Susana era una hembra poderosa, de pechos rotundos, firmes, voluptuosos. Sólo verla supe que si me la follaba vería el cielo.
La encontré en el super, tal y como habíamos acordado, vestida con un traje de chaqueta, elegante, alta, con una sonrisa que iluminaba los pasillos por los que caminaba, un cabello moreno que enmarcaba su cara, una boca que invitaba al beso… Antes de conocerla en persona habíamos hablado alguna vez por teléfono, pero nunca cara a cara. Su sonrisa me conquistó. Recorrí su anatomía con la mirada, procurando que no se notase demasiado el escrutinio al que la sometía. La conclusión cuando terminé, es que la deseaba.
La visita al super era una mera disculpa para vernos en persona y conocernos, y llegado el caso, si nos gustábamos… pasar a otros temas. Nos dimos un par de besos y comenzamos a hablar. Caminaba delante de mí y yo procuraba mantener la conversación. En realidad no recuerdo sobre que hablábamos, pero había buen rollo entre nosotros.
Los dos queríamos estar en un sitio más íntimo, así que una vez hecha la compra nos dirigimos a la caja para pagar e irnos.
Iríamos cada uno en nuestro coche y nos encontraríamos en un polígono industrial que ella conocía.
Conduje presa del nerviosismo; no veía la hora de llegar. La deseaba. Anhelaba besarla y acariciar aquellas tetas que imaginaba grandes y hermosas. Esos minutos se me hicieron eternos, y a la vez que sufría por no tenerla ya, me daba morbo imaginar todo lo que haríamos.
Ella iba delante de mí con su coche. En un momento dado vi encendido el intermitente indicando que dejábamos la carretera. El momento de tenerla estaba cada vez más cerca. Nos metimos en el polígono, que al ser festivo estaba despoblado. Aparqué detrás de ella, y paré el motor.
Se nos notaba nerviosos a los dos. Parece que yo no era el único en sufrir la tensión del momento. La tomé por la cintura… y nos besamos… ¡deseaba tanto ese momento! Mmmmm ¡qué rica sabía su boca! Mis labios carnosos se apretaban con los suyos. Mi lengua jugaba con su lengua. Mis manos la sujetaban por la cintura y la acercaban a mí. La tensión sexual era enorme.
Decidimos entrar en su coche, ya que era el más grande, alejados de miradas indiscretas. Siempre he odiado los espacios reducidos, y la verdad que mis mejores polvos no han sido precisamente en el coche, pero había que adaptarse a las circunstancias, y yo en ese momento lo único que pensaba era en joderla. Mientras nos besábamos acariciaba sus tetas. No me defraudaron, eran todo lo que yo esperaba y más. Joder que tetas tenía… Impresionantes. Y si su cuerpo me daba morbo, la expresión de su cara aún más. Veía que estaba salida, tanto o más que yo, y lo único que me preocupaba era dejar a semejante hembra satisfecha. Mi polla iba tomando consistencia poco a poco, y a medida que iba soltando los botones de su blusa, más excitado me notaba. Cuando se la quité, contemplé aquellas maravillas, babeando y deseando morderlas, comérmelas enteras. Ya sólo tenía el sujetador, y la verdad que siempre he sido un torpe soltando esa prenda. Ella viendo mi inexperiencia acabó por quitárselo ella misma entre risas.
Me pasaría la vida contemplando aquellas dos preciosidades que quedaron libres. Ya sé que he mencionado que tenía un buen par de tetas, pero es que decirlo mil veces es poco.
Entre beso y beso acabamos de desnudarnos. Su conejito estaba arreglado, y me apetecía comerlo, pero dada la estrechez del sitio casi no podía lamérselo por lo incómodo de la postura, así que opté por estimularlo con mis dedos mientras le comía las tetas.
Lo notaba mojadito, como a mí me gusta, sentir esa suavidad en la yema de los dedos, y notar como estos se deslizan solos. Estaba cachonda, y tenía ganas de rabo. Ella acercó la boca a mi polla, y yo se la di para que la mamase un poco. Me daba mucho morbo verla con la boca llena de polla, pero yo lo que quería es meterle la polla, así que saqué los condones, y apresuradamente rompí el envoltorio de uno de ellos para ponérmelo. Aún la recuerdo debajo de mí… en una postura incómoda, abierta de piernas, ofreciéndome su coño… lista para que la montase. La penetración no fue fácil, y eso me hizo odiar más aún follar sin sitio, mis peores polvos han sido en el coche, pero es lo que había. Inicié el mete-saca en un ritmo irregular. Había más pasión que arte. Nos intercambiábamos besos mientras se la metía, y sólo por ver su carita guapa mientras la penetraba ya merecía la pena el estar incómodo. No voy a mentir y decir que fui un Superman en esa ocasión, ya que no tardé demasiado en sentir que me iba a correr… así que saqué mi rabo de su chochito, me quité el condón y derramé mi leche encima de ella… extendiéndola por su piel.
Sentí correrme tan pronto, pero ella me dijo que le había gustado, y que habría más ocasiones. Yo esperaba que los siguientes polvos fuesen mejores, sobre todo para ella, y de hecho el siguiente lo fue, pero eso ya es otra historia.