis le encantó.

-Jeje, Sí. Se quedó loquito, loquito. Hasta más cariñoso que de costumbre.

-Pues mujer. Dale ese gusto más veces. ¡Solo recuerda cerrar los ojos! Jajajaja

-Capulla. ¿Qué? ¿Nos vemos esta noche?

-Para eso te llamaba. Necesito que me cubras otra vez.

-Joder.

-Venga mujer. Quiero pasar todo el fin de semana con él. Le voy a decir a mis padres que me quedaré los dos días en tu casa.

-Te van a pillar.

-Dime que sí.

-Tú misma. Pero si te pillan a mí no me metas en líos.

-Tranquila. Todo está controlado.

-¿Y no nos veremos ni un poquito? Nos tomamos unas copas y así me presentas a esa maravilla de hombre.

-Bueno, a lo mejor. Ya te llamo. Recuerda, si te preguntan, estaré en tu casa.

-Ok.

-Chao.

-Chao.

Corriendo, dando saltitos, Nathalie volvió a la cama. Se tiró sobre ella y se abalanzó sobre Francisco.

-Hecho mi amor. Me quedaré contigo hasta el domingo.

-Ummmmm. Ven aquí.

Se fundieron en un beso, lleno de deseo y de pasión.

-Uy, necesito ropas y algunas cosas. ¿Me acercas a casa?

-Claro.

Se vistieron y la acercó hasta la casa. Esperó en el coche mientras ella entraba.

A Nathalie no le costó nada obtener el permiso de sus padres. Confiaban en ella. Era una buena chica, responsable. Ya era una mujer adulta y se merecía pasárselo bien después de titularse.

Subió corriendo a su cuarto y metió lo necesario en una pequeña mochila. Ropa, muda limpia, su cepillo de dientes.

-Chaooo. Hasta el domingo, mami. Chao papi.

-Pásalo bien, tesoro.

-Seguro.

Caminó con paso rápido la manzana que le separaba del coche. Se subió y agarrada del brazo de Francisco, volvieron a la casa de éste.

Cenaron. Vieron la tele. Se besaron. Se acariciaron. Sobre las doce se fueron a la cama, en donde se volvieron a besarse, a acariciarse. Nathalie abrió sus piernas. Francisco se puso entre ellas y la folló lentamente, sin prisas, hasta estallar profundamente dentro de ella.

A oscuras acarició su cabello hasta que su respiración le indicó que se había dormido. Cerró los ojos y también se durmió.

+++++

Abrió los ojos el sábado por la mañana, temprano. No habían bajado la persiana y el sol iluminada la habitación. Notó el calor del cuerpo de Nathalie.

Miró hacia ella. Estaba boca abajo, aún dormida. Admiró su bella espalda. Sus estrechas caderas. Y su precioso culito. Se maravilló de la suavidad de su piel cuando le acarició la espalda.

Siguió bajando hasta llegar a las redondas nalgas. Las recorrió con sus dedos. Cuando se acercó y le dio un beso en el cuello, ella despertó.

-Ummm, buenos días, mi amor – dijo Nathalie en un susurro.

-Buenos días, Natita.

Lentamente, Francisco fue bajando por aquel delicioso cuerpo. Besaba cada centímetro, siguiendo la línea de la columna vertebral, pero desviándose cada poco hacia los lados. Nathalie siguió con los ojos cerrados, sintiendo aquellos suaves besos que le erizaban la piel.

Los labios llegaron al nacimiento de las sugerentes nalgas. Las besó y lamió, arrancando pequeños gemidos a la chica, que notaba como su coñito se mojaba más y más. Nathalie cerró los puños cuando la lengua de Francisco recorrió la rajita que separaba las dos turgentes masas de carne.

-Aggggg, mi amor.

Con la ayuda de las manos, él separó las nalgas y buscó con la lengua el pequeño agujerito que allí se escondía. Nathalie volvió a gemir.

-Ummmm, Francisco… qué rico.

La siguió besando, lamiendo, chupando. Nathalie nunca había sentido una caricia tan íntima. Le gustó sentir la lengua lamer su culito. El calor del aliento de su amado. Empezó a contorsionarse lentamente, buscando la suave lengua que le daba tanto placer en lugares insospechados.

Francisco se separó un poco para mirar. Antes sus ojos tenía el precioso culito de Nathalie. Redondo, con forma de pera. Un culito muy tentador. Acercó el dedo índice de su mano derecha y con la yema acarició el cerrado pero lubricado ano.

-¿Te gusta?

-Uf, sí. Es una sensación muy rica.

Presionó. La punta del dedo se introdujo en el culito. Ella arqueó su cuerpo.

-Agggggg, dios…Mi amor… ¿Qué me haces?

Él no contestó. Acercó su boca y besó una de las nalgas a medida que presionaba, metiendo poco a poco el dedo dentro de ella. Cuando llegó a la mitad, al segundo nudillo, paró y empezó a sacarlo, pera seguidamente volver a meterlo. Nathalie movía sus caderas, sintiendo un inesperado placer.

-Me estás… follando el culito…. Mi amor, me estás follando el culito.

-Sí, Natita. Y parece que te gusta.

-Me encanta…. agggggg

Francisco notó el olor del coñito de la chica. Miró y comprobó que brillaba, que estaba rezumando jugos. Movió el dedo más rápido y Nathalie gimió más fuerte, apretando las manos y atrapando las sábanas con ellas.

La polla de Francisco parecía que iba a estallar de lo dura que estaba. La notaba aplastada bajo él.

-Natita, te voy a follar el culito.

-Ummm, pero si ya… lo estás haciendo.

-Te lo voy a follar con mi polla.

-Aggggggggg, ¿Con tu polla? ¿Me vas a follar el culito con tu polla?

-Sí

-Es muy grande…Me…

-Lo deseo. Deseo tu culito.

El dedo le estaba dando placer. Mucho placer. Y él lo deseaba. Era suya, por entero.

-Mi amor, sabes que soy tuya. Hazme lo que quieras. Clávame tu polla en el culito si ese es tu deseo.

Besó su nalga derecha al tiempo que le metía todo el dedo dentro. Nathalie apretó los dientes, llena de placer.

-¿Tienes alguna crema, Natita?

-Sí, en la mochila tengo crema para las manos.

-No te muevas.

Nathalie no se movió. No abrió los ojos. Se quedó quieta, esperando. Notó como Francisco abandonaba la cama. Oyó la cremallera de su mochila. Y como él regresaba. No vio como él abría el bote de crema y se echaba en los dedos. Gimió cuando volvió a sentir su cerrado culito acariciado, ahora con la algo fría crema, que enseguida se calentó. Notó como el dedo volvía a entrar. Ahora, lubricado con la crema, resbaló suavemente hasta el fondo.

-Ummmm, Francisco… me gusta…más…más…

Le folló unos segundos con un dedo. Lo sacó, dejando dentro solo la punta y añadió el dedo corazón. No le costó nada enterrar los dos. Nathalie levantó las caderas.

-Aggggg, dios….mi amor. Me llenas.

La fue dilatando. Metiendo los dos dedos, rotándolos, esparciendo la crema. Ella gemía de placer, meneando el precioso culito. La polla de Francisco saltaba de excitación. Se echó crema en la mano libre y la esparció por la polla.

Se subió sobre la chica, con las rodillas a ambos lados de su cuerpo. Se agachó y la besó en el cuello.

-¿Estás lista?

-Sí. Estoy lista para ti. Gózame.

Francisco admiró unos segundos el perfecto culito que iba a desvirgar, que iba a ser suyo, Acercó su dura polla y la apoyó contra el apretado orificio. Empezó a empujar. La punta de su polla no tuvo problemas para romper la resistencia y se coló dentro. Nathalie aferró las sábanas con sus dedos y se estremeció de pies a cabeza.

-Aggggggggggg

¿Te duele?

-Un… poco… pero sigue….no te pares…fóllame.

Siguió empujando, enterrando poco a polla toda su polla dentro del apretado culito de Nathalie. Fue despacio, pero sin detenerse. Solo paró cuando su pubis chocó contras las nalgas.

-Natita…ya…tienes toda mi polla dentro de ti.

-La…siento… dios Francisco. Me siento totalmente llena de ti.

Sin moverse acarició su espalda, besó su cuello. Fue ella la primera en moverse, en empezar a rotar las caderas.

-Ummm, me gusta… Siiiii, me gusta. Fóllame mi amor… Folla mi culito.

Nathalie sentía un ligero dolor, pero el placer lo superaba. Placer que aumentó cuando Francisco empezó a moverse, a meter y sacar su polla de aquel culo perfecto. Segundo a segundo fue follándola más profundamente, más intensamente. Los dos se llenaron de placer. Los jugos del coñito de la chica mojaron las sábanas. No dejó de moverse, de buscar con sus caderas la polla que la taladraba.

-Agggg. ¿Te gusta mi culito? ¿Te gusta… follarme el culito?

-Sí, me encanta. Eres….tan preciosa, tan caliente, tan sensual.

-Mi amor, quiero sentirlo. Quiero sentir como te corres dentro de mí, como me llenas con tu lecha calentita.

Francisco aumentó aún más el ritmo, arrancando gemidos y pequeños gritos a la joven. La folló cada vez con más intensidad hasta que notó que se iba a correr.

-Ya… Natita…ya me voy a correr….dentro de tu culito….

-Siiiiiiiiiiiiiiiiii dámelo todo….

Las últimas estocadas fueron salvajes. Hasta que él dio un último empujón, le clavó la polla hasta el fondo y empezó a correrse intensamente. Nathalie lo sintió. Notó las contracciones de la polla, la tensión del cuerpo de él y los potentes chorros hirvientes que la llenaban por dentro.

Apretó los dientes. Cerró los puños y se corrió con él, gozando intensamente de las sensaciones que los envolvieron a los dos.

Francisco cayó, agotado, sudando, sobre la espalda de Nathalie. Se acostó a su lado, abrazándola con fuerza, besándola con ternura. Ella se dejó abrazar, feliz. Inmensamente feliz.

Se quedaron unos minutos abrazados, sin decir nada. Solo sintiéndose.

-¿Nos damos una duchita antes del desayuno? – preguntó él.

-Vale.

El agua caliente cayó sobre los cuerpos abrazados, que no se dejaron de besar y acariciar. Nathalie gozó de los besos, de los sabios dedos. Rio cuando la enjabonó y le hizo cosquillas. Y se corrió cuando Francisco la masturbó. Sus gemidos se ahogaron en la boca de su amado. Francisco tuvo que sostenerla porque ella se quedó sin fuerzas por el intenso placer.

Desayunaron y después fueron a dar un paseo. Había mercadillo y Nathalie fue de puesto en puesto, contenta, feliz. Francisco la miraba. No se cansaba de mirarla. Era tan fresca, tan llena de vitalidad. La felicidad de ella se la contagiaba y el mismo se sentía dichoso y lleno de vida… incluso mejor que cuando era adolescente. Le compró algunos pendientes y pulseras. Ella se abrazaba y le besaba.

Al principio él se sentía un poco incómodo con esos besos y abrazos. Notaba las miradas de la gente. Le miraban igual que él hubiese mirado si una preciosa joven se besase con un hombre como él. Además, temía que alguien conocido los reconociera. A ella no parecía importarle que la vieran besarle. Estaba tan feliz de estar con él que nada más le importaba.

A media mañana el calor apretó, así que se sentaron en una terracita, a la sombra, para tomar algo fresco y un aperitivo.

-Camarero, por favor – llamó Francisco, levantando la mano.

-Buenos días. Dígame caballero.

-Buenos días. Me trae una cerveza y… – miró hacia Nathalie, esperando que ella dijese lo que quería.

El camarero, mirando a la preciosa joven, se adelantó.

-¿Y para su hija?

-No es mi hija – respondió serio, Francisco.

-Oh, disculpe. Pensé que…

-Yo quiero una Coca-Cola – dijo divertida, Nathalie.

-Y algo para picar, ca…marero – añadió Francisco, que casi le dice capullo.

El camarero se marchó. Francisco se quedó con cara seria. Ella le miró y se rio.

-Jajaja. No pongas esa cara.

-Joder. Si es que es normal. Podría ser tu padre.

-Pero no lo eres. Eres el hombre a que amo.

-Ya… pero noto como nos miran.

-¿Y te importa?

-Pues… no. Bueno, un poco.

-Jajajaja.

Nathalie vio como el camarero se acercaba con el pedido. Se levantó un poco y le dio un impresionante beso a Francisco, metiéndole la lengua casi hasta la campanilla. No dejó de besarlo mientras el camarero les servía las bebidas. Cuando se marchó, volvió a sentarse.

-Jajajaja. Ahora sí que nos miran. – dijo ella, riendo sin parar.

Medio sonrojado, Francisco rió con ella…

Después del aperitivo volvieron a pasear. Sus manos se tocaron. Ella esperaba que él se la cogiera, pero no lo hizo. Así que ella se la cogió. Francisco no la soltó.

Volvieron a la casa de Francisco y para comer pidieron comida china. Antes de la siesta hubo más placer para los dos. Sobre todo para Nathalie. Francisco sabía como llevarla una y otra vez a la cúspide del placer. Era un amante maravilloso.

+++++

Nathalie se despertó. Abrazada a Francisco, que dormía a su lado. Le acarició el pecho, ligeramente velludo. Cerró los ojos. Se empezó a imaginar como podría ser su vida. Su vida junto a él. Es lo que deseaba. Que todos los días fueran como ese día.

Solo había una cosa que la preocupaba. Su padre. Sabía que no se tomaría bien la relación que tenía y pretendía seguir teniendo con Francisco, su amigo. Pero tendría que aceptarlo. Ya era una mujer, tomaba sus propias decisiones. Pero temía ese momento, cuando su padre lo supiera. Por su madre temía menos.

“Pero bueno. Cuando llegue el momento, ya se verá”, se dijo

-Despierta, dormilón – le susurró, zarandeándolo ligeramente.

-¿Umm?

-¿Dónde me vas a llevar hoy?

-¿Quieres salir?

-Claro. Es sábado. Marcha, marcha.

-Natita… que ya no estoy para esos trotes.

-Anda, no seas bobo. Que no eres tan… viejito.

-Nos quedamos y vemos una peli.

-No no. Venga. Solo un ratito. No volveremos tarde, te lo prometo.

-Bueeeno.

-Bieeeennn. Voy a arreglarme.

Francisco se quedó mirando como la chica saltaba de la cama y se metía en el baño, con su mochila. Ese ‘arreglarme’ significaba, como mínimo, una hora.

Hora en la que tuvo tiempo para pensar en lo que se estaba metiendo. Recordó al maldito camarero. Las miradas de la gente. Se acordó de su amigo Iván. Todo le decía que terminara con aquello. Todo estaba en su contra. Pero recordó los bellos ojos de Nathalie. La suavidad de su piel. Como se le iluminaba el rostro cuando reía. Su gemidos de placer. Había pasado con ella una maravillosa semana. La más feliz que recordaba de toda su vida.

“Qué coño. Voy a salir con ella y me lo voy a pasar de puta madre”.

Cuando la vio salir, vestida, ligeramente maquillada, se quedó pasmado mirándola.

-Natita…estás… preciosa.

-¿Te gusto? – dijo ella, girando sobre sí misma para que él la viera.

-Wow. Esta noche no te van a quitar ojo de encima.

-Solo me importan las miradas de dos ojos. Los tuyos.

-Ahora me toca arreglarme a mí.

Una ducha rápida, un afeitado y en menos de 15 minutos estaba listo. Pensó en ponerse traje y corbata, pero desechó la idea. Eligió chaqueta de sport.

-Ummm, tú también estás muy guapo.

-Gracias, Srta. ¿Nos vamos?

-Nos vamos.

La llevó a cenar a un distinguido restaurante. No rehuyó su mano sobre la mesa. Se la agarró con fuerza. No dejó de mirarla.

Sobre las 11 de la noche fueron a un pub tranquilo que él solía frecuentar antes. Música suave y ambiente tranquilo, sobre todo a esas horas. En un rincón pidieron unas copas y se besaron, sin importarles las miradas.

-Isabel quiere conocerte

-¿Isabel? ¿Tú amiga?

-Sí.

-Uf.

-¿Qué?

-No sé si será buena idea.

-Tranquilo. Es de fiar. Nos está cubriendo.

-Ya. Pues… no sé.

Una cosa era que desconocidos los vieran juntos. Pero una amiga de ella.

-Venga, no seas bobo. Es muy simpática. Mi mejor amiga.

-Vale.

-Chupi.

Nathalie sacó su móvil y llamó a Isabel.

-Hola caracola – le dijo.

-Hola caraculo – respondió Isabel.

-Jajaja. ¿Dónde estás?

-En casa. Ya iba a salir con la panda.

-Estoy con él tomando una copa.

-Vaya. ¿Por qué no os venís los dos al antro con nosotros?

El antro era en donde solían quedar para empezar la noche. Un sitio atestado, ruidoso, con la música a todo volumen. Nathalie sabía que a Francisco no le gustaría mucho. Además, en la panda había mucho bocaza.

-No, mejor no. Vente tú, sola, aquí, y te lo presento.

-¿Dónde es aquí?

-El pub Cindirella.

-Pero si es un muermo, para carrozas.

-Estaremos aquí un rato más. Si quieres vienes, si no… tú misma.

-’Ta bien. Puede más mi curiosidad que la muermez del sitio. Voy.

-Hasta ahora.

Colgó.

-Pues ya viene, mi amor.

-Uf.

-Jajajaja. Tranquilo.

Isabel cogió un taxi y tardó como 20 minutos en llegar al sitio. Había estado allí un par de veces, pero era demasiado tranquilo para su gusto. Entró y cuando sus ojos se acostumbraron a la débil luz interior, se puso a buscar a su amiga.

Miró hacia la barra. Allí vio a alguien conocido. Era ese amigo del padre de Nathalie. Francisco. Se dijo que era una casualidad encontrarlo allí, que se llamara como el chico de su amiga. La buscó y la encontró al fondo, sentada en una mesa. Sola.

“No puede ser…No puede….”, se dijo mientras seguía con la mirada a ese Francisco. Vio como se acercaba a la mesa de Nathalie, como dejaba las copas y…como la besaba.

“Coño. ¡Pero si puede ser su padre!”. Estaba asombrada.

Nathalie la vio, la saludó y vino corriendo hacia ella.

-Holaaaaaaaaaa Isabelita.

-Estás loca.

-¿Loca? ¿Por?

-¿Tu Francisco es ese Francisco? – dijo, señalando hacia la mesa

- Ese es, sí. Antes de que digas nada, sí. Podría ser mi padre. Pero no lo es.

-Joder, Nathalie. Se va a liar. Cuando tu padre se entere, te mata. Bueno, a ti no, pero a él, lo mata.

-No es para tanto. Pero no dirás nada, ¿Verdad?

-Por mí no lo sabrá.

Nathalie la cogió de la mano y la acercó a la mesa.

-Francisco, te presento a Isabel, mi mejor amiga y nuestra encubridora.

Francisco se levantó. ¿Qué hacía? ¿Le daba dos besos?

Isabel le miró. ¿Qué hacer? A cualquier otro amigo de Nathalie le hubiese dado dos besos. Pero ahora no sabía si dárselos a Francisco o estrecharle la mano.

-Encantado, Isabel.

-Igualmente, Francisco.

Nathalie, al ver a aquellos dos pasmarotes, intervino.

-Mi amor. Puedes darle un beso. No me pondré celosa.

-Oh, claro

Le dio un beso en cada mejilla y se sentaron.

-Nathalie me dijo que bebías cubata. Te traje uno – dijo Francisco.

-Ah, gracias. Lo necesito.

Isabel cogió el vaso y le dio un buen trago.

-Así que tú eres el amante misterioso.

-Sí, eso parece.

-Pues vaya.

-Imagino que no esperabas algo así.

-Para nada. Ha sido toda una sorpresa.

-¿No recuerdas que hace años te dije que me gustaba una amigo de papá? – dijo Nathalie.

-Ummm, sí. Pero eso fue hace muuuucho tiempo.

-Pues lo amo desde hace muuuucho tiempo.

Nathalie cogió entre sus manos una de las manos de Francisco. Isabel los miraba.

Se fijó más en Francisco. No era feo. No estaba mal, pare su edad. Pero a ella no le atraían los hombres tan maduros. Parecía que a su amiga, sí.

Empezaron hablar. Francisco era simpático, de fácil conversación, y divertido. Las hizo reír a las dos con sus ocurrencias. Isabel llegó a olvidarse de quién era y empezó a verlo como el nuevo chico de Nathalie.

Pidieron otra ronda y siguieron hablando. Nathalie insistió en bailar y sacó, a regañadientes a Francisco a la pista. La música era lenta y bailaron abrazados. Isabel, desde su asiento, los miraba.

Vio como Nathalie cerraba los ojos. Como se mecía con él. Como le miraba. Hasta casi notó como se estremeció cuando él le acarició un hombro. Vio el amor en los ojos de su amiga.

Volvieron cogidos de la mano.

-Uy, que me meo -dijo Nathalie – ¿Me acompañas, Isabel?

-No… yo no tengo ganas.

Francisco se extrañó. Es bien sabido que las mujeres siempre van al baño de dos en dos, tengan o no tengan ganas. Se sentó en la mesa

Cuando Nathalie se marchó, Isabel se encaró con él.

-¿Qué estás haciendo?

-¿Yo? Nada.

-Conozco muy bien a Nathalie. Y sé que está muy enamorada de ti.

-Lo sé.

-Como le hagas daño, me las pagarás.

-No es esa mi intención.

-¿Y cuál es tu intención? ¿Follarte a una linda jovencita? ¿Presumir delante de tus amigos?

-No soy de esos. Esto me ha cogido totalmente por sorpresa.

-¿Por qué no lo dejaste antes de que empezara?

-No lo sé, la verdad. No he dejado de comerme el coco. Por más que me digo que es imposible, que todo esto no tiene futuro…

-¿Qué?

-Me mira y olvido todo eso.

-Cuando se entere su familia se va a armar.

-Bueno, espero que no lo sepan.

-Ella querrá seguir. Se sabrá.

Francisco se quedó callado. Había pensado en que quizás podrían seguir como estaban, viéndose a escondidas. Si nadie lo sabía, nada pasaría. Pero quizás Isabel tuviese razón. Al final, se sabría

-¿De qué habláis? – preguntó Nathalie al regresar.

-De nada. Bueno, yo me voy. Que la panda se va a desmadrar si no los controlo.

-Nosotros también nos vamos.

Francisco pagó las consumiciones y salieron del local. Insistió en acercar a Isabel al sitio en el que había quedado con sus amigos. El Antro, creyó oírle decir. Pero cuando la dejó en el lugar, el cartel del local ponía otro nombre. Hasta allí llegaba el sonido de dentro.

Isabel se bajó y le dio a Nathalie un beso metiendo la cabeza por la ventanilla.

-Gracias por traerme, Francisco.

-De nada. Un placer.

Vieron como se alejaba y se metía en el local. Cuando abrió la puerta, el sonido los golpeó.

-¿No te apetece ir con tus amigos? – preguntó Francisco.

Nathalie se giró. Le miró fijamente a los ojos y le puso una mano sobre la polla.

-No. Quiero que me lleves a tu casa y me folles bien follada.

Francisco arrancó el coche y se puso en camino. Nathalie no dejó de acariciarle la polla, notando como se ponía dura. Le bajó la cremallera y se la sacó.

-Me encanta tu polla, mi amor. Conduce con cuidado – le dijo, quitándose el cinturón y bajando lentamente la cabeza hasta meterse la polla en la boca.

A esas horas no había mucho tráfico. Francisco acarició el cabello de la chica con la mano derecha. Gozó de la lenta y placentera mamada que la cálida boca le hacía. Oía el sonido de succión y rechupeteo que ella exageraba a propósito. Nathalie también gemía. Se había metido la mano derecha por debajo de la falda, por dentro de las bragas, y se pasaba lentamente los dedos a lo largo de su mojado coñito.

