Quantcast
Channel: Hetero – Relatos Eroticos
Viewing all articles
Browse latest Browse all 144

Una mañana cualquiera?

$
0
0

Suena el despertador, pero remoloneo un poco más en la cama. No en vano, me siento cansada. ¿Por qué será? Sonrío ante este pensamiento y me doy la vuelta, dando la espalda al reloj de la mesita de noche.

Cinco minutos después, es la alarma de mi móvil la que suena, pero vuelvo a ignorarla. Es más, ni siquiera me esfuerzo en apagarla: la dejo que siga sonando. No quiero dormir, me conformo con descansar apenas unos minutos, antes de enfrentarme al nuevo día que se avecina.

Pasa un rato, no sé muy bien cuánto, aunque me lo puedo imaginar. Es entonces cuando una voz femenina familiar me arranca de mi ensoñación, echándome en cara lo tarde que es, lo tarde que voy a llegar al trabajo, etcétera, etcétera, etcétera. Me giro despacio, con pereza al principio, pero no me queda más remedio que levantarme por fin.

Me dirijo al cuarto de baño y me lavo la cara (a ver si así me despejo), hago mis necesidades en el inodoro, tiro la cadena y me lavo las manos. Después, todavía algo adormilada, me encamino hacia la cocina y saludo a la propietaria de mis reproches matinales, quien está preparando ambos desayunos: el suyo y el mío.

Regreso al aseo, ante su insistencia para que me duche mientras ella termina, con el fin de no demorarme tanto. Remarca las tres últimas palabras de su frase. Por el tono de su voz, a pesar de que aún estoy medio dormida, puedo adivinar su enfado.

Me quito el pijama de algodón que suelo ponerme y las braguitas. Después, recojo mi cabello en una coleta y me acomodo el gorro de ducha. He de admitir que me siento un poco ridícula, pero viene bien para no mojarme el pelo cuando no tengo tiempo para lavármelo.

Me enjabono por cada rincón de mi cuerpo, haciendo especial hincapié en las axilas (no hay que olvidar que es verano y se suda más), los pies y otras partes más íntimas no visibles al público en general.

Comienzo a sentirme excitada ante las involuntarias caricias, pero no tengo tiempo ni intimidad suficientes para masturbarme, ya que no estoy en mi casa y tengo mucha prisa.

Emito un sonido indescriptible (incluso para mí) y me aclaro el jabón. Después, tomando una toalla, seco mi cuerpo desnudo y me pongo la ropa que he elegido para la ocasión.

Mi atuendo lo componen: unos vaqueros, una camiseta de lycra verde (con un escote un tanto generoso), unas braguitas negras (sin duda, mi color favorito para la lencería), un sujetador con estampado de leopardo y unas bailarinas blancas sin tacón, dado que me gusta ir cómoda.

Acto seguido, ya vestida, me dirijo al comedor, donde está mi abuela materna. Está visiblemente alarmada porque, según ella, es más tarde que nunca y me van a echar del trabajo. No tiene sentido que le recuerde que son prácticas no remuneradas, ya que eso implicaría enzarzarme en una discusión tonta.

No puedo perder más tiempo. Con cierta prisa, tomo una pieza de fruta y un par de tostadas, acompañadas de café con leche. Alzo la vista al frente y me topo con una nueva mirada de reprobación por su parte.

Ignoro esta vez el motivo de su reproche, pero mi ignorancia dura poco. Se debe al escote de mi camiseta. Tengo que hacer acopio de paciencia para morderme la lengua y no decir alguno de mis comentarios que, seguro, le dolerían más aún.

Desayuno lo más rápido que puedo, engullendo las tostadas y apurando el contenido de la taza que hay en mi lado de la mesa, antes de culminar con mi aseo personal para poder irme a cumplir con mis faenas administrativas.

De vuelta al baño, me lavo los dientes y me cepillo el cabello como buenamente puedo, dada la prisa que (en teoría) tengo. Por lo visto, tampoco parece agradarle del todo la forma en que me estoy peinando esta vez; pero no puedo permitirme “el lujo de entrar al trapo”.

Una vez en la parada del autobús, me percato de que ya no me quedan viajes en mi abono de transporte. Sólo tengo cinco míseros euros encima. Teniendo en cuenta que el billete individual cuesta un euro con veinticinco céntimos, decido que lo más rentable es recargar la tarjeta bus.

Voy al sitio donde acostumbro hacerlo. Después de saludar a la chica que regenta en la actualidad la papelería e intentar efectuar la recarga en cuestión, la máquina encargada de realizar dicha operación parece no funcionar correctamente.

Me veo obligada a buscar otro sitio, pero por suerte hay un estanco cerca de donde vivo, abierto a esas horas. Voy a llegar tarde, no demasiado, pero sí lo suficiente. Mientras espero mi turno, no puedo evitar removerme con cierta impaciencia, como un león enjaulado.

Luego de efectuar la recarga, corro hacia la parada y espero a que llegue la línea que me conduce a mi lugar de trabajo. Afortunadamente, no tarda mucho. No obstante, está encendido el aire acondicionado. No es que esperase lo contrario en esta estación del año, pero eso no quiere decir que me resigne a conformarme.

Bajo en la parada que me corresponde, aunque todavía debo andar un poco hasta mi destino. Acelero el paso hasta que, por fin, llego. Antes de entrar, miro de reojo el reloj de mi móvil: faltan unos minutos para que sean las 9:30.

Me he demorado, si bien no demasiado. Mi jornada empezaba a las 9:00 en punto, pero no hay ni rastro de mi jefa por ninguna parte. Lo que sí veo, en cambio, es una nota de su puño y letra, dejándome tareas para el día de hoy.

Entre otras cosas, debo ocuparme de un puñado más que considerable de fotocopias y organizar una documentación bastante importante, así que me pongo manos a la obra inmediatamente… Tan abstraída estaba, que no reparo (hasta las 12:45 pasadas) en que no me he tomado aún el descanso.

Saco el móvil del bolsillo del pantalón para mirar la hora y me percato de que, además, tengo una llamada perdida. Una sonrisa bobalicona se dibuja en mi rostro. Creo que me he “ganado a pulso” mi pequeña pausa. Salgo del despacho, con clarísima intención de llamarle, pero algo me detiene.

Mis ojos se cruzan con los suyos. Una descarga eléctrica me sacude por completo al encontrarle ahí. Parece casualidad, pero no lo es. Mordisqueo mi labio inferior, en actitud juguetona. Hace días que fantaseamos con una locura, pero, …¿nos atreveremos a llevarla a cabo?


Viewing all articles
Browse latest Browse all 144

Trending Articles