-Agggg, Natita. Qué boquita tienes.

Ella notó como la polla se endurecía más y más. Él apretaba, se tensaba. Ella se la sacó un momento de la boca.

-No te corras. Quiero que me vuelvas a llenar el culito antes de dormir.

-Ummm, eso…no…ayuda

Francisco se concentraba en la carretera, en el placer que sentía y en no correrse.

Le costó, pero consiguió llegar a su garaje de una pieza. Protestó cuando se fue a guardar la polla en el pantalón y ella no le dejó.

-Pero Natita. Nos puede ver alguien.

-Shhhhhhh, yo me encargo.

Salieron del coche. Ella le agarró por la polla y se pararon frente a la puerta del ascensor. Mientras esperaban, se besaban. Francisco gemía por la suave paja que ella le hacía, sin dejar de vigilar por si algún coche entraba en el garaje.

Cuando el ascensor llegó, ella se puso delante de él, por si alguien bajaba. Pero estaba vació. Entraron y empezaron a subir.

El escaso minuto que duró la ascensión se los pasó Francisco casi sin respirar, mirando hacia abajo, en donde una arrodillada Nathalie se pasaba su polla por la cara, lamiéndola, mirándole a los ojos.

-Si no quieres que me corra, no sigas así.

-¿Es que no tienes aguante?

Dos pisos más y le hubiese llenado la preciosa carita con una abundante ración de semen. La parada del ascensor lo salvó.

Nathalie se levantó, le agarró la polla y casi lo arrastró hasta la puerta de la casa. Francisco abrió y entraron.

Entre besos y caricias se desnudaron el uno al otro. Cuando llegaron a la habitación ya estaban desnudos.

Nathalie vio cumplido su deseo. Se durmió abrazada por su amado, con el culito lleno de caliente lechita.

Cuando el domingo por la noche él la llevó a su casa, Nathalie no pudo evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas. Deseaba tanto estar con él.

-Tranquila, Natita – la calmó Francisco, secándole las lágrimas con los dedos.

Él tampoco quería que el día acabara ni que ella se fuera.

+++++

La siguiente semana fue igual a la anterior. Comían juntos, se pasaban la tarde juntos. Tardes llenas de placer. Francisco se encontraba con miles de sorpresas por toda la casa, corazones con lápiz labial en el espejo del baño, notitas en el refrigerador con ‘te amo’, y hasta sus bragas bajo la almohada… le encantaba encontrar algo de ella por donde sea que pasara. Dejó de sentirse solo incluso cuando ella no estaba. Mensajes de Nathalie al celular mandándole fotos que se habían tomado juntos. Su casa ahora estaba iluminada de alegría

El fin de semana Nathalie no pudo volver a usar el mismo engaño que la vez anterior. Se sintió frustrada, pero se pasó el máximo tiempo posible con él. Solo a su lado era plenamente feliz.

Unos días después, por la mañana, Francisco recibió una llamada en su móvil particular. Cuando vio de quien era se le heló la sangre. Era Iván. Se quedó mirando el nombre en la pequeña pantalla, con miedo a contestar. Sonaba y sonaba.

Al final, contestó.

-Hola Iván.

-Hola Francisco. ¿Qué tal?

-Bien. ¿Y tú? ¿Todo bien?

-Sí. Bueno, no. Estoy preocupado por Nathalie

Francisco se tensó.

-¿Le ha pasado algo?

-Es que….Oye. ¿Tienes tiempo para un café?

-Claro.

-Estoy por la zona. Nos vemos en la cafetería de enfrente de tu oficina en 10 minutos.

-Vale. Hasta ahora.

Cerró los ojos. Notó a Iván preocupado, pero no parecía que fuese con él. Quizás fuera por otra cosa. ¿Pero qué otra cosa podría tener preocupado a su amigo?

A los 10 minutos bajó a la calle y cruzó hasta la cafetería. Iván ya estaba sentado. Se sentó a su lado.

-¿Qué pasa con tu hija?

-Está saliendo con alguien.

-Bueno, eso es normal. ¿No?

-Desde que volvió de la universidad casi no está en casa. Se pasa la tarde fuera, y los fines de semana no le vemos el pelo.

-Hombre, que es una chica joven. Es normal que quiera divertirse.

-Un amigo mío la voy hace dos días. Se estaba besando con un hombre.

Francisco sintió escalofríos. No podía ser otro más que él. No se separaban.

-Iván, Nathalie ya es una mujer adulta. Ella…

-¿No lo entiendes? No era un chico. Era un hombre. De nuestra edad. ¿Qué hacía mi hija abrazada a un tipo que podría ser su padre? Dios…no lo entiendo.

Francisco notó sudor en las manos. No veía escapatoria posible. Tarde o temprano Iván se enteraría. Y por como estaba, sabía que su amistad se acabaría.

-Todos sacrificios que he hecho para educarla, para darle una carrera. Y ahora mira como me lo paga.

-Creo que estás exagerando, Iván. Deberías hablar con ella.

-Lo he intentado, pero no me dice nada. Solo que es su vida, que ya es mayorcita.

-Lo es.

-Pero si aún es una niña. Como me tope con el tipo ese lo muelo a golpes. Se ha aprovechado de mi hija, de su inocencia.

¿Cómo decirle a su amigo que no había sido así? ¿Cómo decirle que su niña no era tan inocente como él pensaba?

-Tranquilo hombre. Nathalie es una buena chica. Quizás… quizás ame a ese hombre.

-¿Amarlo? ¿Cómo puede amar a alguien así? Y si fuera así, si ella estuviese enamorada de ese hombre…. ¿Qué pasa con él? ¿Cómo puede ser tan canalla como para aprovecharse de eso? ¿Qué futuro le espera a mi Nathalie con…ese?

Francisco no supo que contestar. Eres preguntas que él mismo no dejaba de hacerse. Apretó los puños. Respiró hondo. Se armó de valor.

.-Soy yo – dijo.

-¿Tú qué?

-Yo… soy ese hombre. El que ha estado saliendo con tu hija.

Iván se quedó mirándole con una expresión de incredulidad en la cara. Oyó las palabras, pero no las comprendió. No le entraban en la cabeza.

-¿Tú…?

-No es lo que piensas, Iván. Pasó, simplemente. No fue mi intención, pero pasó. Nathalie es una gran mujer.

La sangre de Iván empezó a hervir. Su mejor amigo, por el que lo hubiese dado todo, lo había traicionado. Había mancillado lo que más quería.

Francisco vio como el rostro de Iván se fue enrojeciendo. Iba a estallar de ira.

-Tranquilo Iván, por favor.

-¿Tranquilo? Eres un hijo de Puta Francisco. ¿Pero si podría ser tu hija? ¿Cómo has podido?

-Ya te dije que pasó. No fue mi intención.

Vio como Iván cerraba con fuerza los puños. Su amigo estaba a punto de golpearle.

-¿No fue tu intención? ¿No fue tu intención acostarte con mi hija?

-Yo… no lo busqué. Pero…joder Iván. No pude resistirme a ella.

-¿Qué? ¿Me vas a decir encima que fue ella?

Iván ya no pudo más. Lanzó con fuerza su puño derecho contra la cara de Francisco, dispuesto a partirle la cara a aquel desgraciado, pero en el último segundo se arrepintió.

-Eres un desgraciado. Te prohíbo que vuelvas a ver a mi hija. Para mí estás muerto.

Se levantó y se marchó. Francisco, encogido, miró a su amigo darle la espalda. Para siempre. Se dio cuenta de que los clientes de la cafetería le miraban. La discusión fue acalorada.

Triste volvió a su oficina, pero el resto de la mañana no hizo nada. Solo pensar. Pensar y pensar.

A las 3 de la tarde salió. Nathalie, como siempre, le esperaba. Desde que la vio, supo que ella ya lo sabía. Cuando se acercó comprobó que ella tenía los ojos rojos, signo de haber estado llorando.

Hasta ese día ella siempre había sido discreta cuando iba a esperarlo a la salida del trabajo. Pero en esa ocasión no pudo reprimirse y se abrazó a él con fuerza, empezando a llorar.

-Mi amor… Mi padre. Ha sido horrible.

El quiso abrazarla. Pero se quedó quieto. Sus compañeros estarían mirando.

-Me ha dicho que lo sabía todo. Ha sido muy cruel contigo. Traté de explicarle, pero no me oía.

-Vino esta mañana a verme. Alguien le dijo que te había visto con un hombre. Yo…no pude más. Se lo confesé.

Ella le miró con los ojos llenos de lágrimas.

-Bueno, algún día tenía que enterarse, mi vida. Ahora ya está hecho. Tendrá que aceptarlo.

Nathalie vio algo en la mirada de Francisco. Algo iba mal.

-¿Qué te pasa? – le preguntó.

-Tenemos que hablar, Nathalie.

¿Nathalie? ¿No la llamaba Natita? Se empezó a asustar.

Caminaron hacia el coche. Se subieron. Ella, a la espera de lo que él tenía que decirle. Él, buscando las palabras.

-Nathalie. Eres una chica…una mujer maravillosa…

-Mi amor…no…No sigas.

-Tengo que hacerlo. Te mereces algo mejor que yo.

-No quiero nada mejor que tú. Te quiero a ti.

-Nuestra relación no tiene futuro. Tienes toda la vida por delante. Yo no soy más que un… viejo. Quizás ahora no, pero en pocos años seré un… abuelo, y tú aún serás una mujer joven. Atada, lastrada por mí.

-Eso no me importa. Es mi decisión. Solo deseo pasar mi vida junto a ti.

Francisco seguía buscando argumentos.

-Ahora noto como nos miran, Nathalie. La gente solo ve a una preciosa joven con un hombre mayor. En pocos años la diferencia será a un más palpable. Te sentirás mal al estar conmigo.

-Jamás. Yo te amo. Lo eres todo para mí.

-Llegarás a odiarme. Lo sé. Por no haberte dejado vivir.

-Pero es que no concibo la vida sin ti.

-Nathalie. Vive. Disfruta. Encuentra a un buen chico con el que formar una familia. Un chico de tu edad, con el que compartir toda tu vida.

-Ya encontré a esa persona. Eres tú.

-No. Yo no lo soy. No puedo seguir contigo. Lo siento. Siento haberme dejado llevar por tu belleza, por mi… deseo hacia ti. Nunca debimos llegar tan lejos.

-Francisco…mi amor… no me hagas esto. Por favor…no me dejes.

Las lágrimas que cayeron por las mejillas de Nathalie le rompieron el corazón a Francisco, pero estaba decido. Llevaba toda la mañana pensando, y no veía otra solución. Ella quizás ahora le odiaría, pero estaba seguro que en poco tiempo se olvidaría de él, que reharía su vida y que sería feliz.

-Lo siento, Nathalie. Pero tengo que terminar esto. Algo que nunca debió haber empezado. Espero que algún día me perdones.

Ella se quedó mirándole. Se quería morir. Primero su padre y ahora Francisco, le partían el corazón. Se secó las lágrimas y respiró hondo.

-¿Es tu última palabra? – preguntó.

-Sí. Estoy decidido. Adiós Nathalie.

Nathalie, lentamente, abrió la puerta del coche, sacó una pierna, dispuesta a bajarse. Miró fijamente a los ojos a Francisco.

-Solo has hablado de mí, de los demás. No has dicho ni una palabra sobre ti. Sobre lo que tú quieres.

-Deseo que seas feliz. Y a mi lado no lo será.

-Eres un cobarde, Francisco. Adiós.

Terminó de bajarse del coche, cerró la puerta y se alejó, sin mirar atrás. Francisco no vio su cara, rota por el dolor. No notó que su cuerpo temblaba y que le costaba caminar, a pesar de tratar de mostrar compostura.

Ella tampoco vio como Francisco se secaba sus propias lágrimas.

+++++

Después de mucho tiempo, Francisco volvió a comer solo. Aunque no probó bocado. Se puso el plato y se quedó mirándolo. No levantó la vista. No miró hacia donde ella estaría sentada, después de haberse dado placer el uno al otro.

Solo podía pensar en sus ojos llenos de lágrimas. En como le miraba. En lo que estaría sufriendo por su culpa. Y sobre todo, en sus últimas palabras. “Eres un cobarde”. “Eres un cobarde”.

Sonó su móvil. Había recibido un mensaje. Sabía que sería de ella. Trató de no abrirlo. Tenía que terminar ya. Pero no se resistió.

“Te quiero con toda mi alma. Siempre te querré. Sé feliz”.

Ahora, en la soledad de su cocina, Francisco no pudo más y se derrumbó. Ahora fueron sus mejillas las que se llenaron de lágrimas. Ella se despedía. Todo había acabado.

Se fue a ver la tele, tratando de dormir. Le costó, pero al final, lo consiguió, aunque fue un sueño agitado.

Se despertó solo. La casa en silencio. Su primer impulso fue mover el brazo, buscarla con la mano. Pero ella, por supuesto, ya no estaba. Encontró unas bragas suyas bajo la almohada y casi se le saltan las lágrimas.

Esa noche consiguió comer algo. Después de ver la tele, sin prestar mucha atención, se fue a la cama. La cama en la que tantas veces había estado con ella. En la que tantos placer sintió. Tantos besos, tantos abrazos.

Una cama, que ahora, estaba fría, solitaria.

+++++

El día siguiente no fue un buen día. Solo podía pensar en Nathalie. En como estaría. En si ya le odiaría. ¿Sufría por él?

“Todo pasará. Todo volverá a ser como antes. Antes de ella”.

Pero no pasó. Día a día no hacía más que pensar en ella. Las huellas de los corazones en el espejo se la recordaban a cada momento. Miró la foto que ella le imprimió de los dos juntos. Pensó en romperle, pero se decidió por guardarla en una gaveta.

El primer fin de semana solo no aguantó quedarse en su casa. Salió a pasear, a despejarse. A tratar de no pensar en ella.

Temía acostarse en su cama. Si cerraba los ojos casi podía oírla respirar a su lado. Casi podía sentir el peso de su cabeza sobre su pecho, el calor de piel.

“Todo pasará”

No pasó. Jamás se había sentido así. Tan solo. Tan perdido. No se quitaba a Nathalie de la cabeza.

“Eres un cobarde”.

Recordaba su cuerpo, su joven cuerpo, su belleza. El inmenso placer que ella le daba con su boca, con sus manos. Como se ofrecía por entero a sus deseos, sin negarle nunca nada.

Pero eso solo era deseo físico. Eso era algo secundario. Lo que más recordaba, lo que más anhelaba eran otras cosas. Su preciosa sonrisa. Pasear con ella cogidos de la mano. Ver la tele juntos, acariciando su sedoso cabello. Acostarse con ella, no para tener sexo, sino simplemente para dormir, abrazados.

La echaba tanto de menos.

“Nathalie…Natita…mi amor. Te necesito”

“Todo pasará”.

+++++

Pasaron casi dos semanas desde aquel fatídico día. No había vuelto a saber de ella, pero no se la había sacado ni un segundo de la cabeza. Seguían retumbando aquellas palabras, cuando ella le llamó cobarde. Seguía diciéndose que todo pasaría, pero todo seguía igual.

“Tienes razón, Nathalie. Soy un cobarde. Ahora que no te tengo sé lo que quiero. Te quiero a ti. Pero soy un cobarde. Un estúpido cobarde”

Se despertó un sábado por la mañana. Se levantó y se miró en el espejo. Se miró.

-Cobarde. Cobarde. Sabes lo que quieres. Sabes lo que deseas. Cógelo. No seas estúpido. Solo se vive una vez. No vas a tener más oportunidades de ser feliz. Y solo serás feliz con ella.

Se duchó, se afeitó, se vistió y salió de su casa. Cogió el coche y se fue derechito hacia la casa de Nathalie. No se paró una manzana antes. Se paró justo en la puerta de su casa. Se apeó del coche y tocó al timbre.

Cuando la madre de Nathalie abrió la puerta y le vio allí, se quedó sin habla.

-Quiero ver a Nathalie.

-¿Có…Cómo?

-Qué quiero ver a Nathalie. No me iré de aquí sin verla.

La puerta se terminó de abrir y apareció Iván.

-¿Qué coño haces tú aquí? Lárgate o te…

-Calla, Iván. Esto no tiene que ver contigo. Estuviste a punto de darme un puñetazo en la cafetería, y en aquel momento lo hubiese aceptado. Pero ahora no. Ahora, como no me dejes ver a Nathalie de inmediato, el que te dará el puñetazo seré yo.

-Vete. Te he dicho que te largues.

-Espera papá.

Era la voz de Nathalie, que apareció por el pasillo. A Francisco se le iluminó la cara, le latió con fuerza el corazón.

-Nathalie. Déjame hablar contigo. Solo será un momento.

La mujer de Iván lo cogió del brazo.

-Déjalo Iván. Déjalos hablar.

Lo cogió del brazo y se lo llevó de allí. Nathalie, seria, se acercó a Francisco.

-¿Qué quieres, Francisco?

La miró. Era tan hermosa. ¡Qué estúpido había sido!

-Vengo a pedirte perdón, Nathalie.

-¿Otra vez? Ya lo hiciste cuando me dejaste.

-Me llamaste cobarde. Lo soy. Lo fui.

Se acercó a ella. La miró a los ojos. Nathalie trató de disimular el temblor que recorrió su cuerpo.

-Sí, cobarde, estúpido. Imbécil. Todo lo que se te ocurra. Por no haberme dado cuenta de lo que tenía contigo. Solo me fijaba en los demás. En tu padre. En lo que pensarían sobre nosotros. Solo cuando no te tenía empecé a pensar en mí. En lo que yo quiero. En lo que yo deseo.

-¿Y qué quieres, Francisco? – preguntó, con un nudo en la garganta.

Se acercó más. Sus cuerpos casi se rozaban.

-Te quiero a ti, Natita. Con toda mi alma. A la mierda los demás. Te quiero, y quiero vivir contigo el resto de mi vida.

La abrazó y la besó. Nathalie se abrazó a él con tal fuerza que casi no lo dejó respirar. Se agarró a su cuello, él la levantó y giraron, giraron y giraron.

-Mi amor. Pasé tanto miedo cuando me dejaste. Creí que no te volvería a ver.

-¿Me perdonarás por ser tan bobo?

-¿Bobo? Eres un capullo, pero…Eso ya pasó. – dijo con una ligera sonrisa en los labios.

-Quiero que vengas a vivir conmigo. Ya. Para siempre.

Ella no pudo reprimir las lágrimas. De pura felicidad. La besó. Ella le besó. Se abrazaron otra vez.

-Espera aquí. Cogeré lo imprescindible y ya volveré a por el resto de mis cosas.

Francisco esperó a que Nathalie volviera. Ella, flotando de felicidad, metió en una maleta las cosas que más necesitaba. No podía dejar de llorar. Todo lo que lloró en esos días de intensa pena, lo lloró ahora de pura felicidad.

La vio volver, con una radiante sonrisa en la cara. Le dio la maleta.

-Espera. Tengo que despedirme de…ellos.

Esperó otra vez. Tal y como esperaba, Iván no se lo tomó bien. Francisco lo oyó gritarle a Nathalie. Oyó los llantos de su madre.

-Es mi vida, papá. Yo decido como la quiero vivir.

-Si sales por esa puerta… si te vas con él, jamás vuelvas aquí. Para mí dejarás de existir.

-Te quiero papa. Lo lamento, pero no renunciaré a Francisco. Adiós.

Regresó junto a su amado.

-¿Todo bien?

-Sí. Ya se les pasará. Vamos. Llévame a… casa.

+++++

Esa noche, los dos estaban desnudos en la cama. La primera noche del resto de sus vidas. Francisco estaba sobre ella, haciéndole el amor. Las bocas pegadas, las lenguas entrelazadas. Nathalie le acariciaba las espalda con sus dedos, sintiendo la dura polla entrar y salir de ella, despacio, sin prisas. Tenían todo el tiempo del mundo en sus manos.

-Te amo – dijo ella.

-Te amo – le respondió, por fin. No se cansó de repetírselo hasta que se durmieron.

+++++

EPÍLOGO: Tres años después.

Nathalie estaba acostada en la cama del hospital. Francisco estaba a su lado, cogiéndole la mano. En ese momento entró la enfermera con su hijo en brazos. Se lo dio a la emocionada madre.

-Es precioso, Natita. Nuestro hijo es precioso.

-Es igualito a ti. Un hombrecito bien parecido.

Ella lo miró. Tan pequeño. Fruto del amor. Después, miró a Francisco. Él vio tristeza en sus ojos.

-¿Ha venido? – preguntó ella.

-No. Lo siento.

Los ojos se le aguaron. Había pensado que su padre dejaría su odio de lado e iría a ver a su nieto. Pero no era así. Había cumplido su palabra. No había vuelto a verla desde que se fue de casa.

-Tu madre sí ha venido.

-Dile que pase.

La madre entró, miró a Francisco y desvió la vista. Miró a su hija, a la que no veía desde hacía tres largos años. Estaba preciosa. La veía llena de felicidad. Y en sus brazos, un bebé, envuelto en sábanas. Su nieto. Se quedó quieta.

-Hola mamá.

-Hola…Nathalie

Todo el sufrimiento que Nathalie había tenido por como sus padres la habían rechazado se disipó cuando vio a su madre allí.

-Acércate, mamá. Ven a conocer a tu nieto.

Despacio, la madre se acercó. Nathalie cogió a su hijo y lo puso en los brazos de su madre. Ésta comenzó a llorar cuando vio aquella nueva vida, aquel precioso bebé. Reconoció en él a su hija. Y a su padre, Francisco.

-Nathalie. Es precioso. Lo miró largos segundos y se lo devolvió a su hija.

¿Por qué se había dejado llevar por el odio de su marido? Eso le había costado perder a su hija. Perderse su vida. Su embarazo.

La veía feliz. Francisco la hacía feliz. ¿Qué más puede pedir una madre para su hija?

-Nathalie…yo… lo siento. Fui una…

-Shhhh – dijo Nathalie, cogiéndole una mano a su madre – No digas nada. Que hayas venido es suficiente para mí.

Francisco salió de la habitación, dejando a su amada Natita abrazada a su madre. Se sintió feliz por ellas. Si solo Iván no fuera tan cabezota. Se sentó en un sofá a esperar.

A los pocos minutos, la madre de Natalie salió. Él pensó que se iría, pero se acercó a él. Se levantó. Y para su sorpresa, ella le cogió las manos.

-Gracias por llamarme, Francisco. Y perdóname por… todo.

-¿Cómo está él?

-Bien.

-¿Lo sabe?

-Sí, lo sabe. Pero… él…

-Ya.

Le soltó la mano. Le miró a los ojos.

-Ella es feliz. Eso es lo único que ahora me importa. Adiós.

La vio alejarse. Francisco volvió a la habitación. Nathalie le cantaba una nana al bebé.

-Mi amor… Mi madre ha venido. Soy tan tan feliz.

Se cogieron de la mano y se pasaron el resto de la tarde mirando dormir al bebé.

Al día siguiente le dieron el alta a Nathalie. Los tres salieron del hospital y se subieron al coche. Francisco arrancó. A su lado, Nathalie no dejaba de mirar a su hijo.

Cuando levantó la vista, se dio cuenta de que ese no era el camino de su casa.

-¿Dónde vamos, mi amor? – le preguntó a Francisco.

-A acabar con esto de una vez. De una vez por todas.

Entonces se dio cuenta de hacia donde se dirigían. Iban a casa de su padre. Se empezó a poner nerviosa.

Francisco aparcó en la puerta. Se bajó, dio la vuelta, abrió la puerta de Nathalie.

-Déjame a nuestro hijo. Espera aquí.

Cogió al bebé y se acercó a la puerta. Tocó el timbre. Como hacía tres años, abrió la madre de Nathalie, la cual se sorprendió al ver a Francisco, con su nieto en brazos.

-¿Está Iván?

-S..Sí. En el salón.

Sin pedir permiso, entró en la casa y se dirigió hacia el salón. Allí, viendo la tele, estaba Iván. Cuando éste vio Francisco, se levantó como un resorte.

-¿Pero qué coño haces tú aquí? Sal inmediatamente de mi casa.

-No, Iván. Ahora te vas a callar y me vas a escuchar.

-Que te vayas.

En ese momento entró en el salón la madre.

-Iván, por una vez, cállate y siéntate.

Con los ojos abiertos como platos, Iván se sentó.

-Iván…Piensa de mí lo que quieras. No me hables, no me mires. Haz como si no existiera. Pero por favor, no ignores a tu hija. La estás destrozando por dentro. Y no ignores a tu nieto.

Iván no se había dado cuenta de lo que Francisco llevaba en brazos. Y cuando lo vio, sintió un estremecimiento recorrerle de arriba a abajo. Se quedó quieto mirando como Francisco se acercaba a él.

-Este es tu nieto. El hijo de tu hija. Un niño necesita a su abuelo.

Como hiciera Nathalie con su madre, Francisco le puso en los brazos al bebé. Iván lo cogió y al mirarlo, fue como si mirara a Nathalie, a su adorada Nathalie.

-Oh… dios…es…precioso. Es…mi nieto.

Le cogió las manitas. El bebé se aferró con fuerza a uno de sus dedos. Iván levantó la vista. En la puerta del salón, mirándole, estaba Nathalie.

-Hola papá.

-Nathalie. Mi niña.

Nathalie salió corriendo y se abrazó a su padre, con fuerza. Su madre se sumó al abrazo. Francisco se separó y dejó a los tres abrazados.

La madre de Nathalie vio como Francisco salía por la puerta, hacia la salida. Fue hacia él. Lo alcanzó ya fuera de la casa.

-¿Dónde vas, Francisco?

-Voy a…casa. Dile a Nathalie que me llame cuando quiera que venga a recogerla.

-Espera aquí un momento, por favor.

Esperó mientras la madre de Nathalie entraba en la casa. Un par de minutos después, Salió Iván. Francisco se tensó.

-Ya me voy. Por favor, Iván, no vuelvas a separarte de tu hija.

Iván se acercó a él. Los dos hombres se miraron. Iván fue el primero en hablar.

-¿Cómo hace un hombre para pedirle a su mejor amigo perdón por haber sido un verdadero idiota?

Francisco levantó la mano, abriéndola. Iván se la estrechó con la suya. Se miraron y se abrazaron.

FIN

La uróloga

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El dolor fue tan grande, que Pedrito se dobló hacia adelante, cayó al suelo y perdió el conocimiento. La patada que le dieron jugando al fútbol fue totalmente involuntaria, pero la bota le dio en las pelotas. Sus compañeros, preocupados, lo sacaron del campo de tierra en que jugaban y lo llevaron al vestuario.

Recobró el sentido y se llevó las manos entre las piernas. El dolor seguía, aunque no tan fuerte. Se irradiaba por toda la zona. Se palpó con cuidado. Todo seguía, gracias a dios, en su sitio. Ignacio, el amigo que le dio la patada se disculpó.

Más tarde, ya en casa, seguía sintiendo un ligero dolor. Se miró en el espejo del baño. Todo parecía normal, pero tenía un pequeño morado en las ingles.

-Joder, ni que Ignacio fuera holandés!- dijo. ( jeje, un piropillo a los subcampeones del mundo de un campeón del mundo).

Cuando al día siguiente le seguía doliendo la zona, se empezó a preocupar, hasta tal punto, que se lo contó a su madre.

-¿Te duele mucho, tesoro?

-No, no mucho. Pero el dolorcillo está ahí. ¿Se me habrá reventado un huevo?

-Jajajaja. Que bruto. No creo. Déjame ver.

-¿Queeeeeeeeeeee? Ni loco, mami.

-Soy tu madre.

-Coño, mamá. Que me da vergüenza.

-No seas bobo.

-Que no. Ya se me pasará.

Pero no se le pasó. Cada vez estaba más preocupado. Volvió a hablar con su madre y ella volvió a insistir que le enseñara la zona. El susto pudo más y mirando al techo, se bajó los pantalones y los gayumbos. Su madre miró la zona. Todo parecía normal, pero le preocupó el visible morado.

-Será mejor que vayas al médico.

-Jo, mamá.

Si enseñarle sus partes a su madre le había resultado tan difícil, hacerlo a un desconocido le parecía imposible.

-Ni jo mamá ni leches. Ahora mismo te pido cita y vamos al médico.

Lo decía en serio. Así que Pedrito se resignó a tener que enseñarle las bolas al médico.

Le dieron cita con el urólogo para el día siguiente. Cuando iba a salir de casa, Pedrito habló con su madre.

-Mami, ya soy mayorcito. Puedo ir yo solo.

-Sí, sí. Seguro que no vas. Venga, venga. Arranca.

A regañadientes, Pedrito acompañó a su madre al hospital.

Mientras estaban sentados en la sala de espera, su madre lo miraba de reojo. Lo veía nervioso. No pudo resistirse a hacerle bromas.

-¿Qué? ¿Listo para enseñarle las pelotas al doctor?

-Joder, joder.

-Jajajaja. Que es un médico. Ya habrá visto miles de pelotas.

-Pero no las mías, coño.

-Jajajaja.

-A mi no me hace gracia.

-Oh, perdona. Pero es que tienes una carita! jajaja

Pedrito cruzó los brazos y puso morritos. Su madre lo dejó en paz.

A sus 18 años, Pedrito no le había enseñado sus partes íntimas a nadie. Bueno, a su madre el otro día. No tenía novia. En pocos minutos se las enseñaría a un extraño.

Miró al resto de los pacientes que esperaban turno. Todos eran hombres, naturalmente. Y todos parecían tranquilos, como si nada. Al lado de la puerta de la consulta decía “Dr. Ramírez. Urólogo”.

La puerta se abrió y salió un hombre, tranquilamente. Saludó cortésmente a los que allí habían y se fue. Detrás de él, salió una enfermera. Vestía una bata blanca y tenía una papel con nombres en la mano.

“Joder. Hay una enfermera. Espero que cuando el médico me examine ella no esté delante”

-¿Pedro Gutiérrez?

-Vamos Pedrito, nos toca.

Se levantó, mirando al suelo. Se imaginó todas las miradas de los demás clavadas en él. Pero nadie lo miraba.

Se acercaron a la enfermera.

-¿Es vd. su madre?

-Sí.

-Espere fuera, por favor.

-De acuerdo. Pedrito, pórtate bien.

“Coño. ¿Por qué me dices Pedrito? Coño”.

La enfermera lo hizo pasar y cerró la puerta.

-Por favor, toma asiento.

Se sentó en una mesa. La enfermera se puso a leer unos papeles y luego se sentó al otro lado de la mesa, cara a él.

-Bien…- miró los papeles – Pedro. Según parece, recibiste hace día un golpe en los testículos y aún sientes dolores.

Pedro no la miraba. Miraba al suelo.

-Sí.

-¿Has notado algo más? ¿Hinchazón?

-Tengo un poco amoratada la zona.

-Bien. Le echaremos un vistazo.

Entonces la miró.

-¿Y el doctor?

-El Dr. Ramírez está de baja. Yo lo sustituyo. Soy la Dra. Hernández.

Pedrito sintió el calor de su cara. Se estaba poniendo rojo. Ella se dio cuenta de su azoramiento.

-No te preocupes, Pedro. Seguro que no es nada, pero tenemos que asegurarnos.

-Es que…uf…me da…vergüenza.

-Es normal. Pero ya verás como terminamos rápido. Pasa detrás del biombo. Hay una camilla. Quítate los pantalones y los calzoncillos. Avísame cuando estés.

El calor de sus mejillas no se iba. Pasó detrás y se quitó los pantalones y los gayumbos. Se sentó en la camilla que allí había. Fue a hablar y no le salieron las palabras. Hizo un esfuerzo. Al pobre le salió un gallo.

-Ya estoy.

La doctora Hernández apareció enfundándose unos guantes de látex. Cogió un taburete y se sentó delante de él. Pedro miraba al techo.

-Bien, veamos que tenemos aquí.

Pedro sintió como la doctora, con delicadeza, palpaba la zona de la ingle. Como apretaba sus testículos para inspeccionar con claridad. Vio el moretón.

-Te dieron un buen golpe, ¿Eh?

-Uf. Sí. Hasta perdí el sentido unos momentos.

-Bueno, a primera vista parece que no hay nada mal. El dolor seguramente viene de los músculos y tendones de la zona inguinal y no de los testículos.

Pedrito sintió alivio. Pero cometió un error. Miró. Y lo primero que vio fue el escote de la mujer. No es que fuera un gran escote. Debajo de la bata llevaba una blusa roja. Pero desde su posición más alta pudo ver algo del canalillo que separaba sus tetas. Ella miraba sus pelotas. Tenía gafas. A Pedro las mujeres con gafas siempre le parecieron sexys.

La doctora no era una belleza, pero no era fea. Era una mujer que en ese momento le palpaba los testículos buscando algún problema.

A pesar de la inmensa vergüenza que sentía, Pedrito se empezó a excitar. Lo poco que veía de su canalillo, su castaño cabello, hicieron que su polla se empezara a poner dura.

“No no. coño. Bájate…bájate”.

Pero no se bajó. Siguió poniéndose dura. Empezó a levantarse.

La Dra. vio como la polla se empalmaba. No era la primera vez que le pasaba. Sus colegas masculinos le decían que con ellos algunos hombres también tenían erecciones. Ella hacía como que no las veía. Era una profesional. Además, este Pedro se veía tan avergonzado, el pobre.

Con cuidado, palpó cada uno de los testículos del paciente.

-Los testículos parece que están bien. No noto nada anormal.

Pedrito miraba aquellas enguantadas manos tocarle las pelotas. Su polla ya estaba dura del todo. Eran las primeras manos, a parte de las suyas, que tocaban allí. Y eran de una mujer. Y le veía un poco de las tetas. Y tenía gafas. Su polla daba saltitos de excitación.

-Parece que has tenido suerte…No hay… – empezó a decir la doctora.

No pudo terminar. La polla del chico tuvo un espasmo y un potente chorro de esperma salió disparado y se estrelló contra su cara, dándole en las gafas, en las mejillas. Fue tan repentino, la cogió tan de sorpresa, que se quedó petrificada. Un nuevo espasmo y otro potente y cálido disparo se estrelló contra su frente, sobre su nariz, sobre sus labios. El siguiente le dio en el otro cristal, en la otra mejilla. El cuarto, en plena nariz. El quinto ya fue un poco más flojo y no le alcanzó en la cara, sino en la bata. Los dos siguientes también cayeron sobre la blanca prenda. Los dos últimos, en el suelo entre sus piernas.

La polla tuvo un par de espasmos más, pero ya no salió nada más.

Pedro estaba horrorizado. Todo había sido de repente, sin avisar. Su polla empezó a correrse por sorpresa. El placer que sintió enseguida fue sustituido por una inmensa vergüenza. Miraba a la Dra. con los ojos abiertos. No sabía si ella lo miraba o no. Sus gafas estaban cubiertas con su semen y no veía sus ojos.

La Dra. Hernández no decía nada. Estaba como paralizada. Aún no había asimilado lo que había pasado. Ese chico se había corrido sobre su cara. La sentía mojada, caliente. De repente, oyó como él empezaba a llorar.

-Lo siento, lo siento…Yo….lo siento. No quería…Pasó solo…

Ella lo miró, pero no lo vio. Se quitó las gafas. Él la miraba, con las lágrimas bajando por sus mejillas, rojo como un tomate. Se levantó. Había un rollo de papel que usaban para limpiarse de los geles que servían para lubricar algunos instrumentos. Antes de limpiarse, se miró en el espejo que había en una de las paredes. Tenía la cara llena de semen. Nunca había tenido semen sobre la cara. Se limpió. Tuvo que usar varios trozos de papel. La cara le quedó pegajosa.

A su espalda, Pedro seguía sollozando. Sin mirarlo, le habló.

-Ya puedes vestirte.

-Lo siento.

-No pasa nada. Tranquilo.

Pero él no estaba tranquilo. Se había corrido sobre la cara de su médico. Seguro que ahora ella montaría un pollo. Le diría a su madre que era un pervertido, un guarro. Un cerdo.

Salió de detrás del biombo. Ella estaba sentada en la mesa.

-Siéntate, por favor.

Sin mirarla, se sentó. Ahora vendría el rapapolvo. No lo hubo.

-Bien….todo parece normal.

Le dio un papel.

-Sécate las lágrimas. No te preocupes por lo que pasó.

-Lo siento.

-Lo sé. Olvídalo. Fue un accidente.

Por fin la pudo mirar. Ella le sonreía. Él esbozó una sonrisa, secándose los ojos. Su cara fue perdiendo el tinte rojo.

-Voy a llamar a tu madre.

Pedro se estremeció. Se lo iba a contar. Le iba a decir que su hijo era un asqueroso pervertido. Notó que temblaba un poco.

La Dra. iba a abrir la puerta cuando se dio cuenta de que en su bata había dos lamparones de semen. Se la quitó y luego abrió.

-Pase, señora.

Su madre entró. Vio a su hijo sentado, mirando al suelo.

“Pobrecito. Aún está avergonzado”- pensó.

Miró alrededor, buscando al Dr. No estaba. Solo estaban su hijo y la enfermera. No se dio cuenta de que ella no llevaba su bata.

-Señora, he examinado a su hijo y todo parece bien. Todo…funciona correctamente, parece.

-Oh!. ¿Vd. lo examinó?

-Sí. Soy la doctora Hernández. El Dr. Ramírez está de baja.

Miró a su hijo. Ahora comprendía su vergüenza. Si ya con un hombre le resultaba difícil, se imaginó lo mal que lo habría pasado siendo el doctor una doctora.

-¿Entonces está bien?

-En principio sí. El dolor no parece provenir de sus testículos, sino de la zona inguinal. De todas maneras, pida cita para dentro de tres días. Quisiera volver a examinarlo para asegurarnos que no hay problemas.

Pedro dio un respingo. “¿Otra vez?. ¿Otra vez pasar por esto?”

-Claro, claro. Pediré la cita.

-Perfecto. De todas maneras, si notas que va peor, Pedro, vete a urgencias.

Su madre se levantó. Él la imitó.

-Muchas gracias por todo, doctora. No sabe el peso que me ha quitado de encima. Mi ilusión es que mi Pedrito me dé algún día un nieto.

-¡Mamá!

-Jajaja. ¿Que pasa Pedrito? Ahora no. Cuando crezcas un poco.

-Como le dije, señora, todo parece funcionar perfectamente. No creo que tenga problemas de fertilidad en el futuro por esto.

Las miradas de Pedro y la doctora se cruzaron unos instantes. El rubor volvió a sus mejillas.

-No sé, doctora – dijo su madre – Si se sigue poniendo rojo delante de las mujeres no sé si me dará nietos.

Más rojo se puso.

La doctora abrió la puerta y Pedro y su madre salieron.

-Hasta dentro de tres días, Pedro.

Su madre le dio un codazo.

-Dale las gracias a la doctora, bruto.

-Gra..gracias, doctora.

-De nada Pedro.

Se quedó mirando como se iban. Sintió entonces la piel de su cara tirante. Tenía que lavarse. Les dijo a los pacientes que quedaban que la disculpasen, que volvía enseguida y se dirigió a uno de los baños no visibles desde allí.

La madre de Pedro se sentó en su coche, con él en el asiento del acompañante.

-Parece simpática la doctora.

-Sí – respondió Pedro, mirando la alfombrilla del coche.

-Así que al fin una mujer te toca las pelotas.

-Coño mamá. Ya estoy bastante avergonzado.

-Jajajaja. Lo siento tesoro. No he podido resistirme. Entiendo que para ti haya sido algo…difícil.

-Por favor, no hablemos más de esto.

-Como quieras.

Pero ella siguió sonriendo un rato. Pobre Pedrito. Arrancó y regresaron a casa.

La doctora entró en el baño y cerró la puerta. Era un baño para una sola persona. Con un retrete y un lavamanos. Abrió el grifo, se mojó las manos y luego la cara. Después se la secó y se miró en el espejo para comprobar que estaba limpia. Vio su imagen en el espejo. Y a su mente volvió la imagen que tenía hacía unos minutos. Cuando se vio en el espejo de la consulta. Cuando se vio la cara llena del cálido semen de aquel chico. Había sido una corrida abundante. Recordó que no sintió nada cuando todo pasó. Fue tan repentino, tan inesperado. El semen se estrellaba contra su cara, contra su bata, pero era como si aquello no estuviera pasando.

Pero ahora empezó a recordar. El calor del semen en su cara. Como la polla daba saltos, y con cada salto uno chorro blanco y espeso salía por la abertura y se estrellaba contra ella. Ahora fue consciente del olor. Y fue consciente de que su coño estaba chorreando. De que sus bragas estaban empapadas.

Se miró en el espejo de aquel pequeño baño mientras su mano derecha se metía por debajo de su falda, por debajo de sus bragas. Se frotó el inflamado clítoris, pasó sus dedos a lo largo de su mojada rajita y empezó a gemir.

La cara que reflejaba el espejo estaba limpia. Ella, cerrando los ojos, la imaginaba otra vez cubierta del semen de aquel chico. Volvió a sentir su calor, su textura.

El orgasmo que atravesó su cuerpo hizo que sus piernas se aflojaran y tuvo que agarrarse al lavamanos. Su mano se llenó de los jugos que su coño destilaba. Se le cortó las respiración por un momento mientras varios placenteros espasmos recorrieron su cuerpo.

Lentamente abrió los ojos. Se miró. Volvía a estar limpia. Se lavó la mano, impregnada del olor de su sexo.

Alguna de las parejas que había tenido le habían pedido correrse en su cara. Nunca lo había permitido. Lo encontraba algo sucio, degradante para la mujer. Y ahora, ese muchacho lo había hecho. Le había llenado la cara de su esencia masculina. Ella se había masturbado recordándolo. Había sido un accidente. Pero no se sentía degradada. No se sentía sucia. Se sentía excitada.

Recompuso sus ropas y volvió a pasar consulta.

Esa noche, Pedrito en su cama se masturbaba recordando lo sucedido. Ahora que estaba sólo en su cama, sin nadie a la vista, sin sentir vergüenza, recordó como su polla había actuado por su cuenta. Recordó como su semen había cubierto la cara de la doctora. Recordó que ella no dijo nada. Que se quedó quieta. Recordó la imagen de su rostro cubierto por su leche. Ahora le parecía bello, hermoso.

Al otro lado de la ciudad, Rosa Hernández, la Dra. Rosa Hernández, tenía dos dedos entrando y saliendo furiosamente de su coño, mientras su clítoris era frotado con fuerza por su otra mano. En su mente una dura polla se corría interminablemente sobre su cara. Casi podía sentir los chorros en su frente, sobre sus ojos, en sus mejillas, en sus labios. Abría la boca y también era llenada de caliente y sabroso semen.

Justo cuando Pedro se tensaba y llenaba de semen el papel que tenía preparado para recogerlo, Rosa se corría gimiendo de placer en su solitaria cama.

Al tercer día, el día en que tenía que volver a la consulta con la Dra. Hernández, Pedro le dijo a su madre que ya estaba bien, que no le dolía, que no hacía falta que fueran al médico.

-¡Mira el doctor!. ¿Acaso vas a saber tú más que la Dra.? Venga, Vístete.

A regañadientes, lo hizo. Era verdad que ya estaba casi del todo bien. Pero si iba tendría que volver a ver a la doctora. No sabía si podría volver a mirarla a los ojos después de lo que había pasado.

-Ta’ bien. Ya estoy.

-Bien. Toma dinero para el taxi.

-¿Taxi? ¿No vienes?

-No puedo. Tengo otras cosas que hacer. Además, ¿No dices siempre que ya eres mayorcito? Ya tienes edad para ir silito al médico.

-Sí.

-Y que no se te ocurra no ir. Tengo el teléfono del hospital y me enteraré si no apareces, muchachito.

-’Taaaaaaaaaaaaaaaa bien.

-Pues ala. ¡A que te toquen otra vez las pelotas! jajajajajaja.

Pedro le echó una mirada incendiaria, que hizo que su madre se riera aún con más ganas.

Sentado en el taxi, pensaba en lo que sentiría al volver a estar con la doctora. Se prometió a si mismo que sería bueno. Que su polla sería buena y se quedaría quietita. La doctora parecía comprensiva y no le tuvo en cuenta el ‘accidente’.

Se sentó en la sala de espera a que llegara su turno.

Se abrió la puerta. La Dra. salió.

-¿El señor Valverde?

Un hombre de unos sesenta años se levantó y entró en la consulta. Antes de cerrar la puerta, las miradas de Pedro y la doctora se cruzaron. Los dos sintieron un estremecimiento. Ella le sonrió levemente y cerró la puerta.

Mientras el señor Valverde le explicaba a la Dra. que el tratamiento que el Dr. Ramírez le había mandado había funcionado y que ya orinaba mucho mejor, ella no estaba allí. Apenas oía las palabras del paciente y asentía mecánicamente.

-Bien, Sr. Valverde. Entonces perfecto. Baje un poco la dosis y en un mes vuelva.

-Gracias doctora.

Lo acompañó a la puerta. La abrió y se despidió.

Miró su lista. Cinco nombres más abajo vio el de Pedro Gutiérrez. Sin embargo, lo ‘coló’.

-¿Pedro Gutiérrez?

Pedro se levantó y entró. Ella cerró la puerta detrás.

-Siéntate, por favor.

Pedro se sentó y ella lo hizo al otro lado.

-¿Cómo va…la cosa?

-Bien. Ya casi no me duele.

-Ah, perfecto, perfecto. De todas maneras, echaremos un vistazo, por si las moscas.

-¿Es necesario?

-Sí. Pasa detrás. Ya sabes…

“No se me va a poner dura. No se me va a poner dura”, se decía Pedro mientras se quitaba los pantalones y los calzoncillos.

Por el momento, la cosa iba bien. Ella apareció y lo miró. Actuaba como la otra vez, profesionalmente. Lo que Pedro no sabía era que el coño le ardía. Que no había dejado de pensar en lo que había pasado. Que el corazón le latía con fuerza.

-Veamos si todo se va arreglando correctamente.

Se sentó en el taburete. Esta vez sin gafas. Pedro, por si las moscas, no la miraba. No quería volver a ver su escote. Tenía que resistir.

Sintió como palpaba la zona, como levantaba sus pelotas. Como apretaba sus ingles.

-¿Te duele?

-No.

-Muy bien.

Mientras ella intentaba actuar con profesionalidad, no dejaba de mirar la polla. Esperaba que se levantase, que se pusiese dura. Pero no lo hacía. Seguía chiquita, arrugada.

Ella la deseaba dura. Ella deseaba…

Cuando se dio cuenta, ya no lo estaba tocando con profesionalidad. Lo estaba acariciando. Acariciaba sus testículos con las yemas de sus dedos. La otra mano cogió la polla. La apretó. Movió su piel, descapullándola.

Pedro supo que aquello no era normal. Aquello no eran palpaciones. La miró. Se había arrodillado entre sus piernas. Ella lo miró, levantando la vista. Sonreía. Sus ojos brillaban.

Al fin la polla de Pedro empezó a reaccionar, a llenarse de sangre, a crecer. No se decían nada. Sólo se miraban. La respiración de Pedro se hizo más fuerte. Su polla se puso dura como una roca. La doctora la tenía cogida con la mano. Mano que subía y bajaba despacito.

Le estaba haciendo una suave paja. Su mirado iba de su cálida mano a sus brillantes ojos. Ella tenía una tenue sonrisa en los labios. También respiraba con más fuerza. Miró su escote. Miró la parte superior de sus tetas.

Esta vez no fue de repente. Esta vez Pedro sintió claramente la llegada de su orgasmo. Sintió como el placer empezaba a crecer dentro de él como una bola de nieve que crecía y crecía. Su polla empezó a palpitar.

Rosa sabía lo que iba a pasar. Esa dura polla estaba a punto de correrse. Deseaba que lo hiciera. Lo necesitaba.

Acercó su cara. No quería que nada se perdiese. No quería nada en su bata, en el suelo. Lo quería todo en su cara.

-Agggg doctora…me…voy a…correr…aggggg

-Córrete en mi cara…por favor…córrete en mi cara.

Se acercó más. El primer disparo le cruzó la cara desde la frente a la mejilla. Fue tan fuerte que oyó el sonido del semen al golpear su piel. Después de ese vinieron otros más. Con los ojos cerrados Rosa disfrutó del baño de semen que Pedro le estaba regalando. Oía los gemidos del muchacho. Sentía como su polla palpitaba en su mano antes de cada sacudida, antes de que su cara se llenara un poco más de aquella leche.

Abrió la boca y varios chorros cayeron dentro de ella, sobre su lengua. Cuando el orgasmo del muchacho terminó, la polla seguía aún con espasmos. Rosa se acercó ya del todo y se pasó la polla por la cara. Se la acarició toda, esparciendo el cálido esperma por su rostro. Empezó a temblar. Era tanto su deseo, su excitación, que al pasarse la dura polla por su piel sintió que iba a estallar de gozo. Un intensísimo orgasmo la atravesó de arriba abajo.

La Dr. Hernández, arrodillada entre las piernas de un paciente, se corría sin tocarse, sintiendo su cara acariciada por la polla que acababa de correrse sobre ella.

Pedro miraba como aquella mujer se convulsionaba entre sus piernas, pasándose por la cara su polla. Respiraba por la boca, en grandes bocanadas, mirándola.

Cuando ella se calmó, abrió lentamente los ojos. Sus miradas se encontraron. Rosa sonrió.

-Gracias.

-De…de nada, doctora.

De la punta de la polla salía una gotita de semen. Ella la lamió, sin dejar de mirarlo.

+++++

-¿Todo bien, Pedrito? ¿Que te dijo la doctora?.

-Si mamá. Todo ok. Ya estoy curado del todo.

-¿Tienes que volver a revisión?

-Pues…no…no me dijo nada.

“Solo me hizo una paja hasta hacerme correr en su cara”. Pero eso, por supuesto, no se lo dijo a su madre.

-Pues muy bien. Me alegro mucho. Que ya tenía miedo de quedarme sin nietos.

La experiencia con las mujeres de Pedro se limitaba a algún besuqueo y toqueteo. Pocos. Y ahora, de repente, la Dra. Hernández había aparecido. Jamás pensó que su primera verdadera experiencia sexual sería así, correrse sobre la cara de una mujer. Se había imaginado muchas otras cosas, no esa.

Pero le había encantado. No se podía quitar de la cabeza la expresión de la doctora cuando se estaba corriendo sobre ella.

Rosa, por su parte, se dio cuenta de que esa experiencia la había cambiado, que ya nada sería igual. Hasta ese momento su vida sexual había sido normal, nada especial. Ahora no se podía quitar de la cabeza la sensación de recibir en la cara los cálidos chorros del semen de Pedro, su olor, su cara de placer mientras se corría.

Quería más. Ya no pudo volver a mirar a los pacientes de manera ‘profesional’. Cuando tenía que observar a alguno, se imaginaba arrodillándose delante de él, acariciando la polla hasta ponerla dura y después masturbarlo y chuparlo hasta que se corriera en su cara. No lo hizo. No quería poner en peligro su reputación. Pero muchas veces, después de pasar consulta, tenía que irse al baño a masturbarse hasta estallar de placer.

Pensó también en los otros médicos, en los enfermeros, en el personal de la limpieza. Pero tampoco se atrevía. Si se llegara a saber, sería su ruina.

Unos días después de la visita de Pedro, ya no pudo más. Necesitaba volver a sentirlo. Con él podría. Buscó en su ficha y con alegría vio que estaba el teléfono. Hecha un manojo de nervios, cogió su móvil y marcó. Sonó tres veces y contestaron.

-Dígame.

Era una mujer. Seguramente la madre. El corazón le latía con fuerza. Colgó.

-¿Dígame?….Vaya, pues han colgado.

A los cinco minutos volvió a llamar. Otra vez contestó la mujer, y otra vez, colgó.

-¿Sí? ¿Hay alguien? Joder, algún graciosillo.

Cuando el teléfono volvió a sonar, la madre de Pedro le gritó.

-Pedrito, contesta tú. A mi no me dicen nada. Será algún graciosillo.

Pedro fue al salón y descolgó.

-¿Sí?

Rosa sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo. Reconoció la voz de Pedro.

-Hola Pedro.

Ahora el escalofrío lo sintió él.

-¿Doctora?

-Sí.

-¿Hay….algún problema? – preguntó, temiendo que alguna prueba hubiese dado un mal resultado.

-No no…No te preocupes. Lo tuyo ya está solucionado del todo. Lo mío…no

-¿Lo suyo?

-Pedro, no dejo de Pensar en ti, en lo que me hiciste…Necesito que lo hagas otra vez…Necesito que…que te corras en mi cara.

-Pedrito ¿Quién es? – le gritó su madre desde la cocina.

-Es una amigo, para salir.

Pedro sintió como su polla empezaba a ponerse dura. La doctora le estaba pidiendo que lo volviese a hacer.

-¿Lo harás, Pedro? Por favor.

-Sí…yo tampoco he dejado de pensar en usted

-¿Usted? Te has corrido dos veces en mi cara. Creo que me puedes llamar Rosa.

-Rosa…No he dejado de pensar en ti.

-Ven a mi casa

-¿Cuando?

-Salgo a las tres. Te puedo pasar a recoger

-Vale

Pedro Le dio su dirección y quedaron a las 3:15.

-Pedro…estoy muy…caliente.

-Y yo.

-¿La tienes dura?

-Como una piedra, Rosa.

-Ummmm…Estoy en un baño del hospital. Me estoy tocando el coñito pensando en tu polla. En tu caliente leche sobre mi cara. Creo que me voy a correr.

Pedro escuchó asombrado y muy cachondo como Rosa gemía cada vez más y al final como entrecortadamente parecía que lloraba. Se estaba corriendo. Era algo tan morboso. Pedro tenía ganas de correrse también

-Rosa…estoy muy cachondo…Me voy a…hacer una paja pensando en ti.

-Nooo..por favor..no lo hagas. Reserva toda tu leche para mi cara. Promételo

-Está bien. No lo haré.

-Gracias, Pedro. Nos vemos a las 3:15

Colgaron. A Pedro le costó mucho que se la bajara la polla, pero cumplió su promesa.

Sobre las dos comió con su madre y con su padre. No dejaba de mirar el reloj. Después de comer se dio una duchita rápida. Estuvo a punto de romper la promesa, pues sus enjabonadas manos le daban mucho placer en su otra vez empalmada polla.

A las 3:10 le dijo a su madre que se iba con los chicos a dar una vuelta. Vivía en un quinto piso, pero estaba tan nervioso que bajó por las escaleras, bajando los escalones de dos en dos.

Esperó unos minutos en la calle. Un coche blanco se paró delante él. Conducía la doctora. Abrió la puerta y entró en el asiento del acompañante. Ella arrancó enseguida.

-Hola Pedro.

-Hola Rosa.

Él sintió que se le subían los colores. Ella le sonrió.

-¿Estás nervioso?

-Sí, algo.

Rosa le puso la mano en la rodilla.

-No te preocupes. Yo también lo estoy. No sé que me has hecho, pero no dejo de pensar en ti, y en…ya sabes.

Rosa iba vestida de calle, sin la bata blanca. Ahora Pedro se fijó más en ella. Morena, pero de piel clara. El pelo muy bonito, rizado en una melena hasta los hombros. Llevaba las gafas. Estaba buena. Ella se dio cuenta de que la miraba.

-¿Te gusto?

-Oh!..Sí…eres muy…guapa.

-Gracias. Tu también eres un chico muy guapo. Ya hemos llegado.

Entraron a un garaje y luego subieron en un ascensor. Pedro seguía algo cohibido, pero muy excitado. Las casa de Rosa era muy acogedora. Lo hizo pasar al salón. Se miraron. Sabían por lo que estaban allí, pero ninguno de los dos daba el primer paso.

-¿De verdad has pensado en mi, Pedro?

-No he dejado de hacerlo, Rosa.

-¿Te has…masturbado pensando en mi?

-Si – re ruborizó un poco.

-Yo también lo he hecho pensando en ti, en lo que me hiciste… No sé por qué, ni me importa. Lo que deseo es…que lo hagas otra vez.

Se acercó a él y le puso la mano sobre la polla. La empezó a acariciar. Estaba dura. Mirándole a los ojos, le bajó la bragueta, y lentamente, se empezó a arrodillar delante de Pedro. Su cara quedó a la altura de la polla. Metió la mano y la sacó.

-Ummm, que bonita polla tienes, Pedro.

-Rosa…estoy muy caliente…Me correré enseguida.

-Aguanta un poquito….

La soltó, para no estimularlo demasiado. Su mano derecha la metió por debajo de su falda y la llevó directamente a su ya empapado coño. La introdujo por debajo de las bragas y se empezó a masturbar mirando como la polla de Pedro daba saltitos de excitación delante de ella.

-Agárrame del pelo, y pásame la polla por la cara. Utiliza mi cara para acariciar tu polla.

Él dio un paso hacia a delante, y como ella le pidió, la agarró del pelo, con delicadeza, la acercó más y le empezó a pasar la polla por la cara. Rosa cerró los ojos y disfrutó de la sensación que la dura y caliente polla le proporcionaba. Frotó su clítoris con fuerza, y empezó a gemir.

Pero estaba tan cachondo que el viscoso líquido pre seminal que salía de la punta de su polla dejaba un rastro brillante en la cara de la doctora. Pasarle así la polla por la cara lo hacía sentir poderoso. Apretó el pelo con más fuerza, se la restregó más fuerte, y ella gimió también más fuerte.

Cuando se la pasó por los labios, apretó. Ella no los abrió.

-Chúpame la polla.

Rosa abrió los ojos. Le gustó como la miraba. Le gustó que se lo pidiera. Abrió un poco la boca y él empujó, metiéndosela dentro. Enseguida notó el sabor de la polla, el sabor del líquido que salía de ella. Empezó a mamar, con delicadeza, con suavidad. Pedro se movía también, como si le follara la boca.

-Agggg Rosa….que rico..Tu boca es tan caliente.

Ella no podía hablar con la boca llena de polla. Sólo decía:

-Ummmm ummmmm

La suave vibración del sonido aumentaba el placer de Pedro, que aumentó el ritmo de sus caderas. Ya no podía más, se iba a correr. Sintió como sus músculos se empezaban a tensar, como el placer llegaba desde lo más profundo de su ser y se concentrada en su polla. Sabía lo que ella quería. Así que le sacó la polla de la boca.

Rosa supo que el ansiado momento había llegado. Cerró los ojos, cubiertos por sus gafas, levantó la cabeza ligeramente, abrió apenas la boca, y esperó. Parecía una penitente a la espera de la sagrada forma. Pero lo que ella recibió fue un cálido baño de caliente y espeso semen. En cuanto notó el primer y potente chorro estrellarse sobre sus mejillas, empezó a correrse, sus dedos a bañarse de sus propios jugos. Cada golpe que se estrellaba en su cara era un espasmo de su cuerpo. Oía los gemidos de Pedro. Oía sus propios gemidos.

Durante los segundos que duró la copiosa corrida de Pedro, el mundo de Rosa sólo era la sensación del calor del semen en la cara y de su cuerpo estallando de placer. No había nada más.

Cuando Pedro dejó de correrse, se quedó mirando a aquella mujer, con la cara cubierta con su semen, respirando agitadamente, con una expresión en el rostro de puro éxtasis

-Gracias Pedro..gracias….

-De nada, Rosa. Para mi ha sido…un…un placer.

Se arrodilló junto a ella. Miraba como su leche empezaba a gotear sobre su blusa. Ella seguía con los ojos cerrados. La vio hermosa. Sintió deseos de besarla, sin importarle que marcharse con su propio semen. Acercó sus labios y la besó.

-Ummm Pedro..me has besado – le dijo, sin abrir aún los ojos.

-Sí.

-Bésame otra vez.

La besó, y esta vez los dos abrieron sus labios y sus lenguas se encontraron. Fue un largo y dulce beso, a pesar el salado sabor del semen que ambos compartieron

Pedro la deseaba. Quería más de ella. Llevó sus manos a sus tetas ya las acarició sobre la ropa. Rosa se dejó hacer, sin decir nada, sin dejar de besarlo. Al poco tiempo, le preguntó:

-Pedro..¿Eres virgen?

Él quitó las manos de sus tetas, y miró al suelo, avergonzado. Rosa se quitó las gafas, pues no veía bien así, embadurnadas de semen fresco. Llevó su mano a la barbilla de Pedro y le levantó la cara, para que la mirara.

-¿Lo eres?

-Sí.

-No tienes por qué avergonzarte. Aún eres joven. Además, ¿Cuantos jóvenes de tu edad se han corrido tres veces en la cara de una mujer?

-Pues…no sé…

-Poquitos. Créeme. Muy poquitos.

Pedro se sintió un poco mejor. Se sintió un poco… especial.

-¿Te gustaría que fuera tu primera mujer?

-¿Lo dices en serio?

-Pedrito, mira mi cara. Aún goteo tu leche. Claro que hablo en serio.

-Por favor, no me llames Pedrito.

-Ops, perdona…Pedro..¿Me quieres follar?

El corazón de Pedro latía con fuerza. Por supuesto que quería.

-Sí..claro que quiero….follarte.

Rosa se levantó y le dio su mano para ayudarlo a levantar. Luego, cogidos de la mano, lo llevó a su dormitorio.

-Pedro, sólo hay una condición.

-¿Cuál?

-¿No la sabes?

La miró, dubitativo.

-Pues…no.

-Que te corras en mi cara – le dijo, sonriendo.

-Ah, vale.

El semen de la cara de Rosa se empezaba a licuar, a gotear más sobre su blusa. Rosa llevó sus manos a la cara y se lo esparció, como si de crema hidratante se tratase.

-Ummmm Pedro. Que bien huele tu leche. Quítame las bragas.

Con las manos temblándole, metió sus manos por debajo de la falda de Rosa y tiró de las bragas. Ella lo ayudó levantando un pie y luego el otro.

-Mira que mojadas están, Pedro. Es por ti.

Pedro las apretó entre sus manos. Es verdad que estaban muy húmedas, calientes. Sin saber porque, se las llevó a la nariz y las olió. Rosa lo miró, con los ojos brillantes.

-Ummmm que morboso…oler mis braguitas usadas. ¿Te gusta como huelen?

-Si… me encanta tu olor.

-Son para ti, para que te acuerdes de mi.

Lo cogió otra vez de la mano y los dos se sentaron en la cama.

-Quítame la blusa

No pudo. Entre los nervios y que era la primera vez que intentaba quitar unos botones al revés, no pudo. Rosa le echó una mano. Cuando todos los botones estuvieron abiertos, ella se abrió la blusa y le mostró dos bellas tetas, recogidas con un bonito sujetador negro, que contrastaba deliciosamente con su piel blanca. Le cogió una mano la la llevó a sus tetas.

-Acaríciame, Pedro

Le encantó el tacto de sus tetas. Eran cálidas, grandes. El pulgar lo pasó sobre los pezones, y los notó duros. Rosa metió sus manos por detrás y se quitó el sujetador. No tuvo que invitar a Pedro. Él se acercó y besó sus pechos, lamió sus pezones. La empujó hacia atrás, haciéndola acostar en la cama.

Sin dejar de lamerla, bajó una se sus manos hasta sus rodillas y fue subiendo, lentamente. Rosa abrió sus piernas, invitándolo a seguir adelante. Cuando los dedos de Pedro empezaron a acariciar su mojado coño, Rosa cerró los ojos y empezó a gemir.

-Aggg…Pedro…que rico…me gustan tus caricias…sigue…

Mordió con suavidad el pezón que tenía en la boca al tiempo que metía y sacaba dos dedos de la encharcada vagina de Rosa. Con el pulgar frotaba su clítoris. En menos de un minuto, Rosa estallaba en un fortísimo orgasmo que mojó aún más los dedos de Pedro.

-Ummmm Pedro..que placer….¿Seguro que eres virgen?

-Sí.

-Coño, pues cuando tengas más experiencia vas a derretir a las mujeres con tus manos.

Pedro se acercó a su oreja y le susurró.

-Y ahora con mi boca.

-Pedro….¿Me quieres matar de placer?

-Sí. Ponte en el centro de la cama

Rosa se colocó como Pedro le pedía. Ahora él mandaba. Y lo hacía muy bien. Le dijo que abriera sus piernas. Pudo ver su coño, de pelo negro abundante.

-Está un poco descuidado. Me lo depilaré para ti.

-No…me gusta así. Ábretelo para mi.

Pedro no se reconocía a si mismo. Pidiéndole cosas a aquella preciosa mujer, y ella le obedecía. Llevó sus manos a su coño y se lo abrió, monstrándole sus labios interiores, brillantes, hinchados de excitación. Y arriba, encapuchado, su clítoris

-¿Así?

-Si..Es precioso.

-Ummmm A las mujeres nos gusta mucho que nos digan que tenemos el coño bonito. Que huele bien…

Pedro acercó su nariz y lo olió.

-Me encanta como huele.

-Aggg Pedro…y lo que más nos gusta es que nos digan que sabe rico.

Pasó la lengua a lo largo de la raja, recogiendo en ella sus aromáticos flujos, saboreándolos.

-Sabe… rico rico..ummmm Rosa…es la cosa más rica que he probado

Rosa no podía más. Llevó sus manos a la cabeza de Pedro y la apretó contra su coño.

-Cómemelo….venga, por favor….cómeme el coño….

Algunos nunca aprenden. Otros nacen con un don. Pedro era de estos últimos. Lamía por instinto. Sabía donde lamer, donde chupar. Se guiaba por los gemidos de Rosa, por sus movimientos. Utilizaba los dedos, la lengua, los labios, la nariz. Todo para estimular.

-Agggggggggg Pedro..¿Que me haces? Dios mío..que…placer…Agggggggg

El primero orgasmo de Rosa le llenó la cara de jugos. Siguió comiéndola, sin parar. El segundo orgasmo fue más fuerte, y Rosa apretó con fuerza la cabeza de Pedro contra ella mientras levantaba las caderas con todo el cuerpo tenso por el placer.

El tercer orgasmo fue demasiado. Rosa tuvo que pararlo, apartar aquella cabeza que la iba a matar de gusto si seguía.

-Para….para….no puedo más….Pedro….ummmm

Pedro dejó de lamer y la besó tiernamente en los muslos, mirándola. Ella tenía los ojos cerrados, el cuerpo casi sin fuerzas. Jamás había gozado tanto con un hombre. Y este era un jovenzuelo sin apenas experiencia, pero que la había llevado a lo más alto.

Más de cinco minutos estuvieron así. El dándole besitos en las ingles, en la cara interior de los muslos. Ella recuperándose.

-Pedro, te doblo la edad…pero…eres el hombre más hombre que he conocido. Será un honor para mi completarte….Fóllame cariño. Fóllame.

Al fin había llegado el momento. Pedro subió lentamente. Rosa lo miraba, con esa preciosa sonrisa de ella. Se tumbó sobre ella, aún sin penetrarla. Sólo sobre ella, y se besaron. Primero con ternura, y después, con pasión. Rosa llevó una mano hasta la dura polla y la guió a la entrada de su coño, que lo esperaba anhelante.

La penetración fue lenta. Pedro cerró los ojos y disfrutó de cada instante. Ella lo miraba. Miraba su expresión de placer. Cuando sus pubis se besaron, cuando toda la polla estaba dentro de su vagina, Pedro abrió los ojos. Brillaban.

-Rosa…ya no soy…virgen…gracias.

-Ummmm Pedro…gracias a ti….ahora…fóllame…despacito…disfruta.

Besándola se empezó a mover. Era un placer tan distinto a una mano, a una boca. Sentía el calor, la humedad, como aquel delicioso coño lo apretaba. Cada vez se movió más rápido. Cuando ella empezó a gemir, más rápido fue.

-Agggggggggg así…..que placer….Pedro….Pedro…eres…agggggg maravilloso….

Las palabras y los gemidos de Rosa no hacían más que reforzar la autoestima de Pedro. Jamás pensó que la primera vez que se acostase con una mujer sería así. Estaba siendo mejor que cualquier cosa que había imaginado.

-Rosa….

-Pedro…..

-Me…voy a correr…no puedo más….que placer…

-Yo también….aguanta un poco….y me correré…..sí….sí…..siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Rosa estalló. El placer se irradió desde su coño hacia todo su cuerpo. Un orgasmo largo, intenso, que hizo a su vagina contraerse de placer y disparar el orgasmo de Pedro, que como ella le había pedido, se salió con rapidez de ella y se dirigió a su cara. No fue lo suficientemente rápido y el primer chorro le cayó sobre las tetas. Los siguientes todos fueron a su cara. Fue como si el orgasmo que estaba sintiendo se parase y fuese sustituido por uno aún más fuerte.

Lentamente, Rosa abrió los ojos. No se había sentido tan bien en toda su vida. Estaba relajada. El placer que ese muchacho le había dado no lo olvidaría jamás.

-Me has engañado, Pedro. No puede ser la primera vez que lo haces con una mujer.

-Es la verdad. Ha sido mi primera vez.

-Ummmm pues has sido el mejor amante que he tenido. ¿Qué me has hecho?

-¿Qué quieres decir?

-Pues…aquí estoy, con un jovenzuelo que me ha echado el mejor polvo de mi vida. Que me ha dejado la cara llena de …ummmm su rica leche. Eres el primer hombre que se corre en mi cara. Ni siquiera tenía idea de que fuera tan…

-¿Tan qué?

-No te lo puedo explicar. No sé que me pasa. Sólo sé me estoy empezando a obsesionar con sentir mi cara cubierta de semen, de cálido y oloroso semen. Miro a los otros médicos, a mis pacientes, a los hombres por la calle. Y no me imagino que me follan. Sólo me imagino que se corren en mi cara. Ni siquiera que se las chupo. Sólo su chorros calientes en mi cara. Desde que lo hiciste la primera vez no he dejado de masturbarme pensando en ti.

-A mi…también me gusta correrme en tu cara. Y también me he masturbado pensando en ti

-¿Sí?

-Sí. Varias veces.

-Eres un sol.

Rosa recorrió con su mirada desde la cara de Pedro hasta su polla.

-Aún la tienes dura.

-Es que me pones muy cachondo, así, medio desnuda y con tu cara llena de mi leche.

-¿Tienes más leche para mi cara?

-Creo que sí. Todavía me queda un poco

-Ummmm divina juventud. Acercate un poco más.

Le puso a polla sobre la cara. Rosa la cogió con una mano y empezó a hacerle una paja.

-Yo también estoy cachonda. Hazme a mi una pajita también.

Pedro alargó uno de sus brazos y empezó a acariciar aquel mojado coño, a pasar sus dedos a lo largo, a frotar con suavidad su clítoris. Rosa gemía.

-Ummmm Pedro…¿Vendrás más veces, verdad? ¿Me darás tu leche más veces, no?

-Sí…siempre que quieras..

-Pues querré todos los días…Necesito tu leche en mi cara todos los días.

La mano de Rosa se movía con rapidez. Quería hacerlo correr rápido, conseguir su caliente tesoro. Pedro usaba sus dedos tan bien como su boca, y el placer que le daba era maravilloso.

Le costó, pero al final logró su deseo. Pedro empezó a gemir. Su polla tuvo un par de espasmos y se empezó a correr. Rosa lo acompañó. No hizo más que sentir como la caliente leche de Pedro se sumaba a la que aún tenía en la cara y se corrió con él.

Pedro se acostó junto a ella y la besó en los labios. Luego con sus dedos recogió un poco del semen de la mejilla de Rosa y lo llevó a la boca de ella.

-Ummm aún no..Déjalo un poco más en mi cara.

Disfrutó unos minutos más de la sensación y luego se lo pidió.

-Ahora aliméntame.

Se tragó todo lo que Pedro le llevó a la boca, entre las risas de ambos.

-La cara te ha quedado pringosa Deberías lavártela

-Ummmm Nop. Ahora no. Me gusta sentir como se va secando. Queda tirante. Jajaja. ¿Te llevo a casa?

-Vale.

Se despidieron con un morreo espectacular. Rosa le acarició el paquete y se le puso morcillona.

-Recárgate bien para mañana. ¿A la misma hora?

-Vale. ¿Te podré follar?

-Pedro, me podrás hacer todo lo que quieras, lo que desees. Todo mi cuerpo es tuyo, hasta mi alma. Solo…solo te pido una cosa…ya sabes. -le dijo, sonriéndole.

-Sí, lo sé.

Rosa volvió a su casa. Se moría de hambre. Lo único que había comido desde el desayuno era un poco del semen de Pedro. Antes de ir a la cocina, se miró en el espejo. Su cara estaba sucia, con manchas brillantes. Se pasó los dedos y sonrió. No se lavó.

Por la noche, viendo la tele, empezó a recordar esa maravillosa tarde. Se empezó a mojar y metió una mano por debajo de sus bragas. Cerró los ojos. En su imaginación una polla sin cuerpo, dura, se corría sobre su cara. Luego otra, y otra. No le importaban los hombres, solo las pollas y su cálido contenido. También veía a Pedro. La follaba sin descanso, haciéndola correr, y sacándole la polla para llevarla sobre su cara.

Se corrió varias veces. Cuando se calmó se puso a pensar. Se dio cuenta de que todo aquello se estaba convirtiendo en un obsesión. Pero era tan placentera que no le importaba.

A esa misma hora, Pedro, en su cama, olía las bragas que Rosa le había regalado. Tocaba su dura polla, llevándola al borde del orgasmo, y paraba. No quería desperdiciar nada de leche. Toda sería para Rosa. Se durmió con la polla bien dura.

Al día siguiente, hizo novillos. No podía esperar hasta la tarde, así que fue al hospital y se sentó en la sala de espera. El corazón le latía. Cuando ella llamase al siguiente paciente, lo vería.

Cuando la puerta se abrió, se llevó un chasco. Era un doctor. Por lo visto había vuelto ya. Cabizbajo, se levantó para irse. Estaba a punto de salir por la puerta del hospital cuando oyó una voz

-¿Pedro?

Se dio la vuelta y allí estaba ella. Con su bata blanca, una carpeta, sus gafas, mirándolo. Se acercó a él.

-¿Todo bien?

-Sí.

-¿A que has venido?

-A…correrme en tu cara.

Se miraron en silencio. Los dos corazones latiendo con fuerza.

-Sígueme.

La siguió a pocos metros detrás de ella. La miraba. Como caminaba, como se contorneaba. Le miró el culo. No se distinguía muy bien por la bata, pero lo mecía hacia los lados de una manera muy sexy. Pasaron varios pasillos hasta llegar a un zona con poca gente. Rosa miró a los lados y entró por una puerta que ponía ‘Solo personal’. Pedro la siguió

Daba a una zona de servicio, con varias puertas en donde se almacenaban materiales. Rosa escogió una en donde a esas horas no entraría nadie. Nada más entrar y cerrar la puerta, se abrazaron y se besaron con pasión.

-Ahhh Pedro..estaba pensando en ti. Cuando te vi no me lo podía creer.

-No podía esperar a la tarde. Anoche estuve oliendo tus bragas.

-¿Te corriste?

-No…Me he reservado para ti.

-Ummmm ¿Así que estás bien cargadito de leche y has venido a vaciarte sobre mi carita? -le preguntó al tiempo que llevaba una mano hasta la bragueta. Notó la dura polla debajo.

-Sí…Ayer me dijiste que podría hacer lo que deseara.

-Sí…¿Qué deseas?

-Follarte…el culito.

-Ummmm chico malo. ¿Quieres meter tu dura polla en mi virgen culito?

-¿No te lo han follado?

-No. Vas a ser el primero.

-¿Me dejarás?

-Ya te dije que haré todo lo que me pidas. Pero…Irás con cuidado, ¿Verdad?. No tengo nada para lubricar mi culito.

-Yo sí. Date la vuelta.

Rosa lo hizo. Pedro la abrazó y le quitó la bata. Vestía una falda, así que no habría problemas. Se arrodilló detrás de ella, metió las manos por debajo de la falda y le quitó las bragas.

-Están mojadas, Rosa.

-Desde que te vi en la puerta el coño se me empapó.

Le levantó la falda y le dijo se la aguantara. Ahora que podía ver su culito, era precioso. Besó las nalgas, una a una.

-Jiji, me haces cosquillas.

-Échate hacia adelante.

Rosa se apoyó en una estantería llena de botellas que tenía delante. Su culito quedó ofrecido. Pedro, con sus manos, separó las nalgas y ante el apareció su apretado agujerito. Era bonito. Acercó su boca, sacó la lengua y lo lamió.

-Agggg Pedro..que rico….me gusta.

Lamía usando bastante saliva, para ir lubricando la zona. Incluso intentaba meter la punta de la lengua en el culito. Rosa lo meneaba.

-Ummmmm si llego a saber que era tan rico que te chupen el culito lo hubiese pedido antes…agggg aunque no creo que mis anteriores amantes lo hubiesen hecho….Pedro..que rico….sigue..

Él llevó una de sus manos al coño de Rosa, que goteaba de placer. Frotó los labios vaginales y atrapó el clítoris entre dos dedos. Rosa casi se corre. Cuando el ano estuvo bien ensalivado se chupó un dedo y se lo metió con delicadeza.

-Aggggg me gusta… sí, sí….me gusta………..Fóllame el culito con tu dedo….

La siguió masturbando y follando. El dedo entraba muy bien, a fondo. Metió un segundo dedo, acompañando al otro. Rosa empezó a menear el culito, a buscar aquellos dedos que la follaban.

-Ummm Pedro…creo que me va a encantar que encules….Joder..si estoy empapada.

Pedro se levantó. Rosa, apoyada en la estantería, oyó como se bajaba la bragueta. Después sintió como le daba golpecitos en las nalgas con la polla.

-Que dura está.

-Estoy como una moto, Rosa. Qué buena estás.

Aquel jovenzuelo la encendía. Sin duda era el mejor amante que había conocido. Y sólo estaba empezando.

-¿Lista?

-Sí…Rómpeme el culo con esa dura polla.

Pedro se lubricó la punta con más saliva y la apoyó contra el ofrecido esfínter. Empezó a empujar. Poco a poco, consiguió meter la cabeza. El culito estaba bastante cerrado.

-Aggggg duele un poco….Espera…no sigas.

Pedro, como un caballero que era, le hizo caso a su dama. Rosa llevó una de sus manos a su coño y se acarició. Relajó su culito y el dolor fue remitiendo.

-Ahora…métela despacito.

Con los ojos cerrados, sin dejar de acariciarse, experimentó la primera enculada de su vida. Centímetro a centímetro aquella dura barra de carne se clavó dentro de ella hasta que el pubis de Pedro chocó contra ella.

-Rosa…te he metido toda la polla en el culo….Que…..rico….Es tan apretadito y caliente. ¿Te duele?

-Apenas…pero me gusta….Ahora fóllame despacito…con cuidado….ummmmmm

Agarrando sus caderas, empezó a moverse con lentitud. Salía hasta la mitad y luego se la clavaba a fondo, apretando contra sus nalgas. El dolor desapareció del todo. Sólo había placer para ambos.

-Agggggg Cabrito…que gusto…Dame por el culo…más…más rápido…encúlame bien

Pedro aumentó el ritmo de la follada y Rosa el de sus toqueteos. Su mano estaba completamente empapada. Metió dos dedos en su coño y se folló con ellos mientras Pedro le follaba el culo cada vez más rápido, más fuerte.

-Me voy a correr Pedro…Vas a hacer que me corra por el culo….Eres….agggggggggggg maravilloso Pedro….creo que….te…quieroooooooooooooo

El orgasmo fue arrollador, brutal, desgarrador. Todo su cuerpo quedó tenso. El placer le venía del coño, del culo. Se quedó sin respiración, y él seguía martilleándola, follándosela, enculándola. Cuando su orgasmo terminó, sintió que las piernas se le aflojaban y se tuvo que sentar en el suelo. Pero no pudo descansar mucho.

Pedro la cogió por el pelo, haciéndole levantar la cara. Abrió los ojos y vio la polla frente a ella.

-Ya sabes a que he venido, Rosa.

Rosa sonrió. Cogió la polla con la mano derecha y empezó a pajearla con fuerza. Acercó su cara, poniéndola justo en la trayectoria de los cañonazos que en pocos segundos lanzaría Pedro.

La corrida del muchacho fue espectacular. Casi se le nubló la vista mientras chorro tras chorro de espeso y blanco semen se estrellaba contra el sonriente rostro de Rosa, que con las dedos enterrados aún en su coño, se volvía a correr con aque calor que le quemaba la cara. Abrió la boca para saborear algunos de los disparos.

Pedro miró su obra. Rosa estaba preciosa. Follarla era fantástico, pero a él también le estaba empezando a gustar especialmente llenarle la cara así. Vio como ella cerraba la boca y saboreaba la leche que le había caído dentro. Pedro recogió con los dedos el de la cara y se lo fue dando. Ella, se lo fue tomando como una niña buena. Después se quitó las gafas y mirándolo sensualmente, lamió los cristales limpiándolos de semen. Para finalizar, se metió la polla en la boca y la chupó hasta dejarla limpia.

-Gracias Pedro…gracias.

-Para mi es un placer, Rosa.

-Y para mi. Lo de esta tarde sigue en pie, ¿no?

-Por supuesto.

Rosa se levantó y se besaron. Le acarició el culo, aún si bragas.

-¿Te lavarás la cara, no?

-Ummm, ¿No te gusta vérmela pringosita de ti?

-Sí…pero…

-Jajajaja, tontito, Claro

Salieron con cuidado y se despidieron.

Se vieron todos los días. Todos los días Rosa recibía feliz su cálido tratamiento. Siempre que él lo deseaba, follaban como él quería, ya fuera por el coño o por el ya entrenado culito. Pero siempre, siempre, terminaba sobre su cara. Era lo que ella deseaba. Su obsesión. Pero no sólo recibía ese placer. Pedro la hacía correr una y otra vez con todo. Con su polla mientras la follaba. Con sus dedos y, sobre todo, con su boca. Le comía el coño con pasión, sin parar, haciéndola correr una y otra vez hasta que no podía más y lo tenía que apartar. Luego el la miraba con la cara brillante y sonriendo.

Siempre encontraban formas de divertidas de hacerlo. Unas veces, Rosa se acostaba desnuda en el sofá y Pedro se ponía de pie, poniéndose sobre su cara. Ella le chupaba las pelotas y hasta el culo mientras lo masturbaba hasta hacerlo correr sobre ella. El primer chorro le llegaba hasta la barriga. El resto los dirigía a su cara y a su boca. Otras veces, ella se arrodillaba entre sus pies y le hacía una lenta y extenuante mamada. Cuando sentía que él se iba a correr, paraba, y volvía a empezar. Podía estar así mucho tiempo, más de una hora. Cuando al fin le dejaba correrse, la cantidad de semen que se estrellaba contra su cara era inmensa. Varias veces Pedro iba al hospital y se encerraban en aquel almacén.

Un sábado Pedro la ató a la cama, de pies y manos y la estuvo acariciando, lamiendo, chupando y follando durante horas. El se corrió tres veces. Las tres, por supuesto, en su cara, sin limpiar las corridas anteriores. Ella, incontables veces. Y como estaba atada no podía apartarlo. Sólo podía gritarle que la dejara descansar.

Cuando por fin la desató, cayó dormida en el acto. Pedro se quedó largo rato mirándola. No sólo sentía una fuerte atracción sexual hacia aquella mujer. Sentá mucho más.

Pocos días después, una tarde, cuando Pedro entró en la casa, la notó muy excitada. Lo cogió de la mano y lo arrastró hasta un cuarto en donde tenía el ordenador.

-Mira.

Le enseño un video que había encontrado. Un video porno. Una chica estaba arrodillada en el suelo. Cubierta de semen. Hombre tras hombre se acercaban a ella y se corrían sobre su cara.

-Wow Rosa. ¿Te gusta, no?

-Desde que lo vi no dejo de pensar en eso. Ni sé las veces que me he corrido. Quiero hacerlo.

-¿Queeee?

-Uf, deseo ser esa chica. Ayúdame – le dijo arrodillándose delante de él, bajándole la bragueta y sacándole la polla.

Pedro miraba el video mientras Rosa le chupaba la polla. Se imaginaba a ella recibiendo aquella ducha de leche. Se corrió enseguida, gimiendo de placer. La miró. Ella se pasaba la polla por la cara, extendiendo la leche.

-Joder Rosa. Creo que se me ha ocurrido una idea.

Rosa, arrodillada delante de Pedro, le miraba. Feliz. Contenta.

-¿Qué se te ha ocurrido? -¿Recuerdas por qué nos conocimos? -Te habían dado una patada jugando al fútbol….

La cara de Rosa, brillante ya por la corrida de Pedro, se iluminó.

-¿Estás pensando lo mismo que yo? – le preguntó, con la polla dura en al mano. -Creo que sí. Podría arreglar una visita tuya la vestuario después de un entrenamiento.

Rosa llevó la mano libre a su coño y se empezó a frotar con fuerza.

-Ummmm ¿Cuántos sois? Joder…que cachonda estoy. -Pues…En el equipo somos 15 más el entrenador. Aunque siempre suele faltar alguno.

Rosa se imaginó arrodillada delante de todos aquellos muchachos y recibiendo una catarata se caliente semen sobre ella. Se corrió con fuertes espasmos de placer. Tenía que experimentarlo, aunque sólo fuese una vez.

-¿Harás…eso…por mi?

La ayudó a levantar y la besó. La abrazó. Ella notó que Pedro estaba tenso.

-¿Lo harás, Pedro? -Si tú quieres… -¿A ti no te gustaría verme así? -La idea me excita, sí…pero.. -¿Pero qué? -Es que…te quiero sólo para mí.

Lo miró. Era tan dulce y a la vez tan hombre. La quería sólo para ella.

-Pedro, soy tuya. En cuerpo y alma. Eres tú quien me ha hecho sentir cosas que nunca había sentido. Eres el mejor amante que he tenido. Eso sólo sería…sexo. ¿Me quieres, verdad? -Creo que sí, Rosa -Y yo a ti. Eso no cambiará haya los hombre que haya. Lo necesito. Tengo que sentirlo. Por favor, hazlo por mi. -Está bien. Lo haré. -Gracias… mi amor

Lo cogió de la mano y lo llevó a su dormitorio. Se desnudaron el uno al otro y se acariciaron largo rato.

-Rosa…quiero hacerte el amor. -Ummmm te deseo Pedro…yo también deseo que me ames.

Le penetró lentamente, besándola, acariciando su cuerpo. Rosa rodeó su cintura con sus piernas. Cara contra cara se acariciaban. El semen que ella tenía pronto fue esparcido entre los dos rostros, probado por las dos bocas.

Rosa tuvo un suave y placentero orgasmo. En ese momento no pensaba en nada más que en el hombre que la penetraba tan maravillosamente. No pensaba en semen cayendo sobre su cara. Sólo sentía aquella dura polla dándole placer.

-Aggggg Pedro….que bien lo haces….eres..

La besó sin dejarla terminar. Entrelazaron sus manos y Pedro aumentó el ritmo de la penetración, haciéndola gemir cada vez más fuerte. El orgasmo de Pedro se aproximaba. En ese momento no quería sacársela para ir hasta su cara. Deseaba hacerle el amor plenamente. Deseaba correrse dentro de ella.

-Rosa….te quiero… -Y yo a ti Pedro..Aggggggggg que placer. -Me…correré……dentro de…ti. -Siiiiiiiiiiiiiii mi amor…lléname de ti. Lléname de ti.

Cuando Rosa sintió como Pedro se tensaba y el fondo de su vagina se llenó de calor, estalló también, uniéndose ambos en un orgasmo que los dejó después unidos por varios minutos. Se miraban, se besaban. Se sonreían.

-Me ha gustado que te corrieras dentro de mí. -A mí también. Así podré hacer una cosa que llevaba tiempo deseando. -¿Sí? ¿Qué es? -Esto…

Bajó lentamente por el cuerpo de Rosa hasta enterrar su cara entre sus piernas. Le empezó a comer el coño.

-Aggg Pedro…estoy llena de ti. -Lo sé. Y ahora te voy a comer hasta dejarte vacía.

Fue una comida de coño muy especial. Rosa notaba como la mezcla de flujo y semen iba saliendo poco a poco, y como Pedro la lamía sin cesar. Con cada orgasmo que le regalaba , la mezcla se iba aclarando, hasta que ya sólo salió flujo. Después de incontables orgasmos, lo tuvo que apartar, pues su coño había quedado demasiado sensible.

-Ven aquí mi amor.

Rosa apoyó su cabeza en el pecho de Pedro, mientras él acariciaba su cabello.

-¿Estaba rico mi coñito? -Ummm riquísimo. -¿Si hubiese sido el semen de otro hombre lo hubieses hecho? -Joder. Pues…No sé. Creo que no. -¿Y si yo te lo pidiese? -Bueno..no lo sé, la verdad. Si tu me lo pidiese…a lo mejor.

Pedro se marchó un poco cabizbajo. Por una parte quería hacer lo que ella deseaba. Darle esa satisfacción. Pero por otra, temía que algo saliera mal. Perder lo que tenía con ella. Esa noche le costó dormir, pensando, cavilando. Se lo había prometido. La veía tan excitada por la idea. Lo haría. Por ella.

Al día siguiente Pedro habló con Ignacio, el amigo que le había dado la patada gracias a la cual había conocido a Rosa. No pensaba contarle todo, sólo lo imprescindible.

-Oye, Ignacio. ¿Sabes lo que es un bukake? -¿Bukake? Pues ..¿Un…dulce? -No. Es esto

Le enseño un foto en donde una chica estaba arrodillada, con los ojos cerrados y cubierta de semen. Los ojos de Ignacio se abrieron como platos

-Joder. Vaya lechada, tío. -Tengo una amiga que quiere hacerlo. -¿Uhh? -Que tengo una amiga que quiere hacerlo. He pensado en el equipo. -Déjame que lo entienda. ¿Me estás diciendo que una amiga tuya quiere que el equipo se corra sobre ella? -Exactamente eso.

Ignacio se puso a mirar a todas partes.

-¿Qué haces? -Buscando la cámara oculta. -Esto va en serio. -No me lo creo. -¿Por qué no? -Es demasiado bueno como para ser verdad. -Pues es verdad, tío. -¿Quién es? ¿La conozco? -No la conoces. ¿Qué piensas? ¿Lo harías? -¿Correrme en la cara de esa chica? Por supuesto. -Sería correrte sobre la cara de esa chica delante de todo el equipo, uno tras otro. -También. -¿Crees que se lo debería decir a los demás o que sea de sorpresa? -Pedro. ¿Esto va en serio, no? -Sí. -Joder. Se me está poniendo dura sólo de pensarlo. No se lo digas a nadie. Será una sorpresa. ¿Cuando piensas hacerlo? -Pues..mañana mismo, después del entrenamiento. -Wow! Va a ser algo grande. ¿Quién es ese zorrón?

Eso era una de las cosas que Pedro temía. Que se tomaran a Rosa por lo que no era.

-No es ningún zorrón. Las razones no importan. Es algo que ella desea. Pondré reglas. Y el que no las cumpla se la carga. -Tranqui tío. -Pues entonces, todo arreglado. Mañana, después del entrenamiento lo hacemos.

Ya estaba hecho. Fue al hospital, se dirigió directamente al almacén de sus encuentros con Rosa y le mandó un mensaje al móvil. En menos de cinco minutos ella estaba arrodillada delante de él pasándose la polla por la cara.

Ninguno hablaba. Sólo se miraban. Ella era feliz acariciándose con la polla de Pedro. Le miraba, sonriendo. Su cara se iba mojando con el líquido pre seminal que destilaba aquella dura estaca. Pedro estaba muy cachondo, pensando en lo que pasaría al día siguiente. Y asustado. Pero la excitación era mayor. La hizo levantar y se besaron con pasión. La mano de Rosa cogió su polla y la meneó mientras sus lenguas se entrelazaban.

Pedro metió su mano por debajo de su falda y la llevó a su coño. Las bragas estaban empapadas. Introdujo sus dedos por dentro de la prenda y acarició la rajita. Le encantaba sentir su calor, sobre todo cuando la excitación empezaba, cuando estaba babosita. Al pasar las yemas sobre el clítoris ella gimió en su boca. Pedro fue besándola desde allí hasta su orejita. Le susurró.

-Rosa, mañana por la tarde mi equipo entero se va a correr en tu cara.

Cuando ella oyó aquellas palabras se corrió en el acto. Cerró sus piernas, atrapando la mano que la acariciaba y llenando los dedos de Pedro con su flujos. Se agarró al muchacho para no caerse. Las piernas le temblaban. Tenía los ojos fuertemente cerrados mientras su cuerpo estallaba de placer.

Abrió lentamente los ojos. Los de él la miraban.

-Eres maravilloso, Pedro. Te quiero. -He hablado con un amigo. Precisamente el que me dio la patada. El culpable de que nos conociéramos. -¿Qué le has dicho? -Sólo que eres una amiga con un deseo especial. No quiero que sepan quien eres. Los demás no sabrán nada hasta que llegue el momento. También le dije que pondré reglas y que tienen que cumplirlas. -¿Qué reglas?

Se las dijo. Ella se emocionó. Eran reglas para protegerla. Estuvo de acuerdo con todas. Lo besó con pasión. En su mano, la dura polla.

-Bueno, y ahora lléname la cara con una buena corrida.

Mirándolo a los ojos se fue arrodillando lentamente, hasta que su cara estuvo a la altura del mástil.

-Córrete en mi cara, Pedro. Córrete en mi cara. Imagina que ya la tengo llena de la leche de tus amigos. Que eres el último, el más importante.

Pedro se cogió la polla y se la empezó a menear con fuerza. La excitación era muy grande. Empezó a gemir. Rosa se rozaba la cara con la punta de la polla. Ya lo conocía muy bien. Sabía el momento justo en el que él se iba a correr. Cerró los ojos, se quedó quieta.

Un golpe en su cara. Calor. Otro. Uno más. Cada uno seguido de un espasmo de placer. Cada vez sentía la piel de su rostro más caliente, más mojada. Oía los gemidos de Pedro. Abrió la boca, sacó la lengua y notó otro golpe más sobre ésta. Saboreó el cálido néctar, y estalló. Aún sentía los últimos chorros de la corrida de Pedro cuando su cuerpo fue atravesado por el placer. Pensar que sentía todo eso con un solo hombre y que al día siguiente sentiría lo mismo una y otra vez, una y otra vez, le provocó un intenso orgasmo.

Después de que los dos terminaran con los espasmos, los estremecimientos, se quedaron quietos. Sólo sus agitados pechos se movían al ritmo de las respiraciones. Pedro miraba a aquella mujer, con una sonrisa en la cara y cubierta por su semen. ¿Resistiría verla rodeada por sus amigos, bufando como animales, corriéndose sobre ella?

Se arrodilló junto a Rosa. Ella abrió los ojos y se miraron. Acercaron sus bocas y se besaron. Pedro sintió su amargo y saldado sabor.

-Mi amor. Dámela. – pidió Rosa.

Otras veces él usaba su polla para acercar el semen que cubría su cara a su boca. Esa vez lo hizo con la lengua. Recogía un poco y se besaban, y volvía a por más. Al poco su cara estaba sin rastro de su esencia.

-¿Vendrás esta tarde a mi casa? -Claro que iré. -Gracias Pedro. Por todo.

Esa tarde hicieron el amor. Despacito, con ternura. Se corrió dentro de ella,y como la vez anterior, después la hizo gozar una y otra vez con su lengua. Terminaron los dos abrazados.

-¿Estás segura de que quieres hacerlo? -No dejo de pensar en eso, Pedro. Lo…necesito. Necesito sentirlo. Si no, me pasaré la vida pensando en como me sentiría.

Pedro no dijo nada. Si ella lo deseaba, lo haría. Aunque él se dio cuenta de que no quería que ella lo hiciera. Por muy excitado que se sintiera ante la idea, no quería que ella lo hiciera. Pero la llavaría al vestuario. Por ella.

Quedaron a las siete del día siguiente en en estadio en donde ellos entrenaban. A esa hora terminaba el entrenamiento. Un poco antes, el se escabulló y la metió en el vestuario sin que nadie se diese cuenta. Nadie excepto Ignacio, que no le quitaba ojo. Ese día eran 14 chicos y el entrenador.

Rosa esperaba escondida en una especie de almacén, lleno de balones y otras cosas. El corazón le latía con fuerza. Estuvo a punto de arrepentirse y salir corriendo, pero oyó voces. El vestuario se empezó a llenar de gente. Oía risas, bromas. Oyó como los chicos se empezaban a duchar. Se imaginó que detrás de la puerta que la separaba de ellos estarían todos desnudos. El coño se le empezó a mojar.

Pedro le dijo a Ignacio que cerrara la puerta con llave. No quería que nadie entrara. Todos estaban en pelotas, algunos debajo de las duchas, otros ya secándose. Se acercó a la puerta del almacén y la abrió. Rosa salió. Miró a todos aquellos jovenzuelos. Unos desnudos, otros con toallas alrededor de la cintura. Y otro vestido, algo mayor. El entrenador, sin duda.

Una de los chicos fue el primero que la vio. Dio un grito y se tapó con las manos. Los demás pronto se dieron cuenta de la presencia de la mujer. La mayoría se tapó sus partes. Unos pocos, menos pudorosos, se exhibieron ante la hembra.

Como había quedado con Pedro, Rosa caminó hasta el centro del vestuario y se arrodilló. Miró a aquellos muchachos, sonriendo. Ellos no entendía que pasaba. Pedro empezó a explicar.

-Bueno, muchachos, esta es una amiga mía, que tiene un deseo, y he pensado que seguramente estaréis encantados de complacerla.

Algunos se imaginaron de que iba todo aquello. Otros estaban más perdidos que un pulpo en un garaje. Pedro prosiguió.

-Bien, mi amiga quiere que todos os corráis sobre su cara.

Hubo un murmullo general. Incredulidad, excitación. Algunas pollas empezaron a levantarse. Rosa casi temblaba.

-Pero hay una serie de normas. El que no las cumpla, se las verá conmigo. Lo machacaré, sea quien sea. Primero. Nada de insultos. Es una dama con un deseo. Así que pórtense como caballeros con ella. Segundo, nada de tocarla. Ella, si lo desea, os tocará y hasta os chupará las pollas, pero ustedes no le tocarán ni un pelo. Una vez que todos hayan terminado, se van y nos dejan tranquilos. El que no esté de acuerdo, que se vaya ahora.

Nadie se movió ni un milímetro. Algunos ya se estaban tocando, mostrando unas más que respetables erecciones. Rosa sentía como su coño estaba cada vez más mojado. Hasta el entrenador se tocaba la polla sobre el pantalón.

-Bueno, chicos – dijo Rosa – ¿Quién va a ser el primero en correrse en mi cara?

Estaban un poco reticentes. Pedro lanzó una mirada a Ignacio y le hizo un gesto. Ignacio se acercó a Rosa. Su polla aún estaba morcillona, pero cuando estuvo a escasos centímetros de su cara, se puso dura del todo.

-Ummm así que tú serás el primero. -Eso parece.

Se equivocaron. Uno de los chicos no aguantó más y se acercó corriendo. Estando a un metro ya se empezó a correr. Aún así, consiguió que tres espesos chorros cayeran sobre la cara de Rosa, que los recibió con los ojos cerrados.

Ella sintió escalofríos. Y placer. Llevó su mano izquierda a su coño. Llevaba una falda, sin bragas. Se empezó a frotar mientras que con la mano derecha agarró la polla de Ignacio y lo masturbó frente a su cara. En pocos minutos la segunda corrida se sumó a la primera.

Los demás fueron perdiendo la vergüenza. Todos lucían ya sus pollas bien duras. El entrenador se había sacado la suya. Se fueron acercando poco a poco a la chica, rodeándola.

Pedro vigilaba que nadie hiciera nada indebido. Pero parecía que habían entendido a la perfección las normas.

El tercero en correrse dio un paso hacia rosa y la roció con una impresionante catarata de semen, bastante liquido. Al mezclarse con el anterior, empezó a gotear sobe su pecho. El olor a semen empezó a ser muy fuerte, y Rosa tuvo su primer orgasmo.

Los chicos con menos aguante se fueron corriendo los primeros. Uno de ellos, el más tímido del grupo, después de correrse, hasta le dio a Rosa las gracias. Ella, sorprendida y agradecida por su amabilidad, le dio un beso en la punta de la polla, pasándole la lengua por la punta y recogiendo la última gota de semen. Lo saboreó con placer.

Eso hizo que otros dos no pudiesen más y se corrieran a la vez sobre ella. La cara de Rosa estaba ya totalmente cubierta. 8 chicos se habían corrido sobre ella. Ya no podía abrir los ojos. Estaban llenitos de leche de macho. Así que sacó un pañuelo que tenía preparado y se los limpió. Quería verlo todo. No perderse detalle alguno.

Quedaban seis chicos y el entrenador. Todos, menos Pedro, que sólo miraba, rodeaban a Rosa. Uno de ellos se acercó más, casi rozando con la punta de su polla los labios de la chica. Ella lo miró, abrió la boca y se metió la dura verga hasta la mitad. Él estalló de inmediato. Los dos primeros chorros bajaron por la garganta de Rosa. El resto los hizo estrellar contra su cara al tiempo que estallaba por enésima vez en un fuerte orgasmo.

La parte superior de su blusa estaba cubierta del semen que goteaba de su cara. Sus tetas llenas. El semen que caía por su escote bajaba por entre sus pechos y llegaba incluso hasta el borde de la falda.

Los 4 restantes fueron recompensados con la boca de Rosa, que les chupó las pollas hasta hacerlas correr dentro, para rápidamente, aún en pleno orgasmo, sacarlas y hacerlas terminar de correr sobre ella. Con las pollas aún goteantes, se retiraban para dejar paso al siguiente.

El último en descargar sobre Rosa fue el entrenador. Todos miraban la estupenda mamada que le hizo. Cuando notó que se iba a correr, Rosa se sacó la polla de la boca, la mantuvo abierta y recibió la copiosa corrida sobre la lengua. El entrenador gemía de placer. Mirándolos a todos, se lo tragó y se relamió.

Ni Rosa, ni Pedro, habían contado con la juventud del equipo. Los primeros que se habían corrido tenían las pollas otra vez duras. Cuando uno quiso repetir, acercándose a Rosa, Pedro fue a detenerlo, pero al ver como Rosa abría la boca y empezaba a chupar, lo dejó.

Todos repitieron. Y a todos les chupó la polla. Ahora aguantaron más. Rosa empezó a cansare. No de recibir placer, no de recibir en la boca y en la cara sus calientes jugos. Se cansó de la postura. Iba cambiando, pero no estaba ya cómoda.

Cuando el entrenador se corrió por segunda vez, Pedro dio por terminada la fiesta.

-Bueno chicos. Creo que os lo habeis pasado muy bien todos. Ahora, sed buenos y dejadnos.

Fueron buenos. Se vistieron. Miraban aquella mujer que seguía allí, ahora sentada en el suelo. La cara totalmente cubierta de semen. Parte en el pelo. La camisa echa un desastre. Los ojos, cerrados.

Se fueron marchando. Cuando el último hubo salido, Pedro cerró la puerta. Miró a Rosa, que se limpiaba los ojos. Se acercó a ella.

-¿Qué tal? -Gracias Pedro, por haber hecho esto por mi. No lo voy a olvidad en la vida.

Pedro le iba a decir que no lo haría más. Que no lo ayudaría más en esto. Que si ella quería volver a hacerlo se las arreglase sola. Que había sufrido al ver a sus compañeros correrse una y otra vez sobre ella. Pero ella se le adelantó.

-Me ha gustado, no lo voy a negar. No sé las veces que me he corrido. Pero…no lo haré más. Ya sé lo que se siente. Como experiencia ha estado bien. Pero….cuando lo hago contigo me siento mejor. Tú me llenas más. Contigo gozo más. No me hace falta más.

Aquellas palabras emocionaron a Pedro. Le tendió sus manos para ayudarla a levantar. La cantidad de semen que Rosa tenía encima era impresionante. La acercó a una de las duchas y abrió el agua. Sus ropas se mojaron. El semen empezó a desaparecer.

La desnudó, quitándole la blusa y luego la falda. Luego se desnudó él. Bajo la cálida ducha se abrazaron y se besaron. La apoyó contra la pared cubierta de azulejos, calentados por el agua. Fue bajando por su cuerpo, lentamente, hasta quedar arrodillado delante de ella. Besó su pubis. Rosa abrió sus piernas para permitirle que pasara su lengua a lo largo de su rica rajita. El agua le quitaba bastante de su rico sabor. Aún así, Pedro disfrutó e hizo disfrutar a Rosa, que estalló sobre su cara, gritando de placer.

El orgasmo hizo que sus piernas flaquearan y se arrodilló junto a aquel maravilloso hombre. Se besaron y terminaron tumbados en el suelo.

Hicieron el amor muy lentamente, con penetraciones profundas pero lentas. El agua seguía cayendo sobre ellos. No dejaban de mirarse, de besarse.

Después de muchos minutos, los dos se quedaron sin respiración. Los dos estaban siendo atravesados por un arrollador orgasmo. La vagina de Rosa se llenó del cálido semen de Pedro. La polla de Pedro fue apretada una y otra vez por los espasmos del coño de Rosa. Y durante todo el tiempo que duró, no dejaron de mirase..

Se besaron con dulzura.

Más tarde se secaron. Rosa se puso ropa de repuesto que había traído. Cogidos de la mano, abandonaron el estadio camino de la casa de Rosa.

Los chicos estuvieron largo tiempo preguntándole por ella. Querían repetir la aventura. Pedro nunca les dijo nada. Con el tiempo desistieron.

Pedro y Rosa siguieron viéndose. Se amaban. Él le daba todo lo que ella necesitaba. No había placer más grande para Rosa que arrodillarse delante de su hombre y que él le cubriera su rostro con su cálido semen. Muchas veces se corría sin tocarse. Bastaba sólo la sensación. Ella también le daba a él todo lo que le pedía, sin negarle nada. Pedro era feliz simplemente complaciéndola.

Por el momento, no necesitaban más.

FIN

Si fuera mujer sería más puta que las gallinas

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“Si fuera mujer sería más puta que las gallinas”

Casi todos los hombres han dicho esa frase alguna vez. También suelen decir esta otra frase: “Si fuese mujer sería lesbiana”. Sólo hace falta que se reúnan dos o más hombres, unas copas y mujeres guapas a la vista, y alguno soltará alguna de esas frasecillas o similares.

Antonio es de los que la suele decir. Le encantan las mujeres, las ‘jembras’, como él dice, y siempre está a la caza, aunque la mayoría de las veces se va a casa de vacío. Desde el jueves por la noche hasta el domingo sale con su compis de ligoteo.

-Pues sí, Manolo. Llevo toda la noche bailando con aquella morenaza. Ya la tenía medio convencida para echar un buen polvo en el coche y al final se rajó.

-Jajaja, Antonio. Ya sabes lo que toca. Tú y tus cinco amigos… jajajaja. – se rió Manuel, haciendo un gesto ‘pajil’ con la mano.

-Joder, joder. ¿Por qué las tías son así? Te lo juro. Si yo fuera mujer sería más puta que las gallinas.

-Será por eso. Para que no las consideren unas putas.

-¿Y qué más da? Te aseguro que a mí no me importaría que me llamasen puta. El coño me echaría humo. Me follaría a todo bicho viviente.

-Jajaja. ¡Qué brutito eres!

-¿Por qué no son como nosotros? Sería maravilloso. Un “aquí te pillo, aquí te mato”, continuo.

-Si fuesen como nosotros serían hombres y no mujeres.

-Pues que sean hombres con coño.

Cierto viernes por la noche, Antonio se había enrollado con una preciosa pelirroja, de labios rojos, ojos verdes y ligeramente pecosa. Un bombón. Estaba dándole conversación cuando se acercó Manuel a ellos.

-Hola Antonio. ¿No me presentas a tu amiga?

-Manuel, Selena. Selena, Manuel.

-Hola Manuel.

-Hola Selena. ¿Sabes que eres la mujer más guapa de la disco?

-Jajaja, gracias. Eso mismo me estaba diciendo Antonio.

-Sí – dijo Antonio – Y se lo puedo seguir diciendo yo solito, que la vi primero. Ya sabes, Manolito. Aire.

-Pero hombre. Creo que Selena no es mujer de un solo hombre.

Selena miró a aquellos dos hombres. Siempre igual, a la caza, al acecho.

-¿Es que todos los hombres sois iguales? Veis una chica mona y os lanzáis sobre ella como si fuese un trozo de carne.

-Jeje, sí – dijo Antonio – Un trozo de carne precioso, en este caso.

Se pusieron a hablar los tres sobre hombres y mujeres, sobre las diferencias, y Antonio soltó su frasecita de las putas y las gallinas.

-¿De verdad piensas eso? – dijo Selena.

-Al 100%. La vida es demasiado corta. Hay que vivir, disfrutar de las cosas.

-¿Y no te importaría lo que pensaran de ti? ¿Que todo baboso intentase meterte mano? ¿Que te pusiesen de zorra para arriba?

-Me importaría una mierda, Selena. Me hartaría a follar, con todo aquel que me gustase, sin problemas, sin ataduras. Sólo placer. Sexo por sexo.

Selena le miró a los ojos. Levantó una mano, de uñas largas, de perfecta manicura, y se le puso en un hombro.

-Ten cuidado, Antonio. A veces los sueños se cumplen.

-Jajaja. Ojalá fuese mujer. Sería mucho más feliz.

Ella le miró con una enigmática sonrisa, se besó un dedo y lo llevó a los labios de Antonio.

-Como tú digas, Antonio.

Selena se dio la vuelta y desapareció entre la multitud, dejando a los dos amigos mirando como se iba.

-Jajaja, Antonio. Otra a la que asustas. Así no te vas a comer un rosco.

-Bah, que le den a esa Selena. Es un estrecha, como todas.

Se quedó compuesto y sin chica, así que se dedicó a beber. Sobre las cinco de la mañana apenas se mantenía en pie. Manuel lo sacó casi a rastras del local y lo llevó a su casa.

Lo dejó tumbado sobre la cama.

-Las mujedez son todaz unaz putas… -dijo con la lengua trabada.

-¿Pero no decías que no? ¿No son todas unas estrechas?

-Pos.. Deberían.. serlo..unas… putas.

Cerró los ojos y enseguida empezó a roncar. Manuel lo dejó y se marchó a su casa.

+++++

La claridad de la mañana despertó a Antonio. Abrió los ojos y los cerró de golpe. Sintió un trallazo de dolor en la cabeza. Le retumbaba. Parecía que le iba a estallar.

“Joder. Bebí más de la cuenta anoche”

No podía abrir los ojos. La luz le molestaba. Se levantó y a tientas fue al baño. Se estaba meando. Con los ojos cerrados se puso delante de la taza, levantó la tapa, se bajó la cremallera y se metió tres dedos para sacársela.

No se la encontró.

Metió más los dedos. Y rebuscó.

Nada.

“Joder, pequeña. ¿Has encogido? ¿Dónde estás?”

Metió aún más los dedos. Palpó. La polla no estaba.

-Pero qué co…

Se cayó de repente. Esa no era su voz. Era una voz de mujer. Abrió los ojos. El dolor de cabeza aumentó.

-¿Qué pasa?

Otra vez esa voz. Sacó los dedos de su bragueta y se los miró. No era su mano. Era la mano de una mujer.

-Dios, ¿Qué es esto?

Se miró en el espejo, y dio dos pasos para atrás, aterrado. No se vio a sí mismo en el espejo. Vio a una mujer.

“No puede ser. Estoy en pleno sueño”.

Levantó lentamente la mano. La mujer del espejo hizo lo mismo. Se la llevó a la cara. Se tocó. En el espejo la mujer se tocaba. En vez de encontrarse con su piel áspera, sin afeitar, sus dedos tocaron una piel suave, cálida.

“Antonio…estás soñando. Despierta”

Dio un paso hacia el espejo. Su vista se estaba aclarando. Se fijó más en la mujer. Debajo de la camisa, de su camisa, vio el bulto de las tetas. Bajó la vista hacia su pecho.

-Coño, tengo tetas.

Se las tocó. No se lo podía creer. Las notaba en sus manos. Y notaba como se tocaba. Las sentía. Eran… tetas. Un buen par de tetas. Asombrado, levantó lentamente la camisa y se las miró en el espejo.

-Joder, vaya par de peras.

Su voz era suave y aterciopelada. En su cabeza seguía sonando como siempre.

Se miró mejor. Ahora con más atención. Aún no se lo creía. Se pellizcó para despertarse, pero solo sintió dolor. Se seguía meando. Tenía que hacer pis.

Titubeando se abrió el cinturón, se abrió el botón y se bajó el pantalón. Después, despacito, se bajó los calzoncillos. Y miró.

-Joder, no tengo polla. Tengo … un coño.

Se mareó un poco. Se aceró al inodoro y se puso de pie. Casi empieza a orinar así.

-Joder, joder, joder-

Con aprensión, se sentó en la taza. Y empezó a orinar. Sintió alivio.

-Esto es muy raro.

Cuando terminó, se iba a levantar y recordó lo que hacían las mujeres después de hacer pis. Cogió un poco de papel y se secó.

Volvió a mirarse en el espejo. Se desnudó del todo. Se miró por delante, por detrás, de lado.

“Joder, pero si estoy más buena que el pan”.

Antonio se había convertido en una mujer preciosa. De cuerpo perfecto, pelo castaño, ojos claros. Precioso culito, redondo, tentador. Unas tetas perfectas, grandes pero erguidas. Y una cara de modelo.

-Esto es muy raro. Raro, raro, raro.

Se miró otra vez. Y sintió. Notó esa agradable sensación de cuando se ponía cachondo. Cuando se le ponía la polla dura, hinchada de deseo. Sólo que ahora no tenía una polla que se le pusiese tiesa. Lo que sintió fue humedad entre las piernas. Que sus pezones se ponían duros. Llevó una mano a su entrepierna y se pasó los dedos. Tenía el coño mojado.

-Ummmm… coño. Pero si estoy caliente.

Se tocó los pezones y una descarga de placer le recorrió el cuerpo. Con las yemas de los dedos buscó su nuevo y recién estrenado clítoris y se empezó a hacer una paja, mirándose en el espejo. Como las muchas que le había hechos a sus ligues. Pero ahora lo sentía en su propio cuerpo.

-Aggg, esto es…raro…pero….ummm, que rico… Si es un sueño es…muy real.

Entonces tuvo un flash. Había algo que le gustaba mucho. Mirar a una mujer masturbarse. De vez en cuando miraba videos de eso por internet. Se lo había pedido a varias de las chicas con quienes se había acostado, pero ninguna quiso hacerlo. Le decían que les daba vergüenza, que era algo muy íntimo.

Ahora estaba solo. Bueno, sola. Y cachonda. Al lado de su cama había un ropero cuyas hojas eran grandes espejos. Fue hacia allí. Puso la almohada en el suelo, apoyada contra la cama. Se sentó sobre ella y miró reflejado en la puerta.

Era él, Antonio. Con sus pensamientos, con sus recuerdos, pero lo que sus ojos veían era una hermosa mujer, desnuda. Abrió las torneadas piernas. Observó el precioso coñito que tenía. Lo abrió con los dedos. Rosadito, brillante. Se pasó un dedo a lo largo de la hendidura y se estremeció de placer.

Como hacían las chicas en los videos que le gustaban, se acarició los pezones con la mano izquierda mientras que con la derecha se frotó los labios vaginales. Cuando se lo hacía a una mujer se dejaba llevar por los gemidos de ella, por las reacciones de su cuerpo a las caricias. Ahora se dejó llevar por sus propias sensaciones.

-Agggg, que rico…ummmm

Notó la entrada a su coño. Despacito, como con miedo, empezó a meterse dos dedos, esperando quizás encontrarse con una pared, con un fondo. Pero no había fondo. Los dedos entraron sin problemas. Sólo sintió una cosa. Placer.

-Ummm, dios…

Se empezó a follar a si misma con los dedos. De vez en cuando los sacaba y se frotaba el clítoris con la yemas. Los pezones se los pellizcó con fuerza. Más placer. La mujer que era ahora, en la que se había convertido, lo miraba desde el espejo, con los ojos entornados, los carnosos labios abiertos. La cara reflejando el intenso placer que estaba sintiendo. Se dio cuenta de que se iba a correr.

Era como cuando él, como hombre, estaba a punto de llegar al orgasmo. El cuerpo se le empezó a poner tenso. Los músculos a agarrotarse. Los dedos de los pies de cerraron con fuerza.

Y se corrió. No era un orgasmo como los que conocía. Era más intenso, y sobre todo, largo. Varios segundos de continuo placer que lo dejaron sin respiración. Los dedos se le llenaron de los jugos que su coño expulsaba.

Cuando el placer terminó y recuperó la respiración, se quedó jadeando. Aún recorrido por espasmos.

-Esto…ha sido…increíble…dios…que placer.

Sus orgasmos como hombre eran intensos, pero cortos. El que acababa de experimentar lo dejó casi agotado.

-Uf, y después dicen que son el sexo débil. Si yo pudiese correrme así siempre… Lo que yo siempre digo. Si fuese mujer sería….

Se quedó callado. Ahora era una mujer. Estaba claro que aquello tenía que ser un sueño. O había tenido un accidente y estaba acostado en la cama de un hospital, en coma. Fuera como fuese, su nuevo cuerpo aún temblaba.

Y seguía caliente. Como hombre, cuando se corría, el deseo desaparecía. Sólo tenía ganas de dormir o, la mayoría de la veces, largarse a su casa y dejar a su ligue de turno sola. Como mujer, seguía sintiendo deseo. Más incluso que antes. Se empezó a acariciar otra vez.

-¡Qué buena estoy!

Cerró los ojos y se clavó dos dedos hasta los nudillos en el coño. Arqueó las espalda. De repente, sonó el timbre de la casa y dio un respingo.

-¡Coño!

Se levantó. ¿Quién sería?. Se acercó a la puerta y miró por la mirilla. Era Manuel.

Estaba en pelotas, desnuda, en forma de mujer.

“¿Qué hago? Coño, ¿Qué hago”

-¿Sí? – preguntó con su voz aterciopelada de mujer.

Manuel se sorprendió de oír una voz de mujer en casa de Antonio. Generalmente su amigo no se llevaba a los ligues a su casa. Prefería irse a la casa de ellas o follárselas en el coche.

-Hola, soy Manuel, un amigo de Antonio. ¿Está bien?

-Esto… sí..sí… está bien. Ha salido.

-¿Salido?

-Sí. Lo llamaron para…una urgencia.

-¿Algo malo?

-No lo sé.

Manuel estaba un poco mosqueado.

-Abre, por favor.

-Antonio no está.

-Oye, no sé quien eres. O me abres ahora mismo o llamo a la policía.

Antonio sabía que su amigo era bastante cabezota. Sería muy capaz de hacerlo. Tenía que abrirle.

-Vale, te abro. Espera un segundo que me vista.

“¿Qué se vista? ¿Está desnuda? Vaya con Antoñito. Que bribón.”

Antonio pensó con rapidez. No tenía ropa de mujer. Si no abría rápido Manuel se impacientaría y podría armar un escándalo. Salió corriendo hacia su cuarto y buscó. Se puso una camisa de manga larga, que le llegaba a medio muslo. Pero no tenía ni sujetador ni bragas.

No había tiempo para más. Volvió hacia la puerta.

La abrió despacito, tapándose con la hoja. Asomó la cabeza.

-Hola. – saludó Manuel, mirando a aquella belleza de mujer que le abrió la puerta.

-Hola. Antonio no está. Salió.

-¿Quién eres tú?

-Me llamo… – Antonio buscó a toda prisa un nombre – Raquel.

-Hola Raquel. ¿Puedo pasar?

-¿Pasar?

-Sí, ya sabes, entrar en casa de mi amigo.

-Claro… entra.

Manuel entró y miró alrededor, tratando de encontrar algo raro. Pero todo estaba como siempre. El desorden habitual de la casa de su amigo.

-¿De dónde has salido? Anoche dejé a Antonio en la cama casi en coma etílico.

-Esto… vine esta mañana a ver a Antonio. Él se marchó más tarde, cuando lo llamaron por teléfono.

-¿Sabes quién le llamó?

-No, no lo sé.

Manuel miró a Raquel. Antonio hubiese dicho, sin dudarlo, que era un ‘peazo jembra’. Guapísima de cara, ojos preciosos. Cabello ondulado y medio alborotado. Piernas largas y torneadas.

“Uf, se le notan los pezones. Seguro que tiene un buen par de tetas” – pensó Manuel, que enseguida se olvidó de Antonio y centró toda su atención en la mujer.

Antonio, Raquel, se dio cuenta enseguida de como la miraba Manuel. La miró igual a como hubiese mirado él a una mujer como ella, medio desnuda. Una mirada fija, de ojos brillantes. Una mirada que la traspasó.

-¿Y desde cuando conoces a Antonio? No me ha hablado de ti.

-Desde hace poco. Soy…de fuera de la ciudad.

-Ah.

La miró de arriba a abajo. Aquella mujercita estaba como un queso.

-Pues raro. Antonio siempre me cuenta todo.

-¿Sí? ¿Todo todo?

-Todo.

Era cierto. Siempre le contaba con pelos y señales lo que hacía con las mujeres con las que se acostaba. Le encantaba presumir de sus conquistas.

-Será que me quiere a mí sólo para él.

-Será… Pero es una pena.

-¿Por qué?

-Porque estás para comerte, Raquel.

Antonio, de repente, se dio cuenta de que Manuel estaba ligando con ella. A pesar de estar en su casa, en casa de su amigo, de estar con una mujer de la que todo apuntaba a que estaba enrollada con él, Manuel le tiraba los tejos. Exactamente igual a como él mismo se los hubiese tirado si la situación fuese a la inversa.

Y se dio cuenta de otra cosa. Que le estaba gustando el flirteo. Que ella misma estaba entrando en el juego. Y que seguía cachonda. El coño le seguía palpitando.

-Pues Antonio, esta mañana, se largó antes de comerme.

“¡Joder! ¿Dije yo eso?”, se preguntó sorprendido, con su voz de hombre en la cabeza.

-Vaya. Yo no te hubiese dejado sin… comerte.

-¿No?

-No – dijo Manuel, acercándose a ella, con esa sonrisa seductora que ponen los hombres cuando creen que la mujer es receptiva a sus encantos.

-¿Sin comerme el qué?

“Más puta que las gallinas. Pues sí, me estoy comportando como una auténtica zorra salida”.

Manuel ya estaba junto a ella, casi pegado. La miró desde arriba, al ser más alto que ella. Vio el nacimiento de sus generosas tetas.

-Ummmm, pues te comería… toda.

Raquel miró a los ojos a su amigo. Sintió deseos de besarlo, Lentamente su mirada fue bajando hasta llegar a la bragueta. Tenía la polla dura, formando un evidente bulto. El coño se le mojó aún más.

-¿Toda? ¿Por ejemplo…?

Manuel se la jugó. Aquella preciosidad le estaba dando pie. Levantó las manos y las llevó a sus tetas. Las acarició por encima de la camisa, notando en las palmas sus duros pezones

-Por ejemplo estas dos tetas. Deben de ser preciosas.

“Me está tocando las tetas mi amigo. Un hombre. Y me está encantando”

Si todo aquello era un sueño, deseó no despertar. Ahora era una mujer, sentía deseos de mujer. Deseaba ver la polla de Manuel. Tocarla. Deseó metérsela en la boca y hacerle una buena mamada. Deseó comportarse como siempre deseó que las mujeres se comportasen con él. Como una buena zorra, como una perra salida deseosa de sexo. Deseó ser vulgar, procaz.

-¿Sólo las tetas? ¿No hay nada más que te gustaría comerte?

-Pues…no sé. ¿Tú qué quieres que te coma?

Raquel se acercó. Sus tetas se aplastaron contra el pecho de Manuel. Se puso de puntillas para que sus labios llegasen a la una de las orejas de Manuel. Y le susurró, con voz sexy.

-Lo que deseo que me comas es el coño. Estoy muy cachonda. – dijo a la vez que le acarició la polla por encima del pantalón.

Manuel estaba asombrado. Raquel no sólo era una mujer hermosísima, sino caliente. La más caliente que había conocido en su vida. Jamás ninguna había sido tan directa. No la conocía hacía más de cinco minutos y ya le estaba sobando la polla.

-¿Cómo de cachonda?

-Compruébalo tú mismo.

Mirándola a los ojos bajó una mano y la llevó directamente hasta su coño. Lo acarició, pasándole el dedo corazón a lo largo de toda la rajita. Estaba caliente, mojada.

-Estás chorreando.

-¿Qué? ¿Vas a seguir hablando o me vas a comer el coño de una vez?

Manuel agarró la camisa y, tirando con fuerza, hizo saltar todos los botones. La abrió y se la quitó. Se quedó mirando unos segundos el cuerpo perfecto de Raquel.

-¿Soy de tu agrado?

-Joder, Raquel. Eres la mujer más guapa que he visto.

La agarró de una mano y la llevó al dormitorio de Antonio. La tiró sobre la cama. Sin dejar de mirarla se fue desnudando.

Raquel, mirándole fijamente a los ojos, con una sensual sonrisa en los labios, abrió lentamente las piernas, enseñándole su palpitante coño. Se pasó los dedos por la raja, se frotó el clítoris.

-Ummm, estoy muy cachonda, Manuel: Cómemelo ya… cómemelo…

Él no terminó de quitarse los pantalones. Se tiró sobra la cama, metió su cabeza entre las piernas de Raquel y lamió el coño.

-Agggggggg, sí, sí… así…cómeme el coñito.

Ella metió sus dedos entre el cabello de Manuel y apretó su cabeza contra ella. Movió sus caderas y restregó su sensible coño contra a cara de Manuel. El placer era intenso.

-Ummm, agfff, que rica estás, Raquel. Me encanta como huele tu coño, como sabe.

-No hables… come, lame…haz que me corra. Necesito correrme.

Manuel se esmeró en hacerle a aquella mujer la mejor comida de coño de su vida. Chupó, sorbió, lamió, y hasta mordió cada pliegue de aquel sabroso coño hasta que el cuerpo de Raquel se quedó quieto, tenso, y su boca se llenó de jugos vaginales que se bebió con placer.

Raquel, con los ojos fuertemente cerrados se corrió contra la boca de su amigo. Un orgasmo más fuerte que el primero. Y muy largo. Los últimos segundos su cuerpo fue recorrido por fuertes espasmos. Sin embargo, no quedó saciada. Quería más. No sabía por que, pero lo que más deseaba era sentir su coño bien lleno. Bien lleno con una dura polla.

-Ummm, que boquita tienes, Manuel. ¿Me vas a follar bien follada, verdad?

-Vaya si te voy a follar, preciosa.

Manuel se terminó de desnudar a toda prisa. Raquel, bien abierta de piernas, acariciándose las tetas, lo esperaba. Se quedó mirando fijamente la dura polla. Le pareció una polla precisa.

-Clávamela, fóllame.

¿Quién era esa chica? – se preguntó Manuel. Hermosa y ardiente. La mejor combinación. Sin esperar más, se puso entre sus abiertas e invitadoras piernas y le clavó la polla hasta el fondo del coño.

-Aggggggg, dios, Manuel… vaya polla… me has llenado todo el coño.

La sensación de sus paredes vaginales siendo separadas y distendidas por la dura barra fue maravillosa. Raquel sentía un suave y continuo placer, que se multiplicó cuando Manuel empezó a moverse. La polla entraba y salía de su coño. No era un coño virgen, no había sentido ningún dolor, ninguna molestia, al ser penetrada. Pero era un coño estrechito, que hacía que los dos sintieran un gran placer.

Manuel estaba como loco. Le sobaba las preciosas tetas, le mordía los pezones. Besaba su cuello. Le comía la boca. Y, sobre todo, se la follaba. Cada vez más rápido, más fuerte. Era sin duda el mejor polvo de toda su vida. Con aquella chica a la que acababa de conocer.

Notó que se iba a correr enseguida.

-Me voy a correr, preciosa.

-Agggg, y yo… no la saque…lléname el coño de leche…

-¿Seguro?

Raquel se quedó unos instantes dubitativa. Externamente era una mujer completa. ¿Pero sería del todo una mujer? ¿Podría quedarse embarazada?

Ganó la calentura, el deseo.

-Sí, seguro. Quiero sentir tu polla vaciarse dentro de mí.

Manuel arreció en sus embestidas hasta que su cuerpo estalló. Le metió la polla hasta el fondo y se corrió a borbotones, con fuerza, llenando poco a poco aquel estrechito coño. Raquel, al sentir aquel calor repentino, se corrió con él. Su vagina se llenó se espasmos que parecían querer ordeñar aquella polla, como queriendo que ni una gota de semen le quedare dentro.

La polla dejó de manar, Manuel terminó su orgasmo, y Raquel aún no había llegado ni a la mitad del suyo. Él se quedó mirando el bello rostro, crispado de placer. Sentía en su polla contracciones del coño. La siguió follando para aumentar su placer.

Por fin Raquel había quedado saciada… un poco. Manuel cayó a su lado. Los dos respirando agitadamente.

-¡Qué cabrón Antonio! . Mira que no hablarme de ti

-Jajaja. Sé que tiene secretillos.

-Sí. Oye, Raquel. Eres..

-¿Qué soy?

-Eres muy caliente. Uf, y directa.

-¿No te gustan las mujeres directas?

-No hay mujeres directas.

-¿Cómo que no?

-Al menos yo nunca había conocido a una.

-Pues ya conoces una. Me apetecía follar. A ti te apetecía, y ya está. ¿Para qué andarnos con rodeos? La vida es muy corta.

-Joder. Hablas igualito que Antonio. Eres su tipo de mujer.

-Quizás por eso no te dijo nada. Para que no se la quitasen.

Manuel iba a decirle que no era por eso. Que Antonio no quería una mujer como Raquel, para follársela a todas horas. Que lo que él quería era que todas fueran como Raquel. Follar con quien le apeteciese cuando le apeteciese. Pero no le dijo eso.

-Quizás. Coño, que tarde es. Me tengo que ir.

Manuel se levantó a toda prisa y se vistió.

-Dile a Antonio que me llame, ¿Eh?

-Vale, se lo diré -dijo Raquel apoyándose en los codos y abriendo las piernas, mostrando su coño.

Manuel miró aquel precioso coño. Abierto, rezumando una mezcla de semen y jugos vaginales. Después miró a los ojos a chica, que le miraba sonriendo.

-Tu corrida se me está saliendo del coño. ¿Me pones otra?

-Joder, Raquel… De verdad que me tengo que ir.

-¿Te vas? ¿ Un chica decente te pide que le llenes el coñito con más leche y dices que te vas?

La polla de Manuel estaba otra vez a reventar. Y cuando vio como Raquel se llevaba dos dedos al coño, recogía un poco de leche, se los llevaba a la boca y se relamía, no pudo más. Se desnudó otra vez y se lanzó a por aquella mujer.

Raquel se corrió dos veces más antes de que Manuel le llenara el coño con una segunda ración de semen calentito y espeso.

-Uf, Raquel – dijo Antonio jadeando – Eres…eres…

-¿Más puta que las gallinas?

-Jajaja. Eso dice siempre Antonio.

-Jajaja. Creo que se refería a mí.

Manuel se vistió enseguida y se marchó corriendo, sin ni siquiera darle un beso de despedida.

Raquel se quedó unos minutos en la cama.

-Umm, creo que me va a gustar ser mujer. Con lo buena que estoy y lo zorra que soy, me voy a hartar de follar. Jajaja.

Notó como el semen de Manuel le salía del coño. Se levantó y se fue corriendo al baño, a darse una ducha. Cuando terminó se miró en el espejo.

-Raquelita… se le levantarías a un muerto. Jajajaja

Tenía el cabello mojado, a pesar de habérselo secado. Se dio cuenta de que no estaba preparado para ser mujer. No tenía un simple secador. Y no tenía ropa adecuado.

-Nos vamos de compras, preciosa – le dijo a su propio reflejo.

Se puso unos pantalones, sin calzoncillos. Una camisa ajustada. Se volvió a mirar y remirar en el espejo.

-Wow, hasta así estoy para comerme.

Cogió la cartera. Para asegurarse de que todo aquello era real, que no estaba loca, que Antonio era de verdad, sacó su carnet de identidad. “Antonio García”, y la su foto de hombre.

Se la guardó en el pantalón y salió a la calle.

Desde que empezó a caminar se dio cuenta de una casa. Los hombres la miraban. Notaba sus ojos fijos en ella. Y le encantó. Meneó las caderas. Sabía que muchos cuando se cruzaban con ella se giraban para mirarle el culo. Lo meneaba con más ganas.

“Ummm, Seguro que a más de uno se le ha puesto la polla dura mirándome, imaginando que me hacen toda clase de guarradas”.

Se reía sola, caminando, exhibiéndose. Llegó a unos grandes almacenes y fue directamente a la planta de moda de mujer. “Lo primero es ropa interior”, se dijo, buscando con la vista la zona de lencería. Hacia allí se dirigió.

Empezó a mirar bragas, sujetadores. Se centró en los más sexys, los que como hombre le gustaba ver, y sobre todo quitar, a las mujeres.

“¡Coño! ¿Y qué talla llevo?”, se preguntó.

Vio que uno de los dependientes, un señor sobre los 40 no le quitaba los ojos de encina. Le miró y él se acercó.

-¿Puedo ayudarla en algo, Srta.?

-Pues sí. ¿Qué talla dirías que uso?

El hombre la miró de arriba a abajo. Raquel dio una vuelta completa sobre si misma para que él la viera bien.

-Yo diría que una M para las braguitas y..Ummm, una 100, quizás, para el sujetador.

-Oh, gracias. ¿Puedo probármelas por si las moscas?

-Por supuesto. Al fondo tiene Vd. los probadores, Srta.

-Aunque… necesitaría la opinión de un experto para saber si me quedan bien o mal – le dijo, mirándole a los ojos, con una sonrisa en sus sensuales labios.

-Bueno, yo podría, si me lo permite… Echarle un vistazo cuando se las ponga.

-Oh, gracias. Eres muy amable. Dame 2 minutos para ponérmelas.

El hombre vio como Raquel se alejaba hacia los probadores. Miró su culo. Sabía de ropa y vio que los pantalones eran de hombre, pero aún así el culito de aquella chica parecía precioso. La polla se le empezó a poner dura.

Raquel entró en uno de los probadores. Eran de esos con puerta. Se desnudó rápidamente y se puso primero las braguitas rojas de encaje. Le iban bien. Después se puso el sujetador a juego. Era la primera vez que abrochaba un sujetador. Hasta ahora sólo los había desabrochado. Se miró al espejo.

-Wow. Peazo jembra.

Estaba preciosa, sexy. Su cuerpo era realzado por aquellas prendad, que le sentaban como un guante. Sus perfectas tetas resaltaban aún más. Su redondo culito era una tentación. Sólo con mirarse se puso cachonda.

Tocaron a la puerta.

-¿Sí?

-Soy el dependiente.

-Ah, bien

Raquel abrió la puerta y hombre entró. Ella cerró. El probador no era muy grande.

-¿Y bien? ¿Cómo me queda? – dijo, volviendo a dar una lenta vuelta sobre si misma.

-Parece que fue diseñado para tu cuerpo – respondió el hombre, tuteándola.

-¿Tú crees? – dijo Raquel dándole la espalda, meneando el culo.

-Desde luego que sí.

Le miró el culo. Y confirmó lo que había pensado antes. Aquella chica tenía el mejor culito que había visto en su vida. La polla se le puso dura del todo.

Ella se dio la vuelta, encarándole. Puso cara de niña buena, de niña mimosa, alargó una mano y la puso sobre la dura polla del hombre.

-Ummm, parece que te gusta de verdad como me queda. Creo que me lo voy a quedar.

-Tienes que quedarte con ese conjunto. Realza tu belleza.

-Gracias…Oye…¿Hay alguna manera por la cual yo pueda salir de aquí con esto puesto sin pagar un céntimo? – preguntó con voz seductora, apretándole la polla.

El hombre tuvo claro que aquella preciosidad era una auténtica zorra, un hembra caliente de verdad. Se acercó a ella, acercó su boca a una de sus orejas y le susurró:

-La única manera de salir sin pagar en que salgas… con ese culito tuyo lleno de leche.

-Ummm, ¿Lleno de leche?

-Sí.

-¿Quieres llenarme el culito con tu leche?

-Joder, sí. Me has puesto la polla dura.

-La noto. Vaya si la noto.

Le bajó la cremallera y le sacó la polla. Una buena polla, pero no muy gruesa. La miró.

-¿Quieres meterme todo esto en el culito?

-Umm, sí.

-¿Y follármelo hasta llenármelo de lechita?

-Agggg, sí, joder, sí. Pero si sigues así me harás correr con la mano.

Raquel estaba encantada. Y muy excitada. Se dio cuente de el poder que tenía. Había cogido a un completo desconocido y lo tenía ahora totalmente bajo su control. Abría ladrado por ella.

-Uf, no, en la mano no, que me gustan mucho estas braguitas y el sujetador.

Se dio la vuelta y le restregó el culo por la polla. El hombre estuvo a punto de correrse. Raquel se echó hacia adelante, poniendo el culo en pompa.

-Todo tuyo. Dame por el culo. Lléname de leche.

El hombre le bajó las bragas hasta las rodillas. Miró las redondas maravillas que tenía delante. Las separó con las manos, descubriendo el apretado agujerito que estaba a punto de profanar. Se puso un poco de saliva en los dedos y lubricó el esfínter de la chica. Acercó la punta de la polla, la agarró por las caderas y empujó.

Raquel puso los ojos en blando cuando la dura polla se clavó en su culo hasta la empuñadura. No de dolor, sino de puro placer. Entornó los ojos y a través del espejo miró al hombre, que empezó a encularla salvajemente.

-Joder, vaya culito que tienes… Es una maravilla.

-Encúlame más… rómpemelo a pollazos.

Sujetándola con fuerza por las caderas la folló con ganas, con intensidad, clavándole la polla hasta el fondo y sacándosela casi toda. Raquel gemía de placer. Había tenido sexo anal con un par de chisca sólo, y las dos se masturbaron mientras él se las follaba.

Ahora no hacía falta que ella se acariciase. El placer que sentía al ser sodomizada era intenso, arrollador. Buscó ella misma la polla, tratando de que se la metiera aún más adentro.

-Agggg, así, fóllame así…más…más.

El hombre no se podía creer lo que estaba pasando. Se estaba follando a un preciosidad de mujer. Le estaba dando por el culo y ella pedía más y más.

Y más se sorprendió cuando el cuerpo de la chica se puso tenso. Miró en el espejo como cerraba los ojos y se crispaba. Aquella muchacha se estaba corriendo. Sintió la polla estrujada por los músculos de su culo y no pudo más. Se la enterró hasta el fondo y empezó a correrse a borbotones.

Raquel sintió dentro de ella todos y cada uno de los chorros calientes que él le echaba en el fondo de su culo. Su orgasmo volvió a ser largo, intenso. La polla dejó de correrse y ella seguía con espasmos de placer.

-Ah sido…joder… ha sido el mejor polvo de mi vida – jadeó el hombre.

Le sacó la polla lentamente. Quedó pendulona, a media asta. Raquel se subió las bragas y se dio la vuelta. Se miraron. Se sonrieron.

-Eres…

-¿Una puta? -dijo Raquel, sonriendo.

-Iba a decir que maravillosa. Pero sí. Una puta maravillosa.

-Jaja, gracias.

“Soy más puta que las gallinas”, se dijo Raquel. Se lo iba a demostrar. Mirándole a los ojos, se arrodilló lentamente delante de él. Acercó su boca a la polla y se la metió en la boca. Él la miró, maravillado. Aquella chica era la mujer más caliente que había conocido en su vida.

Raquel se la chupó unos segundos. La polla volvió a ponerse dura en su boca. Se la sacó.

-¿Si me trago toda tu corrida me das otro conjuntito de esos?

-Si consigues que me vuelva a correr te doy tres.

-Ummm, que bueno eres…

Se volvió a meter la polla en la boca. Era la primera polla que mamaba. Pero sabía exactamente como le gusta a un hombre que una mujer le chupe la polla. Puso todo su empeño en la mamada.

A los pocos segundos, el hombre gemía de placer. Con la boca entreabierta, miraba como aquella guapa mujer se pasaba su polla por la cara, como la besaba, la lamía. Todo sin dejar de mirarle a los ojos. Con la cara seria, de niña buena que nunca ha roto un plato.

Ya no era un jovenzuelo. Ahora le costaba volver a correrse tan seguido. Pero esa chica lo iba a conseguir. Iba a hacerlo correr otra vez. Notó la llegada de su segundo orgasmo. Y Raquel también. Mamó con más fuerza. Se ayudó de una mano.

-Agggg, me … corro…dios… me corro….

La polla dentro de la boca explotó. Los chorros calientes se estrellaron contra el paladar y la lengua de Raquel, que rápidamente empezó a tragar. Le encantó la sensación del semen espeso bajando por su garganta. La corrida no fue tan abundante como la primera, pero fue igual de placentera.

Toda la leche que aquello polla soltó dentro de la boca de Raquel terminó en su estómago. Le dio una cuentas lamidas más y un beso en la punta.

-Uf..¿Qué… colores…te… pongo?

-Jajaja. Uno de cada, por favor.

Más contenta que unas pascuas, con cuatro conjuntos sexys en dos bolsas, se dirigió a la zona de ropa.

Se compró varios vestidos, pantalones, faldas. Se dejó puesta una camisa preciosa de amplio escote y una minifalda vaquera.

-Bien, y ahora, unos lindos zapatos.

Bajó las escaleras mecánicas hacia la zapatería. Desde que se puso a mirar modelos, se le acercó uno de los dependientes, un chico joven y bastante guapo. El coño se le mojó

-¿Puedo ayudarla?

-Sí, plis. Quiero unos zapatos.

-¿Para diario o para fiesta?

-Pues… dos pares de cada.

-Ummm, veamos… ¿Una 38, verdad?

-Sí.

-¿Me permite que le muestre unos que le quedarían estupendos?

-Claro.

Se quedó esperando mientras el chico buscaba por la tienda. Volvió con tres pares preciosos.

-Siéntese por favor.

Raquel se sentó en una sillita. El chico se arrodilló, le cogió un pie y le quitó las zapatillas deportivas que llevaba. Le quedaban grandes. Seguidamente, le puso uno de los zapatos. Le entró fácilmente.

-Vaya, es precioso. Tienes buen ojo para los zapatos.

-Y para las mujeres hermosas – le respondió el chico.

“Vaya. Un lanzado. Jeje. A ver lo lanzado que es”

Lentamente, Raquel abrió las piernas. Desde su posición el chico sólo tenía que levantar la mirada y le vería las bragas. Cuando él miró, vio los hermosos muslos y al fondo, el coño, tapado por unas bragas rojas. Levantó la mirada y se encontró con la de ella.

-Tengo más modelos detrás, en el almacén. Si quieres… te los enseño – le dijo, acariciándole el tobillo.

A los dos minutos se la estaba follando entre cajas de zapatos. Bien abierta de piernas, Raquel recibía los duros pollazos de joven, que le magreaba las tetas sobre la camisa y le comía la boca.

-Pero que buena estás.

-Ummm, Sí, ¿Verdad?

-Joder, ya lo creo.

El chico era una máquina follando. La hizo correr dos veces antes de dar muestras de estar a punto de correrse.

-¿Dónde quieres que me corra, preciosa?

-Donde tú quieras.

-Que cachonda eres. Me quiero correr en tu cara. ¿Puedo córreme en tu cara?

-Déjame bien guapa.

El joven no pudo más. Le sacó la polla con rapidez del coño, se la cogió con la mano y se acercó a su cara. Se empezó a correr en el acto. Raquel, sonriendo y con los ojos cerrados sintió todos y cada uno de los abundantes chorros estrellarse contra su rostro. Calientes, espesos…

Oía la respiración del chico. Cuando no notó más latigazos, abrió los ojos. Él la miraba con admiración.

-¿Estoy guapa?

-Estás… preciosa. Joder, pero si ya eras preciosa antes…

-¿Antes de que me llenaras la cara de leche?

-Sí.

-Jeje. ¿Crees que puedo salir a la calle así?

-Uf, mejor que no. Le daría un pasmo a más de uno.

-Jajajaja.

-Mejor te limpias.

-¿Por qué no me limpias tú… con la polla?

Él empezó a recoger el semen de la cara de con la punta de su verga. Lo fue reuniendo y llevándolo a la boca de la chica, que se los comía con gula.

-¿Cómo te llamas? ¿Dónde vives? ¿Te quieres casar conmigo?

-Jajajaja. Me llamo Raquel. Y no. Soy demasiado joven y…digamos, ligera de cascos como para liarme con nadie ahora.

Raquel salió de la zapatería con los tres pares de zapatos que el chico eligió. Los pagó. El chico le había caído simpático.

Lo último que compró fue maquillaje. El set completo.

Para volver a su casa, con tanta bolsa, cogió un taxi. A punto estuvieron de tener un accidente, ya que el conductor no hacía más que mirarla por el retrovisor. Raquel, a verlo, se exhibió como un pavo real. Llegó a colocarse las tetas. El coche dio un frenazo

Cuando le pagó se fijó en que el conductor tenía la polla dura.

“Jajaja. Seguro que para cascársela”

Subió a su casa y guardó toda su nueva ropa.

Tenía que hacer algo con Manuel. Se sentó frente al ordenador y le escribió un mail. Le dijo que se había tenido que ir de la ciudad por un asunto familiar. Y se Raquel se quedaría en su casa unos días. Que cuidare de ella.

“Es un poco zorra. Que no se meta en líos”. Así terminó el mensaje y lo envió. Se rio solo.

Se preparó la comida y vio un rato la tele. Se empezó a acariciar. Abrió las piernas y se masturbó sobre el sofá hasta correrse, apretando los diente.

-Uf, me va a encantar se mujer. Podría estar todo el día corriéndome.

+++++

Miró la hora. Eran las siete de la tarde. Tenía ganas de salir.

-Voy a dar una vuelta, a poner unas cuantas pollas duras. Jajaja

Se miró en el espejo. Se encontró preciosa con aquella minifalda. Las tetas bien marcadas tras la apretada camisa.

-Ummm, esto se puede mejorar.

Se quitó la camisa, se quitó el sujetador y se volvió a poner la camisa. Ahora las tetas parecía que iba desnudas. Sus pezones, duros, se marcaban en la tela.

-Y el toque final – dijo, quitándose las bragas. – Pero que puta eres, Raquelita. Jajaja

Salió a la calle y empezó a caminar por la acera, menando descaradamente el culo. Los hombres se la comían con los ojos. La mayoría se daba la vuelta para mirarla. Vio varios codazos dados por novias o esposas a embobados hombres que la miraban casi babeando.

Estaba encantada. Y cachonda. Decidió subirse a un abarrotado autobús a ver que pasaba.

Se puso de pie, agarrada a una de las barras. Enseguida lo notó. Roces aparentemente accidentales. Golpes en los muslos. Un sobeteo en toda regla en su culo.

No dijo nada. Siguió como si nada. Uno de los sobones, al ver que ella no reaccionaba, se atrevió a presionarle la polla contra el culo. Raquel la sintió ponerse dura contra sus nalgas. Lo único que hizo fue restregarse contra la polla.

A su lado había un señor maduro, que al ver como el joven de detrás de la preciosa chica le restregaba la polla por el culo y ella no hacía nada, se pegó a ella y le acarició el muslo. Al ver que la chica miraba hacia adelante, empezó a subir la mano, lentamente, acariciando la suave y cálida piel de la muchacha.

Raquel notaba el coño mojado. Como hombre deseó hacer eso muchas veces. Meterle mano a una chica en un autobús, en el cine, en algún sitio concurrido. Ahora, como mujer, cumpliría la fantasía de aquellos sobones. Más o menos.

Notó que la mano del madurito llegó a la falda. No se detuvo. Siguió subiendo hasta que llegó a su coño. El hombre quedó gratamente sorprendido. Acercó su boca a la oreja de Raquel.

-Pero si no llevas bragas, putita. Y estás empapada.

No le dijo nada. Siguió mirando hacia adelante como si no pasara nada. No pudo evitar gemir cuando los sabios dedos del hombre le empezaron a hacer una paja. El chico que le restregaba polla por el culo llevó una mano hasta una de sus tetas y se la magreó.

Entre los dos la hicieron correr enseguida. Se agarró con fuerza a la barra mientras su cuerpo estallaba de placer. El tipo maduro la miró mientras se corrió. Estaba preciosa, con los ojos entornados, el labio inferior mordido. Notó en sus dedos los flujos del orgasmo de la mujer.

-Joder – le volvió a susurrar al oído – Te has corrido como una zorra. Me muero por follarte bien follada.

En ese momento el autobús paro. Algunos viajeros se bajaron. Cuando las puertas empezaron a cerrarse, Raquel salió corriendo. En la calle, miró hacia dentro de autobús. El chico y el hombre la miraban, estupefactos. Se despidió de ellos con un beso volado.

“Jajaja. Dos más que se van a hacer un buen pajote después”

Volvió a su casa caminando, exhibiéndose. Las miradas que sentía la ponían a cien.

+++++

Después de cenar se fue a dar una larga ducha.

-Hoy es sábado, sabadete. Ahí fuera hay un montón de chicos guapos dispuestos a follarse un bombón como yo. Hoy es su día de suerte. Raquel va a salir de caza.

Se puso uno de los vestidos que había comprado, uno de los conjuntos más sexy y unos zapatos de tacón alto. Caminó con ellos como si lo hubiese hecho toda la vida. Se maquilló. Lo hizo mecánicamente. Parecía que lo había hecho mil veces. Se dio el último toque con un rojo de labios intenso.

-Wow, estoy arrebatadora. Se la levantaría a un muerto.

Salió de su casa sobre la 12 de la noche. Cogió un taxi y le dio la dirección de un local de moda. Sabía que estaría lleno a rebosar de machos en busca de presas. Él solía ser uno de esos machos, y casi siempre si marchaba a casi sin cazar nada más que un dolor de huevos. Pero hoy, ella sería la cazadora. Ellos sus presas.

Entró al local. No se había equivocado. Estaba hasta los topes. La música a todo volumen, genta bailando, bebiendo. Chicas y chicos. Casi todos jóvenes, aunque también había algunos más talluditos. Con la cabeza bien alta, se dirigió a la barra. Las miradas de deseo hincharon su ego.

El camarero, al ver a la preciosidad que le miraba, se aceró en el acto.

-¿Qué te pongo, guapa?

-Un gintonic.

-Marchando

Se lo puso.

-¿Cuánto es?

-Seis euros.

Raquel fue a pagar cuando apareció un chico.

-Aquí las chicas guapas no pagan.

-¿A no?

-No. Cóbrate – le dijo al camarero dándole un billete de 10.

-¿Entonces soy una chica guapa?

Lo habitual en esos locales, en casi penumbra y la música muy alta, es que la gente se pegue para hablar. Él chico se aceró y se pegó a ella descaradamente. Era un chico guapo y seguro de sí mismo.

-Eres la cosa más linda del local.

-¿Sí? ¿Sólo la más linda? Soy más cosas.

-¿Qué más cosas? – le susurró el chico al oído.

-Soy la más zorra del local.

Él la miró. Aquella chica era directa. Y guapa. La polla se le puso dura.

-¿Cómo de zorra? – le dijo, mirándola a los ojos y restregándole la polla por el pubis.

-Así de zorra – respondió Raquel llevando una mano hacia la polla del chico y sobándosela sobre el pantalón.

-Ummm, ya veo. Pero…

-¿Pero qué?

-No eres la primera zorra que me soba la polla.

-Ya. ¿Alguna te ha hecho esto? – dijo, con una sonrisa en los labios y bajándole la bragueta.

-Joder, no – respondió el chico, sorprendido por como se comportaba aquella chica.

-Lo imaginaba. Entonces esto tampoco te lo han hecho, imagino. – dijo Raquel metiendo la mano por la bragueta.

El chico se puso tenso. Raquel sonriendo, le sacó la polla. Él se puso cara a la barra, para que nadie se diese cuenta. Había mucha gente, poca luz.

-¿Cuántas pajas de han hecho así, rodeado de gente?

-Umm, uf…ninguna.

Empezó a mover la mano. Arriba, abajo, a lo largo de la dura polla. Ella sonreía, él trataba de disimular el intenso placer que estaba sintiendo.

En menos de dos minutos de intenso tratamiento manual, el chico puso cerró los puños. Raquel vio como los nudillos se le ponían blancos. Notó la polla palpitar y finalmente, una sacudida. Mirándole a los ojos lo hizo correr, echando los abundantes chorro se espese semen contra la barra. Fueron seis o siete disparos que bajaron resbalando por el lateral hasta el suelo.

Él cerró los ojos, cogiendo aliento. Ella soltó la polla, cogió su copa y desapareció entre la gente. El chico abrió los ojos.

-Ha sido incre…

Se calló al ver que la chica había desaparecido. Se guardó la polla. Sus amigos jamás se iban a creer lo que le acababa de pasar. Eso no impediría que se lo contara a todos.

Raquel se fue a la pista de baile. Se empezó a mover sensualmente al ritmo de la música. Enseguida se le acercó un chico

-¿Estás sola, preciosa?

-Ya no.

Se puso a bailar para él, con los ojos entornados, pasándose la lengua por los rojos labios. El nuevo chico la miraba, admirado. Se dio la vuelta y acercó su culo hacia el chico. Se lo restregó contra la bragueta. Él comprendió el mansaje. La agarró por las caderas.

Raquel siguió moviéndose sensualmente. Apoyó su espalda contra el pecho del joven, giró la cabeza, dejando sus labios a escasos centímetros de los de él.

-Me vas a poner la polla dura, preciosa.

-Eso es lo que quiero. Ponerte la polla bien dura.

Siguieron bailando, restregándose. Él le rozó las tetas, le acarició las caderas. Ella sintió la polla ponerse como una roca.

-Ya me la has puesto dura. ¿Y ahora?

-Pues, ahora… depende.

-¿De qué depende?

-De lo que quieras hacer con tu polla dura.

-Clavártela en el coño. Follarte bien follada. Eso es lo que quiero.

-Umm, me gustan los hombres que saben lo que quieren. ¿Tienes coche?

-Sí.

A los cinco minutos estaban en el asiento de atrás. Raquel lo cabalgaba, enterrándose en el coño la dura polla del chico, enfundada en un condón. Se corrió dos veces antes de que él le llenara el preservativo con su corrida.

-Oye, ¿Cómo te llamas?

-Raquel.

-Raquel, era la mujer más caliente que he conocido. Dame tu teléfono.

-Otro día, guapo. Otro día.

Lo dejó en el coche, con la polla aflojándose. Feliz.

Volvió a entrar en la discoteca. Quería más. Y justo en la puerta se encontró con el chico al que le hizo la paja en la barra. Iba acompañado de dos amigo.

-Hey, esta es la chica de que os hablé.

Los dos amigos miraron a Raquel. Uno de ellos se encaró con el primero.

-¿Me vas a decir que este monumento de mujer te hizo una paja en la barra… sin más?

-Sí.

-Deja de beber, Juan. No te lo crees ni tú. Jajaja.

-Si no te lo crees – le dijo Raquel – vete a la barra y verás su corrida.

-Coño. ¿Hablas en serio?

-Nunca bromeo con una corrida. Jajaja.

-Ya os lo dije – dijo Juan, el pajeado – Esta chica es una calentorra.

-Antes me dijiste que era una zorra.

-Oye – dijo el segundo – ¿Por qué no nos haces a este y a mí lo mismo que a Juan? – y señaló al tercer amigo, que aún o había dicho nada.

Raquel miró a los dos chicos. Se imaginó con sus dos pollas en las manos, pajeándolos a la vez. Se estremeció de pies a cabeza.

-Ummm, vale. ¿Dónde?

-Ven. Busquemos un sitio tranquilo.

La cogió del brazo y lo cuatro empezaron a caminar. Cogieron una calle oscura y solitaria. Y encontraron un portal abierto. Se metieron dentro y cerraron la puerta,

-Así que queréis que os haga una buena paja como a vuestro amigo, ¿eh?

-De eso nada – dijo el chico que aún no había hablado – Una paja me la puedo hacer yo. Nos vas a chupar la polla. A los tres.

-Ese no era el trato.

-Me importa una mierda, putita. Ahora de arrodillas, nos sacas las pollas y no paras de mamar hasta que tengas el estómago bien lleno de leche.

-Que te den, niñato. Me largo

Raquel se dio la vuelta para irse, pero aquel tipo la cogió con fuerza del brazo.

-La única manera de que te vayas de aquí es con tres corridas en la barriga o la cara marcada – dijo, sacándose una navaja del bolsillo.

-Joder, tío, te estás pasando – dijo uno de los amigos.

-Calla. Yo sé tratar a las putitas como estas. ¿Y bien, zorra? ¿Te arrodillas o te marco la cara? – le preguntó a una asustada Raquel, blandiendo la navaja delante de sus ojos.

Raquel se arrodilló delante de los tres chicos, que la rodearon. Les bajó las braguetas y les sacó las pollas.

-Eso es, zorra. A comer polla se ha dicho.

Fue alternando de polla en polla. La chupaba un rato, la pajeaba y pasaba a la otra. Se esmeró en hacer un buen trabajo para que aquellos tres se corriesen rápido y poder irse.

-Aggg, que boquita tienes, guarra. Se ve que te pasas el día mamando pollas – dijo el cabecilla, con la navaja en la mano.

Se concentró en él. Le mamó la polla a fondo, hasta que el chico puso los ojos en blanco y le empezó a llenar la boca de una abundante cantidad de semen espeso y amargo. Se lo tragó todo.

-Ummm, eso es, putita. Trágate toda mi leche…

Le sacó la polla de la boca. Y le dijo que vaciara las pollas de sus amigos.

El último en correrse fue a que le hizo la paja en la barra. En la barriga tenía ahora las tres copiosas eyaculaciones. Se levantó.

-¿Contentos?

-Claro, preciosa. Mira

El chico sacó la hoja de la navaja y se le clavó en el pecho. Raquel dio un grito de terror. Pero no sintió dolor. Miró y comprobó que la hoja era de mentira. De plástico. Los tres chicos se echaron a reír.

-Cabrones.

-Jajaja, que carita has puesto. No te quejes, putita. Seguro que te ha encantado el resopón que te hemos dado.

Se dio la vuelta y se marchó. Oyó sus risas largo tiempo.

Caminó en busca de un taxi. Estaba aún asustada. Se cruzó con unos cuantos chicos. Le decían cosas. La piropeaban, la miraban. Esas miradas que todo el día le habían gustado, excitado, ahora le daban asco.

Paró un taxi. El conductor era un tipo gordo y seboso. La miró de arriba a abajo por el retrovisor. Raquel se sintió como un objeto.

-¿A dónde guapa?

Le dio la dirección.

-Oye, preciosa. La carrera te podría salir gratis.

-¿Cómo dice?

-Digo que si eres buena conmigo no te cobro el viaje.

-¿Está loco?

-Venga, mujer. Con una buena paja me conformo.

-Que te la menee tu madre, cabrón

Salió del taxi. Caminó hacia la parada del autobús. Por camino siguieron las miradas, las insinuaciones. Incluso proposiciones directas.

-¿Dónde vas tan sola, guapa? ¿Quieres pasar un buen rato?

-Déjame en paz.

-Pero si vas pidiendo guerra, putita.

Aceleró el paso. A esas horas la mayoría de los jóvenes tenían más de una copa encima. Y si iban en grupo eran aún peores.

-Ven preciosa. Que aquí tenemos cuatro duros regalos para ti.

Pasó de largo, sin mirarles siquiera.

“Malditos….hombres. Déjenme en paz, coño”.

Por fin llegó a la parada. Se tranquilizó al ver que había un grupito de tres chicas esperando también.

La miraron de arriba a abajo. Y se rieron por lo bajinis. Raquel agudizó el oído y las oyó cuchichear.

-¿Te has fijado en esa? – dijo una-. Va como una puta.

-Sí. Seguro que tiene el coño como la boca de metro.

-Jajaja, sí. Y la boca.

Salió corriendo, con lágrimas en los ojos. Quería llegar a su casa, cerrar la puerta. Olvidarse de todo. Se atrevió a coger otro taxi. El nuevo conductor ni la miró. Se sentó detrás y le dio la dirección.

Cuando se bajó, alguien la llamó.

-Hey, Raquel. Hola

Se giró. Era Manuel.

-Hola – dijo aliviada por ver a alguien conocido.

Antonio se acercó a ella, se pegó y le restregó la polla dura por el pubis.

-Estás… preciosa. Vengo a llenarte el coño otra vez. Aunque también me gustaría llenarte este culito tan precioso – le dijo magreándoselo.

-Manuel… lo siento. No estoy de humor.

-Venga, mujer, lo pasaremos bien.

-Te he dicho que no.

-No me jodas, Raquel. Tengo la polla a reventar. No me seas una calienta pollas. Hazme una buena mamada, al menos.

-Que te den, Manuel – le dijo, separándose de él.

-Que te den a ti, zorra. Mucho echártelas de puta y eres igual de estrecha que todas.

Raque entró en su portal llorando. No entendía que pasaba. ¿No entendían los hombres un no? Que se acostase con quien le diera la gana significaba a caso que tendría que abrirse se piernas para todo el que se le antojara?

Entró en su casa. Cerró la puerta y se enjuagó los ojos. Iba a ir al baño a desvestirse cuando sonó el timbre. Pensó que sería Manuel, y se llenó de rabia.

Abrió la puerta de golpe.

-Te he dicho que te…

Se calló de repente. No era Manuel. Era un mujer. Le resultó conocida.

-Hola…Antonio.

-¿Qué…? ¿Quién eres tú?

-Soy Selena. ¿No me recuerdas?

Hizo memoria. La otra noche, con Manuel… y… aquella chica. Abrió los ojos, y comprendió todo de golpe.

-¿Fuiste tú? ¿Tú me hiciste esto?

-¿Yo? No. Fue tu deseo.

-Maldita. Hazme volver. Devuélveme mi cuerpo.

-¿Por qué? ¿No te gusta ser más puta que las gallinas? ¿Llevas sólo un día siendo mujer y ya quieres dejar de serlo?

Raquel se derrumbó y se quedó sollozando, en el suelo.

-No es como yo pensaba. Me he sentido como un objeto. Me he sentido acosada. He pasado miedo, auténtico miedo de caminar sola por las calles. Las miradas que al principio me gustaban ahora las encuentro repelentes. Los hombres son todos unos…

-¿Los hombres, Antonio? Tú eres un hombre. Te di cuerpo de mujer, pero sigues siendo un hombre. ¿Te quejas por sentirte mujer por un día? Nosotras nos sentimos así todos los días.

-Yo…yo…no sabía.

-Pues ya lo sabes. Si te comportas como una puta te tratarán como a un puta, con la diferencia que a las putas de verdad al menos se les paga.

-Por favor, haz que vuelva.

-¿Es tu deseo?

-Sí, es mi deseo.

Ella le miró con una enigmática sonrisa, se besó un dedo y lo llevó a los labios de Antonio.

-Como tú digas, Antonio. Ahora, ve a la cama. Duerme.

Se dio la vuelta para marcharse. Se paró y miró a Antonio.

-No todos los hombres son como…eras tú. Los hay que respetan a la mujer. Los hay que buscan a una compañera, no a una puta. Espero que esta lección te haga recapacitar.

Raquel se quedó mirando como Selena desaparecía en la oscuridad. Cerró , se quitó la ropa de mujer que llevaba y se fue directamente a su cama.

+++++

Se despertó por el sol que la daba en la cara. Lo primero que hizo fue llevarse las manos a la cara. Notó la aspereza de un barba. El corazón se le aceleró. Lo segundo que hizo fue llevarse las manos a la polla.

-Ey, has vuelto, pequeña.

“Todo ha sido un sueño. Una horrible pesadilla. No pudo pasar…”.

Fue al baño y se miró al espejo. Y se estremeció. Sus labios estaban pintados, con la pintura corrida. Sus ojos maquillados. Miró y vio en el suelo el traje y los zapatos de tacón.

-Dios…todo fue real.

Se limpió la cara. Se vistió con su ropa de siempre. Y sonó el timbre. Era Manuel.

-Antonio. Has vuelto!

-Sí. He vuelto – dijo, estremecido

-¿Está Raquel? Joder, vaya putón. Seguro que te la acabas de follar. La muy cabrona anoche me dejó con la polla dura. Oye, y si nos montamos un trío con ella?

-No, no está. Se ha ido.

-Joder. Era de las tuyas.

-¿Cómo de las mías?

-Jajaja. Más puta que las gallinas.

-No te pases, tío. Que no es un objeto. Es una persona.

Manuel miró asombrado a Antonio.

-Coño, Antoñito. ¿Tas’ dao un golpe?

-No, no me he dado ningún golpe. Es solo que….

-¿Qué?

-Bueno, no te lo ibas a creer.

-Cuéntamelo.

-Otro día. Ahora me muero de hambre. Vamos a la cafería de abajo.

++++++

Antonio no volvió a decir su frasecita. Empezó a mirar a las mujeres con otros ojos, a tratarlas con más respeto. Ya no buscaba el ligue fácil de una noche.

Se dio cuenta de una cosa. Ahora ligaba más. Tuvo más relaciones que antes, y más largas. Hasta que encontró a un mujer especial, muy especial.

Era guapa, divertida, sexy.. y muy caliente en la cama. Pero para él, sólo de puertas a dentro.

Antonio escogió entonces otra famosa frase: “En la calle una señora y en la cama un puta”

¿No es ese el sueño de todo hombre?

FIN

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